El Minedu, una ( no tan ) pequeña olla de grillos

Dos formas distintas de entender la gestión pública en educación escolar estarían colisionando dentro del Minedu, una vinculada a la gestión saliente de Benavides y otra a la de la exministra Flor Pablo. La pelea por los COAR sería apenas la punta del iceberg.

Cuando el breve gobierno de Manuel Merino estaba en funciones, el 13 de noviembre, el superintendente de la Sunedu, Oswaldo Zegarra, fue convocado al Ministerio de Educación (Minedu). El flamante titular de la cartera, Fernando D’Alessio, vicealmirante en retiro y ministro de Salud cuando se dio el indulto a Fujimori, no tenía precisamente las credenciales de férreo defensor de la reforma universitaria. Con solo un día en el cargo, esa citación fue su primera prioridad.

El premier Ántero Flores-Aráoz, por su parte, se había pronunciado varias veces en contra de la “discriminación” hacia las universidades no licenciadas. Una de ellas, Telesup, en un arranque de confianza, había enviado una carta de amedrentamiento a Zegarra el 11 de ese mes. Aunque él y D’Alessio se conocían, todo parecía indicar que su convocatoria al Minedu era algo similar a una celada. La cita había sido programada para las 10 de la mañana. El superintendente se excusó de ir por problemas de salud.

Luego no hubo oportunidad de reprogramar: el gobierno de Merino cayó, en medio de marchas multitudinarias, dos días después.

Con la designación de Francisco Sagasti en la presidencia y la llegada del investigador Ricardo Cuenca al ministerio, la continuidad de la reforma universitaria quedó asegurada. “Estoy absolutamente convencido de la alta calidad técnica de Sunedu”, le dijo Cuenca a Perú21, y aseguró que Telesup no tendría más plazo para licenciarse. Él sí se reunió con Zegarra y lo ratificó. El horizonte anunciaba ocho meses de paz y tranquilidad para el gobierno en el sector Educación.

¿COAR o no COAR?

Pero los primeros dos meses no han sido exactamente así. Si bien el problema universitario se suele llevar casi todos los reflectores, no es una de las tareas a las que el Minedu dedica la mayoría de sus recursos. Su rol allí es el de ente rector: definir políticas macro y poner el pecho ante las presiones de los grupos políticos marginados por la reforma. En el día a día del ministerio, sin embargo, tiene mucho más peso la educación escolar.

El Minedu es un monstruo que atiende a más de 6 millones de alumnos de colegios públicos, tiene a su cargo una de las planillas más grandes del Estado −la de profesores− y opera con un presupuesto superior a los S/10.000 millones. Por eso, llamó poderosamente la atención cuando el ministro Cuenca tuiteó el último martes que no había plata presupuestada para la admisión de los Colegios de Alto Rendimiento (COAR) en el 2021.

Como la comunicación eficiente no es uno de los bastiones de este gobierno, a pocos les quedó claro a qué se refería. ¿Hay o no hay dinero para los COAR este año? Sudaca ha averiguado cómo es.

El presupuesto que aprobó el Congreso el 29 de noviembre, cuando Sagasti y Cuenca ya tenían más de una semana en el Ejecutivo, sí contempla una partida de S/192,9 millones para los COAR. Esta cifra supera por lejos el monto devengado en el 2016, 2017, 2018, 2019 y 2020. En el último quinquenio, los COAR nunca ejecutaron más de S/190 millones anuales.

Los S/192,9 millones de apertura (PIA) del 2021 fueron reducidos por el gobierno de Sagasti a un presupuesto modificado (PIM) de S/151,8 millones, todavía S/30 millones más que lo que se devengó en el 2020 (con clases remotas). ¿Esa cifra no alcanza para organizar un proceso de admisión? Difícilmente. Tres fuentes que ocuparon altos cargos en el Minedu calcularon para Sudaca que el costo de dicho proceso está apenas alrededor del S/1 millón. Y sí estaba incluido en la cifra que se pidió al Congreso.

El ministerio, sin embargo, demanda S/51 millones adicionales para poner en marcha los COAR, según su oficina de prensa. ¿A qué se destinarían? No a la admisión, que es muy barata, ni a la propuesta de valor del programa, sino a establecer medidas de seguridad contra la Covid-19, principalmente en las residencias donde duermen los alumnos de los colegios. La premisa es que volverán a tener clases presenciales. ¿Es eso realmente necesario?

Dos fuentes del ministerio contaron a Sudaca que la Dirección General de Servicios Educativos Especializados, que tiene a cargo a los COAR, ya había preparado una propuesta para hacer las clases a distancia con el presupuesto disponible. “Podrían hacerlo remoto tranquilamente. Por el modelo de valor de los COAR, son los que mejor funcionaron a distancia en el 2020. Los alumnos pudieron llevarse las computadoras”, explica una de las fuentes. Todo indica que Cuenca no tuvo mucho interés en seguir ese camino.

Pero la presencialidad tampoco es un imposible. “Es bien fácil conseguir S/50 millones en el Minedu. Es cuestión de reasignar [el presupuesto] o negociar con el MEF”, asegura a Sudaca una fuente con conocimiento directo del tema. Con más de S/10.000 millones en la bolsa, de los cuales el año pasado se ejecutaron solo S/6,361 millones, su afirmación tiene sentido. “El presupuesto no es abundante. El Minedu tiene diversas prioridades que atender”, replicó la oficina de prensa.

¿’Elitizando’ la educación pública?

Cuenca ha tenido que dar marcha atrás en su imprecisa afirmación inicial. Hoy la oficina de prensa del Minedu informa que se ha aprobado la asignación de recursos a los gobiernos regionales de Ica, Ayacucho, Loreto y Puno para el alquiler de los locales de sus respectivos COAR. Cuenca dijo que este año tendrían una “admisión reducida”. El jueves, decenas de exalumnos de estos colegios hicieron un plantón en contra de ese anuncio.

“La continuidad de los COAR no conlleva una decisión política, sino técnica. En la actualidad, en el Minedu no se está discutiendo ese aspecto”, dijo la oficina de prensa del ministerio. Sin embargo, sí hay un innegable componente de voluntad política en todo esto. Ricardo Cuenca, antes de ser ministro, expresaba abiertas dudas sobre si la estrategia de los COAR debía continuar. Y las dudas eran más tiradas a que no. 

En 2015, cuando era director general del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), escribió una pequeña columna en El Comercio titulada “Los COAR y “las otras decisiones””. Allí reconoce que la implementación de estos colegios experimentales es una “decisión legítima”, pero asegura que “segmentan el sistema educativo”, instalan “un sistema paralelo para los mejores” y “segregan a los jóvenes”. El autor de esta nota entrevistó a Cuenca hace unos años y obtuvo una respuesta similar sobre el tema.

Desde el 2017 hay colegios de alto rendimiento en todas las regiones del país. En total, suman 25. Reciben a estudiantes de desempeño sobresaliente entre el tercer y quinto grado de secundaria, y les ofrecen la posibilidad de hacer el Bachillerato Internacional. Trabajan bajo un sistema de internado gratuito que cubre matrícula, vivienda, alimentación, vestimenta y materiales. La inversión del Estado por cada alumno COAR es 3,5 veces mayor a la de la educación pública regular. 

Hace dos años, la Corporación Andina de Fomento (CAF) terminó un estudio junto al Minedu −en el que el IEP de Cuenca participó como consultor externo− sobre el impacto de los COAR en el desarrollo de sus alumnos. Se comparó al grupo de jóvenes que había logrado ingresar al sistema en los últimos puestos contra el que se había quedado fuera por muy poquito.

Los resultados son sencillos de entender: no hay diferencia significativa en matemática o comprensión lectora −probablemente porque se trata, en ambos grupos, de alumnos sobresalientes en sus respectivas escuelas de origen−, pero sí una enorme mejora en la salud del entorno. “Los alumnos COAR gozan de un núcleo de amigos saludable (no fuman, ni beben, ni consumen drogas), tienden a ser menos agredidos y reportan no ser discriminados ni presenciar situaciones de discriminación”, dice la CAF. 

Otra acusación contra los colegios experimentales es que reciben alumnos más cercanos a la clase media que a la pobreza extrema y más urbanos que rurales. Las cifras indican que esto es cierto. Fuentes del Minedu contaron a Sudaca que, desde que Cuenca asumió el ministerio, ya se comentaba en la interna que no le daría prioridad a los COAR por no considerarlos inclusivos.

Sin embargo, las gestiones pasadas ya habían abordado el tema. Mediante mesas de trabajo, se ha elaborado un esquema de bonificaciones por ruralidad, pobreza y pobreza extrema en el puntaje de admisión. La primera parte había sido implementada, elevando los ratios de ingreso de los más vulnerables. Para el 2021 se esperaba tener a 51% de ingresantes rurales, 31% con condición de pobreza y 47% de pobreza extrema.

Cambios y choques

“Le pasaron una mala ayuda memoria a Pimpinella”, se quejó una fuente sobre algunos de los tuits de Cuenca. Ese es el inofensivo apodo con el que lo han empezado a llamar los funcionarios de planta de la cartera, por su parecido con el cantante de la agrupación argentina. Lo cierto es que en el Minedu hoy hay funcionarios menos ‘cuenquistas’ que otros. Y ello se debe a los cambios que ha realizado desde que asumió.

A diferencia del MTC, donde la estrategia ha sido ratificar o promover a los funcionarios de confianza del gobierno anterior, en el Minedu ha habido varios movimientos en puestos claves. El principal es la salida de Diana Marchena del viceministerio de gestión pedagógica, debajo del cual está la dirección que tiene a cargo los COAR. En su reemplazo, Cuenca ha designado a Killa Miranda.

Miranda −quien no respondió las solicitudes de descargo de este medio− es identificada por todas las fuentes como una persona muy cercana a la exministra Flor Pablo, quien hoy postula a la vicepresidencia y al Congreso con el Partido Morado. “Lo único que le puedo decir categóricamente es que no he tenido nada que ver con la designación de la Sra. Mirada”, respondió Pablo sobre el tema..

Pablo ha dado positivo al Covid-19 y Sudaca, más allá de la labor periodística, desea su pronta mejoría.

Las fuentes del Minedu consultadas por este medio aseguran que Miranda representa la influencia de la candidata morada en la gestión de Cuenca. Algo que la oficina de prensa del ministerio, por supuesto, niega. La cercanía de Miranda con Pablo, sin embargo, se puede rastrear en sus hojas de vida. Entre el 2012 y el 2014, cuando Pablo era directora nacional de Educación Primaria, Miranda era coordinadora de movilización de esa dependencia.

Luego, en el 2014, Pablo pasó a comandar la crucial Dirección Regional de Lima Metropolitana (DRELM), y Miranda la siguió allí como asesora en gestión educativa. En el 2016, el último año de Pablo en la DRELM, Miranda ganó un CAS como jefa de la oficina de atención al usuario y comunicaciones de esa dirección. De allí, hay que hacer un salto al 2019: cuando la hoy candidata morada fue nombrada ministra, Miranda entró por la puerta grande como su jefa del Gabinete de Asesores.

Y la lealtad es férrea. Todavía con Pablo como ministra, Miranda regresó a la importantísima DRELM para dirigirla, pero renunció apenas aquella dejó la cartera en febrero del 2020. Según las fuentes consultadas, Miranda y Pablo representan una forma de ver la gestión pública en educación más tirada hacia la izquierda y hacia la cercanía con el magisterio, algo compatible con la visión de que los COAR son experimentos excluyentes.

Pero la designación de Killa Miranda no es el único movimiento de Cuenca en la alta dirección del ministerio. Apenas llegó, el nuevo ministro puso el ojo en los altos funcionarios vinculados a la cuestionada compra de más de un millón de tablets para los estudiantes más pobres. El primer proceso se tuvo que anular por serios problemas con el proveedor. Las adquisición ya ha sido terminada, pero con retraso.

Cuenca reemplazó a los encargados de la Dirección de Innovación Tecnológica en Educación (Dite), Ricardo Zapata, y de la Dirección de Gestión de Recursos Educativos (Digere), Rosa Prieto. Ambas dependencias están relacionadas a la compra de las computadoras portátiles. En sus lugares puso a Milagritos Vera y Cynthia Otani, respectivamente. La primera de ellas trabajaba para Killa Miranda en un programa adscrito al Ministerio de Desarrollo e Inclusión social desde setiembre del 2020. La segunda trabajó en el Minedu entre el 2011 y el 2016, mismo periodo en el que estuvieron Miranda y Pablo.

Además, Cuenca cambió a Cristhian Pacheco, encargado de la Dirección General de Educación Técnico-Productiva, por Rommy Urbano, quien ya había ocupado el cargo. Esta área del ministerio es clave porque se encarga del complicado (y atrasado) licenciamiento de institutos. El presidente Sagasti dijo esta semana que esa labor pasará a la Sunedu, pero fuentes de la entidad aseguran que no tienen la capacidad de hacerlo y que tendría que ser un plan de largo plazo. Cuenca también cambió a la directora general de Educación Básica Regular, Cecilia Ramírez, por Nora Delgado.

“He encontrado un ministerio muy ordenado”, declaró Cuenca a La República a poco de asumir la cartera. Por eso, todos estos cambios han generado un fuerte alboroto en una gestión que se suponía de transición. A ello se suma que, en el 2021, Aprendo en Casa ya no será transmitido por canales comerciales, solo por TV Perú y Radio Nacional, algo que algunos funcionarios que quedan de la gestión Benavides interpretan como un intento más por desmantelarla.

“No hay facciones ni peleas, no se podría trabajar en ese escenario”, ha replicado la oficina de prensa. Las fuentes consultadas por este medio, sin embargo, aseguran que el bolondrón que se ha armado en torno a los COAR es apenas la punta del iceberg de un choque interno entre formas de entender la gestión pública en educación.Parece que los meses de paz que se vislumbraban para el sector en noviembre serán un poco más agitados que lo esperado.

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