Elecciones 2021

¿Pudo Keiko Fujimori ganar en las urnas lo que hoy pretende su staff de abogados ganar en la mesa? Al cierre de esta nota, con el 99.440% de actas contabilizadas, la diferencia entre ambos candidatos era de 173.707 votos en territorio nacional y 71,455 si contamos los votos del extranjero. Ambas cantidades representan menos del 10% de las personas que no votaron en las regiones en las que el fujimorismo tuvo mayoría.

 

En Tumbes y Piura, por ejemplo, donde el fujimorismo alcanzó las preferencias de más del 60% de la población, aproximadamente 378.000 personas no acudieron a las urnas. Una cifra que está lejos de los más de 594.000 que faltaron en las regiones de Lambayeque y La Libertad, donde Fuerza Popular alcanzó más del 50% de las preferencias.

Lima y el Callao merecen una mención aparte. En ambas regiones el fujimorismo arrasó, pero ¿pudo ser aún más importante este bastión para los intereses de Fuerza Popular si las más de 1.800.000 personas que se ausentaron acudían a votar?

Mientras los ausentes en regiones donde ganó Fujimori sumaron 3.332.139; en las del profesor suman 2.434.480. Es decir, 897.659 personas menos. ¿Cuántos votos pudo haber sumado Castillo si los más de 492.000 votantes ausentes de Puno, Huancavelica y Cusco, por ejemplo, donde el candidato sacó más del 80% de las votaciones, hubiesen acudido a las urnas?

Como fuese, el mapa del Perú se tiñó de rojo. Pedro Castillo venció en un mayor número de regiones y obtuvo un porcentaje contundente en varias de ellas, como ya hemos mencionado.

Por el lado de Keiko Fujimori, si bien no alcanzó a pasar el 70% de los votos en ninguna región, logró obtener el 64.60% en Lima, el equivalente a 3.965.876 votantes. Un número significativo que influyó en que la segunda vuelta terminara siendo bastante apretada. Su bastión, cómo no, fue San Isidro, donde obtuvo el más del 88% de las preferencias. Pero en San Juan de Lurigancho, el distrito más poblado de la capital, la cosa fue más reñida. Keiko obtuvo el 58% de los votos, mientras que Castillo, poco más del 41%.

 

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Corresponde al gobierno de Pedro Castillo empezar a revertir lo que llamo la degeneratividad de la economía peruana, que se origina, como la mayoría de nuestros males históricos, en la el proceso colonial, cuando lograron hacernos sentir inferiores, y por ello añorar el destino material ajeno sin considerar nuestro territorio y demografía. Degenerativo, en medicina, es aquella situación en la que un cuerpo empeora constante e incrementalmente – en algún momento de modo irreversible – a causa de exponerlo a contextos y hábitos reiterativos que violentan su sistema inmunológico, que son sus capacidades adaptativas frente a los peligros virales y ambientales del entorno, las fuerzas que lo regresan al equilibrio vital. El cáncer, la diabetes, el lupus, y muchas otras, son padecimientos de este tipo.

El sistema inmunológico de toda economía es su matriz y capacidad productiva, porque de ella depende su nivel del empleo y su interacción con el mundo. En el equilibrio más adecuado, tendremos cantidad y calidad suficientes de puestos de trabajo, de modo sostenible en el tiempo y según el patrón cultural de cada contexto.

Nuestra economía republicana es degenerativa porque siempre hemos pretendido un capitalismo occidental para el que no tenemos las condiciones territoriales e insumos necesarios. No sólo fracasamos en todos los intentos, sino que deterioramos – cada vez más – lo más importante de nuestra inmunología, lo único que puede aspirar a buen, cuantioso y sostenido empleo: la manufactura y la economía rural. A la primera se le deja a su suerte en un mercado que la aniquila, o se le quiere poner en una velocidad competitiva que le resulta inviable. A la segunda siempre se le ha visto como atraso disfuncional o geografía para grandes negocios, y codiciado como mano de obra barata. Nuestro equilibrio óptimo de bienestar depende de cuánto logremos revalorar y desarrollar estos dos sectores, no de descollar en exportación de materias primas, construcción o servicios de telecomunicaciones, que son negocios multimillonarios pero dan empleo de calidad a muy pocos. La historia es bastante elocuente, incluso cuando en este espacio no se pueda ser muy prolijo.

La economía que éramos, entre 1821 y 1850, da cuenta de lo lejos que andábamos de un capitalismo básico, con industria localizada en el Perú y trabajadores civiles asalariados. Y también hace notar cómo malentendíamos nuestro territorio y subestimábamos nuestra economía rural. En ambos está el germen de la futura degeneratividad. Tras 20 años de guerra y en crisis de  comercio exterior debido al nuevo protagonismo exportador del virreinato del Río de La Plata, éramos un país pobre, en general deteriorado, y con muchos de sus grandes comerciantes recién expulsados. No hay instituciones económicas para entonces: el sistema monetario es caótico e insuficiente, y no tenemos bancos sino prestamistas informales. El Estado recauda muy poco y el sistema judicial está abandonado y sin normativa vigente. El territorio nacional tiene aglomeraciones muy pequeñas y bastante desintegradas, porque en la costa hay dificultades para el uso de la rueda en tramos largos, el transporte marino es mínimo y hay un solo puerto. Pese a ser el 80% de la población (1.6 millones), la sierra está casi desvinculada del llano costero, debido a las dificultades de su geografía para el acceso y el transporte no animal. La selva no pasa del 4% y está casi absolutamente aislada. La costa es el resto.

Sobre esta evidente insuficiencia, se forman dos economías: un mercado urbano (comercial y primario-exportador), y las actividades agropecuarias de las comunidades rurales, que son el 61% de habitantes del país. El primero es una reducida red de medio millón de peruanos, cuya élite social – de consumo importado – alcanza a 160 mil personas (el 10% blanco de la población). El resto urbano es pobre y apenas posee de monedas, por lo que vive del trueque. No hay dinero ni conocimientos para la inversión industrial, ni hay volumen poblacional para una buena demanda demanda. Tampoco capacidades: no más del 20% de la población es alfabeta. Tres circuitos desconectados conforman esta dinámica: el de Lima – Costa Norte de entonces débil agro-exportación (tenemos permanente déficit en balanza de pagos) y sistema hacendario; el de Lima – Cerro de Pasco de minería argéntea y comercios de comida, ganado, lana y aguardiente, y el de la sierra sur, que interactúa con Bolivia e incluye a Puno, Cusco y Arequipa, vinculados por los negocios de lana, ganado, obrajes textiles y sastrerías. En estos dos últimos circuitos participan algunos latifundios poco productivos, abandonados en la guerra previa. La mano de obra es esclava o yanacona (sirviente) en todos los casos. La segunda y mayoritaria economía de nuestra post-independencia es la de las comunidades rurales, que son auto-suficientes, sólo comercian para conseguir monedas y poder tributar (algunas lo hacen con fines de acumulación), y se abastecen en ferias del trueque. Estas,  desde el principio, son vistas como una rémora para el progreso y un desperdicio frente a las necesidades urbanas de mano de obra. Y como el orden criollo no puede tomar sus territorios (casi siempre en lejanas y escarpadas alturas) o traerlos, decide olvidarlos. Todos asumieron – y asumen – rezago e irracionalidad ahí, porque no entienden que la riqueza de ellos era – y es – la sostenibilidad y la calidad de vida a partir de la cooperación, el naturalismo y el genio tecnológico.

Tan lejos estábamos de lo que se añoraba (capitalismo industrial), que debieron pasar 100 años para que empezáramos a cerrar el último de nuestros pendientes frente al anhelo de un mercado industrial a la manera europea: dejar las semi-esclavitudes y consolidar una clase obrera asalariada y con mínimos derechos. Lo empezábamos a hacer en 1930, luego de un largo siglo XIX, donde aumenta la población pero casi no se mueven los porcentajes demográfico-territoriales, incluido el de las comunidades rurales, que siguen aisladas en lo fundamental, sin interés alguno en romper dicha insularidad. La aproximación conservadora al tema y los lamentos racistas por falta de mano de obra (resuelta con esclavitud extranjera) seguirán en pie y promoverán tres décadas de decididas políticas de expansión poblacional. La estatalidad y la infraestructura habrán dado grandes saltos a partir de la falaz prosperidad guanera, así como habrán avanzado la institucionalidad económica y financiera, lo que facilita que la consolidación, a finales del siglo XIX, de un mercado industrial textil y de alimentos (con obreros muy explotados), estimulado por una importante diversificación primario-exportadora que potencia nuestra oferta a la región y dinamiza el mercado peruano a través del consumo de los sectores empresariales entonces favorecidos. Así, este crecimiento manufacturero tendrá una caída a inicios del siglo XX, y se recompondrá para crecer significativamente hasta 1929, año del crack y de un nuevo declive exportador. En adelante, todos nuestros esforzados procesos de industrialización se apoyarán en los ciclos exportadores y se harán dependientes de ellos. Es la dependencia de las materias primas, que siempre son cíclicas.

En los próximos veinte años – hasta 1950 – pasarán tres cosas muy determinantes, que le cambiarán el rostro al país: aumenta la población significativamente (por primera vez pasamos los 6 millones que éramos en 1535) y ya no se puede hablar de escasez de mano de obra. Se consolidan un conjunto de derechos laborales que los obreros venían disputando desde inicios de siglo, lo que es altamente difundido en el sector industrial (no así en las haciendas o minas). Y se inicia el gran progreso migratorio sierra-costa de mediados del siglo XX, producto de una severa escasez de tierras cultivables por aumento demográfico, y a la publicidad cultural de occidente que ahora llega a través de los medios masivos (primero la radio y luego la televisión). Así, el país entró a lo que Matos Mar llamó desborde popular, y nuestro pequeño mercado industrial, que siempre quiso al campesino como masa obrera, tuvo lo que tanto buscó, pero en incontrolable exceso.

La estadística oficial de esos años ya permite observar su precariedad industrial, que luego será degenerativa. No hubo mejoras salariales entre 1930 y 1940. Entre dichos años, la industria produce el 17% del consumo interno y conforma el 14.5% de la PEA, que era de 4 millones y tiene un desempleo de 38.5%. Dado el contexto, es razonable esperar un considerable sub-empleo obrero y general. Estos porcentajes productivos y laborales no cambian para 1950, aunque la población y la PEA se elevan, por lo que ya puede verse degeneratividad en la economía peruana, al menos a nivel de calidad laboral (algunos calculan un subempleo de 10%, otros de 25%). No puede asegurarse que sin explosión migratoria igual habría llegado el proceso regresivo a nuestra economía, pero tampoco puede descartarse, porque hasta antes de 1930 nuestro modesto mercado urbano estaba muy lejos de penetrar siquiera su propio territorio, cada vez más poblado. Y aunque faltan datos para observar el aumento de las brechas productivas y tecnológicas con respecto a las economías desarrolladas, sí se puede deducir la dimensión de éstas, muy fácilmente: mientras el Perú sigue arrastrando – y ve cada vez más lejos – el pendiente de formar un mercado industrial mínimamente inclusivo (así sea con empresarios extranjeros y productos de poco valor agregado), Estados Unidos produce el 27% de los bienes de consumo y el 52% de la maquinaria que utiliza el mundo industrial. Ni el capitalismo exportador es de todos por naturaleza (al contrario), ni estamos hechos para competirles en su reino. Nuestra riqueza es otra. Mientras tanto, hasta 1950, la economía de las comunidades rurales entra sigue abandonada por el Estado y se reduce por la crisis de tierras, pero está a leguas de desaparecer y sigue ocupando la mayor parte del suelo andino. Hasta hoy.

A partir de 1952, y producto de un nuevo auge primario-exportador, empezará el más importante ciclo de crecimiento de industrial de nuestra economía, que extenderá e intensificará hasta 1975, gracias a las gestiones desarrollistas de Fernando Belaunde y, sobre todo, de Juan Velasco Alvarado, quienes reciben la influencia del cepalismo latinoamericano y ponen en marcha un proceso de sustitución de importaciones, fomento y protección arancelaria en favor nuestro desarrollo industrial. El segundo, además, llevó a cabo la reforma agraria, luego de siglo y medio de negación e infamia. Por primera vez en la historia un gobierno peruano razona con la suficiente autonomía y nacionalismo, considerando nuestra realidad histórica y territorial: es evidente que nuestras carencias como economía capitalista nos obligan a unirnos, y es claro que debemos dar al mundo rural y agropecuario el auspicioso lugar que le corresponde en nuestro desarrollo. Sin embargo, no basta con ello para detener la degeneratividad.

Los muy buenos resultados del proceso industrializador son innegables: de 1954 a 1975, la manufactura pasa del 12.8% al 21.4% como generador del PBI, siendo el sector de mayor crecimiento en la economía peruana y elevando considerablemente la ocupación obrera de calidad. Sin embargo, en 1972 nuestro mercado laboral tiene un sub-empleo de 44.2%, cerca del doble de lo que teníamos 20 años atrás. El rezago de partida y nuestra demografía dificultan detener la degeneratividad, con mayor razón en breves 16 años.

Pese a sus logros, el modelo sustitutivo hace crisis porque, una vez más, se pretende lo que no tenemos, esta vez en grado y velocidad: no sólo se fomenta y protege la manufactura nacional, sino que se incentiva la demanda en exceso y con montos insostenibles –  que provienen de la siempre cíclica bonanza primario-exportadora -, así como se esperan saltos tecnológicos imposibles en nuestros cortos plazos de alto comercio exterior. Se apunta a cosechar grandes resultados y casi de inmediato, sin sacrificio ofrecer de ninguna de las partes. Se pacta un beneficio mutuo entre el Estado, los empresarios y los trabajadores, sin ver que  ese paraíso cuesta mucho más que lo que puede cubrir cualquiera de nuestros periodos de altos ingresos exportadores, que nos resulta impagable. Al punto de agotar rápidamente la capacidad productiva del país, lo que implica escasez e inflación.

La realidad habla, nos aterriza: sí debemos unirnos y protegernos para industrializarnos, pero no debemos incentivar excesivamente nuestra velocidad buscando niveles productivos y progresos tecnológicos tan distantes que nos descompensan estructuralmente, lo que a larga eleva nuestra degeneratividad. Para que nuestra manufactura crezca y genere empleo suficiente y sostenible, los empresarios deben apostar por el mercado industrial y nacional aunque ganen menos, y los peruanos debemos consumir los productos que somos capaces de producir. Y desde ese inevitable esfuerzo colectivo debemos crecer con músculo. No hay duda de que nuestras brechas tecnológicas, con respecto al mundo capitalista desarrollado, siguieron ensanchándose: mientras en el Perú la industrialización velasquista es políticamente derrotada, y no logra mejorar-elevar su  producción de maquinarias fordistas (la clásica fábrica de tecnología pesada), Estados Unidos y otros pocos están dejando ese mercado e ingresando a la revolución informática, propia del siglo XXI. Hoy son, para nosotros, literalmente inalcanzables, salvo escenarios teóricos. Y varios estudios indican que las diferencias no han parado de crecer desde la década de 1970. La reforma agraria, por su parte, fue justiciera, pero tuvo un esquema de cooperativismo capitalista occidental que nunca logró sus resultados, y nunca pudo dialogar con las comunidades rurales, dejándolas en última prioridad operativa.

La manifactura local tendrá un estancamiento hasta 1990. A la mitad, en 1980, la economía seguirá degenerando, con un subempleo que llega al 51.2%. Cabe destacar que todas las gestiones de este lapso – con idas y venidas, ortodoxias y heterodoxias – enfrentaron sus crisis macro-económicas evitando, en lo posible, desmantelar el aparato industrial y la políticas progresistas que las sostenían. Se sabía que había ahí empleo de calidad y posibilidad de hacerlo crecer. Nuestro trato de gobierno con la sierra sí vuelve a su ánimo habitual: las comunidades rurales son el grupo social peruano que recibe la mayor violencia terrorista de esos años, subversiva y de Estado.

El descalabro del gobierno pro-mercado interno de Alan García, más irresponsable que ninguno en cuanto a velocidad, permitió al régimen autoritario de Alberto Fujimori (hoy preso) vendernos el cuento de la globalización y el emprendimiento, y desmantelar la industria nacional, eliminando toda posibilidad de fomento en su favor, y quitando todo el apoyo arancelario que pudo. Esto, sumado a la flexibilidad laboral, es el escenario ideal para el mundo desarrollado al que importamos todo, y la riqueza segura del empresariado nacional-internacional que no nos conviene, porque no es intensivo en empleo de calidad, además de ser históricamente abusivo, predatorio y ladrón. Nadie ha cambiado ese esquema durante dos décadas. Antes de la crisis, nuestro sub-empleo era de 72%, hoy debe haber un 80% de peruanos dispuestos a ser sobre-explotados cuando termine la pandemia, y a ganar menos de sueldo mínimo. Nuestra  manufactura actual produce alrededor del 13% del PBI, cifra similar a la del periodo previo al auge industrial velasquista. Nuevamente no es necesario ponerle cifras exactas al aumento de las brechas productivas y tecnológicas frente al primer mundo, basta observar que mientras el 65% de nuestras unidades productivas son micro-empresas de subsistencia (muy precarias y de vida breve), y que nuestra mejor manufactura apenas vende al mundo productos de escaso valor agregado, las economías avanzadas exportan nano-tecnología, meteóricas unidades de transporte o productos muy baratos que boicotean a nuestros débiles manufactureros. ¿Hasta dónde debemos degenerar para darnos cuenta de nuestra enfermedad y cortar sus causas?

Las comunidades rurales, que hoy son el 35% de la población y ocupan la mitad del territorio nacional, no sólo están abandonadas por el Estado, sino que permanentemente se les busca debilitar en términos legales, con fines de facilitar inversiones millonarias cuyos tipos de producción las extinguen. No son pocas las voces del mundo avanzado que vienen diciendo que ahí está la sostenibilidad del planeta, lo que implicará ventaja geopolítica a nuestro favor, alta calidad de vida y soberanía, siempre que reconozcamos, protejamos e incorporemos dichos espacios a nuestros proyectos de desarrollo económico. Es posible, pero es imperativo hacerlo respetando sus patrones productivos y velocidades. No necesitamos competir con el mundo, menos crecer con vértigo e insalubridad social. Necesitamos avanzar en calidad de vida y empleo digno, para todos.

Hay un velo que no nos deja ver nuestra degeneratividad, que ha sido tejido durante siglos por quienes lo usufructúan. Por eso la mitad del país votó el domingo por Keiko Fujimori, cuando es manifiesto que Pedro Castillo se acerca mucho más a lo que necesita nuestra historia y nuestro territorio. Pero él no está solo, ni conviene que así sea, porque sólo la convicción mayoritaria logrará verdaderos y duraderos cambios. Es momento de plantear y discutir nuevos valores, y de aspirar a los modelos que de ahí se deriven.

** Los datos y hechos fácticos, hasta la década de 1950, han sido tomados de la bibliografía de Carlos Contreras, escrita o editada (varios autores) por él. Un par de cifras provienen de estudios de la CEPAL. Entre 1960 y hoy, las referencias son Félix Jiménez, Francisco Verdera y Jan Lust.

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Economía, Elecciones 2021, Pedro Castillo

Hace bien el presidente del Jurado Nacional de Elecciones, JNE, en anunciar que serán televisadas las sesiones en las cuales se discutirá las impugnaciones y observaciones a las actas de la segunda vuelta electoral.

Es perfectamente legítimo que Keiko Fujimori dispute las actas impugnadas. Pueden cambiar el rumbo de la elección (grosso modo hablamos de 140 mil electores) y claramente, en algunos casos, parecen obedecer a una estrategia de Perú Libre por dilatar el proceso o por sacar esas actas del conteo rápido que iba a efectuar Ipsos el domingo.

La voluntad popular manda y no se puede violentar por detalles absurdos, como muchos de los que se han conocido en las últimas horas. Y así sea por un voto de diferencia, quien gane en el conteo será el próximo Presidente de la República.

De hecho, a Keiko Fujimori no le han bastado los votos del exterior para alcanzar a Castillo. La única manera de lograr el triunfo es que las actas impugnadas sean en su mayoría a favor de ella y que las mismas sean validadas por nuestras autoridades electorales. De eso se trata, de hacer respetar la voluntad de las mayorías por encima de triquiñuelas de personeros adiestrados.

Cualquiera de los dos candidatos necesita la mayor legitimidad posible para emprender un mandato que nace polarizado y con crisis de representatividad (la mitad del país ha votado en contra del elegido, sea quien lo sea finalmente). No puede haber el menor atisbo de duda respecto de la legalidad del proceso y allí jugará un papel muy importante el JNE.

Gritar fraude de antemano es irresponsable. Keiko se cuidó de no hacerlo imputándoselo a las autoridades electorales, pero ha tensado el ambiente innecesariamente, aunque se entiende la necesidad de movilizar políticamente a sus huestes y así presionar a las autoridades a que fallen en conciencia y no por intereses políticos subalternos. Pero se espera que si gana Castillo, Keiko no solo lo reconozca de inmediato sino que lo salude democráticamente.

Si el país vota por un candidato de izquierda hay que aceptarlo y permitirle que ejecute un gobierno de esas características. Mientras no violente el Estado de Derecho ni la Constitución, tendría el legítimo derecho político de gobernar desde la izquierda y la derecha debe aceptarlo sin menoscabar su legitimidad y, por supuesto, mucho menos aún, invocar el fantasma de la interrupción militar del proceso, como algunos descabellados termocéfalos ya están haciendo.

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Elecciones 2021, Pedro Castillo

No hay fraude, lo que tenemos es el resultado de un proceso electoral extremadamente polarizado y agresivo que ha dejado graves heridas y afianzado temores en la población.

Estas elecciones serán recordadas no sólo por lo ajustado de los resultados, sino  fundamentalmente- por haber escindido mucho más a un país fuertemente afectado por el racismo y el clasismo, por haber mostrado esas taras sociales profundas y coloniales que – 200 años después de la “independencia”- se encuentran en nuestros imaginarios guiando no sólo el voto sino las narrativas de una parte importante de la población, que ha demostrado tener la capacidad de justificar prácticas corruptas y nocivas si se trata de bloquear, impedir y silenciar a esos otros/as que considera una amenaza.

Contradictoriamente, en nombre de la “la democracia”, se viene vulnerando sus principios fundamentales. Prácticas como: los insultos o descalificaciones racistas, la coacción del voto, el control de medios y la vulneración a la libertad de expresión, el despido de periodistas, la confluencia de poderes económicos hacia una misma candidata, la estigmatización de quienes comulgan con el pensamiento del opositor, el terruqueo impune y la invención de un supuesto fraude; nos colocan en un escenario de riesgo. Los intentos por deslegitimar el sistema electoral deben generar una alerta. Hay límites que no se pueden pasar.

A más del 98% de las actas contabilizadas sigue siendo el ganador Pedro Castillo, quién al parecer será el próximo presidente del Bicentenario, en un contexto preocupante de polarización y odios que afectará la gobernabilidad democrática. Es necesario que los diversos actores sociales y políticos – con responsabilidad- reconozcan el triunfo cuando este se haga oficial, bloqueando los intentos de poner en entredicho el trabajo de la ONPE y del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), rechazando narrativas como “el fraude en mesa”, que solo generan violencia, avivan los miedos y resentimientos que escinden mucho más al país.

Es muy irresponsable avivar las voces de un fraude electoral; si realmente los sectores opositores son coherentes con sus discursos de defensa de la democracia e interés por el país, deberán reconocer el trabajo realizado por las instituciones que son parte del sistema electoral y brindar la legitimidad que corresponde al ganador (elegido por voto popular y en el marco de elecciones libres).

Un presidente no puede gobernar solo, para garantizar la estabilidad democrática, para vigilar, para que este país siga adelante será necesaria la confluencia de actores con espíritu democrático de lo contrario asistiremos a nuevos periodos de crisis (como los vividos los últimos 5 años, gracias a la imposibilidad de un sector de la política de aceptar la derrota), pero esta vez en medio de una las peores crisis sanitarias, políticas y éticas de nuestra historia, lo cual agrava el escenario.

No hay fraude, lo que hay es preocupación e inconformidad de casi la mitad de la población, lo cual deberá ser tomado en cuenta por el próximo gobierno, para generar puentes de diálogo y encuentro. Sin embargo, también tenemos una gran “pataleta” del partido y la candidata opositora, actitud que ya se conoce y que debe ser rechazada. Si realmente la clase política quiere sumar esfuerzos a la reconstrucción de un país fuertemente golpeado por la tragedia, esta es su oportunidad.

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Elecciones 2021, Fraude, Polarización

Aparentemente, Castillo, si nos atenemos al pronunciamiento que ayer se ha encargado de circular el economista Pedro Francke, empieza a moderar su propuesta económica.

Si gana la elección sería una buena noticia para el país que abandone el escenario radical cerronista y eventualmente le agregaría valor que entienda que puede hacer un gobierno de izquierda sin necesidad de violentar la Constitución ni generando escenarios de confrontación con un Congreso adverso, lo que podría llevar a la reedición de indeseados escenarios donde la opción vacancia-disolución vuelva a estar sobre el tapete.

Por cierto, Castillo, si gana, tiene el legítimo derecho de desplegar un programa de gobierno de izquierda. Desde mi entender, eso será negativo para el país, en menor medida si se modera, en mayor si se radicaliza, pero nadie le podría negar ese derecho si lo gana en las urnas.

Lo que, sin embargo, es importante advertir desde ya es sobre la conducta política que desarrollará la oposición a Castillo en el Congreso. Si Castillo se modera, lo más probable es que pierda los 22 congresistas cerronistas, quienes seguramente serán los primeros en tratar de promover su vacancia. Castillo solo se quedaría con 15 congresistas propios más los 5 de Juntos por el Perú, apenas 20.

Allí va a ser crucial que la derecha congresal entienda que el peor error que podría cometer es arrinconar a Castillo, emprendiendo un plan de sabotaje equivalente al que el keikismo desplegó contra Kuczynski. Eso, lejos de ayudar a su moderación contribuiría a su radicalización y, sobre todo, al empleo de la calle como medio de presión para enfrentarse a un Congreso saboteador.

De darse el caso, lo inteligente es que la derecha le tienda un puente de plata a la eventual moderación de Castillo, marcando claramente su oposición al plan izquierdista que igual desarrollaría, pero no llevando esa distancia a niveles de obstrucción tales que le impidan gobernar a Castillo y lo coloquen más bien en manos del chantaje cerronista.

La polarización actual del país nubla la posibilidad de razonar con prudencia y en esa medida habrá que esperar a que se defina, primero, el resultado, y luego que se definan los planes de gobierno, pero desde ya es importante anticipar escenarios de diálogo y relativa conciliación, frente a la reiterada división del país en dos partes que no hallan puntos de encuentro. La clase política está llamada a fungir de facilitador de esos acercamientos.

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Elecciones 2021, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Un día antes de las elecciones presidenciales, la base de Fuerza Popular en Tacabamba -el distrito de la provincia de Chota (Cajamarca) en el que nació Pedro Castillo y donde ha instalado una de sus bases principales- tenía asegurada la presencia de 43 personeros para defender los votos naranjas. Al día siguiente, sin embargo, las cosas cambiarían.

 

«Alianza Para el Progreso [el partido de César Acuña] nos ofreció 14 personeros [como parte de la alianza política], pero no cumplieron. Y 11 más desistieron a último momento, porque dicen que los amenazaron o que sintieron temor a represalias. Solo nos quedamos con 18», dice Ricardo Chanamé, el coordinador de los personeros en este distrito.

Ricardo es chiclayano y ha transitado por varios cargos políticos al interior del fujimorismo: desde secretario de juventudes hasta lo que es hoy, el secretario provincial de Chiclayo. Hace tres meses él y su esposa, quien es tacabambina, se mudaron a este distrito para superar las secuelas del Covid-19. El clima, pensaron, los ayudaría. Acá pasaron ambos procesos electorales.

 

Ricardo Chanamé es secretario regional de Chiclayo y fue el coordinador de los personeros naranjas en Tacabamba. En esta foto aparece acompañado de su lideresa, Keiko Fujimori (foto: Juan C. Chamorro).

 

«Soy fujimorista desde el año 1997. Ayudé a recolectar firmas para fundar Fuerza 2011, que hoy es Fuerza Popular. Me he iniciado desde las bases», cuenta Chanamé, orgulloso.

El Covid-19 también atacó a su tío, Romelio Soto Gálvez, un antiguo fujimorista y secretario general de Fuerza Popular en Tacabamba desde 1990, cuando el partido se llamaba Cambio 90. Ha sido, además, gobernador de este distrito.

Soto recibe a Sudaca en una oficina de su empresa de transporte ‘Ángel Divino’, que no posee en la fachada ningún símbolo partidario «por precausión». Dice haber conocido a Alberto Fujimori en 1991, cuando este visitó por primera vez Tacabamba. Ese año, Fujimori prometió realizar una obra de conexión de agua y desagüe en todo el distrito, y la remodelación de la escuela N° 10446 ‘Salomón Díaz’ (donde votó, el domingo 6 de junio, el candidato presidencial Pedro Castillo). Según don Romelio, el ahora condenado expresidente «cumplió con su palabra».

El viejo dirigente sigue apoyando a su partido a pesar de que los resultados que ha obtenido en los últimos años no son alentadores. En la primera vuelta del 2016, Keiko Fujimori recibió el 15% de las preferencias, muy lejos del 70% que obtuvo el partido Democracia Directa. En segunda vuelta, la volvieron a rechazar: obtuvo el 44%; mientras que PPK, 55,9%.

 

Romelio Soto es secretario general de Fuerza Popular en Tacabamba. Por precaución, el local no tiene el símbolo del partido fujimorista. Aquí recibió a Sudaca (fotos: Juan C. Chamorro).

 

Pero en estas elecciones, a la hija de Alberto Fujimori le fue incluso peor. El pasado 11 de abril obtuvo el cuarto lugar con solo 2,32 % de votos (137 votos). Pedro Castillo arrasó con 79,51%: 7.338 personas votaron por él de las 12.560 habilitadas para sufragar.

Aunque vive en el vecino distrito de Anguía, Castillo nació acá, en Tacabamba, donde tiene consolidada una base principalmente de profesores. Como contó Sudaca hace unos días, el local de campaña desde donde viene dando balconazos se lo prestó una amiga de los miembros del magisterio.

Una nueva derrota

Los personeros naranjas no habían aparecido durante la primera vuelta. En parte porque algunos de los militantes enfermaron de Covid-19. Pero para esta segunda, Ricardo Chanamé se encargó de reclutar a fujimoristas de la zona para luchar por los votos.

Aunque desde Alianza para el Progreso terminaron fallándole, la convicción de Chanamé motivó a Jhon Rojas, por ejemplo, un joven tacabambino fujimorista que estudia para ser profesor de Educación Física. Rojas asegura haber recibido llamadas que él relaciona a un intento de hostigamiento. «Alguien que dijo llamarse Quinto me llamó un día antes de la elección. Me preguntó: ‘¿cuánto te pagan?’ y colgó», cuenta el fujimorista de 19 años, quien desde hace dos asiste a las actividades partidarias.

«Ser fujimorista es estar acostumbrado a que te conchesumadreen solo por decir que eres fujimorista; pero ya estamos bañados en aceite y todo nos resbala. El adversario es un rival político, no un enemigo», asegura a Sudaca Moisés Péres, quien ocupa el cargo de representante político regional de Fuerza Popular en Cajamarca.

 

Moisés Péres señala que está bañado en aceite y que los insultos por «ser fujimorista» le resbalan (foto: Juan C. Chamorro).

 

Moisés estuvo a cargo de la coordinación y del cordón de seguridad durante la llegada de Keiko Fujimori al distrito de Chota (en la provincia del mismo nombre) para participar en el debate del pasado 1 de mayo. También fue designado para apoyar a Ricardo Chanamé en la conformación del equipo de personeros para las elecciones del 6 de junio.

Conversamos con él un día antes de la segunda vuelta y se mostró preocupado por futuras agresiones. Peres dijo que el objetivo es tener personeros en todos los distritos electorales del país, pero que el riesgo es muy alto, porque Tacabamba es tierra del profesor Pedro Castillo.

Cuando lo volvemos a encontrar al finalizar la jornada del 6 de junio, sin embargo, el hombre nos confirma que sus temores no se cumplieron. En las tres escuelas donde estuvieron los personeros naranjas solo hubo intimidaciones verbales como «traicionero» y «corrupto», pero no se presentaron las agresiones físicas que esperaban recibir de los seguidores del lápiz.

«Era un riesgo tener personeros en Tacabamba. Era como que unos pocos de ‘Trinchera Norte’ de Universitario vayan a pararse en la tribuna aliancista de ‘Comando Sur’. Gracias a Dios, creo que la actitud de la población de Tacabamba fue alturada. Fue una fiesta democrática. La gente estuvo a la altura de la importancia», comenta.

Otro grupo de personeros estuvo en los locales del distrito vecino de Anguía. Ricardo Chanamé cuenta que lograron inscribir a seis personeros en la escuela Arturo Osores Cabrera, pese a que, según su versión, recibieron la advertencia de ronderos de que no iba a permitir personeros naranjas. “La misión de cada personero es tener una copia del acta de la mesa de sufragio, ese es nuestro trabajo. Esta elección se gana hasta con un voto; nuestra misión es defender ese voto», apunta el militante naranja.

 

Don Romelio Soto, Ricardo Chanamé, Moisés Péres
Don Romelio Soto, Ricardo Chanamé, Moisés Péres aparecen acompañados de otros dos militantes fujimoristas en el interior de la base del local de Tacabamba (foto: Juan C. Chamorro).

 

Pero los resultados son un nuevo batacazo para Keiko Fujimori en este distrito. Con las actas procesadas al 100%, Fuerza Popular obtuvo 371 votos; es decir, solo 234 votos más que en la primera vuelta (4.78%). Castillo volvió a ganar en su tierra con 7376 votos (95%).

 

(*) Fotocomposición: Leyla López

Con fotos de la plaza de armas de Tacabamba y el equipo de coordinadores de personeros de Fuerzas Popular (fotos: Juan C. Chamorro).

 

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Antifujimorismo, Elecciones 2021, Fuerza Popular

Cuando tu voto y el mío sean considerados en el cómputo oficial y nos digan que el conteo ya está al 100 %, los resultados serán ilegibles para ti y para mí. Podremos ver a un candidato encima del otro, tener la sensación de que ya existe un ganador, celebrar, enfurecernos, hacer lo que queramos; sin embargo —aun en ese momento— todo será fantasioso, un espejismo, una ilusión óptica.

El hecho se debe a que varias actas que contienen bolsones de voluntades populares a favor de Keiko Fujimori se están quedando al margen del conteo y están yendo a parar a las manos del Jurado Nacional de Elecciones, donde ni tú ni yo podremos saber qué hacen con ellas. Se van hasta allá porque los personeros del partido de Vladimir Cerrón las impugnaron, aduciendo ilegibilidad, como si se hubieran quedado miopes frente a su derrota.

Todas estas actas «ilegibles» para los lapicitos deberían ser vigiladas con más ferocidad, no solo por los personeros de Fuerza Popular; sino por los observadores internacionales que han venido al Perú para cumplir esa misión. Pero no, tal parece que a lo que en verdad vinieron fue a pasear y a tomarse un pisco sour porque hace unas horas los enviados de la OEA, por ejemplo, colgaron un video donde prácticamente el jefe se despide diciendo, a groso modo, que la jornada electoral fue muy bonita y que le encantó ver «indígenas y afroperuanos».

La diferencia de votos entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo es demasiado estrecha. La situación es delicada como para subestimar los actos irregulares que sucedieron durante la elección: posesión ilícita de cédulas, personeros fungiendo de miembros de mesa, impugnaciones sospechosas, etcétera y etcétera. Si no se garantiza transparencia y trabajo serio de ahora en adelante, la cosa se puede salir del control. Es importante que nuestras autoridades electorales escuchen los pedidos que hacen los ciudadanos. Ya hay uno que propone televisar las sesiones de impugnación de las actas del proceso electoral. Es una idea buena y viable. Se trata de defender los votos de todos, hasta de quienes fueron a ejercer su derecho acompañados de un balón de oxígeno. Es hoy o nunca.

8 DE JUNIO DEL 2021

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Actas ilegibles, Elecciones 2021, Personeros

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 147: Aún no hay presidente, pero Castillo tiene más probabilidades. ¿Se podría lograr un Gabinete de ancha base, gane quien gane? ¿Quiénes serían buenos ministros de un eventual gobierno del lápiz?

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Elecciones 2021, ONPE, Pedro Castillo

Por Giovani Alarcón y Alba Ñaupas

A las 10 de la noche de ayer domingo, todas las caras dentro del local de Fuerza Popular eran de autogol. Sudaca, que había seguido a la candidata Fujimori todo el día, intentó arrancarle alguna declaración a los voceros de su partido. Luis Carranza, ‘Nano’ Guerra García y Patricia Juárez se excusaron, casi con pena. Lo propio hizo Pedro Cateriano, que no ha sido vocero oficial de la campaña, pero estuvo muy cerca. El conteo rápido de Ipsos y América TV ponía a Castillo 0,4 puntos por encima. 

 

Afuera del local, las juventudes fujimoristas -que habían celebrado eufóricas el flash a boca de urna- ya no estaban. El toque de queda las había obligado a replegarse. Los pocos simpatizantes que quedaban apenas atinaban a levantar la mirada. Todo era silencio, caras de preocupación y luz de las pantallas de sus celulares. Un escenario absolutamente distinto a las sonrisas y los gritos de las horas previas. 

El día en que se definió si Keiko Fujimori jalará su ‘trica’ electoral, la candidata naranja empezó su itinerario en las alturas de Lima. Su ‘desayuno electoral’ fue en el asentamiento humano La Morenita de Fátima, en San Juan de Lurigancho. Un cerro con vista panorámica e inundado de niebla, que muchos de sus recientes y fervorosos partidarios probablemente no conocen. Hubo panes con jamón, avena con manzana y tamales. Allí Fujimori destacó la participación de la selección peruana de fútbol -de cuyos jugadores, algunos, había recibido el endoso en días previos- y el perdón. Bajando el cerro, incluso se animó a posar para el lente de Sudaca en la foto que inicia esta crónica.

Keiko Fujimori en desayuno tradicional
Keiko Fujimori en desayuno tradicional en SJL (Foto: Giovani Alarcón).

Tras la comilona protocolar, dejó a su hermano Kenji en la casa de su madre en San Borja y fue a la suya en Surco. Desde allí fue a votar en el IE 7086 Los Precursores, donde la aglomeración de simpatizantes, detractores y periodistas terminó con un policía en el suelo. Volvió a casa y pidió un barquito de sushi para aplacar la tensión. Algunos vecinos paraban paseando a sus mascotas esperando algún balconazo desde el tercer piso que no se dio. Poco antes de las 7 enrumbó a su local de campaña en la calle Campanillas, en La Molina, para recibir los primeros resultados.

En La Molina, decenas de simpatizantes, en su gran mayoría jóvenes fujimoristas, escucharon el flash a boca de urna. Tensos, aunque esperanzados, recibieron la noticia de que su candidata llevaba -teóricamente- la delantera. Se tomaron varias ‘selfies’ para recordar el alegre momento. Aunque se trataría de una agitación efímera, algunos conversaron con Sudaca.

Juventudes fujimoristas
Juventudes fujimoristas (Foto: Giovani Alarcón.

Luis Eduardo Pacaya, coordinador de juventudes de Loreto, reconoció que la diferencia del boca de urna no era mucha y apeló a la cautela. Al ser consultado por la razón del antivoto hacia Fujimori, señaló que es culpa de la educación escolar, que no enseña sobre el terrorismo, y de los anteriores gobiernos. 

Respecto a los pasivos políticos de Keiko Fujimori, investigada por lavado de activos, su semblante cambió y solo atinó a decir que todos somos humanos y cometemos errores. “Lo otro es que ha sido investigada, pero no sentenciada, hay presunción de inocencia”, zanjó.

Videos y videntes

Pasadas las 8 de la noche, una hora después del boca de urna, el equipo de Fuerza Popular difundió un video que mostraba cómo había recibido la noticia el círculo íntimo de Keiko Fujimori. Un recurso audiovisual apenas justificado por la pandemia. No fue hasta cerca de las 9:30 pm, más de dos horas después del resultado y la llegada de varias pizzas al local, que permitieron el ingreso de la prensa al local de Campanillas. 

Pizzas llegan al local de Campanillas, antes del conteo rápido.
Pizzas llegan al local de Campanillas, antes del conteo rápido.

El vídeo difundido por el fujimorismo muestra en primera línea a Keiko, su esposo, sus hijas, Kenji y Patricia Juárez, quienes celebran con algarabía los resultados preliminares. Abrazos profundos y sonrisas inmensas detrás de las mascarillas, que con el pasar de los minutos se irían disipando. 

Con la prensa ya dentro del local de campaña, a poco del conteo rápido, Fujimori se dirigió a los medios durante apenas 3 minutos. Como si ya supiera lo que se le venía, tras esa breve declaración decidió retirarse raudamente del lugar. “Los resultados se han recibido con alegría, pero al ver que el margen es tan pequeño, es fundamental mantener la prudencia. La campaña ya culminó y será fundamental tender puentes y encontrar espacios de diálogo entre los grupos políticos. El país, a través del mapa de los resultados de boca de urna, muestra dos grandes bloques con ciudadanos que quieren todos un cambio”, dijo.

A las 10 de la noche, 3 horas después del flash electoral, la balanza se inclinó al otro bando y Perú Libre pasó a liderar con 50.2%, frente al 49.8% de Fuerza Popular (unos 70 mil votos, aproximadamente). 

Ante la negativa a declarar de Cateriano, Carranza, Guerra García y Juárez, el único que atinó a compartir algunas palabras fue Reynaldo Dos Santos, el autodenominado ‘vidente’ de la farándula que previamente había dado su apoyo a Fujimori.

Reynaldo Dos Santos, vidente farandulero.
Reynaldo Dos Santos, vidente farandulero.

Minutos antes del conteo rápido de Ipsos, Dos Santos aseguraba tajantemente que Fujimori ya “es la presidenta del Perú” porque él ya lo había visto desde hace tiempo. “Hay una luz de esperanza, el comunismo no se va a instalar en el Perú”, había asegurado para luego relativizar sus palabras. 

“Desde el 2002 vengo diciendo que ella iba a ser presidente, lo que pasa es que una profecía no tiene tiempo, pero se puede ver el hecho en sí, y el hecho está ahí y no va a cambiar”, afirmó, cuando los números del conteo rápido no cuadraron con su predicción. El viejo truco del vidente. 

Si después de casi 15 años aún no acierta, quizás Dos Santos debería ir buscando otro trabajo. Y Fujimori, quién sabe, lo mismo. 

 

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Elecciones 2021, Fuerza Popular, Keiko Fujimori, Pedro Castillo
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