Giarcarla Di Laura

El año trilciano

"Trilce con sus 77 poemas fue reeditado en Madrid en 1930, antecedido por un lúcido prólogo del poeta español José Bergamín, reconociendo su gran contribución a la vanguardia."

Los allegados a la literatura ya saben que este año 2022 se cumple el centenario de la publicación de varios libros fundamentales de la literatura occidental. Tenemos, entre otros, el Ulysses de James Joyce, la Tierra baldía de T.S. Eliot, y en el ámbito peruano nada menos que Trilce, de nuestro entrañable poeta mayor César Vallejo.

Claro que es motivo para celebrarlo, pues Trilce significó un terremoto en las concepciones y las prácticas literarias de su momento y aún hoy. Pocos libros han sido tan trascendentes en el devenir de nuestra tradición poética y, a la vez, pocos han retratado (pese a la dificultad de su estilo) las tensiones y pasiones de su época y expresado una sensibilidad agudamente moderna, que pone en duda la estabilidad de nuestro conocimiento y sentido del ser.

Vallejo llegó a Lima a fines de 1917 y a los pocos meses empezó a sufrir una serie de pérdidas irreparables, o como él mismo las llamaría en su primer libro «los heraldos negros que nos manda la muerte». Así, pierde a su madre el 8 de agosto de 1918, luego a Manuel González Prada, su admirado mentor, y al año siguiente lo hieren las partidas de Abraham Valdelomar, su querido amigo, y Ricardo Palma, apreciado escritor. A eso se suma la dolorosa ruptura con su amada Otilia (la de las «venas otilinas» de Trilce VI) y percances laborales que se traducen en un dolor personal, bien expresado ya en Los heraldos negros, que recién pudo circular en julio de 1919.

Pero ya desde esos mismos años Vallejo se daba cuenta de la necesidad de cambiar completamente el lenguaje para expresar mejor lo que él llamó «una nueva sensibilidad». Los primeros borradores de Trilce datan de 1918, pero se incrementan durante el año siguiente y crecen mucho más cuando pasa por la crucial experiencia carcelaria del 6 de noviembre de 1920 al 26 de febrero de 1921. Fueron 112 días de los que no sabemos mucho, pero nos los cuenta, con ciertos toques imaginativos, el gran narrador (liberteño como Vallejo) Eduardo González Viaña en su novela Vallejo en los infiernos. También tenemos las valiosas biografías de Stephen Hart y Miguel Pachas Almeyda para quien quiera entrar en los recovecos de la difícil vida de Vallejo.

Al poeta le toca la terrible experiencia de pasar meses en una cárcel del Perú, acusado, además, injustamente. El expediente judicial completo que demuestra su inocencia está siendo publicado este año por la acuciosa investigadora vallejista Gladys Flores Heredia. Ya el juez Francisco Távara hace pocos años derogó el fallo judicial y la orden de captura que quedaba pendiente por violación de la libertad condicional que le fue otorgada al poeta en 1921. Vallejo, sin esperar a que lo apresaran de nuevo, prefirió marcharse del país luego de publicar Trilce en octubre de 1922 y dos incursiones por la narrativa: Escalas y Fabla salvaje en 1923.

Lo demás se conoce mejor. Pasa miserias y alegrías en París. Convive y luego se casa con la jovencísima poeta francesa Georgette Philipart. Viaja por Europa y se hace comunista, con militancia probada. Este último dato es insoslayable, aunque intenten olvidarlo muchos críticos y sin duda varios políticos a quienes Vallejo sin dudas despreciaría.

Trilce con sus 77 poemas fue reeditado en Madrid en 1930, antecedido por un lúcido prólogo del poeta español José Bergamín, reconociendo su gran contribución a la vanguardia. Como dice el refrán, «nadie es profeta en su tierra». En el Perú, el radical libro de Vallejo recibió sobre todo burlas en medio de un típico ninguneo que desde entonces practican nuestros poetas e intelectuales con cualquier obra que no calce con su gusto convencional. Salvo el prólogo de su querido amigo Antenor Orrego, lo demás fue la urticante «risita limeña» que suele aplicarse a los provincianos de estirpe indígena en los círculos oficiales de la capital. ¿Les suena conocido? 

La lección que nos deja ese libro como obra de arte es la de la necesidad y la validez de romper con todos los moldes y usos. Y la de no perder la perspectiva sobre el valiente cuestionamiento que todo escritor auténtico debe tener frente a una realidad mediocre y mediocrizante. 

Para estudiar el extraordinario libro de Vallejo se avecinan grandes congresos internacionales y publicaciones, coordinadas por la Asociación Internacional de Peruanistas y otras instituciones: en la Universidad de Sevilla el 26 y 27 de abril, en la Universidad de Londres la semana del 10 de octubre, y en el otoño boreal sendos congresos en La Habana y Boston. 

¿Y en Perú? «No se oye, padre». A ver si nuestras instituciones se ponen las pilas. 

Vallejo bien vale un Perú.

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César Vallejo, Trilce, vanguardia

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