[MIGRANTE DE PASO] “Los rumores de la plaza quedan atrás y entro a la biblioteca. De manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente”- Jorge Luis Borges
La edición actual celebra los 40 años de democracia argentina y honra los 100 años del primer poemario de Borges. También, lamentable, está ligeramente afectada por las inminentes elecciones. La ciudad invitada del majestuoso evento fue Santiago de Chile donde le brindaron homenaje a la ya fallecida Gabriela Mistral, quien fue galardonada con un premio Nobel por su trabajo poético.
Existe un conocimiento único para cada lector. Parte de la magia de leer, justamente, es esa interpretación propia que sólo se comparte con uno mismo. En La Rural, centro cultural de 45 mil metros cuadrados, se albergan cientos de miles de libros aglomerados en más de 500 stands, representando países, editoriales, temáticas y más. En años pasados los asistentes han superado el millón de visitas.
Abrumado por la cantidad de gente, los libros, que parecen respirar igual que nosotros, te refugian en un palacio mental digno de Sherlock Holmes. La colección completa de Arthur Conan Doyle, de una edición preciosa, fue mi primer salto de lo mundano a lo mágico sin dejar de ser disparatado. El plano ficticio de la realidad no es un engaño.
Caminando con la lupa y pipa del famoso detective encontré mi objetivo inicial: el stand del Perú. A pesar de la cercanía territorial encontrar un santuario para la literatura peruana consuela cualquier alma pasajera. “Bienvenidos”; “Hampukullaychik” (Quechua); “Waliki Jutawapxtaxa” (Aimara); “Bekanwe” (Shipibo Konibo); “Nakametsajeitabekempi” (Ashaninka); y, “Shiig Kaunaujume” (Awajun). Así reciben a quienes entran, con los lenguajes más representativos de nuestro país. Dentro del paraíso de dialectos que poseemos, esos fueron los escogidos.
La colección completa de poemas de César Vallejo era lo más pedido y ya estaba agotado. Sonreí. El segundo en la lista era José María Arguedas, quien debió recibir un Nobel, según Mario Vargas Llosa. Después de unas cuantas ojeadas reviví el existencialismo peruano de Ernesto en Los ríos profundos. Salí risueño y convencido de que “saber más es ser más libre” como predicaba nuestro legendario poeta.
Divagando en el dilema de nuestro trágico escritor de Andahuaylas, buscaba El viejo y el mar, de Hemingway, escrito en el norte peruano, pero no lo encontré por ningún lado. A los tres días ya se había agotado en toda la feria. Me prometieron que llegarían más a lo largo de la semana. Unas ediciones geniales de Herman Hesse me trasladaron a mis primeros meses de lector. Seguí transmutando, me despedí de Watson, me quité el traje nacional y el estigma de Caín fue marcándose de nuevo en mi espíritu. A cada paso, Emil Sinclair se apoderaba de mi ser y buscaba a Demián en la infinidad de mundos que es una biblioteca.
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Desde la primera edición en 1975 fue un “boom” con 140 mil personas de concurrencia. Actualmente las visitas se dispararon exponencialmente. Incluso luego de 2 años de pausa pandémica. Este año hubo algunos exponentes peruanos presentando sus libros. El 9 de este mes Jaime Bayly presentó “Los genios” que habla de la famosa pelea, a las piñas, entre García Márquez y Vargas Llosa. Antiguos amigos. La misma semana, el 10, Gustavo Rodríguez presentó su libro “Cien Cuyes”, recientemente ganador del premio Alfaguara. Alberto Vergara, politólogo peruano, dio una conferencia ayer 13 de mayo.
Paseando como Emil, un puesto latía y delataba terror. Eran Edgar Allan Poe, el genio que murió borracho, y Lovecraft, que empapó su soledad de terror cósmico. La oscuridad de su escritura emana dolor, tortura y divinidades aplastantes. Genera una adicción que permite sucumbir al miedo. Al abrir sus páginas sientes que es un grimorio enviado por ángeles caídos: demonios. Cuando los leí, fue tan inmersivo que decidí leerlos a luz de vela. Monstruos humanos y sobrenaturales parecían respirarme en la oreja.
El joven Sinclair se diluía en la oscuridad tétrica. Mezclados en armonía fui en búsqueda de rescate, quería interrumpir el abismo literario en el que había caído. Sin saber, mi caminar me llevó a un puesto colorido donde no le dan espacio a la exclusión, definitivamente uno de los highligths de la feria. La sala LGBTIQ+: Orgullo y Prejuicio – Espacio de Diversidad Sexual y Cultura. Este templo, que hace visible las problemáticas de inclusión social, me convenció y abrió las puertas a “Orlando” de Virginia Woolf. La autoexploración sexual debe ser de primordial importancia en el desarrollo personal, es la única manera de combatir la innegable injusticia que acarrea la diversidad.
Liberado y, nuevamente animado, vi a lo lejos que anunciaban la edición 30 de la Feria del Libro Infantil y Juvenil en junio. En un mundo donde se subestiman los cuentos para niños, cuya dificultad para escribir es impresionante, Argentina recalca su importancia dándole una feria únicamente para ello.
Sin dudarlo, la mayor sorpresa fue “Cassavetes dirige” (en el rodaje de Love Streams” (Editorial Entropía), ya recomendado por una gran maestra escritora. Las primeras páginas me engancharon. La red que suelta Michael Ventura en su libro me obligó a superar mis expectativas de compra. John Cassavetes, el neoyorquino que rompió los esquemas cinematográficos, conocido como el padre del cine independiente, contrató a Ventura para que haga un diario de rodaje. Temía que sea su última película. La cirrosis ya lo había atrapado y lo llevó a su temprana muerte. 59 años.
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Para terminar mí recorrido, como alguien que tiene tatuado el árbol blanco de Góndor, tenía como objetivo los stands de fantasía. Siempre es divertido ver nuevas ediciones de Harry Potter y del Señor de los Anillos. Le dieron magia al mundo cuando estaba al borde de perderla. Y en este infinito mundo de libros, Albus Dumbledore coincide en que el lenguaje es el hechizo más poderoso. Ahora era un hobbit que asistía a Hogwarts.
Resguardado por Gandalf, el mago gris, emprendí la última caminata entre el laberinto de textos. Mi otra obsesión, el anime y los mangas, que en muchos casos son altamente discriminados, son una fuente de poder, reflexión y autosuperación que no muchos se atreven a beber. Ya casi no quedaban tomos completos. One Piece de Eichiro Oda, el más famoso y exitoso de todos los tiempos, se encontraba agotado.
No pude evitar comprar la novela ligera de Hatake Kakashi, sensei de Naruto, quien siempre está en mi interior dándome calor. Masashi Kishimoto dio vida al mundo de Naruto y a las naciones shinobi que me rescataron en mi infancia. Lo más preciado era la colección completa de Berserk del ya fallecido Kentaro Miura, quien no pudo culminar la aventura de Guts, su protagonista.
Dirigiéndome a la salida, estaba imbuido de una metamorfosis de personajes y etapas de mi vida. El laberinto despertó un frenesí e ímpetu por regresar aún más a tiempos marcados por historias. Casi corriendo fui a las editoriales más grandes e hice mi última compra. Felizmente, al comprar las entradas te dan un descuento según el tipo de entrada que tengas. Encontré mi primer libro, mi introducción a millones de mundos: El diario de Ana Frank.