Dina Boluarte

La mentada XIX Encuesta de Gerentes Generales hecha por Ipsos Perú para Semana Económica, reveló que el 71% de los CEO de las empresas del país aprueba el gobierno de la presidenta Dina Boluarte. Y que sus temores han variado notablemente. El 2022 el mayor riesgo potencial percibido era una Asamblea Constituyente (36%); hoy lo es la reactivación de los conflictos sociales (57%).

No se explica la complacencia empresarial con el gobierno mediocre de Dina Boluarte y que no se vea en esa medianía un riesgo potencial, capaz por sí sola de agitar el cuco de los conflictos sociales que, a la vez, tanto se teme.

Es verdad que el empresariado lo que más aprecia es la estabilidad, así ésta sea mediocre. Es la inestabilidad y la falta de previsión lo que aterra a los directorios empresariales, ya que les impide operar con relativa capacidad de previsión del futuro inmediato y mediato.

Pero la levedad para mirar los aspectos críticos del régimen sorprende. Tiene mucho que ver, sin duda, con el alivio generado por la salida de Pedro Castillo (solo 1% de los gerentes lo aprobaba) y su nefasto gobierno, pero ese entusiasmo soslaya las groseras metidas de pata de un gobierno precario y de pocas luces como el de Dina Boluarte.

Se requiere una voz más crítica de los gremios empresariales al respecto. El mensaje de Fiestas Patrias debería haber merecido severos cuestionamientos por su falta de visión reformista y de compromiso con el estímulo a la inversión privada, que está paralizada. No ha sido así.

Un caso particular ilustra lo que denunciamos. Lo que está haciendo el gobierno de Boluarte con EsSalud es de espanto. Los nombramientos en la institución son de un nivel de incompetencia que asegura que la entidad irá a la deriva. ¿Qué ha dicho la Confiep al respecto, teniendo, como tiene, dos miembros en el directorio (un tercio lo nombra el Estado, otro los trabajadores y, finalmente, el empresariado)? Mutis absoluto.

Lo peor que le podría pasar al país es que la derecha fáctica (empresarios, medios de comunicación y tecnocracia) se alinee con un gobierno al que la ciudadanía, a diferencia de los CEO, desaprueba mayoritariamente, reforzando la percepción popular de que este es un gobierno de derecha, con las enormes implicancias negativas que eso traerá para las venideras elecciones presidenciales. Los empresarios deberían mirar un poco más allá de su Excell.

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En una columna del 7 de julio hablamos de potenciales escenarios de riesgo para Boluarte. Ha transcurrido casi un mes y los mismos siguen en pie. Reactualizamos la columna.

1.- Que surja una movilización masiva y multitudinaria, no como la del 19 de julio, a tal punto que sea capaz de representar el hartazgo ciudadano con este gobierno y con el actual Congreso. Ambos hacen méritos permanentes para incrementar la cólera popular así que es un escenario potencial. Probablemente no pase por nuevas “tomas de Lima” sino por movilizaciones regionales.

2.- Que la respuesta represiva a dichas movilizaciones sea torpe y desmedida. La falta de arrepentimiento real respecto de lo sucedido en diciembre y enero -puesta de manifiesto en el mensaje de Fiestas Patrias- y la respuesta excesiva que suele aparecer ante cualquier protesta (no en la del 19 de julio, donde se cuidaron en extremo, sino en las pequeñas manifestaciones posteriores, donde hubo abusos policiales por doquier), genera dudas serias al respecto.

3.- Que el gobierno no maneje adecuadamente el fenómeno del Niño. Ha destinado una partida millonaria para hacerle frente y ha trazado un conjunto de medidas (se explayó la presidenta en ello el 28 de julio), pero ha cometido el error de entregarle la mayor responsabilidad de su ejecución a los gobiernos locales, que, como se sabe, o son muy ineficientes o muy corruptos.

4.- Que la economía siga enfriándose. No hay visos de recuperación de la confianza empresarial y, por ende, de que se recupere el flujo de inversión privada concomitante. Si eso no ocurre, aumentará el desempleo y la pobreza, dos factores coadyuvantes a un mayor malestar ciudadano. El mensaje de Fiestas Patrias fue, en ese sentido, una oportunidad desperdiciada.

5.- Que el Congreso siga haciendo trastadas, como hasta ahora. Veremos al Legislativo en su salsa, en la repartija de las comisiones, pero su verdadera resistencia al cambio se apreciará cuando sigan apareciendo denuncias de “mochasueldos”, “Niños”, viajes suntuosos e inútiles, mostrando absoluta indolencia frente al clamor popular.

6.- Que le vaya muy mal a la selección peruana de fútbol en los primeros partidos de la eliminatoria mundialista. Podemos perder los primeros cuatro partidos, contra Paraguay en Asunción, Brasil de locales, Chile en Santiago y Argentina acá. Llegar a fines de octubre con cero puntos. Es sabida la relación entre el fútbol y los ánimos políticos. Un mal desempeño de la selección alentará beligerancias cívicas, sin duda. Y Reynoso hasta el momento, no parece dar pie con bola.

 

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Ya es hora de que la derecha tome distancia de las andanzas del gobierno de Dina Boluarte. Que su arribo al poder nos haya permitido salir librados de la catástrofe política, social y económica que supuso la presencia de Pedro Castillo en Palacio, no es razón suficiente para guardar tantas consideraciones hacia un régimen que viene demostrando también una tremenda incompetencia e incapacidad para resolver las crisis que se le ponen al frente.

La abominable actuación represiva durante las protestas de diciembre y enero, su incapacidad para atemperar los ánimos beligerantes posteriores, su nula virtud para remontar la desaprobación que asola a su gobierno, su falta de visión para trazar un derrotero de reformas (más aún si, como se aprecia, pretende quedarse hasta el 2026, es decir tres años más por delante), su inoperatividad para hacer que la confianza inversora retome los cauces normales, su impericia para lidiar con un Congreso que se siente desbordado para hacer de las suyas, nos muestran a un régimen torpe y mediocre, que solo en este talante deja prever cierta estabilidad.

Ya la izquierda se empezó a lavar el rostro de la suciedad moral y política que le cayó encima por fungir de comparsa cómplice del desastre castillista, sobre todo en el aspecto moral, conocida la temprana corrupción que inundó los pasillos del poder palaciego mientras duró la gestión del taimado chotano. Hoy ha encontrado una bandera que con el tiempo será eficaz: arremete contra el “pacto derechista” Ejecutivo-Congreso que nos gobierna, con menos de un dígito de aprobación en ambos casos. Esta oposición de la izquierda, por más cínica que sea, tiene todas las de ganar, si la derecha no actúa preventiva e inteligentemente.

Llegaremos al 2026 con una derecha desgastada y una izquierda en olor de santidad política. Y las posibilidades de que el descontento haga brotar nuevamente una izquierda extrema, radical y disruptiva son muy altas. ¿Y qué va a exhibir la derecha en contraposición? ¿Complicidad con Boluarte? ¿Silencio frente a sus desmanes y despropósitos? ¿Soslayo frente al desgobierno y la crisis? Si así va a enfrentar la crucial coyuntura de la elección presidencial venidera, empieza con el marcador en contra.

-La del estribo: altamente recomendable la última novela del escritor y periodista, Renato Cisneros, El mundo que vimos arder. Apartándose parcialmente de los cánones de la autoficción literaria de sus obras anteriores, Cisneros muestra una tangible evolución narrativa. Publica Alfaguara.

 

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Entre dos malas opciones, es infinitamente mejor que haya ganado la lista apoyada por la derecha en vez de la presidida por “Los Niños” y el apoyo de la mayoría de la izquierda. Garantiza que al menos la estabilidad mediocre que nos signa, se mantendrá. Darle la Mesa Directiva a la oposición no nos salvaba de la mediocridad, pero hubiera aportado una situación de inestabilidad política que al país no le conviene.

Es el de Dina Boluarte un régimen constitucional legítimo. No es una dictadura, ni abierta ni encubierta, como nos quiere vender la narrativa de la extrema izquierda y algunos incautos de centro. Las muertes de diciembre y enero deben ser condenadas, pero su ocurrencia convierte a la democracia vigente en una teñida de sangre injustamente derramada, no cambia el signo del régimen político que representa.

Acá funciona la separación de poderes. El Ejecutivo no controla al Legislativo y aún si lo hiciese ello no es requisito o síntoma dictatorial. Si así fuera tendríamos que atribuirles esa condición a los gobiernos del segundo Belaunde, a los dos gobiernos de García, a Toledo y a Ollanta Humala, que por angas o por mangas se hicieron de la mayoría suficiente para tener al Legislativo a su disposición.

Hay libertad de prensa absoluta y cuando ha habido algunas iniciativas para afectarla, el Congreso ha terminado por retroceder. No se han capturado instituciones autónomas (véase cómo el Tribunal Constitucional, supuesto apéndice del Parlamento, le acaba de poner un “estáte quieto” con el tema del presidente del JNE). La fiscal Zoraida Ávalos bien sancionada y dentro de las atribuciones congresales. Las iniciativas por afectar a la Junta Nacional de Justicia y a los organismos electorales hasta ahora no han pasado de bravatas que ojalá no se consumen. ¿De qué dictadura hablamos?

En esa medida, es saludable para la democracia que la Mesa Directiva del Congreso recientemente electa no tenga entre sus planes sabotear al Ejecutivo y es de esperar, más bien, que el buen signo entre ambos poderes del Estado conduzca a que se plasmen algunas medidas importantes, aunque luego de escuchar el pobre discurso del flamante nuevo presidente del Legislativo, las esperanzas son pocas o nulas. Por su lado, al menos, no se augura nada bueno. Esperemos a mañana a ver si Boluarte nos sorprende.

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La movilización del 19 de julio sigue despertando discusiones respecto de su magnitud y resulta difícil ser aguafiestas respecto de su convocatoria, cuando a la par, hay que considerar saludable para la democracia peruana que la sociedad se movilice, en un país donde no hay tradición de que la calle se manifieste, a diferencia de lo que sucede en otros países de la región, donde la ciudadanía sale a expresar su descontento masivamente e incide en las políticas públicas.

Pero le haría mucho bien a los propios organizadores de esta movilización reconocer su fracaso. No hubo más de cinco mil personas en las calles de Lima y con ello no alcanza para mover la aguja del reloj político ni un milímetro. La dupla Boluarte-Otárola, o el pacto tácito Ejecutivo-Congreso respiran aliviados luego de la escuálida marcha del jueves pasado.

Hay razones sociológicas que explican esta inactividad del ciudadano peruano, siendo la principal la mayoritaria informalidad reinante, que genera un pasivo inactivismo, por su naturaleza precaria y absorbente de horas-hombre. A ello se suma que Lima es la región que más apoya a Boluarte y no parece dispuesta a convertir los segmentos de desaprobación en movilización activa.

Pero lo que más atentó contra la marcha fue el intento de expropiación política de la misma por parte de la izquierda, sector ideológico que carece de autoridad ética para convocar nada, luego de su complicidad abierta con los desmanes políticos, económicos y, sobre todo, morales del nefasto régimen castillista. Encima, con su particular gusto por la ideologización, en lugar de concentrar la agenda de la marcha en uno o dos puntos (salida de Boluarte y elecciones adelantadas), le agregó de su propia cosecha, temas que a la ciudadanía independiente le importan poco o nada o, inclusive, desaprueba.

Como van las cosas, el deseado adelanto de elecciones no se va a producir. Se requerirá una movilización inmensa, un escándalo mayúsculo de corrupción que involucre a la primera mandataria o la ruptura impensada del pacto tácito entre la plaza de Armas y la plaza Bolívar, y nada de ello parece, por el momento, inminente. Lo más probable es que este gobierno, mediocre y sin brillo reformista, dure hasta el 2026, en medio de la estabilidad de la medianía que ha alcanzado.

 

 

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La única manera de que las movilizaciones contra el gobierno de Dina Boluarte tengan éxito (no lo es convocar a 21 mil personas a nivel nacional; generosa cifra soltada por un incauto ministro del Interior), es que logren consolidar una amalgama similar a la de las fuerzas antifujimoristas. Es decir, que se reconstituya una suerte de frente anti Keiko y haga carne en las calles.

Ello es, sin embargo, difícil que ocurra, más aún después del duro pronunciamiento de la lideresa de Fuerza Popular en contra del gobierno, y que parece ser la clarinada de un paulatino distanciamiento del régimen. Dicho sea de otra manera, quien se oponga a Boluarte no se opondrá, por default, a Keiko Fujimori.

Una agenda tan dispersa como la que convocó a la marcha de anteayer (solo faltaba que pidieran la salida de Agustín Lozano de la Federación Peruana de Fútbol) y la ausencia de un liderazgo político unificado, atentaron contra la posibilidad de que se produjera una movilización de la magnitud que hemos visto en otros países de la región (Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia, etc.), donde millones de ciudadanos protestando vehementemente sí fueron capaces de mover la aguja del reloj político.

El gobierno ha ganado una batalla, casi sin costos colaterales (a diferencia de lo sucedido en diciembre y enero, donde se mantuvo en el poder, pero a costa de perder legitimidad y herir su naturaleza democrática), pero deberá saber que la oposición no va a cejar en tratar de sacarlo del poder (ya se anuncian nuevas movilizaciones) y si no escucha a la calle, expresada no solo en las protestas sino también en las encuestas, y no enmienda rumbos, va camino a escenarios políticos cada vez más precarios y riesgosos para su estabilidad.

El hartazgo ciudadano no cuaja en marchas masivas por sinfín de circunstancias (sobrepresencia de la izquierda, informalidad, crisis económica, pasividad juvenil, etc.), pero si el Ejecutivo no empieza a gobernar con eficacia y el Congreso no le pone punto final al desmadre corrupto e indolente al que le da generosa cabida, puede llegar a elevar la temperatura de la irritación ciudadana y en el momento menos esperado, favorecer que estalle una situación social de mayor magnitud e impacto real.

 

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[PAPELES VIRTUALES] 

UNO

Es muy perturbador para mí. Hemos hablado sobre las fuerzas disruptivas en este negocio y todos los desafíos que enfrentamos, la recuperación de COVID que está en curso, no ha regresado por completo. Este es el peor momento del mundo para aumentar esa interrupción…. Hay un nivel de expectativa que tienen, que simplemente no es realista.

Bob Iger – CEO de Disney

El ejecutivo, es judío, un setentón que se mantiene en buena forma. Desde sus inicios, los grandes magnates de la industria fueron judíos. Hace unos días, sus declaraciones fueron el punto de quiebre, en la huelga de actores y guionistas de Hollywood.

  • ¿Por qué?

 Porque es un Directivo que ganará 27 millones este 2023. Así de simple.

Mientras actrices como Kimiko Glenn mostró, hace unos días, el monto que recibió por regalías – actuó en la exitosa serie “Orange is the New Black, que se emite en Netflix – el ridículo de 27 dólares.

Sin ir muy lejos, al año pasado, los actores de Pedro el Escamoso y Escobar el Patrón del Mal, indicaban que no recibían ni un dólar por la retransmisión –de las mencionadas telenovelas– en las plataformas. Claro, esta parte del mundo no es Hollywood.

Volviendo al país del norte, El reclamo de los guionistas y actores es por el aumento de los pagos residuales (regalía por retrasmisiones). Antaño, las series se extendían toda la temporada. Ahora son cortas. Lo que repercuten en salarios. Ambos sindicatos reúnen un total de 171.500 miembros.

Es fachero, negro y con un bigote a lo Tom Selleck. Talento joven. Es uno de los guionistas, de una de las mejores series de la actualidad.

  • The Bear.

Dio a conocer la situación de muchos colegas. Y la suya.

  • Los guionistas como yo, especialmente los jóvenes, los guionistas negros, nativos, los guionistas de color, hemos aportado una nueva ola de creatividad al proceso. Pero nos encontramos incapaces de sobrevivir en lugares como Nueva York y Los Ángeles, donde necesitamos estar para asistir a las salas de los guionistas. No clasificaría a todos los guionistas como pobres o arruinados, pero puedo decir que tengo $6 en mi cuenta bancaria

      Alexander O’Keefe

Un dato, por demás revelador: las Plataformas se han negado a la mayoría de ajustes propuestos, debido a que –el acuerdo– las obligaría a hacer más transparentes sus números de audiencia. Algo, que dichas empresas guardan con excesivo celo.

Lo interesante de la huelga, es que lo encabezan los intérpretes más renombrados.

  • ¿Qué sucede si se logra un acuerdo?, ¿Quiénes serán los más beneficiados?

Pues la mayoría de actores, ignotos, para el gran público.

  • ¿Que dirán los de WIllax ahora con respecto al tema?
  • ¿Utilizarán con Matt Demon, Meryl Streep, Tom Cruise y demás, también el termino caviar?
  • ¿La llamaran terruca a Fran Drescher?

 

DOS

Los líderes empresariales peruanos han abrazado a la presidenta Dina Boluarte, incluso cuando sus índices de aprobación caen en picada entre una población enfadada por la debilidad de la economía y las protestas mortales que siguieron a la destitución de su predecesor hace siete meses.

Marcelo Rochabrun – Bloomberg

Un sondeo indica que el 71% de los CEO aprueba la gestión de Dina Boluarte. Increíble. La Oligarquía –como siempre– buena para hacer negocios y dinero. A pesar de ello, inepta para leer la realidad social de un país.

  • ¿Siempre fue así?

Sí, lamentablemente. Para muestra un botón.

En los noventa, la misma Oligarquía que apoyó a MVLL; al perder éste, se alió sin tapujos con Fujimori. Estuvieron de su lado, incondicionalmente.

  • ¿Qué dijeron con respecto a los abusos y muertes de parte de la dictadura?

Miraron para otro lado. Sino apoyaron lo dicho por el abyecto hombre de Dios.

  • Los derechos humanos son una cojudez.

Entonces, consulto.

  • ¿Porque deberíamos esperar otra cosa, de las clases privilegiadas?

Cuando en su columna semanal, Piedra de Toque, Vargas Llosa se pregunta, perplejo, por qué los países del continente se esfuerzan en elegir candidatos de izquierda como Presidentes. Debería replantearse la pregunta.

  • ¿Porque los gobiernos de derecha son tan ineficientes?

Para mayor inri, se cayó el modelo de Chile.

  • Tiene que venir una especie de Dictador de Derechas – luego viene la contradicción – que no viole los derechos humanos, pero que tome decisiones, que las haga.

Declaró –hace un tiempito– la oligofrénica de Adriana García-Belaunde.

Ese es el pensamiento retrogrado de la extrema derecha. Nunca cambio. Sostuvo a Odría, Fujimori y ahora lo hace con Dina.

  • ¿Porque lo hace?

Por conveniencia.

 

TRES

El día de la Toma de Lima ha ahondado en el cisma político y social. No nos soportamos. No tenemos políticos capaces. Y los pocos rescatables son vilipendiados por la oposición. Olvidamos que un político es aquel que logra acuerdos, no es aquella persona que insulta o grita más fuerte.

Se extraña a un Barrantes, Fernando Belaunde, Francisco Belaunde, Henry Pease, Javier Diez Canseco, entre otros. Eran gente leída, culta; enseñaban en Universidades. Quienes, en tiempos de crisis, en plena coyuntura, ponían paños fríos.

El Perú, creo yo, nunca ha estado en una situación tan áspera. Y sí, todo esto es consecuencia de una política dictatorial. Es la consecuencia lógica.

Uno no puede ser uno catalogado por terrorista por ir a una marcha. Es inadmisible. Las dicotomías solo pueden ser aceptadas por extremistas. Tampoco es plausible que alguien amenace de muerte, y las autoridades digan.

  • No hay delito.

Cuando marcha La Pestilencia es un derecho democrático; sin embargo, cuando protestan los demás es inconstitucional.

  • El que no está conmigo, está en contra mío.

Ridiculeces.

O la supina ignorancia de otros.

  • Puno, es la segunda capital de Sendero Luminoso.

Así se construye una narrativa falsa.

Las redes sociales y la prensa adicta, están sirviendo para ahondar en los extremos. No para clarificar las ideas.

Si piensan que con esta marcha termina todo, pues están equivocados. Vendrán muchas más.

Si ahora no cae este gobierno nefasto, lo intentaremos una y otra vez.

Una y otra vez.

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¿Cómo entender que el Ministerio de Cultura haya recibido ayer en la tarde, para dialogar sobre la democracia, la tolerancia y la paz social, a los integrantes del grupo violentista, protofascista y delictivo, denominado La Resistencia?

Este grupo se ha hecho conocido como autor de ataques virulentos contra determinados personajes de centro o de izquierda, inclusive de derecha liberal, con incursiones a los propios domicilios de las personas afectadas, profiriendo insultos, amenazas (el presidente del JNE fue amenazado de muerte), y en razón de ello, aunque un poco tarde, la Fiscalía les ha abierto investigación a sus promotores.

¿Cómo puede el ministerio encargado de velar por la diversidad cultural y la tolerancia, recibirlos, muy orondamente, y sentarse con ellos a dialogar, como supuestas víctimas de racismo? ¿Hay alguien caído del palto en el Mincul o estamos ante una estrategia premeditada en la que el gobierno, a través del citado ministerio, avala y promueve?

Luego de las duras críticas recibidas, el Mincul emitió anoche, tarde, un aguachento comunicado, en el que señala: “Es necesario enfatizar que rechazamos de forma enérgica todo tipo de violencia, venga de donde venga, de persona natural u organización, y reafirmamos que la cultura es una vía que nos debe unir como hermanos y hermanas”.

¿No consumen medios de comunicación en el Mincul? ¿No están enterados de que La Resistencia es un grupo violentista? ¿Acaso lo consideran un grupo cultural que organiza performances? Mañana entonces, como bien ha señalado con sarcasmo César Hildebrandt, que se reúna con el Tren de Aragua, organización mafiosa venezolana, que podría argüir que sufre de xenofobia. O que atienda al Movadef, organismo proveniente de Sendero Luminoso, bajo el pretexto de que es marginado legalmente por ser de origen andino.

O el viceministro de Interculturalidad, Juan Reátegui, anfitrión de la cita, es sacado del cargo de inmediato, o se pondría de relieve que el gobierno de Dina Boluarte ve con buenos ojos las acciones delictivas de estos grupos que arremeten contra periodistas, autoridades, jueces, intelectuales y políticos, que tienen en común, la mayoría de ellos, un cierto perfil crítico del régimen.

 

 

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De por sí es grave que el gobierno esté empeñado en convertir a la parte informativa del canal del Estado, en una sucursal del área de prensa de Palacio de Gobierno, es decir una caja de resonancia y de apoyo mediático a las labores del Ejecutivo y, en particular, de la presidenta de la República.

Lo más preocupante, sin embargo, es que pone de manifiesto un grosero error de interpretación de los orígenes de la crisis política por la que el régimen transita. ¿Cree que con noticias positivas del canal estatal o cobertura amplia de sus actividades mejorará sus niveles de aprobación? ¿Es esa la lógica que anima al entorno de asesores palaciegos, creer que está allí la madre del problema?

Bastaría, según estos “inteligentes” asesores, con asegurarse una mirada positiva y amplia de las actividades del gobierno, y la puesta de soslayo de sus errores, para que poco a poco Dina Boluarte vaya subiendo en las encuestas y mejorando su performance ante la opinión pública.

Ello, lo que revela, es que no están entendiendo nada de la lógica política que lleva a que Boluarte tenga, según la última encuesta del IEP, la mayor desaprobación desde que inició su gobierno, o que la mayoría piense que su gestión es peor que la de Castillo (lo cual no es cierto, pero así lo percibe la ciudadanía).

Mientras el gobierno no tome cartas en el asunto en el tema pendiente de los muertos de diciembre y enero y mientras, a la vez, no emprenda agresivamente políticas públicas reformistas o audaces, la población percibirá que es un gobierno mediocre, pasivo, inerte, además derechizado y traidor de sus orígenes.

Ello pesa infinitamente más que la labor independiente de uno o dos reporteros o editores del canal del Estado, despedidos intempestivamente en las últimas semanas por haberse atrevido a mostrar cierta neutralidad respecto de los andares del gobierno. El Ejecutivo puede tener el canal estatal sometido al ciento por ciento y no va a subir ni una décima en sus tasas de aprobación.

Ensimismado, al parecer, en la guerra ya no tan sorda entre el premier Alberto Otárola y el hermanísimo de la presidenta, este gobierno no da pie con bola a la hora de tener un diagnóstico correcto de las causas de la crisis política que lo agobia.

 

 

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