Uno de los desafíos que enfrentan las orquestas sinfónicas es cómo conectar a las grandes multitudes. Para lograrlo, suelen interpretar temas muy conocidos por la audiencia, como las bandas sonoras de películas famosas o canciones populares. Sin embargo, esto a menudo lleva a que se descuiden las obras de los grandes compositores clásicos.
Esta situación refleja un cambio en la sociedad actual, donde la atención se fragmenta y los gustos musicales se diversifican. La música clásica, que antes era venerada y ocupaba un lugar destacado en la cultura popular, ha sido desplazada por otros géneros más comerciales. Los promotores culturales, con una actitud sesgada, piensan que no será del gusto del público mayoritario.
No creo que sea así, necesariamente. Se actúa con prejuicio y nos dejamos absorber por estereotipos culturales que limitan nuestra apreciación de la música clásica. Es un error pensar que la música clásica es incompatible con la sociedad actual. Por el contrario, puede ofrecer una alternativa valiosa en un panorama cultural saturado de entretenimiento superficial y efímero. En una sociedad líquida, donde las preferencias y las tendencias cambian rápidamente, la música clásica tiene el potencial de ofrecer una experiencia profunda y duradera que trasciende las modas pasajeras.
Es importante evitar caer en el error de pensar que la música clásica ha perdido su atractivo para el público. De hecho, aún existe un gran interés por este género entre personas de todas las edades y procedencias. Es difícil no quedar inerme y sentirse abrumado ante composiciones como la Novena Sinfonía de Beethoven, La Flauta Mágica, La Cabalgata de las Valquirias o la Pequeña Serenata Nocturna.
Para fomentar el consumo de música clásica, es fundamental adaptarse a las dinámicas contemporáneas y encontrar formas innovadoras de presentarla y promoverla. La solución no consiste, por supuesto, en crear versiones edulcoradas como ‘Mozart para niños’ o ‘Beethoven para niños’, similares a adaptaciones infantiles de los grandes clásicos literarios. Todo lo contrario: el desafío radica en ofrecer al público las versiones originales de estas obras maestras de manera atractiva para las audiencias contemporáneas, sin sacrificar la calidad artística ni la profundidad de las composiciones.
Ese es precisamente el mérito de Mateo Chiarrella, quien ha escrito y dirigido la saga de Sisi y Lala, donde introduce a un público neófito al extraordinario universo clásico de la música, la ópera y el ballet.
Actualmente, bajo la dirección de Lucho Tuesta, se presenta la obra “Mozart interactivo” en el Teatro Ricardo Blume. Esta experiencia innovadora permite al público participar de manera activa en la obra, sin que esto resulte incómodo o molesto.
En «Mozart interactivo», se presentan los diferentes episodios de la vida del genio Wolfgang Amadeus Mozart, desde su descubrimiento como niño prodigio hasta su muerte. La obra es entretenida pero no plana; también muestra las penurias y contradicciones por las que pasó Amadeus, incluidos los conflictos con su padre, quien quería controlar su alma libre, así como los problemas maritales, agravados por la miseria económica, y la profunda tristeza por la muerte de la mayoría de sus hijos.
Uno de los elementos más interesantes de esta obra es que está realizada con música en vivo. El público, además de disfrutar de una interesante y amena historia, podrá empaparse de una fina selección del legado musical de Amadeus, sublime y monumental.