GERARDO SARAVIA

Gorriti

“"Gorriti no es infalible, pero creo que tiene cierta obsesión con serlo. La influencia que tiene dentro de la sociedad no la ha adquirido en cócteles de embajadas ni en lobbies de empresas. Sus investigaciones hablan por sí mismas y no recuerdo que se haya desmentido ningún caso importante en el que haya trabajado. A diferencia de otros que pomposamente se presentan como periodistas de investigación, Gorriti no es una mesa de partes de aquellos que buscan a la prensa para filtrar denuncias que perjudiquen a sus oponentes políticos”.

En el año 63 a.C., el senador romano Marco Tulio Cicerón, en sus recordadas Catilinarias, denunció la conspiración de Lucio Sergio Catilina para derrocar la República, salvando a Roma del golpe de Estado. Pero no por mucho tiempo. Años después, se destruiría la República cuando Julio César se hizo nombrar dictador perpetuo. Marco Antonio, un aliado de Julio César, ordenó el asesinato de Cicerón, quien había criticado con dureza el creciente poder de César. Aunque su muerte no fue la causa de la caída de la República, privó a Roma de un firme defensor de la democracia romana.  Algunos le criticaban a Cicerón no tener bandera, porque podía estar respaldado por los populares en un momento o por la aristocracia en otro. No entendían que su bandera era la República.

A Gustavo Gorriti también lo quieren eliminar, pero de forma más sofisticada. No es que la humanidad haya avanzado al punto de rechazar el asesinato, ni que a sus adversarios les falte voluntad para usarlo. Prefieren una opción más letal y trascendente: la destrucción de su reputación, credibilidad e influencia. Que sirva de lección para desalentar a cualquiera que amenace la consolidación de su poder e intereses.

Gorriti no es infalible, pero creo que tiene cierta obsesión con serlo. La influencia que tiene dentro de la sociedad no la ha adquirido en cócteles de embajadas ni en lobbies de empresas. Sus investigaciones hablan por sí mismas y no recuerdo que se haya desmentido ningún caso importante en el que haya trabajado. A diferencia de otros que pomposamente se presentan como periodistas de investigación, Gorriti  no es una mesa de partes de aquellos que buscan a la prensa para filtrar denuncias que perjudiquen a sus oponentes políticos. La práctica de IDL-Reporteros se basa  en la búsqueda exhaustiva de la verdad, la verificación de datos y la exposición rigurosa de los hechos. No sé a quién le escuché decir que el periodismo de investigación era la mejor política anticorrupción, en el caso de Gorriti se corrobora.

Por supuesto, no siempre se puede estar completamente de acuerdo con él. A veces, uno desearía que pusiera énfasis en otras causas o que coincidiera más con nuestras ideas. Sin embargo, Gustavo  tiene una visión muy clara de las prioridades del país y actúa en coherencia con ese pensamiento. Incluso en los matices discrepantes, uno puede confiar en que está frente a una persona íntegra. Que si no toma la  postura que uno desearía, se puede tener la seguridad de que no es por cobardía ni mucho menos por buscar un beneficio personal, sino por convicción.

La contribución de Gustavo Gorriti no se limita a la revelación de los grandes casos de corrupción, sino que también ha llevado a cabo una de las investigaciones más serias sobre Sendero Luminoso.

Durante años, he intentado leer todo lo que se ha publicado sobre el conflicto armado interno, y mi apreciación es bastante severa: la mayoría carece de rigor, profundidad y presenta errores graves. Incluso connotados intelectuales se extravían en subjetividades y pierden prolijidad. En contraste, el libro de Gorriti Sendero Luminoso: historia de una guerra milenaria  destaca por su análisis meticuloso y exhaustivo, incluso con la información limitada disponible en 1989.

Existen quienes sienten recelo hacia Gustavo Gorriti y son en cierto grado condescendientes con la campaña de desprestigio emprendida por medios de la ultraderecha como Willax, Expreso y La Razón. Dicen, muy independientes ellos,  que es necesario investigar a todos y dejan un margen de credibilidad a imputaciones falaces. El instinto más elemental en política nos dice que quienes vienen por Gorriti, vienen por todos. La persona con la que se han obsesionado estos medios es un personaje que han creado de manera deliberada para poder hacer viables sus planes. 

No es el primer caso en que en Perú, con fines subalternos, se inventan enemigos terribles. Algunos se prestan a este juego buscando distanciarse de la figura fabricada, pero con ello solo refuerzan la narrativa de la ultraderecha.

Los enemigos de Gustavo Gorriti no tienen idea de lo que él realmente piensa. La caricatura que han hecho de él, es la de un hombre obsesionado con el fujimorismo que solo quiere ver a Alberto Fujimori pudrirse en prisión. Nada más lejos de la realidad. Gorriti, conocedor de la historia y sus dinámicas, sabe lo nocivo que es empantanarse en procesos eternos. Puede ser más bien pragmático en ese tema , siempre y cuando cualquier perdón esté precedido de un compromiso auténtico con los valores democráticos.

No importa cuán distante te encuentres de las ideas y posiciones de Gorriti, él es solo un pretexto para acabar con el periodismo independiente, la democracia, la libertad de expresión y el derecho de la ciudadanía a fiscalizar el poder. Necesitan desacreditarlo para proteger los intereses de un sector mafioso que ha tomado control del país. Por eso, mi defensa de Gustavo Gorriti es sin ambages  y sin concesiones a la ultraderecha, no solo por un afecto personal,  que  lo tengo, sino porque acá nos estamos jugando el futuro del país en las próximas décadas.

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