Wayne Shorter

Wayne Shorter (1933-2023): Una superestrella de perfil bajo

Quizás para el público convencional, el nombre de Wayne Shorter sea el de un perfecto desconocido, pero para los melómanos se trata de una de las últimas leyendas vivientes, hasta hace poco, del jazz norteamericano.

Quizás para el público convencional, aquel que delira con las paparruchadas de Shakira, atiborra los conciertos de Camilo o discute los pro y contra de la supuesta apropiación cultural de Milena Wharton, el nombre de Wayne Shorter sea el de un perfecto desconocido y que no le signifique absolutamente nada que haya sido considerado, en su momento, sucesor inmediato de John Coltrane (1926-1967) -otro nombre carente de sentido para el consumidor moderno de música popular-, pero para los melómanos se trata de una de las últimas leyendas vivientes, hasta hace poco, del jazz norteamericano.

Su fallecimiento, acaecido el 2 de marzo, fue titular en páginas culturales y especializadas en jazz, redes sociales y medios de comunicación globales como The Guardian, El País o The New York Times. Medios locales como El Comercio o RPP también hicieron eco, repitiendo y volteando los datos que consideraban más relevantes de aquellos textos más profundos, como siempre, para no quedarse atrás pero también dejando ver, con esa cobertura fría, de copy-and-paste, que no cortarían ni medio párrafo a alguna nota de farándula para contarnos más acerca de quién fue o qué hizo “Mr. Gone” a lo largo de sus más de setenta años de vida musical. Y, por supuesto, las comunidades de conocedores que inundaron el Facebook con fotos, links, videos y pesares por tan lamentable partida. Por más comprensible que sea -el hombre iba a cumplir 90 años en agosto- siempre es una pena saber que el mundo se va quedando cada vez más a merced de las virutas antipáticas y superficiales que hoy dominan los gustos de las masas.

Una de las cosas más impresionantes de estos longevos titanes del jazz, aquellos que no sucumbieron a sus adicciones -o que no las desarrollaron tanto como para acabaran con sus vidas- o a tortuosas enfermedades, es que se mantienen activos, casi literalmente, hasta su último respiro. Tenemos los casos, por ejemplo, del saxofonista Sonny Rollins (92) o el pianista Herbie Hancock (82), quienes continúan trabajando a pesar de sus avanzadas edades. De hecho Hancock, que tocó mucho con Shorter en los años sesenta y luego, en repetidas ocasiones, durante todas las décadas siguientes -el álbum a dúo 1+1 (1997) es una joya del jazz contemporáneo-, cuando se despidió de él, lo describió como “su mejor amigo, un genio”. Quién sabe, por ejemplo, qué habrían producido Miles Davis (1926-1991) o Charles Mingus (1922-1979) si hubieran llegado al siglo XXI.

Y pasó lo mismo con Wayne Shorter. El 2018 presentó una pieza monumental, una novela gráfica con textos suyos y dibujos de Randy DuBurke (DC Comics) y álbum triple inscrito en lo que los expertos llaman The Third Stream (“La Tercera Corriente”), híbrido entre jazz y música clásica -como el standard Rhapsody in blue (1924) de George Gerswhin (1898-1937) o algunos trabajos de Mingus- titulado Emanon, un viaje fantástico, copado de ideas musicales de vanguardia y fuertes dosis de improvisaciones, sobre la base de composiciones nuevas –Pegasus, Prometheus unbound– y otras grabadas previamente -como The Three Marias (Atlantis, 1985), Orbits (Miles smiles, 1966), Lost (The soothsayer, 1965)- a cargo de la Orquesta de Cámara Orpheus y The Wayne Shorter Quartet, grupo con el que actuaba de manera estable desde inicios de este siglo, integrado por él en saxos y clarinetes, el panameño Danilo Pérez en el piano y los norteamericanos John Patitucci y Brian Blade, en bajo y batería respectivamente. Y en noviembre del 2021, con 88 años cumplidos y ya retirado de los escenarios, estrenó en un teatro de Boston la ópera Iphigenia, una colaboración con Esperanza Spalding (38), bajista, cantante y compositora que viene alborotando el mundo del jazz desde el año 2000 y que escribió el libreto de esta historia basada en un conocido pasaje de la mitología griega.

Desde que apareció en el grupo de Art Blakey (1919-1990), a finales de los cincuenta, Shorter destacó de inmediato por su capacidad para improvisar -escuchar, por ejemplo, Africaine (1959), El Toro (1961) o Children of the night (1964)- además de aportar varios originales para la banda del carismático baterista. Su intensa forma de trabajar le permitió desarrollar una voz personal en alucinantes álbumes en solitario, en los prestigiosos sellos Vee-Jay y Blue Note Records, sin dejar de grabar bajo la dirección de otros. Con The Art Blakey’s Jazz Messengers estuvo hasta 1965 para luego reemplazar a John Coltrane en lo que se conoció como el “Segundo Gran Quinteto” de Miles Davis.

Entre 1964 y 1968, Miles Davis (trompeta), Wayne Shorter (saxo), Herbie Hancock (piano), Ron Carter (contrabajo) y Tony Williams (batería) registraron algunos discos fundamentales de bebop y hard-bop. Como sabemos, el “Primer Gran Quinteto” -Miles Davis, John Coltrane, Bill Evans, Paul Chambers y Jimmy Cobb- fue menos estable, pues por momentos llegó a ser sexteto con la presencia de Cannonball Adderley en saxo alto mientras que los otros puestos cambiaron frecuentemente entre 1955 y 1959.

La conexión telepática entre Miles y Wayne permitió que este quinteto se mantuviera unido cuatro años seguidos, en los que aparecieron los discos E.S.P. (1965), Miles smiles (1966), Sorcerer (1967), Nefertiti, Miles in the sky y Filles de Kilimanjaro (1968). En esta cadena de LPs, que marcaron el tránsito hacia los primeros experimentos de Miles con la fusión y el jazz-rock, Shorter contribuyó con composiciones propias como E.S.P., Prince of darkness, Nefertiti, Paraphernalia (con un joven George Benson en guitarra) o Footprints, varios de ellos considerados standards -término que, en jazz, se usa para denominar aquellas canciones que son ampliamente conocidas e interpretadas a través del tiempo.

Wayne siguió trabajando con Miles Davis tres años más, tiempo en que el impredecible trompetista inició su aclamado periodo eléctrico. Los álbumes In a silent way (1969) y Bitches brew (1970) contienen algunos de los fraseos e improvisaciones más espaciales y sorprendentes de Shorter. En esos años comenzó a gestarse su complicidad con Joe Zawinul (1932-2007), extravagante pianista austriaco, también integrante de la banda de Miles, con quien fundaría en 1971 Weather Report, uno de los cuatro grupos fundamentales del jazz-rock, ramificaciones de aquello que inició Davis en ese fértil trienio, de 1969 a 1971 (los otros tres fueron The Headhunters de Herbie Hancock, The Mahavihnu Orchestra de John McLaughlin y Return To Forever de Chick Corea).

Para cuando Wayne Shorter se embarcó en este proyecto musical, ya era considerado por los círculos especializados el más grande saxofonista de jazz, receptor del legado de Charlie Parker (1920-1955) y John Coltrane. Junto a su gran amigo Joe Zawinul, dibujó una de las trayectorias más creativas y desafiantes en este género, pasando de la fusión acústica al jazz-rock cruzado con funk y sonidos étnicos. De aquellas cuatro bandas mencionadas, Weather Report fue la más longeva, pues grabaron catorce álbumes entre 1971 y 1986 -uno por año, con excepción de 1981- y alternaron con extraordinarios músicos como Miroslav Vitouš, Alphonso Johnson (bajistas), Chester Thompson, Peter Erskine, Omar Hakim (bateristas), Airto Moreira, Don Alias (percusionistas), entre otros.

De esa larga gesta discográfica, la tríada conformada por los álbumes Black market (1976), Heavy weather (1977) y Mr. Gone (1978) -aunque podríamos incluir, como bonus tracks, el álbum de 1975, Tale spinnin’ y el alucinante doble en vivo 8:30, de 1979- la que mejor representa las contribuciones de Weather Report a esta etapa de la historia del jazz, con especial mención al breve pero sustancioso periodo de 1976-1977, los dos años de la formación más potente del grupo: Wayne Shorter (saxos, clarinetes), Joe Zawinul (pianos, teclados, sintetizadores), Jaco Pastorius (bajos), nuestro compatriota Álex Acuña (batería, percusiones), y el portorriqueño Manolo Badrena (percusiones). En este video de 1976 podemos ver al quinteto, en su mejor momento, en el Festival de Montreaux. La combinación de elementos -la seria inventiva de Zawinul, la etérea fluidez de Shorter, el arsenal de excéntricos recursos de Pastorius, la explosión latina de Acuña y Badrena- es perfecta. Canciones como Elegant people, Black market, Teen town, Birdland, son de lo mejor que se hizo en esos años.

Wayne Shorter siguió explorando su propia inspiración en paralelo a su trabajo con Weather Report que, con los años, se fue convirtiendo en predio casi exclusivo para las composiciones de Joe Zawinul. Los chispazos de arrebatada personalidad de Jaco Pastorius y la vehemencia creativa del austriaco movieron a Wayne Shorter un poco hacia atrás -metafóricamente hablando ya que “sin Shorter no había Weather Report” como alguna vez dijo el tecladista del bigote y el sombrero étnico de llamativos colores.

El saxofonista se mantuvo cómodo con ese perfil bajo, reservando su música más personal para una dilatada y simultánea discografía en solitario, con títulos como Native dancer (1974), un colorido tour-de-force por las fusiones con la música del Brasil, a dúo con Milton Nascimento; Atlantis (1985) que contiene una de sus piezas más conocidas, Endangered species; High life (1995), con la participación de Marcus Miller en bajo y Rachel Z en teclados; o Without a net (2013), con su último cuarteto. En 1975 colaboró en el primer disco como solista de Jaco, en el tema Opus pocus. En medio, la reunión del “Segundo Gran Quinteto”, es decir Shorter, Hancock, Carter y Williams con Freddie Hubbard cubriendo el lugar de Miles, un supergrupo llamado V.S.O.P que publicó cuatro álbumes en vivo entre 1977 y 2002 y una delicia en estudio, Five stars (1979).

Y, como suele ocurrir con estas superestrellas del jazz, Wayne Shorter tuvo también diversos encuentros con el mundo del pop-rock, introduciendo sus finos y complejos fraseos de saxo tenor en grabaciones de artistas como Steely Dan (Aja, 1977), Don Henley (The end of the innocence, 1989) o Joni Mitchell (Both sides now, 2000), con quien colaboró en una decena de álbumes, entre ellos los imprescindibles Don Juan’s reckless daughter (1977), Mingus (1979) o el doble en vivo Travelogue (2002).

También fue muy conocida su asociación con Carlos Santana, con quien grabó The swing of delight (1980) y Spirits dancing in the flesh (1990). En el siguiente enlace los podemos ver a ambos en el Festival de Montreaux de 1988, tocando Europa (Earth’s cry, heaven’s smile), clásica composición instrumental incluida en el LP Amigos de 1976, una de las más conocidas del guitarrista mexicano. Junto a Herbie Hancock, Santana y Shorter salieron de gira, en el 2016, bajo el nombre Mega Nova, supergrupo que completaron Marcus Miller (bajo) y Cindy Blackman (batería).

Wayne Shorter ha sido descrito como un filósofo, una persona de conceptos profundos e incapaz de decirle no a alguien, cuando se trataba de enseñar y compartir sus experiencias. Tina Turner lo consideró su salvador, pues le permitió quedarse en su casa medio año para huir de las golpizas que le propinaba Ike Turner, a mediados de los setenta, una historia que cuenta en su libro de memorias Happiness becomes you (2020). Ganador de una docena de Grammys, del Kennedy Center Honors 2018 y considerado el mejor saxofonista de jazz por los lectores de la revista Down Beat durante varios años consecutivos, el músico será recordado por sus pares como un ejemplo de creatividad artística y elevada espiritualidad.

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