Solo yo, escape del cuarto de guerra

“Hoy, la guerra, aunque no lo creas, es entre peruanos. No tiene sentido, ¿verdad? Pero es cierto. Un mes duró el “cuarto de guerra” establecido por el Ejecutivo, cuyo objetivo nunca fue claro.“

Querida Manuela

¿Cómo te imaginaste el Perú hace 200 años? No tengo claro cuál era tu posición; la de tu amado Simón Bolívar sí es bastante más clara. Me interesaría saber cuáles eran tus sueños como mujer y luchadora. Por eso, iré a buscarlos.

El 14 de abril de 1823 partió Antonio José de Sucre hacia el Perú en calidad de ministro diplomático colombiano y jefe de las fuerzas militares (participó en la batalla de Junín y en la ocupación de los territorios que antes estaban bajo dominio español). Luego llega tu Simón Bolívar, a pedido del Congreso del Perú. En ese momento, necesitábamos ayuda externa porque no había unión suficiente para terminar de expulsar a los españoles del territorio. Como sabes, expulsar a los españoles del Perú no solo iba a permitir crear una nueva república, sino también garantizar la independencia de toda América del Sur.

Hoy, la guerra, aunque no lo creas, es entre peruanos. No tiene sentido, ¿verdad? Pero es cierto. Un mes duró el “cuarto de guerra” establecido por el Ejecutivo, cuyo objetivo nunca fue claro. Tú me preguntarás cuál era la causa de esa guerra. Ese cuarto no tenía claro al enemigo. Debo advertirte también que hoy todo es marketing y comunicación. En un momento hablaban del “terrorismo urbano”, donde parecía que los terroristas eran aquellos que cometían delitos comunes, pero en bandas o como parte del crimen organizado. Es decir, delincuentes comunes. Luego, parece que todo aquel que cometía un acto ilícito era considerado terrorista urbano. En fin… al final, seguimos siendo víctimas de violencia, impunidad y descaro del crimen en las calles.

Asesinan a cantantes, dirigentes transportistas, mujeres trabajadoras sexuales, mujeres a manos de sus parejas. Ni el Ejecutivo, ni el Congreso, ni los gobiernos regionales, provinciales o distritales han respondido al pedido ciudadano. Creo que hay demasiados actores en la prevención del delito y ninguno tiene el liderazgo ni la capacidad para responder. Para los líderes políticos es más importante bajar la edad penal, limitar los fondos de cooperación para la defensa en procesos penales, declarar estados de emergencia y tratar de imponer la pena de muerte. Ninguna de estas propuestas va a disminuir la delincuencia.

Manuela, ¿sabes? Cuando escucho las noticias llenas de impunidad y corrupción, es como oír una historia paralela, como un ruido de fondo en mi día a día. Me hace acordar a la obra Sólo yo escapé, de Caryl Churchill. Churchill es actualmente la dramaturga más influyente del teatro inglés contemporáneo. Su obra es muy personal, experimental y con una mirada feminista crítica a la sociedad neoliberal y las terribles consecuencias del capitalismo sobre nuestras vidas y el planeta.

Tuve la oportunidad de verla dos veces en 2024, con dos elencos diferentes. Fue difícil de entender al inicio: la reunión de cuatro mujeres que conversan en un parque sobre sus vidas, tomando té de manera tierna, divertida y a la vez perturbadoramente oscura, ya que entre la conversación se va mostrando la crisis mundial en la que vivimos. Esa crisis que no queremos ver, pero que limita nuestra calidad de vida, nuestra libertad y alimenta nuestros miedos.

Cuatro maravillosas actrices para cuatro personajes increíbles, en ambas producciones. Los personajes son mujeres que se acercan a los setenta años, o que ya los tienen, y que, conversando tranquilamente en un parque, hacen frente a un mundo que parece llegar a su fin. Conversan de lo cotidiano con resiliencia, con diálogos espontáneos, cruzados, informales, donde nos van dando pinceladas de un mundo que conocemos: la falta de trabajo, negocios cerrados, los retos de la tecnología, la violencia de género, la amoralidad de las guerras, la destrucción de la naturaleza… Todo bajo un velo de normalidad muy europeo. Si esa obra hubiera transcurrido en Lima, o en cualquier ciudad grande del Perú, sería imposible que cuatro mujeres adultas mayores se reunieran a tomar té solas en un parque, con carteras, joyas y sin tener la paranoia de que las asalten, les caiga una bala perdida, las roben o las toquen.

“Té y catástrofe”, así la describe la autora. Una tarde cualquiera de cuatro mujeres “encerradas al aire libre”. En nuestra realidad peruana, eso es imposible. Nos han quitado el disfrute de la banalidad de caminar por los pocos espacios públicos en Lima. Lo que sí veo es la fuerza femenina: como los personajes, las peruanas, de manera tranquila, segura, irónica, parecemos encontrar la paz, la armonía y las ganas de vivir creando comunidad en compañía de las demás.

Esta obra me dejó con una pregunta: ¿Seremos las mujeres, esas anónimas que transitamos entre lo doméstico y lo global, de lo personal/privado a lo público/político,quienes mediante esta distopía podamos cambiar el rumbo de la humanidad mientras todavía quede tiempo para hacerlo? Veamos cómo se desenvuelve este año electoral, sin olvidar el presente en el que vivimos. 

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