Elecciones 2021

El extremismo de los resultados electorales ha despertado un gran temor al tener que escoger entre la líder de una de las organizaciones de mafia y corrupción más consolidada del país, y un dirigente sindical que promete un socialismo estatista. El temor a ambas propuestas (y a sus coincidencias) se ha manifestado a través de un conjunto de acusaciones entre los votantes según el extremo que consideran “el mal menor” como lo llamó Mario Vargas Llosa: que si se es delincuente, terruco, clasista, racista, ignorante, fanático, paternalista, vengativo, resentido, etc.

 

La pregunta de por qué la población peruana se ha descubierto en medio de estos extremos es muy obvia: al ladrón se le perdona cuando hace obra y al ladrón que roba al ladrón, se le deben muchos años de perdón. Keiko Fujimori, de liberar a su padre y gobernar con él, tendrá la mano dura necesaria, como en la década del 90 la tuvo Alberto, para “librarnos de la pobreza y el terrorismo”, sin importar (o todo lo contrario) la inversión en clientelajes y en las tajadas correspondientes a las grandes decisiones estatales. A la otra orilla, las estatizaciones y redistribución de la riqueza a través del Estado que propone tan simplificadamente Pedro Castillo pueden llevar a desbancar al país, pero estarán muy cerca de cumplir con la justicia popular reclamada por los pobres.

 

La pobreza es entonces la causa principal y ninguna otra la que nos ha llevado a este enfrentamiento. De acuerdo con el último Reporte técnico de Unicef sobre el impacto del COVID-19 en la pobreza y desigualdad en niñas, niños y adolescentes en el Perú (2021), la población más afectada es la que se encuentra en la sierra rural, con un incremento de la pobreza al 44.5% y en la selva rural, con un incremento durante este periodo a 51.5%. Si comparamos con el 2019 la pobreza rural ha crecido cerca de un 14%. Y no sólo en el campo. En las zonas más pobres de Lima metropolitana, la pobreza ha alcanzado también el 44%.

 

Y por alguna razón, a esa pobreza se le sigue dando la espalda y se continúa estigmatizando las protestas y reacciones apelando a la ilegalidad. Un ejemplo fueron las huelgas y protestas del sector agrícola. Es cierto que el estado ha entregado una serie de bonos y de incentivos económicos, pero en las zonas rurales la crisis de la economía agrícola migratoria, el aislamiento, la reducción de los servicios públicos, primordialmente el de salud, y la caída del sistema escolar, han hecho retroceder a la población casi una década de avances.

 

Otro ejemplo es el de las invasiones de terrenos en Lima. Es cierto que entre setiembre del 2020 y enero de este año, el Congreso aprobó una populista normativa que amplía los plazos de la titulación de terrenos hasta el año 2026 y que por esa razón se favorecerá la ocupación ilegal y el tráfico de terrenos. Pero los casos que hemos visto en Lima, tanto en Chorrillos como en Villa El Salvador, nos muestran que dos de cada tres inquilinos han tenido problemas para pagar sus alquileres debido a la pandemia. Las personas que se resisten a ser desalojadas no cesan de repetir que no tienen, simple y llanamente, a dónde ir.

 

Y en medio de todo este escenario, ¿qué representantes del Estado peruano se han sentado a escuchar, a tomar decisiones y a plantear alternativas concretas a la población? ¿La policía y los funcionarios sectoriales? La justificación de que estamos bajo la tutela de un gobierno transitorio no sirve de nada ante la pobreza que, con los resultados electorales, ya no pudo ser más maquillada, silenciada, escondida.

 

Irónicamente, hoy invadido, Villa El Salvador reubicó 50 años atrás a un grupo de 350 familias desesperadas por contar con un lugar donde vivir que tomaron una zona de Pamplona con el interés comercial suficiente como para que la policía interviniera de manera violenta. Avergonzado, el Estado de la mano con la iglesia católica progresista de aquel entonces, llevó el año 1972 a las familias hacia una zona urbana planificada por profesionales, de tal forma que respondiera a la organización autogestionaria que se propuso como modelo a la población. El tener donde vivir no acabó con la pobreza, pero pudo con la dignidad. En 1987 Villa El Salvador ganó el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, entregado por ser “La práctica ejemplar para organizar un tipo de ciudad solidaria y económicamente productiva”. Ahora viven en el distrito más de 420,000 personas.

 

Los terrenos urbanos en Lima sin duda cada vez son más escasos y lejanos, pero el Estado ¿simplemente los va a desalojar para combatir el tráfico de tierras? ¿Vamos a esconder que no tienen siquiera un lugar dónde dormir y dejaremos, como en las zonas rurales, que vean con un par de bonos al año cómo sobrevivir? Al menos en las comunidades más alejadas siempre hay un techo que ofrecer a la familia, esa que observa cómo sus niñas y niños han perdido ya dos años de formación escolar.

 

En este marco no es difícil imaginar por qué ambos candidatos se encuentran disputando la Presidencia de nuestro país.

 

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Elecciones 2021, Keiko Fujimori, Voto

Ninguno de ellos volverá a ser el mismo luego de las marchas de noviembre pasado que tumbaron el breve régimen de Manuel Marino. Pacha Sotelo perdió a su hermano Inti; Percy Pérez se prepara para una cuarta operación luego de que una canica perforara su intestino y pierna derecha; y Carlos Ezeta tiene que lidiar con las consecuencias penales de haber agredido a un congresista. Ahora deben decidir si darle su confianza a la misma clase política que los obligó a tomar las calles en plena pandemia.

Para ellos, la crisis política de fines del año pasado continúa. Nada cambió realmente después de la renuncia de Merino. Sudaca conversó con los tres jóvenes, protagonistas de la llamada Generación Bicentenario, para comprender su frustración y las opciones que barajan de cara a la votación de hoy.

 

Pacha Sotelo: “La muerte de mi hermano nos salvó de un personaje ignorante”

 

Inti Sotelo Camargo (24) fue una de las víctimas mortales en la marcha contra el breve gobierno de Manuel Merino el pasado 14 de noviembre. Pacha, su hermano mayor de 26 años, cuenta que la vacancia fue apenas la gota que derramó el vaso. “Se les había elegido para algo, pero ellos blindaban personajes y obstruían investigaciones. Era una guerra que no tenía fin. Luego, el nuevo Congreso promueve la vacancia en un contexto que no correspondía. A pesar de la pandemia, ese hartazgo generalizado te obliga a salir”, explica Pacha, que también asistió a la movilización, aunque con otro grupo de manifestantes.

Esa noche, su hermano murió de cuatro perdigazos en el pecho. Pacha Sotelo está seguro de que las muertes de su hermano y Bryan Pintado -además de los heridos- no fueron en vano. “Nos salvaron de un personaje ignorante que no sé qué hubiese hecho en el poder”, comenta.

Esa idea es para él y su familia un cobijo. Pero una cosa no le deja de doler: sentir que el objetivo no se cumplió más allá de la caída de Merino. “El mensaje principal de las marchas ha quedado a medias. Se trataba de tener empatía, ayudarse. Unión sin ideologías. Es algo que, lamentablemente, la política se ha encargado de romper”, reconoce Pacha.

 

Pacha Sotelo
Pacha Sotelo, el hermano de Inti. Fuente: César Campos.

 

Con decepción, cuenta que en diciembre se enteró de que Somos Perú había reclutado a un grupo de jóvenes que asistieron a las marchas. Luego, vio lo mismo con Avanza País y Podemos Perú. Era el efecto de las elecciones. “Son los [partidos] golpistas, no tiene sentido, me decía. Luego, viendo sus perfiles, descubro que tienen amigos o conocidos que postulan al Congreso por un partido que estuvo en contra de las marchas”, comenta.

Pacha ya tiene casi definido por quién votar este 11 de abril. Para el Congreso, por el Partido Morado; y para la presidencia, por algún partido de izquierda. Aunque aún no sabe cuál. El ‘terruqueo’ del que ha sido víctima estos meses lo ha llevado a identificarse con ese espectro político. “La misma gente que me ha jodido a mí lo hace con los movimientos de izquierda. Yo veo lo que dice la gente de ultraderecha y me siento identificado con los insultos [que ellos lanzan], porque me lo han dicho, sin serlo”, dice fastidiado.

La familia Sotelo Camargo, sin embargo, tiene otra prioridad. La investigación que inició la Fiscalía por la muerte de Inti y Bryan está estancada, porque la burocracia no perdona. El fiscal Yoni Soto Jiménez, de la Tercera Fiscalía Supraprovincial de Lima, asumió el caso en noviembre y dilató el proceso. “Yo a él le presenté 3 testigos claves en diciembre, estamos abril y hasta la fecha no los citan a declarar. Se dedicó a interrogar policías, a conocer su versión. No hubo equilibrio ahí”, denuncia Pacha.

En enero, el caso pasó al despacho de Jhousy Aburto Garavito, flamante fiscal de la Primera Fiscalía Penal Supraprovincial de Lima para que se dedique exclusivamente a este proceso. Sin embargo, según Pacha, se demoró un mes y medio en revisar los 28 folios del expediente. “Es urgente que se agilice la investigación. Estamos en peligro de que esto quede para un siguiente gobierno”, reclama Pacha. Hasta entonces, Inti no descansará en paz y él tampoco. Sin importar quién ocupe Palacio de Gobierno.

 

Percy Pérez: “Van a entrar las mismas personas que nos roban (…) Ninguno merece mi voto”

 

Percy Pérez fue uno de los primeros heridos que dejó la represión policial en noviembre pasado. Sin piedad, uno de los agentes le disparó una, dos, tres veces hasta que lo tumbó. Una canica perforó sus intestinos y la vena ilíaca de su pierna derecha. Desde aquel fatídico jueves 12 de noviembre, Percy ha pasado por tres operaciones de riesgo, pero todavía no puede caminar sin que se le hinche la pierna como una pelota. “Fue mi primera marcha. Ni siquiera fue mucho tiempo porque llegué y a los 15 minutos salí herido de ahí”, cuenta, mientras lanza una risa sarcástica.

Percy decidió marchar porque estaba harto de la injusticia y el robo de los políticos. Pero en realidad perdió su fe en la clase política peruana mucho antes de ser víctima de la represión. “Yo no voto desde los 18 años. Mi padrino, que en paz descanse, me crió enseñándome política. Ninguno merece mi voto porque no me representan”, asegura. Su drama personal le dio todavía más razones para quedarse en casa este 11 de abril.

Como Pacha Sotelo, siente que las marchas no lograron su objetivo y la opinión pública se olvidó de lo que pasó en noviembre, él incluido. “Ahora van a entrar las mismas personas que nos roban. Se han hecho de la vista gorda con todo lo que pasó”, reclama el joven bartender.

 

Percy Pérez
Percy Pérez sigue luchando para recuperar la normalidad en su vida. Fuente: Omar Lucas.

Percy actualmente se prepara para su cuarta y última operación. De los seis metros de intestino delgado, solo le queda uno y medio. “Tengo una ileostomía, o sea, un pedazo de mi intestino sale por el lado izquierdo de mi abdomen. La última operación es para reincorporar eso”, explica. Luego tendrá que hacer rehabilitación durante un año y medio más. Pero la tortura no termina ahí. Cuando sea mayor, será operado nuevamente para revisar el estado de su intestino.

A su padecimiento se suma la decepción, porque las promesas del gobierno de Sagasti quedaron en el aire. “Económicamente no me han dado nada. Solo me dijeron que habría un reembolso con las boletas”, cuenta decepcionado. Su madre se ha comunicado con el Ministerio del Interior para pedir una beca de estudios y trabajo hasta que pueda recuperar su vida normal.

 

Carlos Ezeta: “Lo de noviembre puede volver a pasar. No mucho ha cambiado realmente”

 

A su bandeja de entrada llegan consultas como esta: “¿Carlos, ahora por quién votamos?”. Desde el pasado 9 de noviembre, su cuenta de Instagram empezó a ganar miles de seguidores. Ese día Carlos Ezeta, de 24 años, estampó un puñetazo en el rostro al congresista de Acción Popular Ricardo Burga, cuando este declaraba a los medios luego de que el Congreso vacara al entonces presidente Martín Vizcarra. El episodio alimentaría las marchas de los días posteriores.

Ezeta supo enseguida que lo que hizo estuvo mal. Pasó dos noches en el calabozo y luego se disculpó públicamente con Burga. No pudo estar presente en las jornadas donde fallecieron Inti Sotelo y Bryan Pintado, pero sí asistió al velorio de este último. “Lo que hice tomó notoriedad. Tenía que salir adelante para ser esa voz que muchos jóvenes me pedían que sea para ellos”, dice.

El congresista Burga no inició un proceso en su contra. La Fiscalía, sin embargo, le abrió de oficio uno por lesiones graves. Por ese delito Ezeta podría pasar entre 6 a 12 años en la cárcel. El joven, productor publicitario, cree que la severidad del Ministerio Público es desproporcionada. “El perito que presentó la Fiscalía dice que fueron lesiones graves, con huesos rotos en la nariz, pero no tiene sentido. El golpe fue en el pómulo. También dicen que fueron 25 días de descanso médico. ¿Cómo explicas eso? Si al día siguiente Burga estaba de lo más normal aplaudiendo a Merino en su juramentación”, reclama.

 

Carlos Ezeta
Carlos Ezeta disculpándose con el congresista Ricardo Burga luego del incidente del 9 de noviembre. Fuente: Johann Klug.

 

Mientras enfrenta un proceso que podría acabar con los mejores años de su vida, Ezeta tiene otra misión: incentivar el voto informado de la generación con la que salió a marchar. “Trato de decirles que luchamos y ganamos, que sacamos a Merino y les dimos una lección. Ahora lo que podemos hacer es tener un voto consciente. No pido más que eso: voten por quien quieran, pero de manera informada, sabiendo el historial de esos partidos”, ruega Carlos.

Él mismo admite que aún no tiene candidato presidencial. Tampoco lo revelaría para no influenciar a nadie. Escoger, para él, es una apuesta por quién te decepcionará menos. “Hay 18 candidatos y ninguno realmente representa a todos los jóvenes que salieron hartos a marchar en noviembre. Toca votar por el menos malo, como siempre”, comenta.

Visto el elenco de candidatos, Ezeta advierte que su generación podría tomar las calles una vez más. “Lo que pasó en noviembre puede volver a ocurrir en cualquier momento. No mucho ha cambiado realmente”, termina. ¿El Perú es un hervidero luchas inconclusas? La frustración de tres jóvenes parece responder a esa pregunta.

 

**Fotomontaje por Leyla López

Fecha de publicación: 11/04/2021

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Carlos Ezeta, Elecciones 2021, Inti Sotelo, Percy Perez

No se pueden entender las cifras de anoche sin un balance de la primera vuelta. Las huellas de un país debilitado y fragmentado, la carrera que se centró más en Lima y la falta de una estrategia para pensar el país nos dejan una segunda vuelta muy complicada.

 

Llegó la segunda vuelta. Llegó la primera encuesta que es como una línea base para entender de dónde parten y cómo parten los candidatos. Lo único bueno es que ya no habrá outsider posible. En el resto, más sombras que luces.

 

Lo primero que debemos decir es que la encuesta deja a los candidatos mal que bien como quedaron en la primera vuelta. Una diferencia razonable para Castillo y una segmentación que ya se había advertido pero que siempre divierte por todo lo que genera en Twitter y Facebook.

 

Lo segundo es que comprueba algo que ya habíamos mencionado en este mismo espacio: somos más de un país. No cabe ninguna duda de ello. Las diferencias que hay entre Lima y el resto de las regiones es demasiado profunda como para que dejar de mencionarlo.

 

 

El peso que tiene Lima es muy fuerte para algunas candidaturas y muy débil para otras. Beingolea, López Aliaga, De Soto, Guzmán, Forsyth y Urresti consiguen la mayoría de sus votos de la capital. Mientras que Castillo de lejos, pero Lescano y Acuña también, tienen un caudal afuera de Lima muy importante. Fujimori y Mendoza presentan un peso más equilibrado en función a la distribución real de Lima (poco menos de un tercio del total).

 

¿Qué nos dice esto? Que algunos se tomaron estas elecciones como si hubiesen sido para la alcaldía y no para la presidencia. El no generar adhesiones fuera de Lima habla de incapacidad para entender lo que se necesitaba o campañas muy mal enfocadas.

 

Mucho se habla del anti establishment. Pero también cabe otra pregunta. ¿Es posible pensar que si algún candidato quería “salir” de Lima y escalar, tal vez encontraba eco? ¿No será que eso que llamamos el centro, se refiere más al centro del país, pegado a Larcomar, antes que a una propuesta programática? Seis candidatos peleando el voto de Lima, previsible que más del 70% restante quedara ahí, volátil.

 

Yo quisiera detenerme en APP un segundo y considerar que es la tercera fuerza en el Parlamento, con una votación mayoritaria en regiones fuera de Lima. Siempre estuvo subregistrada. Elección tras elección. Y siempre está en la foto. No le alcanzará para que Acuña sea presidente jamás, pero vaya que logran ser una fuerza electoral con sensibilidad y olfato. Pero es más cómodo el meme.

 

Adicional, veamos las diferencias que explican el triunfo de Castillo. Si Lima estuvo atomizada, hubo regiones en las que Castillo sencillamente arrasó. Y los “limeños” no existieron. Con menos peso poblacional pero con porcentajes más contundentes:

 

Pero vamos por partes. Un primer detalle es que si bien hay una diferencia notable entre los dos candidatos, que no se ha visto en encuestas previas de segunda vuelta, no hay nada dicho y faltan varias semanas. A ver si dejamos de hiperventilar un poco. Los 11 puntos no significan en esencia nada de cara a la elección y mucho de cara a la interpretación.

 

Veamos algunos detalles que nos permiten comprender mejor -desde la primera vuelta- estos números de anoche. Lo primero que mencionábamos es lo que representa Lima para los partidos y candidatos. Tuesta señalaba anoche en Cuarto Poder cómo la capital iba perdiendo peso en las últimas décadas. Ahora lo podemos ver con claridad:

 

Este cuadro presenta la distribución proporcional de los votos entre Lima y Huancavelica. Sobran comentarios, ¿verdad?

 

Sumado a esto, la importancia del candidato o la importancia del partido se han puesto de manifiesto y poco se está notando esto. Si el Partido Morado pasa la valla es por el peso de su lista congresal y a pesar de su candidato. Ni qué decir de Somos Perú. El siguiente cuadro lo muestra:

 

¿Qué nos quiere decir esto? Que en el caso de Somos Perú, por ejemplo, la votación por el Congreso alcanza hasta el momento casi tres veces más que la presidencial. En el caso del Partido Morado, casi dos veces más. Caso contrario es el de De Soto, Castillo y López Aliaga, que han sido candidaturas más presidenciales. En estos casos, su votación congresal alcanza solo la mitad de su voto presidencial. Por ellos hubo voto cruzado por montones.

 

En cinco años dos candidatas repiten su postulación. Fujimori, con Fuerza Popular en el 2016 obtuvo poco más de 6 millones 100 mil votos. Veronika Mendoza, en ese entonces con el Frente Amplio, obtuvo cerca de 2 millones 900 mil votos. En el 2021 Keiko obtiene casi 1.9 millones y Mendoza 1.1 millones. El 30% y el 38% de lo que obtuvieron hace cinco años.

 

Pero además en relativos, con esos votos Fujimori obtenía el 40% de votos válidos y Mendoza el 19%. Hoy esos porcentajes se hicieron 13% y 8% respectivamente. ¿Qué pasó? ¿Por qué no los cuidaron? Es más fácil entender el retroceso de Fuerza Popular por su papel en el Congreso. Pero ¿Mendoza? Nunca creció en la campaña, como notamos tantas veces. Una involución muy importante. Como también la es la mayoría de votos congresales con respecto a hace un año:

 

Los que han incrementado significativamente su votación con respecto a hace un año han sido aquellos partidos y movimientos que en 2020 n o contaban con los líderes que hoy sí: Lopez Aliaga, De Soto, son ejemplo de ello. Y Castillo ha sabido hacer crecer geométricamente la votación para el Congreso. Fuerza Popular y Juntos por el Perú orgánicamente mantienen su voto 2020. Pero casos como el Frepap, el Partido Morado, Podemos y hasta el mismo Acción Popular son interesantes para estudiar. Se desploman de mala manera. No incluimos a PPC pues con los problemas que tuvo con su lista en Lima era evidente que se iba a caer.

 

En resumen, lo que la primera vuelta nos deja nos permite entender mejor por qué el resultado de la encuesta de ayer. Un país dividido que no se entiende entre sí. Élites cuyas apuestas no se entienden. Elecciones muy recientes de las que no aprendieron nada. En cada caso, los que no están en esta segunda vuelta tienen que mirar hacia adentro y ser autocríticos. Todos los perdedores perdieron por su culpa, no por los demás.

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Elecciones, Elecciones 2021, ONPE

Como dice el refrán, “vox populi, vox Dei”: la voz del pueblo es la voz de Dios.

 

En estas semanas turbulentas hemos visto aflorar los más variados detritos contra diversos candidatos. No es algo raro. Son tiempos tensos, agravados por la peor crisis que atraviesa el país desde la guerra con Chile y los años de la violencia terrorista (tanto la de los grupos subversivos como la del estado). Nos estamos jugando, pues, en estas elecciones cinco años más de esa continuidad neoliberal que se ha impuesto desde hace décadas o la posibilidad de un cambio que atienda las necesidades urgentes de la mayoría, no solo en términos de la pandemia y sus más de 150 mil muertos debido a la precariedad de los servicios de salud abandonados por el estado, sino también de otros servicios como la educación, la alimentación, el agua, el desagüe, la electricidad, la conservación del medio ambiente. Es decir, todas aquellas necesidades básicas cuya atención llevaría a nuestro país asalir de su condición subdesarrollada.

 

La postergación de la mayoría no pudo ser paliada por el relativo crecimiento económico que disminuyó la pobreza durante el segundo gobierno de Alan García (2006-2011). Nuestra dependencia de los precios de las materias primas en el mercado internacional nos tiene sujetos a esas fluctuaciones que de la noche a la mañana vuelven a empujar a cientos de miles de peruanos a la pobreza de la que apenas empezaron a salir. En otras palabras, el mentado “chorreo” neoliberal no funciona si el país sigue siendo profundamente dependiente de los intereses extranjeros y del robo y la corrupción generalizados dentro del mismo estado.

 

Traigo estas reflexiones porque me preocupa que haya sectores que han expresado su rechazo visceral a algunas candidaturas, tildándolas de irracionales, terrucas, resentidas y otras joyas. Es decir, amenazando con desconocer los resultados de las elecciones si estos no favorecen a sus candidatos, especialmente los que representan la continuidad neoliberal.

 

Hago, pues, un llamado profundo a todos mis compatriotas a respetar los resultados de las elecciones. Ganen quienes ganen en esta primera vuelta, serán resultado de la opinión y el apoyo libres que la mayoría expresa. En esto consiste la democracia representativa. Pero también hay que considerar que ese voto mayoritario tiene la aspiración de que la democracia formal se transforme en una verdadera democracia participativa, en que los programas sociales y la organización desde el pueblo ayuden a alcanzar una vida digna para todos los peruanos.

 

¿De dónde saldría la plata para financiar los programas sociales? ¿No caeríamos en el viejo estatismo de probada falencia? Uno de los candidatos ya ha expresado claramente su estrategia para mantener mayores capitales dentro del país y financiar así el bienestar de la ciudadanía en su conjunto, no solo la de los más ricos. Que su plan sea viable o no a simple vista es otra cosa. Ese candidato (el profesor Pedro Castillo, a quien ya he expresado mi apoyo anteriormente) tendrá que demostrar su sentido de la realidad y su capacidad de concertación si resulta ser, como parece, uno de los finalistas en las jornadas de hoy. Tendrá que demostrar también que su arraigo en provincias y en los conos urbanos se exprese de manera constructiva, reivindicando la historia del campesinado y los demás sectores trabajadores sin llegar a un revanchismo antilimeño.

 

Sé que escribo esto en un medio periodístico bastante allegado al modelo neoliberal y al consuetudinario centralismoperuano. Por eso agradezco la amplitud de Sudaca.pe para reflejar opiniones desde distintas trayectorias étnicas y políticas. Lo más importante de todo es que respetemos, tirios y troyanos, los resultados del voto popular, que es la voz de Dios.

 

Es nuestra única esperanza de construir un país moderno y cada vez más justo.

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11 de abril, Candidatos, Elecciones 2021

Hoy perderemos las elecciones, o, de algún modo, las ganaremos. El punto es, en el fondo, el mismo. Este proceso electoral comenzó sin una clase política que sustentase las candidaturas presidenciales y a las pseudo organizaciones que las secundan. Bajo esa premisa ¿qué resultado podríamos esperar?

 

Es por eso que a los candidatos se les ha complicado tanto pasar el 10% en las encuestas. Antes teníamos caudillos que encandilaban a las multitudes y que simulaban llenar el enorme vacío institucional de una república de papel; hoy esos caudillos no están más. Y en el fango de la impresentable catadura moral de sus émulos, cada quien decidió mostrarse como es y con absoluto desenfado ¿podría entonces esperarse otra reacción ciudadana?

 

Sin embargo, dentro de este esquema hay quienes jugaron sus cartas con inteligencia. Los tres candidatos alrededor del fujimorismo fueron una magnífica estrategia electoral, juntos aglutinarán alrededor del 30% de las preferencias y es posible que al 40% de la representación congresal o un poco más, nada mal. La idea es llevar a Keiko Fujimori a segunda vuelta, pero no importa tanto si quien la alcanza es Jhonny Lescano de Acción Popular, independientemente de las intenciones del semi-carismático político puneño. Lo cierto es que su bancada será sinérgica a sus tres análogas fujimoristas y, de esta manera, obtendrán la mayoría congresal y, muy probablemente, la presidencia del Perú. Era cuestión de marketing político, no de tumbarse presidentes, aprendieron en el camino.

 

Del otro lado de la vereda, la izquierda se ha convertido en dos izquierdas; la convencional y limeña, a pesar de su candidata cusqueña, y la antisistémica, contestataria e invertebrada. La más genuina en el fondo, y no por izquierda, sino por expresar el visceral rechazo a todo lo que hemos visto los últimos cinco años, a congresistas y políticos defender y blindar la corrupción, y sin mascarilla, a pesar del Covid. Pedro Castillo es cuestión del azar, no la indignación tras él.

 

Al medio no sabemos qué pasará, de momento prefiero hablar de los extremos y sus significados. Parece que finalmente quienes tanto han buscado la “estabilidad de la corrupción” están a un paso de obtener el preciado botín estatal y esta vez sin disparar una bala, ni cegarle la vida a ningún joven al que le sobraban los principios. La alternativa es que, para la segunda vuelta, la indignación sea tal que supere en número a los que mañana saldrán gritando acalorados que “si gana Castillo me voy del país” y acabemos con él en Palacio el 28 de Julio, con una bancada importante con el apoyo de Juntos por el Perú, y eventualmente el de otras centristas, pero muy probablemente sin alcanzar la mayoría.

 

Y entonces de nuevo la danza del “corre que te vaco” pero con ribetes de guerra civil, o a lo mejor hoy voten menos del 50% y posterguemos todo para más adelante, e inclusive posterguemos el Bicentenario. Mejor el 9 de diciembre de 2024, 200 años de Ayacucho. Tal vez y entonces finalmente habremos parido una república o algo que mediamente se le parezca; o sencillamente, habremos aplazado para más tarde el mismo desenlace.

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11 de abril, Daniel Parodi, Elecciones 2021

Hay diversas variables contrapuestas que se cruzan en la elección de hoy. Conservadurismo versus liberalismo; democracia versus autoritarismo; estatismo versus libremercadismo; corrupción versus anticorrupción (esta dicotomía está cada vez más devaluada luego de conocer el destino de quienes se erigieron en paladines de la moralidad). Por alguna de ellas o su sumatoria, muchos ciudadanos decidiremos nuestro voto.

Haciendo expresión manifiesta de mis filtros, considero que en estos momentos es el tema económico el fundamental. No es el único, pero es el principal junto con el talante democrático del candidato. La pandemia ha destrozado la economía y ha sumido a millones de peruanos que ya habían logrado ascender a la clase media nuevamente en la pobreza. Y la pandemia no tiene cuándo acabar, siendo lo más probable que la crisis dure todo este año.

Se va a necesitar de modo urgente, para librarnos de las consecuencias funestas de la pobreza (delincuencia, anomia, autoritarismo, corrupción, violencia familiar, etc.), que quien nos gobierne despliegue un shock de inversiones privadas, capaz de movilizar el aparato productivo nacional y echarlo a andar.

Por cierto, hay que aprender de las lecciones del pasado. No basta con crecer. Lo hemos hecho en veinte años: a despecho de gobernantes mediocres o corruptos, se ha logrado reducir la pobreza como nunca antes en nuestra historia republicana.

Pero a tales gobiernos no les importó el desastre de nuestra salud pública (y su superlativa incidencia en la capacidad de inserción ciudadana al sistema), lo paupérrimo de nuestra educación universal y gratuita, la desgracia lacerante de la inseguridad ciudadana sobre todo en las zonas más humildes del país, y la corrupción endémica de nuestro sistema judicial (que también golpea, más que a nadie, a los pobres).

Esas reformas hay que hacerlas con sentido de urgencia. Pero ninguna de ellas será viable si no se sustentan en una economía en crecimiento que alimente las alicaídas arcas fiscales. La economía es hoy en día la madre de todas las batallas.

Por eso cabe la invocación de votar por aquellos candidatos que garanticen ello. Manteniendo alertas las salvaguardas de los otros criterios de decisión, lo indudable es que apostar en estos momentos por experimentos populistas o radicales estatistas es asomarnos a un abismo del que nos demoraremos décadas en salir.

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11 de abril, Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur
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