Su nombre real fue Zoila Augusta Emperatriz Chávarri del Castillo y su fecha de nacimiento, el 13 de septiembre de 1922, aunque algunas fuentes indican que nació un día como hoy, 10. Cada aspecto de su vida estuvo envuelto por un sutil halo de misterio: ¿Nació en un pequeño pueblito llamado Ichocán, provincia de San Marcos, al sur de Cajamarca, o en la Provincia Constitucional del Callao? ¿Sería cierto que su linaje provenía del inca Atahualpa, como ella aseguraba? ¿Fueron las aves quienes le enseñaron a cantar? Aun cuando las investigaciones más recientes ya se han encargado de aclarar algunas cosas, esta aura enigmática acompaña todavía a la cantante, quien desde una edad muy temprana demostró su interés por la música y el canto lírico.
A pesar de su talento natural para cantar, la futura diva jamás logró concretar su sueño de estudiar en el conservatorio nacional, por lo que desarrolló su estilo como autodidacta. A fines de la década de los treinta, el músico y arreglista ayacuchano Moisés Vivanco (1918-1998) la escuchó tarareando unas canciones mientras ensayaba en Lima con su conjunto folklórico y decidió tomarla bajo su protección. Vivanco llevó a la joven Zoila a las principales radios y teatros de Lima, donde sorprendió al público con su amplio rango vocal, capaz de cubrir hasta cinco escalas. Esto significa que podía pasar de notas extremadamente agudas, casi como el trinar de los pájaros, a roncos rugidos graves sin dificultad alguna.
Esta particularidad la hizo medianamente conocida en el Perú como “soprano de coloratura” o “soprano lírica andina”. Sin embargo, la pareja tuvo que emigrar a Argentina para realizar sus primeras grabaciones, a inicios de los años cuarenta, y recorrió Sudamérica con la Compañía Peruana de Arte Folklórico. Posterior a ello, darían el salto a los Estados Unidos, donde realmente se inició su gran leyenda musical.
Una vez en Los Angeles, Vivanco se encargó de hacer conocido aquel excepcional y extraño talento. Bajo el nombre “Imma Sumack” –“qué linda” en quechua- se presentó junto a la contralto Yolanda “La Cholita” Rivero y Vivanco en guitarra, como el Trío Inca Taky en cuanto local se los permitiera hasta que llamaron la atención de los ejecutivos de los importantes estudios Capitol Records quienes contrataron a la pareja y la asociaron a la orquesta de Les Baxter, un reputado arreglista y director de ensambles sinfónicos. Ya como Yma Súmac, la cantante grabó sus dos primeros LP, Voice of the Xtabay (1950) y Legend of the Sun Virgin (1952), que ayudaron a establecer un género musical cargado de simbolismo étnico y sonidos innovadores denominado “Exotica”, un antecedente de lo que hoy todos conocemos como world music o fusión que combina sonidos orientales, andinos, africanos y caribeños.
Una producción en Broadway, llamada Flahooley (1952) y una película en Hollywood, Secret of the Incas (1954), en la que compartió roles con Charlton Heston, catapultaron a Yma Súmac a la cima de la popularidad, con conciertos en importantes escenarios como el Hollywood Bowl (Los Angeles), Carnegie Hall (Nueva York), entre otros. A este periodo pertenecen canciones como Virgin of the Sun God (Taita Inty), Karibe Taki o Tumpa! (Earthquake!), en las que Súmac exhibía su bizarra forma de cantar, entre la lírica zarzuelera y una galería de ruidos raros que parecían brotar de la naturaleza misma.
Pero, si hay un disco capaz de definir el carisma artístico de Yma Súmac, ese es su quinta producción oficial, Mambo! (Capitol Records, 1954), esta vez con la orquesta del reconocido trompetista Billy May, en una sucesión de contagiosas composiciones que replican la voluptuosa intensidad del mambo de Pérez Prado con tonalidades de big band y jazz, propias de la época. Canciones como Bo Mambo, Chicken talk, Indian carnaval o Five bottles mambo causaron sensación tanto por la elasticidad vocal de Yma Súmac como por la instrumentación sofisticada y telúrica cargada de metales y percusiones que invitaban a una danza que tenía de sensual pero también de magia negra, un conjuro rítmico que sacudió a los públicos de aquel entonces, quienes se rindieron ante ese torbellino extravagante de vestidos vaporosos, maquillajes recargados y conexiones con lo ancestral. “La última princesa inca” usó el mambo para conquistar al mundo. Y vaya si lo hizo.
En 1959, el disco Fuego del Ande presentó melodías conocidas del cancionero peruano. Así, sus versiones de La flor de la canela (vals), La pampa y la puna (huayno), La perla de La Chira (tondero) o A La Molina no voy más (landó), ratificaron su popularidad en el extranjero, pero en el Perú le generaron duras críticas. Ese álbum incluyó su emblemática rendición de Vírgenes del sol, composición de Jorge Bravo de Rueda. En agosto de 1960 Yma Súmac se convirtió en la primera artista latinoamericana en recibir una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Aun cuando Moisés Vivanco figura como compositor de todas las canciones, esto no es exacto. En la mayoría de casos, su participación es como arreglista, como en Monkeys (Monos), adaptación del festejo Congorito que pertenece al pianista Filomeno Ormeño; Zaña, recopilación de tonderos antiguos que realizó Alicia Maguiña; o Indian carnaval, basada en la conocida composición de Benigno Ballón Farfán, símbolo de Arequipa.
Luego de exitosas giras por Estados Unidos, Europa, Medio y Lejano Oriente y de acumular una extraordinaria fortuna, la carrera de Yma Súmac se vio interrumpida por dos situaciones: el advenimiento del rock y la subcultura psicodélica que desplazó los géneros que ella dominaba y una debacle personal devastadora, su divorcio de Moisés Vivanco tras quince años de matrimonio, en 1957. ¿La razón? El músico tenía una segunda relación y dos hijos, a espaldas de la diva. A pesar de eso, volvieron a casarse al año siguiente para mantener vivo el éxito comercial. Algunos problemas migratorios la obligaron a salir de Estados Unidos para reinventarse. Y lo logró en la Unión Soviética, bajo el auspicio del líder ruso Nikita Khrushchev, quien la hizo recorrer no solo el país sino toda Europa oriental.
Yma Súmac y Moisés Vivanco volvieron a divorciarse en 1965, esta vez de manera definitiva. Ella se dedicó a dar conciertos pero desapareció de los estudios de grabación hasta el lanzamiento de Miracles (London Records, 1972), una nueva colaboración con Les Baxter, aunque bastante alejada del enigmático sonido de sus primeros discos. Con el objetivo de reinsertarse en la escena musical, Yma Súmac se atrevió a hacer un disco de rock, que incluye una relectura en clave psicodélica de El cóndor pasa, basada en el arreglo hecho por el dúo Simon & Garfunkel de esta popular composición del huanuqueño Daniel Alomía Robles.
Pero si entre el público había un mediano consenso en cuanto a la calidad musical de Yma Súmac, en sectores intelectuales tuvo oposiciones extremadamente duras. Una de las más famosas fue la del novelista y antropólogo indigenista José María Arguedas, quien consideraba que su forma de hacer música andina “no era estilización sino deformación pura”. El musicólogo norteamericano Nicholas Limansky, en su libro titulado Yma Sumac: The art behind the legend (2008), desliza la teoría de que la cantante y todo lo que la rodeaba habría sido invención del departamento de marketing de Capitol Records.
Jorge Eduardo Eielson cuenta, en un artículo publicado en El Comercio en 1955, que, estando en un café de Positano, una pequeña villa al sur de Italia, el recordado poeta recibe a un amigo, quien le presenta al célebre compositor ruso Igor Stravinsky. Cuando Eielson le comenta que es peruano, el autor de El pájaro de fuego le contesta, visiblemente emocionado: “¿Usted es del Perú? ¡Cómo Yma Súmac!”, a lo que el limeño replicó, molesto: “¡Yma Súmac no es el Perú!”
Por su parte Marco Aurelio Denegri contó en una de sus misceláneas televisivas que la gran soprano española María Barrientos le lanzó a Yma Súmac una frase demoledora: “Ojalá usted nunca aprenda a cantar. Porque el día que aprenda a cantar, ese día habrá terminado su carrera”, en clara alusión a que sus malabares vocales no alcanzaban para considerarla una verdadera estrella del bel canto. El mismo Denegri, en su libro Esmórgasbord (2015) considera que Yma Súmac, al vivir tanto tiempo fuera del Perú, no podía ser vista como una connacional pues no sentía “lo nuestro en lo que canta”.
En los noventa, la subcultura de la música electrónica europea redescubrió a Yma Súmac, convirtiéndola en un icono de la comunidad LGTBI. Asimismo, los hermanos Ethan y Joel Cohen incluyeron la subyugante melodía High Andes! (Ataypura!) en la banda sonora de The Big Lebowski (1998), una de sus películas más conocidas. En paralelo, el tema Gopher, compuesto por Billy May para el álbum Mambo!, fue adoptado como sello personal por el conocido periodista televisivo político y farandulero Beto Ortiz. Actualmente, no hay peruano que no asocie esta canción al perfil del polémico personaje.
El año 2018, la soprano australiana Ali McGregor estrenó su espectáculo Yma Súmac: The Peruvian Songbird, en el que interpreta las mejores canciones de su repertorio. Ese mismo año, la historiadora Carmen McEvoy presentó, en el Instituto Cervantes de España, una investigación titulada Yma Súmac y Moisés Vivanco: Entre el mito y la historia, donde asegura que ambos “son la primera pareja de emprendedores peruanos e Yma Súmac la madre de las divas del huayno moderno como Dina Páucar y Sonia Morales”, algo en lo que no coincide Manuel Burga, también historiador, quien condecoró a la cantante en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, siendo rector de esa universidad: “Yma Súmac no cantaba huaynos sino que mostraba su fantástica voz. Para mí, su importancia es más similar a la de Daniel Alomía Robles, compositor de El cóndor pasa, porque también contribuyó al rescate de la llamada música inca, que se escuchaba en poblaciones rurales”.
Yma Súmac iba y venía del Perú para visitar a su familia. Pero recién en el 2006, el gobierno de Alejandro Toledo le otorgó la Orden del Sol por su trayectoria, un reconocimiento tardío pero merecido. Dos años después, la cantante falleció en Los Angeles, California, el 1 de noviembre del 2008. Tenía 86 años. Por el centenario de su nacimiento, se preparan diversos homenajes tanto en Cajamarca, su tierra natal, como en Los Angeles, ciudad donde vivió la mayor parte del tiempo. Entre las actividades figuran la construcción de un busto valorizado en 25,000 euros, a cargo del artista peruano Martín Espinoza Grajeda, radicado en Francia, que será develado en el famoso cementerio Hollywood Forever.