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¿Qué hacer si la vida nos da limones? | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad
Hania Pérez de Cuellar

¿Qué hacer si la vida nos da limones?

"La antifragilidad es la característica de los líderes del futuro"

Cuando pensamos en fragilidad, imaginamos un objeto que debe ser protegido de cualquier golpe o en una persona que ante una situación de estrés se quiebra emocionalmente.

Como explican los ingenieros con fórmulas complejas : la fragilidad se determina por la fuerza o la falta de flexibilidad.  En otras palabras a mayor dureza mayor fragilidad y viceversa.

Los golpes, las tormentas, los cambios disruptivos, las pandemias y las grandes crisis económicas son por excelencia fuerzas estresoras que llevan a los objetos, a las emociones y a los sistemas a quebrarse. Basta con analizar lo que hemos vivido durante los dos últimos años.

El ser humano siempre ha buscado vivir en entornos de calma o al menos que estén bajo su control. Ha intentado crear hogares estables, sociedades armónicas, economías robustas. Sin embargo no ha logrado asimilar que en la vida lo único seguro es la inestabilidad y la incertidumbre. Su naturaleza lo lleva a buscar inevitablemente   cómo salir de la incertidumbre y llegar a la estabilidad. Desde la religión hasta las teorías matemáticas han buscado calmar esa ansiedad.

Hace poco leí un artículo sobre el pensamiento de Nicholas Taleb, filósofo de origen libanés. En este artículo se expone un concepto que me llamó la atención: “antifragilidad”. Para Taleb la “antifragilidad” no significa ser fuerte y aguantar con entereza los golpes; sino más una cualidad que nos permite fortalecernos y mejorar a partir de estos embates. En el lenguaje de nuestros abuelos sería: “ el golpe enseña”. Por lo tanto, se trata de sacar provecho de la crisis. Tomarla como una oportunidad y no como una limitante.

Taleb la describe así:  “La antifragilidad tiene la singular propiedad de permitirnos afrontar lo desconocido, de hacer cosas sin entenderlas y de hacerlas bien.”

Lo interesante de esta teoría  es que la podemos aplicar  al ámbito personal, social, laboral, económico y político.  De hecho, si observamos durante la pandemia, las empresas que sobresalieron fueron aquellas que  1- se adaptaron rápidamente a los nuevos códigos de comercio y consumo hacia lo digital y 2- aquellas que innovaron en productos y servicios adaptados a las necesidades particulares del momento.

Un ejemplo muy ilustrativo es que los científicos financiados por los inversionistas crearon  una vacuna en tiempo récord – menos de 2 años.

La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), señala que entre 2020 y 2021 hubo un aumento del 0.9% en relación a las solicitudes de patentes a nivel mundial.

Según Carsten Fink, su economista jefe, «las solicitudes de patentes internacionales continuaron creciendo en 2020 y 2021 mientras la pandemia global se desplegaba y perturbaba las economías de todo el mundo. Esta experiencia es notablemente diferente comparada a las crisis económicas previas» (la cifra cayó durante la crisis de 2009. Los ámbitos que lideraron el crecimiento fueron: la computación,  la comunicación digital y la tecnología médica. Por su lado  el sector farmacéutico registró un  crecimiento del 12.8% y el biotecnológico del 9.5% por ciento.

«Vemos definitivamente un mayor dinamismo en los campos relacionados con la tecnología sanitaria», resaltó Fink.

Este fenómeno se explica porque el ser humano tiene la capacidad de  desarrollar esa característica de “antifragilidad”, que luego le permitirá tomar decisiones bajo la incertidumbre de lo desconocido.

Nuestra vida moderna es demasiada compleja para entenderla. A pesar de la tecnologia avanzada, de la inteligencia artificial  y de la gran cantidad de información que procesamos, no somos capaces de predecir la llegada de los “cisnes negros” (nombre con el que Taleb describe a los eventos inesperados). ¿Pudimos acaso predecir el Coronavirus? ¿Podremos anticiparnos al próximo ciberataque?

La antifragilidad implica decisión y acción del individuo. Ciertamente habrá más crisis, golpes, desaciertos y errores en el camino. En ese proceso el líder antifragil aprende y  se transforma para mejor.

Una vez más la sabiduría de nuestros abuelos tiene gran vigencia: “ no es más fuerte el que menos cae, sino el que se levanta una y otra vez hasta llegar a su meta”.

Podríamos concluir de acuerdo a la afirmación inicial del artículo que la clave no es ser más robusto, ni más duro,  sino convertirse en  más “antifrágil”. Esto quiere decir que debemos asumir los cambios como oportunidades de mejora, de innovación, de evolución.

En otras palabras  “si la vida te da limones, ¡haz limonada!”. 


Hania Pérez de Cuellar. Directora Consultiva del MBA Centrum

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