Quiero comenzar este artículo, diciendo una verdad comprobada: la sociedad peruana es joven. Y podemos decir que es casi una necesidad el tenerlo presente siempre, sobre todo al momento de apuntar a la gestión de políticas de desarrollo. Y digo esto porque, parecería que desde las escuelas, se ha olvidado (es mi percepción), el reflexionar siempre, sobre este tema, que parte de un rápido recorrido de nuestra historia. Ahí es fácil percibir que desde la época prehispánica, o la época colonial, siempre hemos sido divididos o desmembrados como población por el antojo de los grandes poderes, que en su momento dominaron nuestros territorios. Los incas por ejemplo, generaron invasiones pacíficas y/o sangrientas que permitían su control geográfico, además del otro dominio, el político-administrativo, siendo que con la presencia de los llamados mitimaes, aquellos grupos de determinadas etnias que eran reubicadas por el Imperio en otras zonas de su territorio, cumpliendo funciones económicas, sociales, culturales, políticas y militares, llegaban a todos lados. Sin desconocer que la práctica de los mitimaes podía ser tanto un castigo como una recompensa, el punto era que el desarraigo era una constante en esos tiempos. Por otro lado, ya en la Colonia las famosas reducciones toledanas, concentraban o «reducían» aldeas pequeñas y dispersas, para formar pueblos de mayor envergadura y con traza urbana, es decir también era un desarraigo. La colonia se encargó de esos divisionismos.
En la República, los inicios no fueron distintos, no hubo claro esa movilidad forzada que tendía al desorden pero sí se comenzaban a agudizar las diferencias sociales y culturales, y las zonas urbanas se consolidan y la ruralidad se hermetiza en las llamadas comunidades campesinas. Esto es historia pura, que de vez en cuando se debería revisar, la historia económica en el Perú parte por este análisis que se debería detallar más. Quizás en otra colaboración. Entonces, era pues muy difícil ir consolidando un país con la idea de serlo, dividido, desconocido y ausente, desmembrado y con la mirada al mar, costeñizado. Ya los años posteriores de una “consolidación” republicana lo muestran, guerra del pacifico, fue un ejemplo de esa división y proyecto país trunco.
La mitad del siglo XX es el inicio de un cambio y es ahí donde el Perú se comienza a conocer y a reconocer, el paso masivo de lo rural a las capitales y sobre todo a la capital limeña, marca el inicio de un nuevo tiempo. El comienzo de la construcción de un país. El Perú.
¿Por qué menciono y resumo esta parte de nuestra historia? Pues para probar de alguna forma, con esta reflexión, lo que indiqué al inicio, que nuestra sociedad es joven. Una sociedad que se comienza a reconocer en diversos campos, el cultural sobre todo, pues se masifican nuestras ciudades y todo el caos que la historia genera en nuestra construcción social, se obliga a ordenarse, a reconocerse, a aceptarse y a convivir con un mismo norte. Vemos desde aquí, que toda nuestra realidad en todos los sentidos es producto de un doble esfuerzo y seguimos en ese rumbo. Somos un país que tiene menos de cien años de encontrarse, reconocerse, tiene todas las posibilidades para, pues, poder hacerlo, encontrar un camino hacia el crecimiento.
Después de todo lo expuesto, emprender en un país joven, en pleno proceso de reconocimiento, con todas las posibilidades para descubrir e innovar, no debería ser complicado, sin embargo, no es tan fácil, en la realidad misma, es necesario contar con políticas que ayuden a hacerlo, que se comprenda este fenómeno social, que se entienda el proceso mismo de construcción de identidad. Tener menos de cien años de existencia real como país, nos presenta un gran reto a futuro, en todo sentido, en el cultural, en el económico, en el político y en lo social sobretodo.
Los momentos para comprender a la juventud, los momentos para analizar la violencia, el momento para evaluar la pobreza o las alternativas que encontramos cuando queremos terminar con la informalidad en el Perú, nos llevan a considerar los tiempos y nuestra historia que hace de nuestro país, uno en construcción. No estoy justificando errores, lo que pretendo es indicar que es tiempo de buscar enrumbar para no seguir cometiéndolos. El joven aprende, un país joven tiene aún futuro y por eso pienso yo, se podría construir ese futuro. A pensarlo.