Encuentro con la memoria

Encuentro con la memoria

"En tiempos recientes el narrador Alonso Cueto ha entregado a sus lectores una auto publicación bajo el título Los años. Diario personal."

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] El ejercicio de la memoria, en todas sus formas, tiene el don de revelar y descubrir capas de la existencia que uno podía creer olvidadas. Hasta que la escritura las recupera, las revive, las sopesa y las vuelve a plasmar en palabras que, al paso del tiempo, han ganado un nada desdeñable poder reflexivo. Huidiza, evasiva y fragmentaria, el resultado de esa excavación íntima será siempre parcial pues como se sabe, es imposible narrar toda la experiencia. De modo que podríamos hacer una analogía entre la escritura autobiográfica y la manera cómo se dispone de un escenario teatral: palabra y drama construyen una tramoya que sirve de territorio al despliegue del discurso.

En tiempos recientes el narrador Alonso Cueto ha entregado a sus lectores una auto publicación bajo el título Los años. Diario personal. Un primer asunto gira alrededor de la palabra “diario”, que es usada aquí no como registro temporal y sucesivo, sino como acepción de la trayectoria vital en el contexto de la vida cotidiana. No hay entradas fechadas, y eso me hace pensar más en una cercanía con el carnet, con una intimidad poderosa que logra expresarse de manera diáfana y elegante.

Más que el tiempo en que ocurren las cosas (o el día en que se registran) importa la reflexión, a menudo serena, que el escritor pone en práctica. De esa manera se van mezclando diversos temas: la conciencia de la finitud de la vida, anécdotas, un relato escrito en un aeropuerto, pensamientos sobre el oficio de escribir, recuerdo de encuentros inesperados, lecturas, cartas luminosas, viajes y personas que se cruzan en el camino dejando cada cual su huella. “El pasado es un animal que se alimenta de recuerdos. Un monstruo que se pervierte al sostener algunas imágenes y voces con nosotros. Una boca que devora el presente para devolverlo convertido en quienes somos”, dice el autor (p.17).

El paso del tiempo es otro eje en el que Cueto enfoca su mirada: “No hay sorpresa más grande que ver el trabajo de los años. Un milagro en sentido contrario. La magia destituida por la realidad. Los rostros inmaculados desfigurados por las arrugas, las erosiones y las manchas” (p.22). Y como escritor que se inscribe fluidamente en una poética realista, es un agudo observador: “Tiendo a imaginar historias en cada una de las personas que veo. No puedo dejar de asociar un rostro al de su posibilidad como personaje” (p.32).

No menos importantes y conmovedoras resultan las líneas en las que Cueto perfila su mundo familiar. En el caso de la figura del padre, se sabe que en mucha literatura la representación del padre es mayormente problemática: se lo asocia a la ley, a ciertas represiones, a ciertos impulsos de maldad y violencia (Carta al padre de Kafka o El pez en el agua, de Vargas Llosa, por citar dos ejemplos). En Cueto, el tema alcanza una nota emotiva que no pasa inadvertida: “Me resulta difícil escribir sobre mi padre, porque hacerlo significa distanciarme de él. No puedo intentar hacer un retrato suyo, cuando en realidad lo tengo tan cerca. Mi padre, una presencia tan mágica y hechizante que aún se resiste a las palabras” (p.83).

En su concentrada brevedad Los años conmueve no solamente por lo que parece ser un sólido principio de sinceridad, sino también por su lenguaje, aunque sencillo, capaz de calar con hondura en la alegría y la nostalgia frente a la vida, de llevar a cabo una armoniosa suma de fragmentos que dicen mucho del autor, configurando un espacio de encuentro con el lector. Quisiera suponer que esto es lo que muchos, después de cerrar este libro, agradecen. Me incluyo.

Alonso Cueto. Los años. Diario personal. Lima: Cueto Ediciones, 2023.

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Alonso Cueto, Los años

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