En las dos últimas décadas, partidos históricos como el APRA, Acción Popular, el PPC y las izquierdas agrupadas en Izquierda Unida fueron perdiendo relevancia en el escenario nacional. Hoy solo Acción Popular y Juntos por el Perú, que podría reclamarse heredero de Izquierda Unida, cuentan con congresistas. Aquella situación fue acompañada de la aparición de nuevos partidos políticos y la proliferación de liderazgos “independientes” en todo el país.
Además de una creciente desconfianza ciudadana hacia la política, los partidos y los políticos que se expresa en la reducción de los ciudadanos que se identifican con algún partido, el número de electores que, pese a la multa, no van a votar, la disminución del número de afiliados a los partidos y la escasa participación de los mismos en sus elecciones internas.
Tal desconfianza tiene mucho que ver con el quehacer de los partidos, sus liderazgos y su desempeño tanto en la oposición o cuando gestionan algún nivel de gobierno. ¿Cuán creíbles son los políticos o los congresistas ahora? Según algunas encuestas, muy poco. Esta falta de credibilidad se debe en buena medida al no cumplimiento de las ofertas electorales y a la incoherencia entre lo que dicen que harán y lo que realmente hacen. Lo cual conlleva a que los ciudadanos perciban que su único interés es el de servirse de la política y no el de preocupar por el bienestar común. Para muestra un botón. El reclamo de aquellos congresistas para que se les aumente el sueldo porque los 15 000 soles mensuales “no les alcanza”.
Otro hecho que contribuye a la desafección política es la laxitud de los políticos al momento de juzgar la responsabilidad política de todos aquellos que han cometido un delito. La popular frase “otorongo no come otorongo” es una síntesis de ello. Por cierto, el “otorongismo” no es patrimonio exclusivo de tal o cual partido político. Partidos de derecha, centro o izquierda son igual de laxos a la hora de señalar responsabilidades, lo que hace suponer a los ciudadanos que todos los políticos y sus organizaciones son iguales.
Por último, los ciudadanos no se sienten representados por los partidos políticos porque constatan la desconexión de los mismos con sus intereses, necesidades y demandas. El elenco estable de nuestra política parece que no está en condiciones de interpretar la realidad nacional para imaginar cursos de acción que mejoren las condiciones de vida y el bienestar general. Los “independientes” y sus organizaciones tampoco lo están. Un partido político será exitoso, no solo términos electorales, en tanto articule e integre diferentes intereses de la ciudadanía, lo cual implica que “lean” la realidad y respondan a los cambios ocurridos en ámbitos de nuestra sociedad.
No perdamos de vista que los partidos políticos los hacen sus afiliados y sus simpatizantes, además de aquellos que se sienten representados por los mismos y votan por sus candidatos a cargos de elección popular. Por eso mismo, pese a la situación adversa, a la sensación de haber tocado fondo y al pesimismo que es alimentado día a día por el desempeño de quienes hoy nos representan, la renovación de la política, la vinculación de la ética con la misma y el bienestar común sigue siendo una apuesta para todos aquellos que queremos cambiar las cosas para bien.