El amor después del amor

El amor después del amor: La serie. El disco

Como era de esperarse, la serie ha generado un renovado interés por Fito Páez y su larga trayectoria. Tanto los conocedores del rock argentino como los recién llegados logran conectarse, a través de entrañables canciones -de Charly, de Baglietto, de Spinetta, de Fito- con esa historia de rebeldía, descubrimiento y superación de adversidades que es coronada con un final feliz predecible y genuino a la vez. El artista celebrará los 30 años de lanzamiento de El amor después del amor con una gira que llegará al Perú en septiembre...

[MÚSICA MAESTRO] Desde que aparecieron las primeras noticias respecto de que Netflix estaba produciendo una serie acerca de Fito Páez, más de uno levantó una ceja. A contramano del género documental que genera menos resistencias a la primera, aunque sus contenidos puedan llegar a ser cuestionados después, por lo general las biopic sobre músicos vivos y en actividad suelen estar rodeadas por un doble hálito de suspicacia.

Por un lado, está la sensación de que se trata de una movida calculada para levantar al artista, organizada y/o supervisada por su oficina de marketing, ya sea porque está promocionando algún material discográfico nuevo o para hacer que una imagen en vías de declive o en abierta decadencia renazca, a través de las revelaciones o polémicas que se desaten tras su estreno. Y, por el otro, está la posibilidad de que sus libretos lleguen cargados de inexactitudes o licencias propias de la ficción, al basarse en biografías no autorizadas. En ambas situaciones, el éxito de rating/taquilla está 100% asegurado.

En este caso, las dudas sobre lo segundo las disipó el mismo Páez, cuando confirmó que el guion para esta serie de ocho capítulos está basado en su libro de memorias, Infancia & juventud (Editorial Planeta), escrito durante el encierro pandémico y publicado en octubre del año pasado, por lo que la responsabilidad de todos los gazapos y/o adaptaciones de tiempos, hechos, frases y lugares que los expertos en rock argentino y, específicamente, en la carrera del intérprete de Dar es dar (Euforia, 1996), vienen detectando aquí y allá, tendrá que ser asumida sin problemas por él mismo.

Sobre lo primero, sin dejar de lado de que es, definitivamente, una efectiva estrategia de marketing -y que sirve, además, para conmemorar no solo los 30 años del lanzamiento del icónico álbum que le da título sino de los 60 del mismo Fito-, la serie es también un logro artístico en sí mismo, a pesar de que uno de sus contados desaciertos tenga que ver directamente con el protagonista de la historia. Aunque, en general, el nivel de las actuaciones, réplica de gestos y movimientos de los personajes centrales, es muy elevado, cuesta mucho relacionar al actor Iván Hochman con el Fito Páez juvenil, de ojos chispeantes y lengua avispada. En este recital de 1984, en el programa de televisión Badía & Cía., un Fito de apenas 21 años ya se muestra, en su comunicación con el público, como un artista suelto de huesos y convencido de sus poderes, muy lejos de la voz tímida y mirada taciturna de su intérprete en la serie.

Aun en los años pueriles de sus inicios, el díptico Del 63/Giros y su participación en la banda de Charly García (1982-1985), el verdadero Fito ya daba muestras de esa personalidad vivaz e impredecible del genio loco, detrás de los pelos, los lentes desproporcionados y esos “diez dedos largos y flacos” -como dice en La vida es una moneda, una de las primeras composiciones que firmó para la trova rosarina liderada por Juan Carlos Baglietto- y, quizás con aires de inocencia por la edad, pero con muchas ganas de comerse al mundo, algo que no transmite el protagonista de El amor después del amor, la producción más vista en la división hispanohablante de Netflix.

Como seguramente ya han leído en decenas de websites, su título proviene del séptimo álbum del cantautor y pianista nacido en Rosario, la urbe más poblada y conocida de la provincia meridional de Santa Fe, sede de dos populares equipos de fútbol -Newell’s Old Boys y Rosario Central- y que vio nacer, entre muchos otros ídolos del balompié albiceleste, a los entrenadores César Luis Menotti, Marcelo Bielsa o los jugadores Ángel Di María y Lionel Messi. Además, Rosario fue cuna de otros dos grandes íconos de la cultura pop de Argentina, la banda de pop-rock Los Gatos -bajo la batuta de Félix “Litto” Nebbia- y al comediante de cine y televisión Alberto “El Negro” Olmedo (1933-1988), a quien Fito incluso le dedicara una canción, en 1994. Para cerrar esta conexión música-fútbol, tan inevitable cuando hablamos de Argentina, Páez se declara en varias canciones un acérrimo “canalla” -apelativo con el que se conoce a los hinchas de Rosario Central.

Otro dato que ha circulado fuertemente es que El amor después del amor es el disco más vendido en la historia de la industria discográfica argentina. No es poco decir, puesto que es el país con la escena rockera más sólida, constante y desarrollada de Sudamérica. Además, no debemos olvidar que Argentina posee una constelación de artistas en diversos géneros -balada, tango, bolero, nueva ola, música instrumental, folklore, trova, jazz- con una producción de música grabada amplísima que, a nivel de Hispanoamérica, debe estar sin dudas entre las más grandes, junto con México, España y Cuba. En ese sentido, lo conseguido por Fito Páez con este disco, el segundo que grabó para el gigante discográfico Warner Music Group (WEA), es superlativo y especial.

Se trata de un álbum luminoso y optimista, con canciones inspiradas en emociones auténticas -amistad, amor, lealtad, esperanza, libertad-, fibra rockera, uso de bases electrónicas y fusión con ritmos más orgánicos, además de contar con una producción de prístina calidad, que permite apreciar el sonido de voces e instrumentos de una forma que no había podido alcanzar en ninguno de sus anteriores lanzamientos. Para cuando Páez se embarcó en la elaboración de El amor después del amor era ya toda una personalidad local, debido a sus trabajos con Baglietto y Charly, su romance con Fabiana Cantilo, sus cruces con tótems de la música popular argentina como el rockero/poeta Luis Alberto Spinetta, la cantora Mercedes Sosa, la folklorista Leda Valladares o los ritmos tradicionales argentinos, expresados en memorables composiciones como Yo vengo a ofrecer mi corazón, Giros o Parte del aire. No obstante, cuando el disco vio la luz, Fito se convirtió en una superestrella internacional en el mundo de habla hispana.

El amor después del amor contiene, en total, catorce temas y dura aproximadamente una hora. Considerando que salió al mercado en 1992, cuando el boom del rock en español ya no estaba tan vigente como fenómeno masivo -a pesar de que muchas bandas surgidas en los ochenta siguieron lanzando producciones de calidad tanto en el espectro comercial como en el independiente durante toda la década siguiente-, el disco sirvió para actualizar el concepto de lo que entendemos normalmente como rock argentino, con Fito Páez integrando aquellos elementos típicos -las formas de cantar, los coros, la destreza instrumental, las cajas de ritmo- con una aureola de sofisticación muy personal, a mitad de camino entre la volatilidad marciana de Spinetta y la controversia andante de Charly.

Con una banda estable conformada en ese entonces por Ulises Butrón (guitarras), Guillermo Vadalá (bajo), Fabián “Tweety” González (teclados), Daniel Colombres (batería) y los coros de Claudia Puyó y Fabiana Cantilo, el pianista se aseguró un sonido sólido y estructurado que se mantuvo casi inalterable durante la gira de presentación, en la que participaron Gabriel Carámbula, Paul Dourge -reemplazando respectivamente a Butrón y Vadalá- y su amigo de Rosario y compañero en el grupo de Baglietto, intérprete de clásicos como Era en abril o Mirta de regreso, el guitarrista, tecladista y cantante Fabián Gallardo.

Y, por supuesto, están las colaboraciones de las que se rodeó Fito Páez, una selección de nombres notables que representan, con su participación, esa atmósfera de camaradería, de hermandad, que siempre ha caracterizado a la música en Argentina (que también está presente entre músicos del Brasil, dispuestos siempre a trabajar unos con otros todo el tiempo). Allí están, por ejemplo, Luis Alberto Spinetta en Pétalo de sal, balada con entrada y salida de tango; Mercedes Sosa y nuestro compatriota, el guitarrista Lucho González en Detrás del muro de los lamentos, marinera peruana con cajón y todo; Andrés Calamaro en Brillante sobre el mic, una de las mejores y menos difundidas del álbum; Celeste Carballo y Fabiana Cantilo en Dos días en la vida, una celebración de la libertad y de escaparse un rato sin dar explicaciones –“dos días en la vida nunca vienen nada mal, de alguna forma de eso se trata vivir”-; Charly García y Andrés Calamaro en La rueda mágica, un homenaje a la decisión de volverse músico (“me fui de casa a tocar rock and roll y no volví nunca más”).

El espíritu positivo con el que Páez desplaza a las oscuridades que lo cercaron durante sus años formativos -muchas de las cuales son retratadas de manera efectiva en la serie, como quedar huérfano de madre siendo muy pequeño, enterarse de la muerte de su padre mientras estaba en otro país, el trágico asesinato de sus abuelas, sus desencuentros con el alcohol y las drogas- se luce en canciones como Brillante sobre el mic -usada en los créditos finales con una polémica detrás, el borrado digital de León Gieco de una foto histórica tomada en 1986 por la fotógrafa Andy Cherniavsky, que hasta ahora nadie explica-; la inspiracional Creo; o el rock de fiesta A rodar mi vida, ideal para saltar y sacudir la mano al estilo de las barras bravas.

Por otro lado, las letras surrealistas en temas como La Verónica, Tráfico por Katmandú o bizarras como en Sasha, Sissí y el círculo de baba y Balada de Donna Helena, que navegan entre música árabe, funk, electropop y hard-rock, nos ponen frente a una creatividad multiforme, cuya onda expansiva alcanzó para sus tres siguientes producciones -Circo Beat (1994), Enemigos íntimos (1988, con Joaquín Sabina) y Abre (1999)-, tras lo cual Fito Páez iniciaría un voluminoso aunque menos impactante camino discográfico que ya lleva acumulados, hasta el momento, más de veinte títulos en lo que va del siglo XXI.

Sus seguidores saben de sobra que, en toda su obra, el elemento autobiográfico es fundamental, con menciones directas al año de su nacimiento –Del 63 (Del 63, 1983)-, a su largo e intenso romance con la Cantilo –Fue amor (Tercer mundo, 1990)-, sus recuerdos de infancia –Mariposa teknicolor, Tema de Piluso (Circo Beat, 1994)-, dedicada a Olmedo y que fuera estrenada, precisamente, en la gira de presentación de El amor después del amor-, sus reflexiones tras la mediática pelea con Joaquín Sabina –Al lado del camino (Abre, 1999)- y tantas otras.

En ese sentido, El amor después del amor contiene tres joyas, referidas a su entonces naciente relación con la actriz Cecilia Roth. Un vestido y un amor es una balada de corte sinfónico en la que relata lo que sintió al conocerla, desde un punto de vista sublimado, que incluso fuera grabada por su amigo y colega, Caetano Veloso. En Tumbas de la gloria hace lo mismo, pero apelando a una melodía densa y lenguaje más ambiguo, con guitarras atmosféricas de Gustavo Cerati en el fondo.

Y está, por supuesto, el tema-título, con su inconfundible introducción y el intenso final con voces y metales en trance de soul, que nos invoca a creer en el amor pero no de forma etérea o imprecisa sino remitiéndonos a su propia experiencia, una interpretación a la que, por cierto, se arriba fácilmente luego de ver la serie, borrando de un plumazo la asociación al mundo homosexual que se le dio en nuestro país tras ser usada como tema central de una película nacional basada en el primer libro de Jaime Bayly (No se lo digas a nadie, Francisco Lombardi, 1998).

Como era de esperarse, la serie ha generado un renovado interés por Fito Páez y su larga trayectoria. Tanto los conocedores del rock argentino como los recién llegados logran conectarse, a través de entrañables canciones -de Charly, de Baglietto, de Spinetta, de Fito- con esa historia de rebeldía, descubrimiento y superación de adversidades que es coronada con un final feliz predecible y genuino a la vez. El artista celebrará los 30 años de lanzamiento de El amor después del amor con una gira que llegará al Perú en septiembre.

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El amor después del amor, Fito Páez, Música, Netflix, Rock Argentino, Rock en Español

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