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Fiddler on the roof: A propósito de Topol

"La banda sonora de Fiddler on the roof captura el espíritu de la comunidad judía con emocionantes progresiones que suenan a música hebrea, rusa y del Medio Oriente, estructurada en el estilo típico de las obras de Broadway, con una instrumentación preciosista de naturaleza sinfónica..."

Fiddler on the roof: A propósito de Topol

La imagen del rústico lechero judío, preguntándole a Dios por qué sus hijas rompen, una a una, con sus más preciadas tradiciones, es una de las tantas estampas que pasaron a la inmortalidad gracias a la interpretación del israelí Chaim Topol, fallecido el pasado 8 de marzo a los 87 años, casi un año después de que se le diagnosticara la enfermedad de Alzheimer. Fiddler on the roof (El violinista sobre el tejado) es uno de los musicales más famosos de la década de los sesenta. La versión teatral, estrenada en 1964, dio el salto a la pantalla grande siete años después, con una adaptación que se convirtió en la película más taquillera de ese año, por encima de otros clásicos como La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange) de Stanley Kubrick o Harry El Sucio (Dirty Harry), protagonizada por Clint Eastwood.

Topol, quien se hizo conocido mundialmente usando únicamente su apellido, fue el actor que más veces dio vida en las tablas a Tevye -más de 3,500 entre 1967 y 2009-, personaje central de esta entrañable historia. Y también lo hizo en el cine, papel por el cual ganó un Globo de Oro y recibió una nominación al Oscar, competencia que perdió frente a Gene Hackman (The French Connection). Fiddler on the roof, la película dirigida por Norman Jewison -Jesus Christ Superstar (1970), Moonstruck (1987)- logró ocho nominaciones a la ansiada estatuilla dorada, y ganó tres, entre ellas a la Mejor Música Original o Adaptada. Las partituras originales habían sido escritas por el dúo Jerry Bock (música) y Sheldon Harnick (letra) pero, para el largometraje producido por la compañía de una familia judía-neoyorquina apellidada Mirisch, fueron adaptadas, orquestadas y aumentadas por el compositor John Williams, creador de innumerables y célebres bandas sonoras como Star Wars, Jaws, Superman y un largo etcétera. El musical usó como base una serie de relatos cortos del dramaturgo israelí Sholem Aleichem (1859-1916) e inspiró su iconografía, vestuario y colores en el estilo del genio expresionista Marc Chagall (1887-1985), aunque hay quienes aseguran que al célebre pintor jamás le gustó la obra.

La banda sonora de Fiddler on the roof captura el espíritu de la comunidad judía con emocionantes progresiones que suenan a música hebrea, rusa y del Medio Oriente, estructurada en el estilo típico de las obras de Broadway, con una instrumentación preciosista de naturaleza sinfónica. La fina línea de violín que se siente al comienzo establece el tema central de la obra -“sin tradiciones, nuestro pueblo sería tan vulnerable como un violinista sobre el tejado” dice, mirando a la cámara, Tevye-, antes de que suenen los primeros acordes de Tradition, una rotunda melodía cargada de portentosos coros que describen las estrictas normas de convivencia social y familiar que rigen en Anatevka, ficticio shtetl -palabra que, en hebreo, sirve para denominar a las comunidades judías que habitan en otros países- asentado en algún lugar de lo que hoy vendría a ser Kiev, capital de Ucrania. Isaac Stern (1920-2001), violinista nacido en Polonia y nacionalizado estadounidense que fuera uno de los más destacados del siglo XX, fue invitado a grabar las icónicas líneas solistas que abren la banda sonora, editada como LP doble por United Artists Records.

Esta obra es una de las favoritas entre los amantes del género de musicales de Broadway, y su vigencia se ha mantenido inalterable durante décadas por la universalidad de sus temas centrales: el apego a tradiciones, la búsqueda de libertad, la noción de identidad, la debilidad de minorías étnicas condenadas a vivir como refugiados sin territorio fijo. Sus canciones, personajes y subtextos trascienden su naturaleza localista -antes de su estreno se pensaba que era una composición “demasiado judía” y que eso, a dos décadas de finalizada la Segunda Guerra Mundial, no garantizaba su éxito entre el público norteamericano- y son ahora patrimonio de la memoria colectiva global. De hecho, Fiddler on the roof fue el musical más representado en el circuito de teatros de Manhattan, con más de 3,200 funciones en ocho años, entre 1964 y 1972, antes de ser destronado por Grease y, hasta hoy, reaparece en las carteleras de la Gran Manzana, siempre con llenos totales.

If I were a richman es, definitivamente, la pieza más representativa de Fiddler on the roof, que el carismático Topol interpreta, con estentórea voz de barítono, sacudiéndose y ejecutando el característico chasquido de dedos tan común en danzas eslavas y mediterráneas, para decirnos todo lo que haría si tuviera mucho dinero. La pegajosa melodía ha sido grabada en varios idiomas y estilos. Los más memoriosos de mi generación -quienes bordeamos los 50- recordaremos la versión en español -Si yo fuera rico- que, de manera parcial, utilizó el comediante mexicano Roberto Gómez Bolaños “Chespirito” (1929-2014) en un capítulo denominado Un día en el teatro en que su personaje Vicente Chambón, reportero del periódico La Chicharra, está investigando la historia de un recinto a punto de ser demolido. Y los consumidores compulsivos del pop intrascendente del siglo XXI tomaron contacto -muchos, probablemente, sin siquiera darse cuenta- con If I were a richman a través de Rich girl, principal single de Love. Angel. Music. Baby. (2004), primer álbum en solitario de Gwen Stefani, ex vocalista de la banda noventera No Doubt que está, a su vez, basada en la versión que hiciera en 1993 el dúo británico de dancehall Louchie Lou & Michie One. En los noventa, el famoso cantante country Garth Brooks se unió a los Muppets para cantarla ¡Hasta las irreverentes marionetas chilenas de 31 Minutos la entonaron en su noticiero!

Sunrise, sunset es otra de esas melodías destinadas a superar el paso del tiempo por su profundo lirismo y riqueza emocional. Usando otro de los recursos típicos de los musicales, Bock y Harnick construyen un inteligente contrapunto sobre la base de una dicotomía -amanecer y atardecer- que simboliza el cambio que se produce cuando los hijos dejan de ser niños para convertirse en adultos, capaces de tomar decisiones como casarse y salir del hogar, dejar la protección de sus padres quienes, a su vez, ven sus vidas acercarse al final, en un abrir y cerrar de ojos. Esta romántica canción, que sirve de fondo a la unión de Tzeitel -la hija mayor de Tevye- y el joven sastre Motel, suele usarse en matrimonios hasta ahora. En oposición, Matchmaker, matchmaker es un divertido vals en que las hijas del protagonista se burlan de Yente, la anciana casamentera que intenta unir a Tzeitel con Lazar Wolf, un carnicero que es incluso mayor que Tevye, antes de que la joven decida enfrentar a la tradición. Ambos, Tevye y Wolf, hacen jubilosos brindis tras el acuerdo nupcial con una vertiginosa To life. Los fanáticos de la serie The Big Band Theory deben recordar aquel capítulo en que Sheldon Cooper, enloquecido por haber bebido alcohol en exceso, entona al piano este saltarín cántico de celebración y disfrute de la vida.

Estas canciones inmortales han generado también que una diversidad de intérpretes realice sus propias e interesantes lecturas. Por ejemplo, el destacado saxofonista Julian “Cannonball” Adderley (1928-1975) -uno de los músicos que grabó junto a Miles Davis el histórico LP Kind of blue (1958)- publicó, en 1964, un álbum con las principales melodías de Fiddler on the roof arregladas al jazz. Pero quizás uno de los tributos más sorprendentes e inesperados se produjo en 1999, cuando el sello independiente norteamericano Knitting Factory Records reunió a trece artistas que difícilmente podrían asociarse a la escena convencional de Broadway para grabar el CD Knitting on the Roof. En el disco, iconos del pop-rock más vanguardista versionan los clásicos Matchmaker, matchmaker (The Residents), If I were a richman (The Magnetic Fields), Tevye’s dream (Negativland), entre otros.

El impacto cultural de Fiddler on the roof tiene que ver con ese enfrentamiento entre valores considerados anticuados, anacrónicos y la modernidad que irrumpe para remecer los cimientos de aquello que se cree inalterable -los huachafos de hoy hablarían de “los efectos disruptivos” de la obra-. Esta confrontación de tradición versus cambio genera, en el contexto del libreto escrito por Joseph Stein, situaciones que incluyen romance, comedia y drama, enmarcadas en conmovedoras composiciones como Anatevka, que se escucha en una de las últimas escenas del film, cuando la comunidad debe pasar al exilio; la pesadillesca Tevye’s dream o Do you love me?, una reflexión a corazón abierto acerca de la comparación entre los matrimonios arreglados –una costumbre que persiste, por ejemplo, en la India o en países islámicos como Turquía o Jordania- y la libre elección de parejas. De repente, todo el mundo de Tevye se derrumba cuando tres de sus cinco hijas rompen una de sus leyes fundamentales: deciden casarse con quienes ellas quieren y no con quienes escojan sus padres. Una metáfora que explica a la perfección, a partir de un hecho concreto, el permanente choque generacional que ha marcado cada etapa del desarrollo social del mundo.

Topol, quien tenía solo 35 años en 1971 cuando interpretó a Tevye en el cine -usó maquillaje y rellenos en el cuerpo para verse como un hombre de 70- actuó en otras recordadas películas, como la colorida Flash Gordon (Mike Hodges, 1980), encarnando al Dr. Hans Zarkov; o For your eyes only (John Glen, 1981) de la saga James Bond, en la que hace de Milos Columbo, colaborador del espía más famoso del cine, pero quedó atrapado en aquella caracterización del atribulado y campechano lechero de gruesas barbas y trajes pueblerinos, cosa que nunca le molestó por cierto. En una entrevista del año 2015, el artista dijo: “¿Cuántas personas son reconocidas por un solo papel? ¿Cuántas personas en mi profesión son conocidas en todo el mundo? No me quejo por eso. A veces me sorprende que, al llegar a China, Japón, Francia y acercarme a las oficinas de migraciones me dicen “¡Topol, Topol! ¿Tú eres Topol?”. Claro, porque todo el mundo ha visto Fiddler on the roof. Y eso no está nada mal”.

En el año 2019 se estrenó el documental Fiddler: A miracle of miracles, en que el director canadiense Max Lewkowicz hace un recuento de cómo se gestó esta obra y cómo evolucionó hasta convertirse en referente no solo de la cultura judía sino del mundo. El film resalta las figuras del actor Zero Mostel (1915-1977), el Tevye del primer montaje de 1964, el productor original Harold Prince, quien falleció durante el rodaje del documental, y Jerome Robbins (1918-1988), director artístico y coreógrafo responsable de la impresionante puesta en escena y de secuencias como la inolvidable The bottle dance, en que un grupo de aldeanos rusos celebran bailando con botellas sobre sus cabezas -simbolizando la fragilidad de la vida como inmigrantes-, mientras la chispeante música va subiendo de intensidad hasta alcanzar niveles frenéticos. Fiddler on the roof es todo un clásico que se opone a las ramplonas tendencias del pop moderno, ajenas a las exquisiteces de una tradición musical que pugna por no desaparecer.

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Broadway, Clásicos, Fiddler on the Roof, Musicales, Topol

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