En política, como en otros aspectos de la vida, hay que estar actualizados y ubicados en el contexto histórico que nos ha tocado vivir. Si no somos conscientes de todos los cambios que se han dado, tanto en el mundo y sobre todo en nuestro país, corremos el riesgo de quedar desfasados y totalmente ajenos a nuestra realidad.
Y la realidad en el Perú es que estamos en serios problemas. No es exagerar que estamos en una situación muy precaria, similar a la que vivimos en los 80s. El Perú, hoy por hoy, está en caída libre y si no enderezamos el rumbo en el corto plazo, se hará cada vez más difícil salir de esta situación.
Se acabó hace mucho la etapa de diagnósticos de nuestros jurásicos líderes de opinión. Se acabó también la etapa de aburridas entrevistas en los programas políticos de siempre, a los que invitan a los cadáveres políticos de siempre, para que les pregunten lo de siempre y respondan lo de siempre. Siempre las mismas caras y sus predecibles opiniones. Ya cansan.
Se acabó también la etapa de los bienintencionados y no menos inútiles ‘colectivos’, que en la práctica no son otra cosa que grupos de chat a los que se les crea un nombre y un logotipo, y que sólo sirven para compartir la información que llueve en redes: vídeos, artículos, post, pantallazos de Twitter, etc… y sus respectivos: ‘totalmente de acuerdo’, ‘toda la razón’ y etc. Y así se pueden pasar la vida, para luego reunirse en algún lugar para seguir hablando de política y decir ‘hay que hacer algo’, pero que NUNCA HACEN NADA (nada visible al menos).
Se acabaron también las inconducentes y famélicas marchas en zonas residenciales, en las que, cuatro gatos ataviados de camisetas peruanas con banderas, se sienten ya unos combativos héroes revolucionarios, quienes emocionados con el tañer de bombos y vuvuzelas, regresan a casa convencidos de ser unos Robespierres posmodernos que rescatarán al país con sus estribillos. Y no pasa nada.
Si el escenario fuera que estuviéramos bajo un gobierno de izquierda democrática legítimamente elegido, otra sería la historia y tendríamos que hacer oposición en democracia y esperar pacientemente las próximas elecciones para cambiarlo. Así lo manda nuestra Carta Magna y hay que respetarla nos guste o no. Pero NO es el caso. Estamos ante un Gobierno grotescamente corrupto de izquierda radical que quiere cambiar la Constitución, para quedarse por tiempo indefinido y quitarnos poco a poco las libertades hasta convertirnos en un estado policíaco.
Se acabó el recreo. Ya no hay espacio para medias tintas y posiciones tibias. La historia nos ha puesto ante un desafío que nos obliga a sentar posición y a entrar en acción. LA NEUTRALIDAD HA MUERTO.