Renzo Pariasca

Una travesía por la Universidad de todas las sangres, San Marcos

"Una noche para el recuerdo con Los Ecos, Papillón, Zaperoko… en el aniversario de la alma mater del Perú, del que en sus aulas y patios se respira el Perú que hablaba el gran José María Arguedas: 'el de todas las sangres'."

Esta Casita de Cartón abre sus puertas siendo partícipe de los 473 aniversario de la Universidad Mayor de San Marcos. Por eso, y porque siempre he sido un devoto seguidor de la literatura vivencial, aquella de la que escribe sobre lo vivido, como las brillantes plumas de antaño de Ernest Hemingway o Vallejo con sus crónicas en períodos de guerras o el mísmisimo Gabo con las extraordinarias peripecias de la vida. Por eso aquí, una crónica o un intento a mi llegada a la gran Universidad que alguna vez en sus aulas albergó a personajes de la talla de nuestro Nobel, MVLL, Daniel Alcides Carrión, Eielson, Sebastián Salazar Bondy, Fernando de Szyszlo, entre otros grandes. Es que ni bien dejado las maletas en casa, recibo la invitación de una vieja amiga, Yoryet, estudiante de economía de aquella universidad: ‘A que no sabes a quién le conseguí un carnet para que presencie la fiestaza de San Marcos como bienvenida’. Lo que a priori iba a ser una cena de reencuentro, terminó siendo una tremenda sorpresa, y es que era presenciar mi primera verbena en aquella emblemática institución más no la primera en una universidad peruana, ya que tuve la dicha de haber disfrutado tiempo atrás en la Uni en otra noche memorable, con ‘Deyvis Orozco’ o ‘La Primerísima del Perú’, con un amor de verano sanmarquina, pero eso merecen otros párrafos. Por esta razón empezaría esta linda travesía. Y es que muchas veces para disfrutar de ciertos placeres, las reglas y las formalidades no son buenas compañías. Por eso no dude en aceptar la invitación. Y llegado los albores del crepúsculo, me dirigí leyendo desde otro lado de la capital un libro sobre el niño terrible de las letras norteamericanas, Truman Capote, justamente en la parte cuando conoció a Andy Warhol y esas coincidencias raras que siempre la vida tiene deparada a las ‘almas solitarias’, como diría el texto, dentro de las notables coincidencias que uno atreviesa para ser quien es. Y es que necesitaba una salida así: el reencontrarme después de tiempo con el lugar donde nací y di mis primeros pasos como mi primeros goles en mi primeros partiditos de fútbol, mi Perú y qué mejor que San Marcos, lugar donde recibe a personas todas las partes de este país. 

Yoryet estaría esperándome con un amigo de ella en la Puerta 3, la puerta donde los foráneos entraban con sum falsos o con constancias de cachimbos truchos. Él llevaba una mochila de un tamaño prominente, como panza de una embarazada de seis o siete meses, y es que dentro llevaban los poderosos fourlokos, un six pack. Y digo poderosos, por el 12 % de alcohol, bebida que desde luego hace mucho lo probé. Pero debido a su alto contenido del alcohol, y más el dulce sabor, te pega unos grado más de lo normal, y hace que muchas veces en tempranas horas de la noche la gente ya esté cantando las ‘mañanitas’. Y así sería más adelante. Ni bien llegamos, la música de Río nos recibiría, veía por doquier a la gente extasiados por esos clásicos, y nosotros no nos quedaríamos atrás y romperíamos nuestras cuerdas vocales con el infaltable: ‘Estar en la Universidad es cosas de locos’. A pesar que era prematuro, siendo como las 7, una incongruencia, ya que este himno de todo universitario debería estar en horario estelar más en una fecha conmemorativa como ésta. Pero no podía quejarme, había entrado gratis y era un feliz espectador, apuntando todo en mi nota mental para luego escribir. Adentro ya me encontraría con amigos de viejas épocas de marchas,  mientras sonaba ‘La Bembe’, grupo que no había oído el nombre más si sus hit’s en alguna que otra reunión allá en Buenos Aires. Pero en sí, lo que más me motivó en aceptar la invitación en referencia a la música, era la banda del maestro Beto Cuestas, ‘Los Ecos’. A quien tuve la oportunidad de oírlos en vivo en un entrañable concierto que diera en Argentina meses atrás, con otros pesos pesados de la cumbia/chicha peruana como Chacal y Centella, y que también tendrá sus parráfos alguna vez escritos por lo memorable que fue. Y es que por muchas de estas travesías, siento que mi vida está predestinada, para escribir o para contar, pero está, y eso volví a sentir al unirnos con un manchón de estudiantes cuando sonaban los clásicos, ‘Paloma Ajena’ o ‘Tres cruces’, como un Déjà vu. Y cuando llegara ‘No se puede amar a dos’, allí ya todos seco y volteados le dimos a las latas por esos amores ingratos. Pero lo que me sorprendió de gran manera fue cuando tocaron las canciones de moda de ‘Chechito’. Al momento de iniciar ‘En el cielo yo te espero’, como concierto chicha, los tragos se dispararon por los cielos, y yo que fui con mi polo de River, no pudo evitar sacarlo y levantarlo, el escudo por delante, besándolo por el amor verdadero que dejé en Argentina. Rebosaba la algarabía, los cachimbos cómo la vivían, ya picados, y como si los cerros hablaran, donde muchos llegan, se cantaba aquella rica música, porque todos los que alguna vez hemos vivido allí o hemos presenciados las legendarias polladas o festividades de los barrios, o en los mismos micros en cada viaje por la estresante y caótica Lima, alguna vez oímos estos temas. Como al instante,  las de Papillón, ‘la del rico vacilón, y la clásica: ‘qué pasó entre tú y yo, si hasta ayer todo era bonito…’. 

Luego llegaría el momento de Afrodisiaco, y fue como si ingresaramos al túnel del tiempo’ o con sus ‘boom’ de Al Fondo hay sitio, como la nostálgica, ’Dónde está el amor’. Se cantaba efusivamente por un lado, despechados, como otros cargando o abrazando a sus enamoraditas universitarias. Para luego pasar a la última banda de la noche, ‘Zaperoko’, con la ‘Pantera Rosa’ encima del escenario. Lo cierto es que para esa hora, alrededor muchos ya se encontraban tirados, durmiendo abrazados a los fourlokos, o los más atrevidos por la huaca o los patios y parques teniendo sexo ante la atenta mirada de la luna. Trístemente, muchos al final ‘perdieron’ sus celulares y sus mochilas, ya que los inadaptados que nunca faltan se colaron lastimosamente. En lo que a mí corresponde fue un bálsamo al alma, el volver a reencontrarme con esta diversidad musical que acompañó mi noción de patria que es inevitablemente aquellas cosas que fueron parte mí, y que son parte invaluable de lo que soy ahora y del que me siento gratamente orgulloso. Esta Casita de Cartón cierra sus puertas con este inolvidable recuerdo por esta universidad, que si hubiera vivido en Perú, me hubiese gustado ingresar como estudiante. Ahora lo hice como un espectador, y me deja un recuerdo escrito para todos los tiempos. Feliz Aniversario, alma mater del Perú, porque por sus aulas y patios se encuentra el verdadero Perú, ese que hablaba el gran José María Arguedas: ‘el de todas las sangres’.

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