Dina Boluarte

En esta coyuntura crítica, se hace imprescindible la conformación de una coalición política amplia y plural. Una coalición que supere las diferencias ideológicas, programáticas y políticas para enfrentar a la dictadura constitucional de Boluarte y recuperar la confianza de los ciudadanos en la política, los partidos y liderazgos democráticos. Una coalición que convoque, organice y movilice a partidos, organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos. Lo cual permitirá garantizar la representatividad de vastos sectores de la sociedad y asegurar que todas las voces sean escuchadas y tenidas en cuenta en la toma de decisiones. Tal pluralidad será un desafío al momento de llegar a acuerdos más amplios y duraderos.

Asimismo, la coalición política deberá tener una agenda común que refleje los principales desafíos que enfrenta la sociedad ahora. La agenda debe estar basada en la justicia, la igualdad, el fortalecimiento y transparencia de la gestión pública y el respecto irrestricto de los derechos humanos. Una democracia que se precie de tal no ejecuta a sus ciudadanos que se movilizan ejerciendo su derecho a la protesta. Por último, una coalición política puede ofrecer una visión más amplia y a largo plazo de los problemas que aquejan al país. Se entiende que al no estar limitada por intereses particulares o de grupo puede abordar los problemas desde una perspectiva más integral y enfocada en el bien común y el bienestar general. ¿Seremos capaces de formar una o más coaliciones? Constituirlas implicaría una manera distinta de hacer política de cara a la ciudadanía.

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Lo que sí no puede hacer Boluarte es convocar a nadie que haya sido cómplice directo o indirecto del régimen castillista. Estos personajes merecen el ostracismo más radical y sus intentos por reciclarse firmando comunicados masivos o tratando de regresar al sector público, deben ser rechazados por ciudadanos de toda laya ideológica.

Más allá de eso, debe actuar con la cancha libre de hipotecas y mucho menos de aquellas que provienen de un sector vocinglero, pero minoritario y dañino para el país y que ojalá nunca llegue a capturar al poder. La DBA debe seguir siendo un reducto de radicales descaminados y pasadistas, sin eco en las esferas gubernativas.

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Sin embargo, es importante destacar que la dinámica política y electoral es compleja y multifactorial, y que existen muchos otros elementos que pueden influir en los resultados de las elecciones. Uno de ellos, a relievar, es el comportamiento político que puedan tener respecto del régimen, de acá al 2026, los partidos políticos de centroderecha o los candidatos que surjan de esta orilla ideológica. Si se dejan ganar la contestación por una izquierda que debería tragarse el sapo de la corresponsabilidad con el desastre de Pedro Castillo, irán con tal desventaja que puede ser la causa de su previsible derrota.

La del estribo: va muy bien la puesta en escena de Los Perros, dirigida por Sergio Paris, y protagonizada por un elenco formidable: Augusto Mazzarelli, Grapa Paola, Diego Lombardi y Emilia Drago. Se pone en el Británico hasta el 8 de mayo. Y a la expectativa de Cómo crecen los árboles, escrita por Eduardo Adrianzén y dirigida por Rodrigo Falla, con Ebelin Ortiz y Gustavo Mayer, entre otros. Va una semana, temporada corta, desde hoy hasta el domingo 30 de abril, en el Julieta.

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Para lograr esto, Boluarte debe trabajar en la identificación de los problemas específicos que han generado la desaprobación y buscar soluciones efectivas. Además, debe involucrar a los ciudadanos en la toma de decisiones y demostrar una verdadera voluntad de escuchar y responder a sus preocupaciones. El tema de los muertos la seguirá lacerando mientras no sepa responder a ello. El asunto equívoco de haber sido ella y el Congreso los responsables de la salida de Castillo del poder, la seguirá taponeando mientras no haga una campaña ad hoc para demostrar lo contrario.

Es importante que la presidenta sea auténtica y transparente en su comunicación, evitando la manipulación o la falsedad. Debe reconocer los errores que se hayan cometido y demostrar una verdadera voluntad de enmendarlos. Al mismo tiempo, debe ser firme en la defensa de sus principios y objetivos, sin ceder a las presiones políticas o populares. Tarea complicada, pero no imposible.

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Dina Boluarte

Cabe preguntarse si la presidenta y sus ministros son conscientes de que con cada mentira van perdiendo la confianza de los ciudadanos y fortalecen la percepción de que están más interesados en su propio interés que en el bienestar del país. No por nada la aprobación presidencial es de un 15% según la última encuesta realizada por el Instituto de Estudios Peruanos. Además, con cada una de ellas van socavando valores democráticos fundamentales y haciendo que pierdan credibilidad las instituciones democráticas. Suena utópico, pero toca seguir demandando a los gobernantes de turno un compromiso mayor con la verdad, la transparencia y la rendición de cuentas para proteger y fortalecer nuestra debilitada democracia.

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6.- Medidas populistas del Congreso. Sinfín de medidas económicas de corte populista se vienen desplegando en el Congreso y la presidenta de la república ni se pronuncia ni llama a la cordura al Legislativo, siendo normas que van a afectar la marcha del Ejecutivo. Su pánico respecto de que el centro o la derecha congresal se le volteen no la puede llevar a la inacción.

7.- Medidas contra la libertad de prensa. Por lo menos tres iniciativas legislativas constituyen un ataque directo a la libertad de prensa y Dina Boluarte, como si con ella no fuera. Supuestamente, su gobierno es demócrata y debería plantarle cara a temas que la golpean en su línea de flotación.

8.- LUM. Su caprichosa clausura debe merecer una manifestación enérgica del Ejecutivo en defensa del Lugar de la Memoria, museo que forma parte de la red del Ministerio de Cultura. ¿Tanto temor tiene de enquistarse con Renovación Popular? No podemos tener una presidenta rehén de sus aliados de turno, o incapaz de disentir de ellos con firmeza.

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La falta de autoridad moral de aquellos que critican un gobierno en particular, pero guardaron diplomacia extrema respecto de otro, lamentable, es un acto de hipocresía que no puede ser tolerado en la política. Es necesario tener una evaluación coherente y consistente de los gobiernos, basada en los hechos y en los principios, para que la democracia pueda sobrevivir y prosperar.

Y de esa hipocresía hace gala en particular la izquierda en su conjunto, a la cual pertenece monseñor Castillo. Guardaron prudencia exagerada respecto de las trapacerías sin nombre de alguien que llevaba al país al abismo y hoy se pretenden erigir en baluartes de la moralidad pública y en jueces del buen gobierno.

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Por todo lo anterior, es importante que los ciudadanos estén alertas y exijan la estabilidad política y la fortaleza institucional como un requisito fundamental para la construcción de una democracia duradera y efectiva. La democracia no se construye con discursos populistas y promesas vacías (véase la reacción frente a la emergencia climática, que no pasa de anuncios y ofertas), sino con instituciones sólidas, liderazgos comprometidos y ciudadanos conscientes de su papel en el mantenimiento del estado de derecho y la protección de los derechos humanos.

El de Dina Boluarte es un régimen precario, sujeto con pinzas, pero lo será más si se tiende sobre ella un manto de relativa condescendencia por parte de la oposición de centroderecha, que hoy la sostiene. Requiere vigilancia, ojo crítico, oposición razonable, pero oposición, condicionamiento político respecto de su quehacer reformista, etc. No puede ser un Vizcarra II, que gozó de la complacencia de sectores importantes del país y ya vimos las consecuencias.

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Dina Boluarte, política peruana

Según la narrativa gubernamental, los ministros no son responsables porque no se ordenó “disparar al cuerpo”, porque las muertes se produjeron por el impacto de proyectiles de armas artesanales “Dum Dum” y porque los “planes operativos” fueron dirigidos y ejecutados por las Fuerzas Armadas. Sin embargo, si buscan eximirse de tal responsabilidad debe quedar claro para todos los ciudadanos que no autorizaron ni explícita ni implícitamente las ejecuciones extrajudiciales. Asimismo, es insuficiente señalar que no se sabían lo que hacían sus subalternos. Esto, por el contrario, evidenciaría un control meramente formal de sus ministerios y revelaría su incompetencia para el cargo. Si los responsables políticos de las ejecuciones extrajudiciales hubieran tenido firmes convicciones democráticas hubieran renunciado. Si la presidenta Boluarte hubiera asumido que eran responsables políticos los hubiera destituido sin dilación alguna. No fue así con lo cual se sigue erosionando nuestra precaria democracia. Con justa razón en cada movilización ciudadana contra el gobierno de Boluarte se corea que “esta democracia ya no es una democracia”.

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