El poeta Diego Alonso Sánchez nos ofrece un nuevo libro, titulado Un sol líquido. Sus lectores habituales recordarán toda una etapa de su escritura marcada por al influencia cultural y estética japonesa. Motivos, personajes y una música que indudablemente sabían a Oriente, como ocurre en Por el pequeño sendero interior de Matsuo Basho (2009) o Pasos silenciosos entre flores de Fuji (2016), dos libros que son ejemplo cabal de esta influencia.
Un sol líquido, aun cuando de mueve en un universo de claves culturales y de lectura, recorre otro camino, acaso no menos arduo: reflexionar sobre la existencia, calar con la mirada en la vida cotidiana y proponer un lenguaje prístino para acercarnos a esas porciones de la experiencia.
Hay un ánimo autorreferencial que delata a un lector fino y agudo, pero también un tejido de sutiles referencias a la escritura misma, que se proyecta en el poema inicial, un acercamiento imaginario a la voz de la gran poeta polaca Szymborska, donde destacan tres elementos: “un estante pequeño con demasiados libros por leer”, “La máquina de escribir del abuelo, que usaba poco,/ pero que era necesaria para los testamentos/ que soñaba en vela” y “una ventana que pudo estar cerrada,/ pero que decidió abrazar el cielo/ en un intento desesperado por volar” (p.13-14). Lectura, escritura y libertad, poderoso triángulo.
El lenguaje de Sánchez ha adoptado un temperamento propio. Los poemas que conforman Un sol líquido revelan un dominio, una tesitura, un registro que no se agota en lo puramente conversacional ni se afana en preciosismos inútiles. Palabra sencilla, pero cargada de conocimiento, que atraviesa una temática disímil: del acto de escribir al de mirar la realidad, incluso en sus mayores crudezas: “´Todo en el Perú son cadáveres por descubrir,/ la misma metáfora desenterrada´” (p.16).
La lectura de Un sol líquido nos coloca frente a un abanico de preocupaciones personales que han trascendido lo inmediatista para convertirse en reflexión sobre la existencia. La lectura y la escritura, así como sus referentes; el mundo familiar, sobre el cual se despliega el acento más lírico del libro (como veremos en el poema que dejo al final de este comentario) e inclusive la animosidad social y política que es parte de la misma poesía, de su ADN libertario y rebelde (ocurre en poemas de buena factura como “Me pregunto” o en el tríptico formado por “Flores de Hiroshima”.
No he podido evitar, leyendo los poemas de este libro, ver surgir, en la dicción del poeta, algunos de los fantasmas que animan su diálogo con la tradición peruana: un afán sentencioso y crítico que remite a Wáshington Delgado y Juan Gonzalo Rose, un coloquialismo sobrio y contenido que hace pensar en el mejor Marco Martos y esa mirada sobre el mundo natural que tiende un vínculo con el universo de José Watanabe. Nada de esto desautoriza la autonomía de Sánchez en su lograda expresión, solo creo ver lecturas que consciente o inconscientemente pueden aflorar en la escritura para dar vida a un poemario sólido que, en su tramposa sencillez, muestra una construcción rigurosa.
Dejo al pie de estas notas este poema.
SILENCIOSAMENTE
Hubo un tiempo en donde tú,
hermosa como una hoja,
bailabas suspendida en el aire.
Arrojabas tu mirada
a los suplicantes
que revolvían sus cabellos
al otro lado de la vereda
para quebrar así la inocencia
de las estrellas del otoño.
Hubo un tiempo en donde fuiste
hermosa como una hoja, sí.
Luego vine yo a posarme
en tus rodillas,
tembloroso como un suspiro
-como la primera culpa-
y, generosa, entregaste
tu voz al viento
que empezó a descorrer el infinito
para que yo aprendiera a amar
silenciosamente,
madre.
Diego Alonso Sánchez. Un sol líquido. Lima: 2023, Vallejo & Co.
