Jesucristo cazador de vampiros

Jesucristo, cazador de vampiros

"Desde los inicios del cine, el Séptimo Arte, han habido intentos de llevar a la pantalla grande la historia de Jesús que se narra en los cuatro Evangelios reconocidos como auténticos por las iglesias cristianas."

[EL DEDO EN LA LLAGA] Desde los inicios del cine, el Séptimo Arte, han habido intentos de llevar a la pantalla grande la historia de Jesús que se narra en los cuatro Evangelios reconocidos como auténticos por las iglesias cristianas.

En 1903 los franceses Ferdinand Zecca y Lucien Nonguet rodaron “La vie et la passion de Jésus Christ” (“La vida y la pasión de Jesucristo”), película muda rodada en blanco y negro pero coloreada parcialmente mediante el sistema Pathécolor. En 32 cuadros o viñetas vivientes, con una duración total de 44 minutos, se presentan los principales pasajes de la vida de Jesús, en parte buscando reproducir los dibujos que hizo el artista gráfico y pintor Gustave Doré (1832–1883) para ilustrar la Biblia.

Hollywood también incursionó desde muy temprano en el género de la historia de Jesús con esa obra señera del cine mudo que es la espectacular “The King of Kings” (“El rey de reyes”) de Cecil B. de Mille. Seguirían otros filmes cargados de espectáculo visual, entre los cuales destacan “King of Kings” (“Rey de reyes”, 1961) de Nicholas Ray, y “The Greatest Story Ever Told” (“La historia más grande jamás contada”, 1965) de George Stevens.

Sin embargo, hay en estos filmes escasa fidelidad histórica, un ideal que difícilmente se alcanza. Pues toda presentación de la historia de Jesús es una interpretación. Interpretación que ya se daba desde las fuentes, pues cada uno de los cuatro Evangelios oficiales interpreta a su manera la figura del Jesús histórico, dándonos cada uno una versión distinta aunque tengan muchos puntos en común. Y la interpretación que encontramos en los filmes mencionados corresponde a la de un Jesús desde los mirada de la burguesía cristiana del siglo XIX. Es un Jesús que no incomoda a las clases pudientes, las cuales han hecho del cristianismo su religión de cabecera. Es el Jesús de las estampitas, del altar adornado de flores, del conservadurismo, de la autocomplacencia burguesa. Y de esta visión no se libra ni siquiera esa obra magnífica del cine que es “Ben-Hur” (William Wyler, 1959).

En el año 1964, Pier Paolo Pasolini —marxista, ateo y homosexual— estrenó “Il vangelo secondo Matteo” (“El evangelio según San Mateo”), una versión en blanco y negro de la historia de Jesús sin escenas espectaculares ni cientos de extras, sin el nimbo hagiográfico de las producciones hollywoodenses. Su Jesús es un hombre corriente templado por la dureza de la vida rural, que se mueve en una geografía de pueblo de provincia, con gente que sufre de pobreza y miseria, que lleva marcados en sus rostros los rigores de la vida, alejados de los estereotipos de belleza y glamour de las estrellas de Hollywood. Es un Jesús comprometido con la gente sencilla, de mirada sincera pero incisiva, que habla de manera directa y rotunda, sobre todo cuando se dirige a los poderosos. El film carece de guion, y las escenas y diálogos son aquellos que aparecen en el Evangelio de Mateo, sin más añadidos. Con una banda sonora clásica, exhala una belleza estremecedora no obstante su escasez de medios y su reparto de actores no profesionales, que le dan un hálito de frescura y autenticidad a todo el film. Ha sido seleccionado por L’Osservatore Romano, el diario vaticano, como la mejor película sobre Jesús jamás hecha.

No se queda atrás en belleza la miniserie “Jesus of Nazareth” (“Jesús de Nazareth”), que rodó el cineasta homosexual católico Franco Zeffirelli en locaciones de Marruecos. Con bastante fidelidad a detalles históricos, la película se resiente de cierto conformismo con la piedad católica, evitando incomodar a nadie. El hálito hagiográfico rodea la figura de Jesús, quien aparece desgajado de la humanidad común y corriente de quienes le rodean, por los demás muy bien caracterizados en el film, a lo cual contribuye su reparto espectacular.

Son las versiones cinematográficas que buscan actualizar la figura de Jesús y que apelan a sensibilidades modernas las que resultan más interesantes y cuestionadoras. Entre ellas destacan dos películas de 1973, ambas adaptaciones de obras teatrales: el musical “Godspell” (David Greene, 1973) y la ópera rock “Jesus Christ Superstar” (Norman Jewison, 1973). Si bien ambos filmes tienen como trasfondo la cultura hippie, el primero se ambienta en Nueva York y presenta a un Jesús que viste un polo con los colores de Superman, risueño y alegre, que va escenificando junto con sus discípulos las parábolas del Evangelio, entre canciones de rock melódico, rezumando en todo momento el gozo de la vida, incluso cuando llega el momento de su crucifixión en una reja metálica. “Jesus Christ Superstar”, en cambio, es más dramático y se centra en la contraposición entre Judas y Jesús, con una potente banda sonora que pone la piel de gallina, mientras el espectador se ve arrastrado a una historia donde las pasiones humanas juegan un rol importante y donde Jesús se siente tan de carne y hueso como cualquier ser humano, como también ocurrirá en la siguiente década con “The Last Temptation of Christ” (“La última tentación de Cristo”, 1988) de Martin Scorsese.

Han habido adaptaciones teatrales posteriores de esta ópera rock, entre las cuales destaca “Jesus Christ Superstar: Live Arena Tour” (2012), que abandona la estética hippie para presentar a un Jesús aún más moderno, donde los sumos sacerdotes y Pilatos parecen ejecutivos de grandes empresas y Herodes, un moderador de talk shows televisivos. Es de notar que durante las escenas de la Pasión Jesús aparece vestido de naranja, como si fuera un prisionero de Guantánamo.

Otro versión fílmica que llega a la categoría de obra maestra es “Jésus de Montréal” (Denys Arcand, 1989), película canadiense que sigue las peripecias de un grupo de actores —tres hombres y dos mujeres—, a los cuales un párroco les encarga hacer una versión actualizada de la Pasión de Jesús, tarea que acometen con empeño y apartándose de la versión oficial de la Iglesia católica, lo cual termina disgustando al párroco —un clérigo mediocre que reconoce él mismo no ser un buen sacerdote según el ideal católico— ni a las autoridades eclesiásticas. Los actores, sobre todo el que hace el papel de Jesús, se verán cada vez más comprometidos con sus roles y terminarán reproduciendo en la vida real los acontecimientos de la vida de Jesús. El film es también una reflexión no religiosa —aunque sí espiritual— sobre el sentido de la vida y contiene una crítica fina y profunda a la Iglesia católica.

“The Passion of the Christ” (“La Pasión de Cristo”, 2004) de Mel Gibson nos retrotrae a las concepciones medievales de las representaciones de la Pasión, y si bien cuenta con una fotografía y edición de calidad y una recreación de pinturas clásicas sobre los últimos días de la vida de Jesús, su exaltación del sufrimiento y su regocijo sádico en mostrar gráficamente las peores torturas sólo apela a mentes conservadoras, pues quienes aprecian la libertad de conciencia suelen ser refractarias a una obra que más parece una prédica a latigazos.

Quizás la versión más bizarra y delirante de Jesús la encontramos en “Jesus Christ Vampire Hunter” (“Jesucristo, cazador de vampiros”, 2001) de Lee Demarbre, película canadiense independiente y relativamente desconocida, que es una parodia con tintes de comedia, terror, acción, artes marciales e incluso una parte musical. Todo a la vez. Sin pretensiones de ser tomada en serio, la película fue rodada con escasos recursos a lo largo de dos años durante los fines de semana. De ahí que la figura de Jesús vaya cambiando, pasando de ser un hombre barbudo de pelo largo y túnica larga, a cortarse el pelo y afeitarse y ponerse un piercing en la oreja, para finalmente en una siguiente etapa vestirse como una persona común y corriente.

La trama es como sigue. Ante la aparición de vampiros de ambos sexos que están asesinando lesbianas, un cura católico le pide a otros dos curas, uno de ellos con un peinado punk, que vayan a buscar a Jesús que ha regresado a la tierra en su segunda venida a fin de proteger a las lesbianas, que también son hijas de Dios y un tesoro para la Iglesia. A partir de ahí Jesús luchará contra una horda de vampiros —e incluso una pandilla de ateos— a golpes de kung fu y utilizando estacas de madera como armas letales. En ocasiones Jesús se movilizará en motocicleta o skateboard. Cuando es vencido tras una pelea y yace tendido en la calle, un agente de policía y un cura católico pasarán de largo, ignorándolo, mientras que será un transexual quien lo socorrerá y curará sus heridas, en clara alusión a la parábola bíblica del buen samaritano. Jesús pedirá entonces ayuda al luchador mexicano El Santo —conocido como el Enmascarado de Plata y a quien se llama Santos en el film— para luchar contra los vampiros. En esta tarea lo ayudará también Mary Magnum —en alusión a María Magdalena—, una hermosa mujer que de viste cuero rojo, con la cual ha compartido un sauna.

En medio de toda esta orgía de imágenes delirantes encontramos ideas interesantes: la inclusión de las personas marginadas de la sociedad, la aceptación de la diversidad y la libertad de conciencia, evidente en el mensaje final que Jesús da en un parque a sus seguidores, en una escena cargada de jolgorio y alegría.

En fin, es una película que sólo disfrutarán quienes posean un desarrollado e irreverente sentido del humor y sean capaces de admitir que existen diversas interpretaciones de Jesús. Y que de esas interpretaciones, las más rígidas y serias son quizás las más peligrosas y perjudiciales, las que más nos alejan de lo humano.

Tags:

Jesús, Películas

Mas artículos del autor:

"El sutil poder del abuso espiritual"
"Carta abierta al arzobispo defenestrado José Antonio Eguren"
"El aciago destino de las primeras denuncias contra el Sodalicio"
x