Los momentos críticos atizan la búsqueda de soluciones. Y eso parece estar ocurriendo, en política, en el ámbito de la centroderecha, que, por fin, parece haber entendido la urgencia de unir esfuerzos para afrontar el crucial desafío electoral y social del 2026 (nos jugamos el país en esa elección).
Desde diversos predios, fundamentalmente del aprismo, el pepecismo y el centro (Lo Justo y los morados), además de algunos connotados independientes, están acercándose a conversar sobre la necesidad de conformar pactos políticos para evitar que la fragmentación le deje la mesa servida a la izquierda radical.
Felizmente apareció una encuesta de Ipsos que demuestra que la supuesta mayoría centroderechista del país (existente entre los que tienen ya una definición tomada) se diluye cuando se toma en cuenta a los indecisos. Así, el espectro se divide de la siguiente manera: 10% de izquierda, 37% de centro, 12% de derecha, y 42% que no precisa. La conquista de ese 42% es la clave del triunfo.
El límite son Lo Justo y los morados. Más allá es indeseable una alianza. Con la gente de Verónika Mendoza ni a la esquina. Son desleales, fueron cómplices de Pedro Castillo y no aportan ningún caudal electoral. Desde el centro a la derecha, de preferencia de la vertiente liberal, se puede armar un gran frente, potente políticamente, con buenos candidatos al Parlamento, y suficiente número de cuadros tecnocráticos. Solo faltaría -he allí el dilema- encontrar al buen candidato presidencial que esté a la altura del desafío y sea capaz de enfrentar una dura campaña y plantarle cara a los elocuentes y beligerantes Antauro Humala, Guido Bellido o Aníbal Torres, entre quienes saldrá el candidato radical.
Debe reeditarse la experiencia del Fredemo, pero sin cometer los groseros errores de campaña que entonces le arrebataron el triunfo a Mario Vargas Llosa. Figuras como Jorge del Castillo, Lourdes Flores, Marisol Pérez Tello, Carlos Añaños, pueden servir de bisagra para lograr convocar ese gran frente, necesario para sacar al país del marasmo político, económico y social en el que se encuentra. Si no se ejecuta un esfuerzo de esa envergadura, estaremos perdidos y condenados a la evaporación de la democracia y el libre mercado, sabe dios por cuántas décadas.