Pero para colmo, no solamente aquellos querubines han sido gratos beneficiados, sino también las primas hermanas, Yorka Marina Gamarra Boluarte y Victoria Volodia Dávila Boluarte, sobrinas también. Y con cantidades exorbitantes de miles de soles. Pero esto también salpica al hermano y el cuñado, Nicanor Boluarte Zegarra y Alfredo Pezo Paredes, con relación a la Municipalidad de Pueblo Libre y la Controlaría que encontraría conflictos de intereses en contrataciones. Y para la cereza del pastel, la mismísima máxima mandataria, se mantiene como presidenta del Club Departamental Apurímac, resquebrajando el artículo 126 de la constitución, donde, a pesar de englobar a los ministros de estado, también cala al presidente: “Los ministros de Estado no pueden ejercer otra función pública, excepto la legislativa. No pueden ser gestores de intereses propios o de terceros ni ejercer actividad lucrativa, ni intervenir en la dirección o gestión de empresas ni asociaciones privadas”. Por este caso, meses atrás casi termina inhabilitada por 10 años de la función pública. Y que curiosamente, justo dos días antes del autogolpe de Castillo, sería archivado. Todos estos tenían, a priori, la restricción jurídica por las razones ya mostradas, pero poco o nada pareció importarles. Como se dice en la calle, “a la prepo”.
Estas historias nos demuestran, por enésima vez, que la meritocracia es un cuento muy romántico de nuestra democracia. Y es que como decía el brillante dramaturgo y pensador irlandés, Bernard Shaw: «A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos seguido… y por las mismas razones». Y con estas ignominias parasitarias que abundan en el congreso y el ejecutivo nos es tan imperante. Esta casita de cartón cierra su puerta ante tanta conchudez e indignación.
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