Prosas profanas (y otras no tanto)

"No falta Arguedas. Y allí se defiende la legitimidad de pensar una sociedad capaz de adaptarse a la modernidad y al mismo tiempo seguir abrazando sus valores tradicionales. La tan mentada “utopía arcaica”, en ese sentido, no es tal, sino una arbitraria e injusta directiva literaria"

Tomando prestado un título de Rubén Darío, un poeta que conoce a la perfección, Marco Martos ha reunido un conjunto de ensayos sobre literatura peruana y universal. Quienes hayamos tenido la suerte de estar en un aula con él, recordaremos seguramente su erudición y amenidad, así como su don de gente. Sumergirme en las páginas de este libro, confieso sin más, ha sido un regreso imaginario a sus memorables clases en San Marcos. 

El primer ensayo de este libro es, precisamente, dedicado a Rubén Darío. La pregunta inicial por la vigencia de Darío queda respondida de manera elocuente: “Una y otra vez podrán los lingüistas sostener la arbitrariedad entre significante y significado y una y otra vez los poetas como Darío, como Rimbaud, como Baudelaire, como Vallejo, emprenden la búsqueda de las secretas correspondencias” (p.14). Dicho de otro modo, Darío mantiene su vigencia porque resucita en cada lectura, sin importar la época.

Le siguen nueve textos sobre Ricardo Palma, el último de ellos una lectura que lo compara con González Prada, su célebre antagonista. No discutiré la urgencia de una relectura de Palma (de acuerdo estoy con dicho apremio), pero hay que acercarse a él con nuevas herramientas. Dice con acierto Martos que “Palma es, en la terminología de Antonio Gramsci, un intelectual orgánico de la sociedad peruana, alguien que enhebra en cada uno de sus actos un ideal colectivo” (p.19). Habría que entrar por esa puerta, me digo. 

Nunca es tarde para remediar equívocos, como el colonialismo tejido alrededor del tradicionista, acusado de haber hecho de Lima una joya virreinal. “Esa Lima no ha sido inventada por Palma; se le ha atribuido. No es cierto que él imagine una ciudad apacible colmada de cortesanos respetuosos y respetables, sin conflictos” (p.29). Más aún, “Palma fue, en el plano político, un demócrata liberal y prácticamente inmune a la nostalgia de un tiempo que no conoció. Reconocía la importancia de la igualdad ante la ley, propio de la República” (p.63). 

No falta Arguedas. Y allí se defiende la legitimidad de pensar una sociedad capaz de adaptarse a la modernidad y al mismo tiempo seguir abrazando sus valores tradicionales. La tan mentada “utopía arcaica”, en ese sentido, no es tal, sino una arbitraria e injusta directiva literaria: “¿Acaso importa en el fondo si un escritor tiene una utopía arcaica o moderna? ¿Un narrador puede o no puede mezclar espacios y tiempos para crear sus obras de ficción?” (p.134).

Tampoco es ausencia Vargas Llosa. Una atenta lectura de La ciudad y los perros, clásico indiscutible, un acercamiento a la presencia de Piura en la narrativa del Nobel (presencia abundosa, hay que decir) y una mirada de conjunto sobre la obra vargasllosiana, donde quisiera destacar una opinión de Martos en lo tocante a los ensayos (piensa seguramente en un texto paradigmático como La verdad de las mentiras), pues “se leen como novelas” (p.175). Por supuesto no lo son, pero se entiende: la calidad de su prosa y la potencia de su lectura dan, sin duda, sensación de ficción.

Dos abordajes a Ribeyro desde la intimidad, desde una escritura personalísima que se traduce en un corpus que va de Prosas apátridas a Cartas a Juan Antonio, pasando por ese monumento al diario que es La tentación del fracaso. El primero de estos textos inscribe a Ribeyro en esa tradición de lo íntimo; en el segundo construye una mirada fina sobre el universo epistolar ribeyriano. 

Luego es el turno del Quijote, libro de libros, libro fundacional. Un asunto importante: la ironía aplicada a la ruptura de convenciones literarias. Refiriéndose a la edición de 1605, Martos refiere: “En la época se acostumbraba que los autores de obras literarias pidiesen a escritores de fama poesías laudatorias para encabezar sus libros. El propósito irónico de Cervantes quedó claro desde el principio, pues inserta a continuación del prólogo una serie de poesías burlescas firmadas por fabulosos personajes de los libros de caballería que se proponía parodiar” (p.203).

Completan las casi 400 páginas de este volumen asedios a Martí, Valle Inclán, Kawabata, Mishima Baudelaire y Basadre, entre otros más. Escritas con vitalidad, estas Prosas profanas revelan una vez más que la lectura atenta y aguda es tan válida y productiva (en ocasiones más) como una aplicación teórica a los textos. Martos lee desde la cultura y desde un sentido profundo del estilo, resultado de su oficio. Saludo eso. 

Prosas profanas
Marco Martos. Prosas profanas. Meditaciones sobre la literatura de tres mundos. Lima: Academia Peruana de la Lengua, 2024.

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