Brad Pitt se sube a un tren bala en Tokyo para recuperar un maletín, mantenerlo a salvo en el trayecto y entregarlo en Kyoto. En Google Maps este viaje demora dos horas y doce minutos. Pero en esta otra realidad paralela, a Columbia Pictures se le ocurrió viable un proyecto donde el tren bala demora toda una noche en llegar a su destino final. Tan bala entonces no parece.
El tren no va tan rápido como sí la decisión de Columbia en arrojar sin control una serie infinita de cameos. Ahí van Bad Bunny, Sandra Bullock, Channing Tatum y algunos más difíciles de identificar por mi. También se les ocurrió que haría gracia ver dos segundos de la sonrisa de Ryan Reynolds y pues, no, no da para tanto. Hay gente más simpática en el mundo, solo digo. No exagero si digo que todo el argumento de la película es hacerlos aparecer, como caras en TikTok.
Pero esto se trata principalmente de Brad Pitt; ergo, Brad juega a ser Pitt toda la película. Un personaje despistado, confundido y lleno de jergas y clichés. Vuela de un lado al otro en el tren tratando de salvar su pellejo mientras una colección de asesinos se infiltran a bordo, todos con la misma misión. Y así, para darle vida a una historia cualquiera, porque de algo tiene que tratar esta película, el guion toma la decisión de poner a Pitt como alguien que se salva por casualidades.
El azar es una herramienta de noble filo. Puede darle a la audiencia la sensación de impredictibilidad, porque al todo estar fuera de control, entonces cualquier cosa puede ocurrir. Pero a la larga y usado durante todo el metraje, se vuelve una estructura inverosimil. No hay motivos para que este héroe logre lo imposible y, aún así, sigue vivo. Lo único que queda cuando has elegido esta ruta es llenarte de incoherencias e imposibles, y de ser demasiado para ser cierto o posible.
Aquellos despistados considerando esta película una derivación del estilo Tarantino olvidan o desconocen el esfuerzo argumentativo de Quentin. En él hay toda clase de justificaciones demostrando lo puesto en pantalla. Desde el entrenamiento físico, hasta la coherencia mental, las decisiones hacia un objetivo, pasando incluso por explicaciones científicas y, solo algunas veces, accidentes. Tren Bala es, lejos de ello, más bien una colección de albures, eventualidades y sabrosos imposibles.
También es toda una idea de película tratando de sostenerse por sus estereotipos. Bad Bunny es un maloso mexicano en busca de venganza sin una sola línea de diálogos más que algunos gritillos; hay una colegiala inocente que debe ser una mujer en peligro, no puede ser otra cosa; un británico con mal acento del inglés y un afroamericano lleno de lisuras. También japoneses espirituales y mujeres rudas monosilábicas. Toda una colección de lugares comúnes nauseabudos.
Quizás lo más estúpido es que el personaje de Brad Pitt se haya comido un libro de autoayuda y bote todos sus mensajes Zen a diesta y siniestra. Que su búsqueda sea más bien la de mantenerse cool y chill en lugar de salvarse. Y esto juega con el verdadero argumento de la película sobre el destino y el karma. Sí, filosofía barata chorreando directo de la pantalla, para las generaciones futuras, como en TikTok.
Luego están toda una colección de trajes, peinados y tatuajes sobre los cuales se trata de explicar la historia de más de diez personajes superficiales y monotemáticos. Uno más aburrido e intrascendente que el otro. Se sirve de flashbacks para generar coincidencias entre personajes en un tiempo pasado desconocido. Se va guardando sus plot twists sin originalidad uno tras otro. Tren Bala es, al final, una colección de chistes, algunos simpáticos, la mayoría sosos.
Aún más raro es ver cómo mientras todos estos diez asesinos se disparan y pegan en el tren, los demás pasajeros no parecen darse cuenta. Tampoco el público se da tan por enterado de la violencia de la acción de esa película de género, porque las coreografías de los golpes están cortadas rápidamente en la isla de edición. Y hay demasiados efectos especiales mal colocados como para sostener la atención en lo único artístico de la película: sus artes marciales.
Y aún donde hay nada, por algún motivo inexplicable, la película logra entretener. Una vez más, como TikTok. Algo o poco, pero lo suficiente para sacarte tres o cuatro sonrisas y llevarte a un mundo extremo donde matar es normal y no hay consecuencias para nada. Como un videojuego. Al final, de eso se trata. Bulla, frases hechas, sangre y tren bala. ¿Por qué sería necesario más? Si es que esto al final vende, con unas cuántas caras conocidas de paso. Pero lamento que a nadie se le haya ocurrido una buena idea pagarle algo más a Bad Bunny y poner un soundtrack de su último disco. Quizás en Columbia Pictures las ideas no dan para tanto.