Democracia

El propósito de Vladimir Cerrón es claro: retornar al poder y convencer a Castillo de que con los “caviares”, como él insiste en calificar, no llegará a buen puerto.

Para ello se ha propuesto, inicialmente, intrigar contra la premier Mirtha Vásquez, disponiendo que sus 16 congresistas leales, se acerquen o comuniquen con todos los ministros posibles para brindarles apoyo y asegurarles que cuentan con sus votos, a despecho de lo que pueda querer o pensar la Premier.

La idea de Cerrón apunta a lograr un resultado electoral significativo en las venideras elecciones municipales y regionales, como plataforma para impulsar su proyecto constituyente, y sabe que sin el respaldo del Presidente, con las justas logrará ganar en la región Junín (lo cual, inclusive, está en duda).

Por cierto, el Presidente cometería el más grave error político de su corta historia si accede a los cantos de sirena cerronistas, echa del gabinete a los moderados y dialogantes, y reestrena la estrategia confrontacional que suponía el gabinete cerronista que presidía Guido Bellido.

Su propia permanencia en el poder correría serio peligro si perpetra semejante despropósito. No parece probable que las bancadas de centro (muchos de cuyos integrantes se arrepienten del voto de confianza dado al gabinete Bellido), acepten, sin sobresalto, que el gobierno vuelva a dar un golpe de timón y retorne a las pretensiones de la transformación radical de la sociedad.

Los votos del centro, sumados a los de la derecha, alcanzan para vacar al Presidente. Un acto de tamaña necedad política -reconciliarse con Vladimir Cerrón y todo lo que ello implica- prenderá las alarmas no solo empresariales, ya de por sí aún desconfiadas de las perspectivas que vaya a seguir el gobierno- sino, sobre todo, políticas, porque algo así claramente indicaría un derrotero autoritario que transitará indefectiblemente por la ruta de la disolución del Congreso: no hay otra vía para convocar a una Asamblea Constituyente, tal como está distribuida la conformación del poder parlamentario.

Si Castillo se reencuentra con Cerrón -tarea en la que está empeñado el inefable de Evo Morales-, le declararía la guerra a la democracia y a la vigencia de una economía con ciertas libertades. Implicaría, de antemano, la señal de que se quiere llevar al país al abismo bolivariano que ha sumido en la pobreza más espantosa a los países que siguieron ese sendero.

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Democracia, Economía, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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Crisis política, crisis social, Democracia, Presidente Castillo, Vacancia

Algunas de las virtudes que toda democracia debe exhibir son las de la tolerancia y la paciencia concomitante respecto de los decires y haceres del adversario. Pero Castillo juega al límite de los niveles propios de una democracia que se precie de tal.

La sumatoria de errores groseros, gazapos, declaraciones insensatas y procedimientos irregulares que este gobierno ha cometido en apenas cien días de gestión, rompen los récords históricos de gobiernos aún tan inexpertos como éste (Alejandro Toledo y Ollanta Humala no tenían ninguna experiencia de gobierno cuando llegaron al poder y no mostraron el rosario de barbaridades que esta administración derrocha).

Castillo juega aún con el viento a favor, con niveles de aprobación si bien decrecientes, todavía importantes (alrededor del 40% de la ciudadanía lo respalda), pero se avecina un año horroroso, donde se van a juntar todas las piezas del rompecabezas del descrédito: crisis sanitaria con la tercera ola, crisis económica con el bajonazo de las inversiones privadas, producto de las desastrosas declaraciones ideológicas del Presidente, crisis política con mayores fricciones entre el Ejecutivo y el Congreso, y crisis social, con conflictos desatados por su inercia natural, a los que se sumarán aquellos originados por las expectativas frustradas de un régimen que prometía un cambio que no se aprecia ni se va a apreciar.

Va a llegarse a un “momento destituyente”, donde la vacancia va a estar a flor de piel de la oposición congresal. Y si en esas circunstancias, por ejemplo, ocurriese algo semejante a lo que acaba de acontecer con los ascensos militares y la destitución irregular y caprichosa de los comandantes generales del Ejecito y de la Fuerza Aérea, lo más probable es que la ola vacadora sea indetenible (el caso se ha agravado con -hasta el momento de escribir esta columna- la permanencia insostenible de Walter Ayala, como titular de Defensa).

La vacancia no es una opción deseable. Lo correcto, en términos políticos y sociales, es que Castillo dure los cinco años. Va a ser, inevitablemente, un gobierno mediocre, sin mayores logros, y que llegará exhausto al final de su mandato, pero el pueblo lo eligió, se equivocó garrafalmente, y es bueno que el país aprenda democráticamente lo que implica votar por la izquierda. Sería una gran lección histórica que una vacancia descartaría y nos asomaría, más bien, al riesgo de que en el futuro vuelva a aparecer triunfal una opción de este perfil.

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Crisis política, crisis social, Democracia, Presidente Castillo, Vacancia

Estimado lector,

¿Ha experimentado usted alguno de los siguientes síntomas en el último año? Hartazgo de la política, discusiones y alejamiento de familiares y amigos a causa de las recientes elecciones, profunda e incontrolable necesidad de calificar a personas que piensan distinto a usted con la finalidad de reducir argumentos y opiniones a etiquetas.

Si se siente identificado con uno o más de estos síntomas, no se alarme, no esta solo, se trata del fenómeno de los extremos, del que viene siendo víctima el mundo. Este mal nos ha tomado por sorpresa a muchos, aunque no debió ser así: su desarrollo ha sido lento y calculado, a la espera de que nuestra sociedad le cediera espacio para avanzar. Cada noticia falsa que difundimos sin corroborar, cada vez que utilizamos un argumento ad hominem, cada vez que dejamos el diálogo respetuoso de lado, cada vez que permitimos insultos o insultamos a una persona por pensar distinto, le damos más espacio a los extremos.

Es una tarea difícil no caer en algunas de estas prácticas, especialmente en tiempos en los que volverse “experto” en una materia está a un click de distancia. Nuestras interacciones se vuelven espacios para demostrar por qué tengo razón, pues los iniciamos teniendo ya una conclusión, independientemente de los argumentos o evidencia que nos puedan ofrecer. El problema de ceder a esta tentación es que destruimos todos los puentes de diálogo que nos permiten enriquecernos, como personas y como sociedad. Nos perdemos de recibir información valiosa que aporte nuevas perspectivas.

Pero en el plano social la pérdida es más grave aún. La polarización nos ha alejado unos de otros, arrinconándonos en nuestro extremo, llevando cada acontecimiento a una batalla de “ellos” contra “nosotros”. ¿Qué clase de país podemos construir bajo esa perspectiva? ¿Cómo podemos llegar a acuerdos y consensos que nos permitan salir de la crisis política y sanitaria que enfrentamos? No hay diálogo que resista llamados a golpes de estado, a ignorar la Constitución, a la muerte de tal o cual líder, o a justificar las acciones irresponsables de una autoridad solo porque su ideología es afín a la mía y tampoco a adjetivos que buscan descalificar de entrada a cualquier interlocutor que se encuentre al otro lado de la mesa. 

Es urgente que busquemos un diálogo empático y respetuoso, en la política y fuera de ella, que tienda puentes para acercarnos con quienes alguna vez nos alejamos. Que las nuevas generaciones escuchemos de la experiencia de quienes vinieron antes que nosotros y aprendamos de aciertos y errores pasados, y que a su turno podamos compartir nuestros planes para el futuro del país. 

Madeleine Albright, diplomática de los Estados Unidos, rescató un extracto del testimonio de una persona que formó parte del régimen Nazi, en el que comenta “entonces, un día, cuando ya es demasiado tarde, te vienen a la cabeza todos tus principios, si alguna vez los tuviste. La carga del autoengaño ha crecido hasta hacerse demasiado pesada, y un incidente sin importancia hace que todo se venga debajo de repente; y entonces ves que todo, absolutamente todo, ha cambiado, y que lo ha hecho delante de tus narices.” 

La forma de hacer política está cambiando drásticamente. De cada uno de nosotros depende si dejamos pasar las señales de extremismo al que estamos encaminados o retomamos los puentes que nos acerquen para construir democracia juntos. 

 

 Atentamente, una tibia.

 

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Crisis política, Democracia, Política

El Perú pasa por uno de sus periodos más largos de vida democrática desde su independencia. Son aproximadamente 20 años que contamos con un régimen que ha asegurado -con aciertos y errores- crecimiento económico, libertades políticas y civiles y una gobernabilidad que nos ha permitido entrar en consensos razonables.

¿Pero qué pasa cuando el régimen democrático se asienta sobre una precaria oferta política y un magro sentido de ciudadanía? Pues ese es el quid de asunto desde hace 20 años. No hemos logrado consolidar una madurez política (léase entendimiento político) que nos permita hablar de las grandes reformas que necesita el Perú en el corto, mediano y largo plazo. Hemos podido apreciar que nuestra política doméstica está permanentemente enfrascada en rivalidades canibalescas -casi tribales- en la que los puentes de diálogo funcionan cuando ya estamos al borde de una destrucción de uno y otro lado del espectro político.

En la academia se tiene como premisa que las instituciones, entendidas como reglas juego, modelan comportamientos de los actores políticos y sociales. Esas reglas de juego generan confianza -según la teoría- dado que otorgan certezas en la clase política y en la ciudadanía. Así lo pudimos apreciar -por ejemplo- en España cuando pasaron de un sistema bipartidista a uno multipartidista. Aprendieron los políticos españoles a entrar en consenso con más actores en el nuevo escenario político y los ciudadanos identificaron nuevas opciones organizativas en la que militar y simpatizar.

Algo similar podemos apreciar también en el Perú, pasamos -por estos últimos años- por ciertos retos sobre el que tenemos que hablar: como los alcances y límites de nuestro régimen semipresidencialista. En un libro que escribí hace algunos años considero la posibilidad de hablar de algunos candados que nos permitan asegurar reglas de juego claras sin estar preocupados por su quiebre.

En el país, es necesario poner en el debate público reformas que reimpulsen la gobernabilidad democrática en la que el ejecutivo no manipule las leyes o la cuestión de confianza para disolver el Congreso y en la que el legislativo no manipule las leyes para vacar presidentes.

Por otro lado, es importante entrar también en un consenso razonable -vía los espacios de diálogos pertinentes- sobre las reformas que se necesita hacer a la Constitución Política más no su recambio total. Hemos sido testigos que los líderes populistas, usando discursos de cambios constitucionales, no han hecho otra cosa que intentar la permanencia en el Estado por largos periodos de tiempo, manipulando elecciones, sino miremos lo que pasó en Venezuela y Bolivia. Y hemos sido testigos también que países avanzados y del primer mundo con estabilidad constitucional en el tiempo les ha permitido crecer económica e institucionalmente.

El Perú necesita hablar de estas reformas -entre otras- que nos permita reencauzar las reglas de juego para que se reestablezca la confianza tan dinamita por estos tiempos. Dentro de la oferta política, hay actores políticos que pueden acotar el debate y llevarlas a la opinión pública. Es lo que exige la razonabilidad que todavía podemos apreciar que hay en nuestro país.

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Democracia, Gobierno

Hoy vemos en Cuba las protestas más masivas de los últimos 30 años, en las cuales el pueblo cubano exige libertad, y el fin de un régimen cuya crisis económica se ha recrudecido con la pandemia y la falta de turismo. Lo que no vemos, sin embargo, hasta el momento en el cual se escribió este artículo, es a muchas de las voces de izquierda en el Perú que han exigido democracia en el último proceso electoral, y apoyado protestas ciudadanas contra gobiernos conservadores, condenar este régimen dictatorial, y apoyar al pueblo cubano.

Como ya hemos comentado anteriormente en esta columna, esto no es algo exclusivo de nuestra izquierda. Mientras esta condena al fujimorismo, pero escuda el fracaso del modelo cubano con “los bloqueos de Estados Unidos”, parte de la derecha peruana, que hoy condena al régimen cubano, también justificó en su momento y hasta apoyó el accionar de Trump cuando este invocó a sus seguidores a tomar el capitolio. Incluso no emiten crítica alguna a la nefasta gestión de la pandemia de Bolsonaro en Brasil, y pasan por alto o apoyan las intenciones de diversos sectores que llaman a desconocer los resultados de las elecciones peruanas.

Tal parece que, para ambas caras de la moneda, la dictadura solo es dictadura cuando viene del lado del espectro ideológico que no les gusta.

En Cuba no hay democracia. Hay que decirlo fuerte y claro. Hace más de 60 años que entró al poder un gobierno autoritario que ha restringido todas las libertades. Cuba es el tercer país con menor libertad económica del mundo (puesto 176 de 178 países), se encuentra entre los 10 países del globo con menor libertad de prensa, y en los índices de libertad humana, Cuba es considerado como “no libre”. Además, cuenta con un régimen político unipartidario.  Como si esto fuera poco, la crisis económica es devastadora: el 64% de los cubanos viven con menos de 1.11 USD al día y el 90% de la población vive bajo el umbral de la pobreza.

El gobierno cubano ya declaró que “defenderá la revolución al precio que sea”. ¿Dónde está la izquierda democrática peruana? Este es el momento para que se separen de esta dictadura con todas sus letras, y la condenen al igual que condenan el autoritarismo cuando viene de la derecha. Los esperamos.

Fuentes: Índice de libertad económica de Heritage, Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH).

*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

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Cuba, Democracia, Izquierda

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Democracia, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

Camisetas de la selección peruana, polos con el Escudo Nacional, mascarillas con inscripciones de rechazo al comunismo y banderines blanquirrojos en camionetas adornan la mañana de la segunda vuelta electoral en el distrito de San Isidro, el corazón de las clases más pudientes del país. Un panorama completamente distinto al del pasado 11 de abril, que estuvo marcado, por ejemplo, por las tardanzas y las ausencias de miembros de mesa.

 

“Las mesas terminaron de instalarse a las 9:45 am, a diferencia de la primera vuelta en la que terminaron de abrir a las 11:45 am”, cuenta un funcionario de la ONPE desde el emblemático colegio estatal ‘Alfonso Ugarte’. La misma tendencia se da en colegios como la I.E. 1051 – El Olivar y los privados Sagrados Corazones Belén y Reina de la Paz, que lograron instalar todas las mesas antes de las 8:30 am.

Para esta ocasión, acudieron 4.000 votantes más que en la primera vuelta, en la que le dieron el respaldo al ultraconservador Rafael López Aliaga . El ausentismo se ha reducido en 13%.

Para esta mañana de domingo, San Isidro -cuna de lideresas como Lourdes Flores Nano y Madeleine Osterling- tiene como favorita a Keiko Fujimori. Sudaca se dio una vuelta por esta zona y conversó con algunos de sus pobladores a las afueras del I.E. Alfonso Ugarte:

¿El polo del Escudo del Perú lo lleva por alguna razón en particular?

Porque amo mi país, no hay más razón que eso. ¡Viva el Perú, carajo!

Entendería que su voto ha sido por…

Por Keiko, por Keiko presidenta. ¡La primera mujer presidenta!

Usted considera entonces que Keiko sería una buena opción para liderar al país.

Es la única, no es “buena”. ¡Es la única y la mejor!

¿Considerando que viene siendo investigada?

Con todas sus investigaciones. ¡Me importa un carajo! Castillo no.

La vecina, que no quiso identificarse, no se ha dado cuenta, pero acaba de parafrasear a un ilustre chotano, el “doctor” César Acuña, que dijo hace poco en apoyo a Fujimori: “Por mi país hoy depongo todo. Me olvido de los actos de corrupción”.

A la escuela también acude a votar un señor, que luce un tapabocas que dice “No al comunismo”. El hombre apunta, con resignación pero mayor sensatez, que respetará los resultados finales: «Que gane quien quiera, por mi normal, si gana Castillo, ¿qué vamos a hacer? Si el pueblo quiere que gane, que gane pues».

Cerca de las 11 de la mañana, en otro punto del distrito, el expresidente Francisco Morales Bermúdez daba unas declaraciones. Acorde con los tiempos, RPP presentó al sentenciado por su participación en el Plan Cóndor como un demócrata ejemplar de la tercera edad. “A mí me tocó, con el apoyo de las fuerzas armadas y las fuerzas policiales, me tocó tener la capacidad suficiente para volver a la democracia. Esa democracia la siento yo. Una democracia equilibrada es lo que el Perú necesita, no buscar extremos”, dijo ante una amable reportera.

El discurso de defensa por la democracia fue el más repetido entre quienes apoyaron a Fuerza Popular, a pesar de que la candidata Keiko Fujimori carga con un pedido de prisión de 30 años y 10 meses por parte de la Fiscalía. Los delitos por los cuales se le acusa: crimen organizado, lavado de activos, obstrucción a la administración de justicia, fraude en procedimiento administrativo y falsedad genérica.

Resultados-San-Isidro
Al 100% de las actas procesadas en San Isidro, Keiko Fujimori obtuvo el 88.16% de los votos, mientras que Pedro Castillo obtuvo el 11.84%.

“Amo a mi patria y vamos a votar por salvar la democracia. Si gana Castillo, esperemos que sea coherente, porque hasta ahora ha demostrado incoherencia. De ganar Keiko, definitivamente tendríamos mayor tranquilidad”, dice una pareja en la cola para ingresar al ‘Alfonso Ugarte’. Cuadras adelante, monjas y ciudadanos de la tercera edad fueron recibidos entre arengas democráticas y, como mandaría la lideresa naranja, “aplausos protocolares”.

Minutos después, Sudaca se dirige al Parque Combate de Abtao, a cinco cuadras del colegio. La noticia que recogemos es que un miembro de mesa ha abandonado su aula bajo la excusa de salir a almorzar. Los vecinos están fastidiados. Tienen que esperar cerca de 45 minutos para que una persona de la tercera edad se ofrezca como voluntaria. A las afueras del colegio Reina de la Paz, algunos lamentan “el resentimiento de la gente que vota por Castillo” y repiten la consigna: “No es por Keiko, sino por la democracia”. Todos llevan camisetas blanquirrojas.

A las siete de la noche es el momento del flash electoral a boca de urna. Apenas se oye el resultado, resuenan palmas y algunos fuegos artificiales en las calles del distrito. Keiko Fujimori aparece en el primer lugar con una diferencia de 0.6% sobre el candidato opositor. El margen de error es de 3%, pero eso no parece minar la algarabía. El escenario cambia tres horas más tarde. 

El conteo rápido le da una victoria a Pedro Castillo con 50,2% frente a 49,8% de Keiko Fujimori. En San Isidro, sin embargo, el apoyo fue férreo: al cierre de esta edición, Keiko había logrado el 88.16% de los votos en este distrito. La lideresa se mantiene a la espera de los resultados oficiales en compañía de familiares y su equipo técnico que insisten en vestir la camiseta de la selección peruana de fútbol, que el pasado jueves cayó goleada 3-0.

 

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Democracia, Keiko Fujimori, San Isidro

Es altamente peligrosa la estrategia común que vienen desplegando los sectores ultras de la derecha y de la izquierda, denunciando una presunta voluntad de fraude por parte de los organismos electorales a favor de uno u otra de las candidaturas.

Es absolutamente imposible que el sistema produzca un fraude. El Jurado Nacional de Elecciones no tiene vela en el entierro (salvo para revisar eventualmente actas impugnadas), y la ONPE ha dado hasta el momento pruebas fehacientes de seriedad técnica y solvencia profesional.

Es clara la estrategia subalterna. De la derecha, que si gana Castillo haya pretextos argumentativos para que algún entorchado militar decida tomar cartas en el asunto y dar un golpe de Estado. A eso conduce tanta alharaca. Y del lado de los castillistas a justificar la turbamulta callejera que pueda desatar si los resultados le son adversos.

Ambos deben ser denunciados por irresponsables, más aún en una elección que será tan ajustada que probablemente no bastará ni el resultado a “boca de urna” ni el de “conteo rápido” dominicales para asegurar el triunfo de ninguno de los dos candidatos y habrá que esperar al conteo oficial de la ONPE que podría demorar dos o tres días.

No hay que hacer eco de las voluntades antidemocráticas de los termocéfalos de ambos sectores. Gane quien gane las elecciones, el resultado debe ser respetado y apuntar a que se produzca la quinta sucesión electoral consecutiva en el país, algo inédito en nuestra historia republicana (lo más cercano a esa circunstancia fue en el llamada República Aristocrática, de finales del siglo XIX e inicios del XX).

La democracia peruana, a pesar de su precariedad, ha sido puesta a prueba en el último lustro, y a pesar de los contratiempos, ha logrado salir airosa, como lo pudo hacer también en los tiempos turbulentos del régimen de transición de Valentín Paniagua. Confiemos en la resistencia institucional de la democracia para hacerle frente a los golpistas de ambos bandos, a quienes solo parece preocuparles su interés político menudo por encima del valor supremo del sistema democrático.

Las elecciones del bicentenario recibirán el mejor homenaje republicano si son aceptadas consensualmente por ambas partes, como corresponde. Esperemos, por ello, que al final predomine la sensatez y la racionalidad.

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Democracia, Elecciones 2021, ONPE
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