Pese a todos los escándalos de corrupción que enfrenta este gobierno- que no sabemos si es el más ladrón, pero sin duda es de los más desvergonzados- la población no parece encontrar suficientes incentivos para marchar masivamente. La valla está alta, ya que tenemos en mente las movilizaciones de noviembre 2020, pero se nos olvida que estas más que la regla fueron una total excepción para una ciudadanía generalmente apática como la peruana.
Quienes organizan y apoyan las marchas, y muchos de los que quisieran que Castillo salga lo antes posible, se preguntan enérgicamente por qué estas movilizaciones no despiertan el interés que sí despertaron marchas anteriores. El gobierno vive envuelto en escándalos, y su aprobación se encuentra permanentemente fluctuando por debajo del 30%, y sin embargo esto no logra trasladarse en las calles.
Entre lo conversado con distintos grupos de personas- que apoyan o no las marchas- algunas teorías de por qué las protestas no son aún masivas son las siguientes:
- “Sí, hay corrupción, pero igual que siempre.”: la ciudadanía parece haber internalizado post era Lava Jato, que todos los gobiernos son corruptos. Los montos que se mencionan en las investigaciones a Castillo y su entorno incluso muchas veces suenan hasta ridículos. A la fecha, no parece haber un escándalo de corrupción tal como para que la gente sienta que algo es diferente que antes. La corrupción no nos gusta, pero es lo mismo de siempre.
- “Todo sigue igual”: el ciudadano de a pie aún no siente un impacto en su día a día. Incluso siente que las cosas están un poco mejor que durante el COVID, y efectivamente muchos indicadores económicos como el empleo o los ingresos se han recuperado un poco en comparación con los dos años anteriores, y la inflación ha tocado ya un pico. Es posible que el impacto negativo de muchas de las políticas tomadas por este gobierno como el copamiento del Estado por parte de Perú Libre, y la paralización de la inversión privada, se vean en el mediano y largo plazo, mientras que la realidad es que las mayores movilizaciones se dan cuando el ciudadano siente un impacto directo en su vida.
- “¿Qué viene después de Castillo?”: La salida no está clara, ni hay lideres que le pinten un futuro mejor a la ciudadanía. Quienes organizan las marchas no se pronuncian claramente a favor un gobierno (quizás de consenso) de Dina Boluarte, o de nuevas elecciones generales. La incertidumbre que una vacancia sin un claro camino genera, o de nuevas elecciones generales sin actores políticos que generen entusiasmo, desanima a muchos. ¿Qué nos asegura que lo que venga después no sea peor? Según la última encuesta de IPSOS, más del 40% no apoya una eventual vacancia, percibiendo seguro, que más incertidumbre política podría tener un impacto negativo en sus negocios y vidas.
- Los lideres de las marchas no son convocantes (y se empeñan en tener como voceros políticos quemados): este es un argumento que se esgrima desde las primeras marchas, y es verdad que no hay liderazgos fuertes en la oposición, pero personalmente creo que es secundario. Si la ciudadanía llega a ver su día a día afectado de alguna manera tangible (como cuando se restringió la libertad el 05 de abril), y si percibe que hay una salida mejor al gobierno actual, una movilización social podría despertar, independiente de quien la organice. Los ataques de la derecha al centro e izquierda, sin embargo, definitivamente no ayudan a ampliar la convocatoria.
Estas son algunas de las ideas que he recogido luego de conversar con distintos grupos y personas sobre por qué no marcharon el sábado pasado, a pesar de estar en desacuerdo o descontentos con el gobierno actual. Solo el tiempo dirá si la ciudadanía volverá a hacerse escuchar.
