Querida Manuela,
Te quería contar algunas ideas que se me vienen a la cabeza ahora que he terminado mi ciclo en la Municipalidad Metropolitana de Lima en la Gerencia de Participación Vecinal. En este tiempo (periodos de diciembre 2021 a mayo 2022), pudimos identificar muchas de las necesidades urbanas de Lima Metropolitana como construcción de muros de contención, escaleras, losas deportivas, agua, desagüe y alimentos. La situación de pobreza es una condición normalizada en este Perú del Bicentenario, inclusive se ha vuelto una forma de hacer política. La pandemia de 2020 nos la puso frente a frente. El Ministerio de Inclusión Social y Desarrollo (Midis) no tenía identificada a la población más necesitada en Lima Metropolitana y la respuesta del Gobierno al encierro de la pandemia empezó con la entrega de canastas básicas de alimentos hasta el mes pasado que se publicó la Ley N0 31458, que Reconoce a las Ollas Comunes y Garantiza su Sostenibilidad, Financiamiento y el Trabajo productivo de sus Beneficiarios, Promoviendo su Emprendimiento. Aún no sale el reglamento, pero ese no es el tema fundamental, como muchos políticos reclaman. La pobreza no se soluciona con una ley o reglamentos, sino reconociendo a las personas que viven en situación de vulnerabilidad como ciudadanos con derechos y obligaciones. La miseria siempre ha rondado el país y algunos políticos viven de ella. ¿Alguien ha analizado el contenido de esta Ley? Es interesante lo poco innovador que es, sobre todo porque establece que las ollas son una organización social de base y son temporales, con dos formas de finalizar: cerrando o convirtiéndose en comedores populares. ¿Crees que esto podría resolver el problema de la pobreza y la correcta distribución de alimentos en el país?
La pandemia es una guerra donde las mujeres nuevamente hemos tenido un rol importantísimo. Así como las rabonas de tu época (1) hoy, 200 años después, seguimos cuidando a nuestros seres queridos. En esta guerra viral, el 90% de las ollas comunes en Lima Metropolitana son administradas y gestionadas por mujeres, a quienes me gusta llamar lideresas porque tienen un accionar efectivo en sus barrios o comunidades. Deberían ser vistas no solo como ciudadanas, sino como potenciales emprendoras sociales. Organizan almuerzos diarios para más de 30 personas y se organizan para cuidar a sus familias. ¿Porque no podemos invertir en ellas? ¿Por qué el Ministerio de la Mujer no realiza una apuesta social real que las convierta en empresarias independientes? No. Manuela, siempre es más fácil incorporarlas a un sistema populista.
Durante mi periodo de Gerenta de Participación Vecinal de la Municipalidad de Lima Metropolitana publicamos el Primer Boletín Manos a la Olla, para conocer más a las lideresas de las ollas comunes en el que se entrevistó a más de 90 mujeres que son parte del Programa Formativo de Organizaciones Sociales de Asistencia Alimentaria de la Gerencia de Participación Vecinal (2). El perfil de las madres de las ollas comunes de las zonas más vulnerables de Lima Metropolitana es el de una mujer que no ha terminado la secundaria, no ha nacido en Lima, no pertenece a organizaciones barriales y tiene más de un hijo que mantener. El 74.2% de las lideresas perdió su trabajo en pandemia y dejó de recibir ingresos económicos, actualmente dedican entre cuatro y seis horas de su día a las ollas comunes.
Considero que el camino para salir de la pobreza es invertir en las mujeres, dejar el asistencialismo y así apuntar a acelerar la recuperación del país. ¿Por qué no vemos el potencial que existe en mujeres luchadoras? ¿Por qué no pueden ser vistas como agentes de cambio? Eso sería innovación y progreso.
(1) Rabonas: Mujeres que solían acompañar a los soldados de infantería (maridos, hijos, familiares y conocidos) en las marchas y campañas militares del siglo XIX.
(2) http://ollascomunes.gpvlima.com/boletin/BOLETIN%20MANOS%20A%20LA%20OLLA.pdf
