Ya deberían los peruanos de a pie sacar conclusiones claras respecto del fracaso al que conducen los modelos de izquierda a los países en los que gobiernan. La pavorosa crisis boliviana, producto de años de populismo izquierdista, le debería haber estallado en la cara a quienes, sobre todo en el altiplano andino, consideran a Evo Morales casi un dios y al modelo boliviano un ejemplo a seguir.
Los casos flagrantes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y el derrotero que vienen siguiendo países históricamente prósperos, como Chile y Colombia, con dos gobernantes radicales de izquierda como Gabriel Boric y Gustavo Petro, ya deberían haber iluminado las conciencias de quienes creen que esa ruta puede serle provechosa al Perú.
Acá lo que corresponde es profundizar el modelo de mercado que escuetamente se emprendió en los 90 y de cuyos beneficios gozaron, sin hacer reforma alguna, los irresponsables gobernantes de la transición. Así y todo, el país creció como nunca antes en su historia republicana, redujo pasmosamente los indicadores de pobreza y, además, redujo las brechas de desigualdad.
Los gobiernos de izquierda fracasan porque promueven políticas económicas que, a largo plazo, generan más pobreza y desigualdad en vez de reducirlas. Estos gobiernos suelen apoyarse en una retórica populista que promete soluciones fáciles y rápidas a los problemas más acuciantes de la sociedad, pero que a la larga resultan insostenibles y perjudiciales.
La nacionalización de empresas, la expropiación de tierras y otros recursos, así como la expansión del sector público y la creación de sistemas de redistribución forzosa de la riqueza, suelen generar una ineficiencia económica que reduce la capacidad productiva del país y limita las oportunidades de desarrollo.
Por otra parte, los gobiernos de izquierda suelen coartar la libertad individual y la libertad de expresión (Nicaragua y Venezuela, sin contar el caso perdido de Cuba, son los mejores ejemplos de ello), lo que limita el progreso cultural y científico de la sociedad. Asimismo, estos gobiernos suelen apoyarse en una visión simplista y maniquea del mundo que divide a la sociedad en «buenos» y «malos», lo que fomenta el enfrentamiento y la polarización.
Los gobiernos de izquierda fracasan porque promueven políticas económicas y sociales que generan más problemas que soluciones, y que limitan la libertad y el progreso de la sociedad en general. Ojalá el reciente ejemplo boliviano sirva para que muchos peruanos despistados o encandilados con discursos refundacionales, lo empiecen a entender.