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Elecciones 2021 archivos | Página 18 de 23 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Elecciones 2021

Andrés Avelino Alcántara Paredes (61) es un político poco afortunado. Desde el 2000 ha intentado hacerse de una curul en el Congreso hasta en cinco ocasiones y con partidos distintos. También tentó la alcaldía provincial de Santiago de Chuco el 2002 y aspiró a la vicepresidencia de la mano de Gregorio Santos en el 2016. La victoria siempre le fue esquiva. A las siete de la noche del último domingo, los resultados a boca de urna de las elecciones le confirmaron una nueva derrota, esta vez como candidato a la presidencia por el partido del que es fundador, Democracia Directa. Sudaca lo acompañó en su infeliz jornada.

 

La fiesta electoral de Alcántara

Son aproximadamente las 10 de la mañana. Luego dar unas palabras de aliento a sus correligionarios en la base del partido del jirón Caylloma -en el primer piso de un viejo edificio de pálido color verde-, Andrés Alcántara sale rumbo a su local de votación, la escuela ‘Divino Niño Jesús’. Ningún medio de comunicación lo sigue durante las tres cuadras que le toma llegar al colegio, solo el autor de esta crónica. También hay un grupo de danzantes folklóricos -con atuendos rojos y amarillos-, que intenta darle color a su campaña.

Ya en su mesa de votación, de las 10 personas que hacen fila apenas uno lo reconoce. Lejos de arrancarle alguna propuesta o extenderle el puño para saludar su participación, la persona hace un comentario sobre su outfit. La votación se realiza sin los tumultos ni los aspavientos que generarán sus competidores a lo largo del día.

En el camino de regreso al local de campaña, una vecina sale a su balcón: «¿Qué ejemplo nos dan? ¿Qué nos dicen a los que hacemos cuarentena?». Alcántara no se da por aludido, pero sí uno de los militantes que lo acompaña.  «Fuera», le responde en voz baja.

En su local algunos militantes están parados en la puerta. «Marquen la casita hermanos», dicen a los transeúntes que pasan por allí. Los danzantes siguen haciendo su show en plena calle, pero la melodía se interrumpe a medida que los carros tocan sus bocinas y les piden que se muevan. «¡Vayan a su casa, oe! ¡Igual no van a ganar!», grita un taxista.

Apenas Alcántara se acomoda en el local, un militante del partido coge su celular en la puerta y deja sonar una salsa de Óscar de León, el cantante con el que el candidato tiene un gran parecido por su impecable pelada y su tupido bigote negro. La canción es “Llorarás”, pero nadie parece tener la intención siquiera de tararearla. No hay necesariamente un ambiente de fiesta.

Hay una veintena de asistentes que están listos para recibir el flash electoral, pero pronto se dan cuenta de que el proyector que han instalado no funciona. Los militantes empiezan a recurrir a sus smartphones y la mitad de ellos pone atención a una laptop para enterarse de los resultados. Alcántara no sale ni siquiera entre los diez primeros. Es el último de los 18 candidatos que han postulado. Los militantes del partido ni se inmutan. Alcántara tampoco.

Con cerca del 90% de las actas procesadas por la ONPE, menos de 44.000 personas marcaron el símbolo de la casa de Democracia Directa. Es decir, apenas un 0,28%. Aun después de conocer una nueva derrota, quizá la más estrepitosa en su carrera política, el candidato norteño no pierde la fe en el margen de error. “Son resultados a boca de urna. No es que sea una realidad, es el deseo que ellos [se refiere a la encuestadora] quieren sobre cómo debe terminar el proceso electoral. Hay un 3% de margen de error que yo creo que será hasta mucho más”, contó minutos después de enterarse de los resultados.

Pero pronto admite que era de esperarse. “El resultado para nosotros era previsible. No hay una difusión al tema de fondo, pero es un triunfo. Ya entramos en el escenario político y hemos hecho llegar nuestra propuesta de una nueva Constitución vía referéndum”, dice, mientras su voz se pierde en el amplio, aunque casi vacío, local de campaña.

Veinte minutos después del anuncio, los asistentes abren los dos jugos de naranja y el par de vinos que compraron, quizá por puro impulso. A estas horas de la noche, las bebidas apenas servirán para pasar el trago amargo de los resultados. Aunque no se lamentan precisamente por Alcántara. “Es una sorpresa, pensé que ganaría Lescano”, dice un asistente que andaba por la puerta bebiendo unas cervezas.

Alcántara terminará la jornada grabando un video para felicitar a Pedro Castillo, el candidato de izquierda radical que ha pasado en primer lugar a la segunda vuelta, con casi dos millones y medio de votos. El reconocimiento de su derrota frente a los 17 candidatos con los que compitió es casi un trámite, así como el que tendrá que afrontar el partido para volver a buscar su inscripción al no alcanzar más del 5% de votos válidos para el Congreso.

Frente al marco de la nueva legislación, que requiere de cerca de 25 mil fichas de militantes para entrar en el proceso, Alcántara asegura que cuentan con 18.500 miembros. ¿Y el resto? “Los fonavistas son una base de 375 mil afiliados. Es cuestión de decirle a nuestra gente que se afilie y se acabó. No es un gran problema, es un tema administrativo”, asegura el candidato.

Los fonavistas a los que se refiere el candidato son los aportantes del fallido Fondo Nacional de Vivienda que aún reclaman la devolución de sus inversiones. Son la base de Democracia Directa, el partido que Andrés Alcántara fundó el 2011 y del que es presidente desde 2018.

Abogado por la universidad Garcilaso de la Vega y oriundo de La Libertad, Alcántara se resiste a definirse como un político de izquierda o de derecha, aunque insiste en el cambio de la Constitución del 93 para que “toda la población participe y decida en la solución de los problemas del país”. Evita la autocrítica y culpa a “los grupos económicos que manejan las encuestadoras y los medios de comunicación”.

La noche va terminando en este edificio destartalado del Cercado de Lima. Solo un grupo de militantes se queda a terminar los snacks y el poco vino que queda. Algunas sonrisas van surgiendo, quizá pensando en cómo triunfar en una siguiente elección. O al menos no morir nuevamente como partido en el intento.

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Andrés Alcántara, Democracia Directa, Elecciones 2021

 

 

Electorado
Informe – Sudaca.Pe

 

La composición del padrón electoral ha cambiado en la última década. Una modificación importante, y poco percibida, ha ocurrido en la edad de la población apta para votar. Si echamos un vistazo diez años atrás, a las elecciones generales del 2011, los jóvenes menores de 30 años solo han aumentado alrededor de medio millón. Sin embargo, la población de entre 30 y 59 años, donde está la mayoría de peruanos, se ha incrementado en casi tres millones y la de adultos mayores de 60 años se ha casi duplicado.

En cuanto a la distribución por ubicación geográfica, tomando las cinco provincias con mayor y menor cantidad de electores se halla que estas solo han variado unas pocas milésimas en diez años. Aún así, su crecimiento se ha dado junto al aumento del electorado total. Lima resulta la provincia con mayor población electoral de lejos con un 34% del total, seguida por La Libertad con casi un 6%.

En tanto, a pesar de haber crecido de 16,494,906 a 25,287,954 personas, en comparación con el año 2006, la distribución entre hombres y mujeres se ha mantenido bordeando el 50%.

La gran incógnita que queda es: ¿cuántas de estas personas, cada vez con más años encima, irán a votar el día de hoy?

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11 de abril, Elecciones 2021, Voto

El candidato de Perú Libre tiene grandes posibilidades de pasar a segunda vuelta. Su visión para un eventual gobierno está plasmada en un documento de 77 páginas y 21 capítulos escritos con tinta marxista y postulados mariateguistas. Sudaca revisó todo el plan de Perú Libre y resume las propuestas más avezadas.

 

La primera gran reforma de Perú Libre apunta al tesoro más preciado de los fujimoristas: la Constitución del 93. La idea es desaparecerla. Para ello, propone una Asamblea Constituyente que presentará una nueva Carta Magna. El objetivo: terminar con el “neoliberalismo y plasmar el nuevo régimen económico del Estado”, al que ha bautizado como “Economía Popular Con Mercados”. Este nuevo modelo, según el mismo documento, está inspirado en los ejemplos exitosos de Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador.

¿En qué consiste? En que el Estado sea “interventor, planificador, innovador, empresario y protector” y “regule al mercado”. Para Castillo, “las dos perversas leyes, la oferta y la demanda, [han] reducido al hombre a ser solo un medio de producción o una simple mercancía más”.

Pero la nueva receta económica de Castillo no solo pretende que el Estado compita con el empresario privado. De llegar al poder, el documento también dice que Castillo aplicaría impuestos a todas las empresas -acabando con las exoneraciones tributarias- y estatizaría diversos sectores estratégicos incluyendo los que explotan recursos mineros, gas y petróleo. Según Perú Libre, esta es la vía para obtener recursos y “eliminar la pobreza, la desnutrición, el analfabetismo, construir carreteras y aeropuertos, lograr saneamiento integral con agua y desagüe de los pueblos más recónditos”.

Además, en un gobierno de Perú Libre se revisarían todos los Tratados de Libre Comercio (TLC). De atentar contra el «interés del pueblo», serían anulados. Los que sobrevivan a este filtro estarían publicados en un portal web porque «mientras no se publiquen los mismos seguirán gozando de una gran dosis de clandestinidad, favoreciendo a la corrupción».

Los empresarios que se salven de la estatización también tendrían que hacer cambios. Castillo asegura que las empresas “deben fomentar el empleo regional en un porcentaje superior al 60% del total de su personal”. Además, tendrían que “garantizar la transferencia tecnológica con capacitación y equipamiento para la población del área de influencia” y no pueden olvidarse de adquirir bienes y servicios de las Mypes ahí presentes.

Otro gran problema del país es el bajo nivel educativo. Y Castillo, como profesor, dice tener la solución: la “acción revolucionaria” de incrementar el presupuesto en este sector del 3.5% al 10% del PBI. ¿Cómo sería esto posible? Con su propuesta “el gas de Camisea como pan de la educación”. Esta consiste en aumentar el impuesto por la extracción de este recurso de “US$1.135 millones a US$23 mil millones a precio de mercado”.

Perú Libre también propone el ingreso libre a la universidad porque “el ingreso restringido es propio de países subdesarrollados, quienes utilizan las profesiones como medio para el ascenso social y económico”. Además, si un joven no lograse este ingreso directo, podría optar por el servicio militar voluntario de un año. Al terminar, podría escoger una carrera en cualquier universidad pública.

 

Perú Libre
Parte de la multitud que asistió al cierre de campaña en la Plaza Dos de Mayo el último jueves. Fuente: Perú Libre.

 

En un eventual gobierno de Pedro Castillo también se incrementaría el presupuesto de salud del 5.4% al 10% del PBI. ¿De dónde saldrían los recursos para esto? El mismo documento responde: “El dinero provendrá del nuevo reparto de las utilidades entre las transnacionales y el Estado peruano”. Luego de revisar todas las concesiones existentes en el país, por supuesto.

En el sector salud –el más expuesto por la pandemia– el partido del lápiz propone implementar un tarifario único para las clínicas privadas y la despenalización del aborto como método para controlar la natalidad. “Está demostrado que un país subdesarrollado que no controla su natalidad o tiene natalidad mayor del 2% al 3 % anual, está condenado a no salir de la pobreza”, asegura Perú Libre.

Si Pedro Castillo llega a Palacio de Gobierno, además, varios colegas podrían terminar desempleados –o pasar las de Caín– por falta de un cartón universitario. Perú Libre plantea que sólo ejerzan el periodismo las personas tituladas y con una “formación deontológica”. El plan de gobierno también propone que los ministerios de Educación y Cultura evalúen los contenidos de la televisión y las radios antes de la difusión.

El partido del lápiz busca hacer borrón y cuenta nueva de la estructura del Estado y apunta a reorganizada. Para Castillo, el país debe convertirse en una República Federal, con el objetivo de fomentar la descentralización. De esta manera, asegura el plan de gobierno, los gobiernos regionales serían la única instancia decisiva en sus jurisdicciones, salvo algunas excepciones donde sea necesaria la intervención del nivel nacional.

El debate del sistema de pensiones, por su parte, está zanjado en el plan de gobierno del profesor Castillo. Perú Libre tiene una posición clara: hay que fortalecer la ONP y eliminar poco a poco las AFP. Según la agrupación, este último sistema tiene “un fin lucrativo al cobrar porcentajes de hasta del 30% sólo por administrar los aportes, un robo a todas luces, entregando pensiones miserables”. Castillo y sus seguidores consideran que los peruanos gozarán de una mejor vejez si ahorran su dinero en cualquier banco con tasas bajas.

El menú que ofrece Castillo también tiene un apartado de lucha contra la corrupción. Su apuesta más llamativa es crear una Contraloría especial para el sector privado. “La Contraloría General de la República es dura con los funcionarios públicos, pero blanda con el empresariado privado. En realidad, las empresas privadas son el principal elemento corruptor del Estado”, asegura el plan de gobierno. ¿Cómo le habría ido al sentenciado Vladimir Cerrón, su ex segundo vicepresidente, bajo este esquema?

 

Perú Libre
Vladimir Cerrón y Pedro Castillo juntos en el cierre de campaña en la Plaza Dos de Mayo el último jueves. Fuente: La República.

 

Castillo remata este acápite con la propuesta de limitar el financiamiento de campañas políticas solo a los aportes militantes, eliminar sueldos “dorados” del Estado y desaparecer todo tipo de inmunidad política sin excepción.

A diferencia de otros partidos que proponen “mano dura” para mejorar la seguridad ciudadana, Castillo tiene otras ideas para arreglar ese problema. Primero, fortalecer las rondas campesinas y comités de autodefensa respetando “sus costumbres, cultura y estructura”. También hay que reorganizar la Policía. Según Perú Libre, los ascensos deben regirse “por el número de investigaciones resueltas o acciones meritorias y no por el falso academicismo impuesto en base a maestrías y doctorados”.

Llegar a ser juez en un gobierno de Perú Libre, en tanto, sería un poco diferente. Los peruanos escogerían a todos los magistrados por voto popular. “La designación de este poder, que en última instancia decide asuntos trascendentes para el Estado, debe pasar el filtro democrático”, asegura el plan de gobierno. Tampoco creen en la ratificación de los altos magistrados del Poder Judicial “porque está demostrado que toda reelección es directamente proporcional a institucionalizar la corrupción”.

Y si Bolivia y Ecuador son la inspiración para el plan de gobierno de Perú Libre, el gran enemigo y culpable de las desgracias del Perú es Estados Unidos. El partido del lápiz acusa al país norteamericano de tener “un plan a gran escala de implementar instituciones supranacionales para controlar América Latina”, como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). También los consideran promotores de una guerra cultural que consagra “la idea de que ellos son el país modelo” y que “cualquier otro modelo alternativo es retrógrado”.

Perú Libre tampoco ve con buenos ojos a la ONU. Según el partido, los soldados peruanos que pertenecen a los Cascos Azules de la institución “son utilizados para mantener el dominio imperialista sobre otros países”. Además, son adoctrinados y preparados para “la represión contra los líderes y movimientos de izquierda en sus propios países”. Como solución, proponen una política de descolonización.

Este es apenas un breve resumen del plan de gobierno del último candidato de moda. Si le gustan o no las propuestas, es cosa suya, estimado lector. Lo que queda claro es que se trata del tipo de planteamientos que a los empresarios de la Confiep les ponen los pelos de punta. A votar este domingo.

 

**Fotomontaje por Leyla López

Fecha de publicación: 09/04/2021

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Elecciones 2021, Pedro Castillo, Planes de Gobierno, Vladimir Cerrón

A sus 80 años, el candidato de Avanza País, Hernando de Soto, tienta la presidencia del Perú. Para llegar a estas instancias se presentó con el siguiente capital: ser considerado como uno de los economistas más influyentes del mundo. Un tipo supuestamente innovador, con teorías que -en resumen- afirman que la formalización y la entrega de títulos de propiedad logran el desarrollo. Sus propuestas las planteó en El Otro Sendero y El Misterio del Capital, libros publicados en 1986 y en el 2000, respectivamente.

En los últimos días, sin embargo, en redes sociales surgieron corrientes que ponían en duda los galones del candidato que lucha su pase a la segunda vuelta, según el flash electoral de Ipsos emitido por América Tv y Canal N. ¿Son viables sus teorías? ¿Aún siguen vigentes? Los cuestionamientos nacieron de jóvenes académicos y profesionales que estudiaron en prestigiosas universidades del extranjero y que afirman que las tesis de De Soto son estudiadas “como aquello que no se debe hacer para lograr el desarrollo”. Es decir, las propuestas de un antigurú que ya no deberían aplicarse.

 

“Hay un consenso de que las teorías de Hernando De Soto muy malas”

Uno de ellos es Roger Merino. Tiene 38 años, es investigador y profesor a tiempo completo en la Universidad del Pacífico (UP) y tiene un Ph.D en Ciencias Sociales y Políticas por la University of Bath (Reino Unido). Además de una maestría en Derecho comparado, Economía y Finanzas por la University College of Turin (Italia). En ambos países analizó las teorías de De Soto.

“En las universidades del norte global se estudia a De Soto como un académico del sur que quiere promover un capitalismo inclusivo, un capitalismo desde una visión de los pobres”, cuenta Merino, quien antes de cursar sus posgrados estudió derecho en la Universidad de San Marcos.

Pero cuestiona: “De Soto no es un académico. Es un asesor de gobiernos, de organismos internacionales. Fue muy importante a fines de los ochenta e inicios de los noventa. La gente dijo, ‘miren aquí hay un académico que viene del sur y que está legitimando las teorías del libre mercado, el capitalismo de los pobres’, pero luego fue duramente criticado”.

Merino explica que De Soto plantea varias “relaciones causales” que han sido criticadas por la academia. Por ejemplo, que la formalización sea la causa de que los pobres puedan, entre otras cosas, pedir préstamos bancarios y que, con ese crédito, puedan hipotecar sus casas al sistema financiero. Este crédito, según los planteamientos de De Soto, les permitirá invertir el dinero en negocios que los hará crecer económicamente.

“La academia critica cada una de esas relaciones causales. No es cierto que cuando un pobre logra un título, automáticamente accede a un crédito. Esta empíricamente probado que eso es falso. Puede ser en algún caso excepcional, pero en el Perú es un fracaso”, afirma Merino, quien recuerda que la idea de la hipoteca popular se planteó en el régimen de Alberto Fujimori.

“Y no es que el pobre iba al banco con su título y le daban su plata.  De hecho, hay estudios que aseguran que los pobres valoran más la posesión de su bien antes que perderlo en una hipoteca”, sentencia Merino. Y agrega: “El consenso es que las teorías de De Soto son muy malas. Es lo opuesto a un gurú. No tiene la fórmula mágica de nada. Las soluciones a los problemas son más complejos que simplificar trámites, y dar títulos de propiedad”.

 

“Las teorías de De soto son como el dióxido de cloro, no cura la enfermedad y te puede enfermar de otra cosa”

Quien también critica las teorías de Hernando de Soto es Ricardo Mego. Tiene 35 años y estudió Derecho en la Universidad Católica. Luego logró una maestría en London School of Economics, donde estudió una maestría en Derecho, con implicancias en economía y ciencias políticas. Allí, como parte de la malla curricular, tuvo la oportunidad de analizar las teorías del autor de ‘El Misterio del Capital’.

Para sustentar sus críticas, Mego recuerda al profesor británico Timothy Mitchell y las experiencias fallidas que tuvieron las tesis del candidato presidencial en países como Egipto. “En los noventa, en Egipto, hubo personas que hipotecaron una de sus propiedades para granjearse de una inversión. Pero estas personas, sin capacidad técnica, emprendieron y fracasaron. Luego terminaron descapitalizados y sin propiedad”.

Además -agrega-, al titular una propiedad, esta sube su valor. Pero las personas se siguen dedicando a una misma actividad económica, tienen la misma cantidad de ingresos y, si quisieran invertir en otra propiedad o en algún negocio, ya no podrían.

“Los académicos de occidente ya superaron las teorías que hoy en Perú se siguen estableciendo como mantras, como las teorías de De soto. Son ideas de hace 30 años y cuando las criticas te dicen “rojo o comunista”. Es cierto, estamos ante una persona de prestigio en el mundo, que se le estudia. Pero no como una receta con actualidad, con éxitos comprobados. Se le estudia como el intento noventero de buscar una fórmula de desarrollo para nuestros países, que fracasó, que demostró no cumplir sus objetivos. Las teorías de De Soto son como el dióxido de cloro, no cura la enfermedad y te puede enfermar de otra cosa”, sentencia.

“No es una autoridad intelectual en el 2021”

De similar opinión son Enrique Mendizabal y Cristina Glave. Mendizabal, de 43 años, estudió Economía en la Universidad del Pacifico y también una maestría en Política Social y Planificación en países en desarrollo en London School of Economics en 2002. Glave, por su parte, estudió una maestría en Estudios para el desarrollo en Cambridge (Inglaterra).

Mendizabal señala: “En el 2002 ya se había demostrado que las ideas de Hernando de Soto eran sencillas y limitadas. Que se le tenían que dar más herramientas. Sus teorías en el 2002 no tenían el peso que él dice tienen hoy”, señala. Y apuntala: “En los noventa se dieron títulos de propiedad en los asentamientos humanos y eso no los ha sacado de la pobreza. De Soto es un gurú de algo muy limitado, antiguo y muy desfasado. Un gurú anacrónico”.

Glave, que también analizó las teorías del hoy candidato presidencial en las aulas, opina en el mismo sentido. “Estudiamos las teorías de Hernando De Soto y la crítica era que no generaban los cambios que se esperan. No podemos depender de teorías que ya se han demostrado son insuficientes. Ni presentarlas como una varita mágica, porque no lo son. (Sus teorías) no presentan cambios en la informalidad, ni en la productividad. No es una autoridad intelectual en el 2021, pues insiste en aplicar teorías que pensaba en los 80 y 90”.

“Es un personaje influyente”

Así como hay quienes critican a Hernando de Soto, aún hay quienes respaldan sus conceptos. Uno de ellos es Oscar Sumar, Decano de la carrera de Derecho en la Universidad Científica del Sur y doctor en Derecho por UC Berkeley. En una columna publicada en Gestión, señaló que le parecen absurdas las críticas sobre las “teorías fallidas” de Hernando De Soto.

“(De soto señala) que la informalidad se presenta como el principal problema del país, incluso en la pandemia. Si no fuera por la informalidad, quizá no hubiéramos sido uno de los países más golpeados por el virus, tanto en términos de salud como económicos”, afirma. Y luego añade: “La eliminación de barreras burocráticas -propuestas por De Soto- han sido utilizadas para reducir las trabas burocráticas. Perú es uno de los pocos países del mundo que tiene un aparato administrativo destinado a eliminar barreras burocráticas (la CEB de Indecopi) y eso se lo debemos -al menos en parte- a la influencia de De Soto”.

De similar opinión es el economista Roberto Chang, uno de los más influyentes en la región y profesor de Economía en Rutgers, la Universidad del Estado de Nueva Jersey. Emplazado por sus colegas a decir qué latinoamericano podría ser candidato al premio Nobel de Economía, Chang señala en una reciente columna de opinión que Hernando de Soto sería uno de ellos por sus esfuerzos en hacer ciencia social. Nos comunicamos con él, vía Zoom, y le consultamos sobre las críticas que reciben las teorías del aspirante al sillón de Pizarro.

“Sus ideas tienen mucha vigencia. Las críticas son un reflejo de la pobreza intelectual de la comunidad académica del Perú”, enfatiza. Y concluye: “Puso ideas sobre el tapete y es inspiración de muchos economistas en el mundo. De Soto no tiene parangón en el mundo ni en Latinoamérica. Los científicos sociales del Perú nunca han querido reconocer su mérito, porque ellos vienen hablando de la explotación, del imperialismo. Ideas que eran gastadas, que habían perdido vigencia. Entonces vino De Soto, les quitó protagonismo y por eso me parece que tienen ese tipo de reacciones”.

Fotoportada: Leyla López (imágenes: Andina y Twitter)
Fecha de publicación: 11/04/2021

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Candidato presidencial, Elecciones 2021, Hernando De Soto

Durante mis primeros años en el Sodalicio, a fines de los 70, Germán Doig me recomendó leer un pequeño libro que también le gustaba mucho a Luis Fernando Figari: “Izquierdas y derechas: Su sentido y misterio” (1974), de Jorge Martínez Albaizeta. Publicado en España por la ultramontana Fundación Speiro —a cuya revista mensual “Verbo” estaba suscrito Figari—, este librillo de 124 páginas pretende analizar los términos de “derecha” e “izquierda” no sólo desde la política, sino también desde la teología y la metafísica, considerando ambos términos como categorías del ser y del lenguaje, afincadas en el subconsciente colectivo de la humanidad. De este modo, la derecha estaría asociada al dogma (entendido como verdad sólida e incontestable), la jerarquía y el orden, mientras que la izquierda implicaría el escepticismo, el igualitarismo y el desorden. La derecha se caracterizaría por “pensar bien” (objetivismo ante la realidad) mientras que en la izquierda primaría el “pensar mal” (subjetivismo). La derecha se asociaría con lo correcto y la dicha, mientras que la izquierda estaría asociada a lo incorrecto y la desdicha. En resumen, la derecha sería el Bien y la izquierda, el Mal. Así, con mayúsculas.

 

Ni qué decir, el autor, un estudiante argentino de 21 años cuando escribió este panfleto, es también un católico ultraconservador que cree a pie juntillas en la doctrina medieval que postula que Dios ha creado el mundo con un orden y jerarquías (metafísicas y sociales), por lo cual no extraña que considere que en el siglo XIII —época de su admirado Santo Tomás de Aquino— se dio la sociedad perfecta (teocrática, ciertamente) y que los siglos posteriores verían un proceso de decadencia debido a la progresiva “izquierdización” de Occidente.

 

Lo cierto es que la división del espectro político en derecha e izquierda tiene su origen en una votación del 28 de agosto de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución Francesa. Los diputados que estaban a favor del mantener el poder absoluto del Rey se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea, mientras que aquellos que estaban en contra y propugnaban la soberanía nacional y la voluntad general por encima de la autoridad del monarca, se situaron a la izquierda. Entre éstos se hallaban los jacobinos, que sostenían que la soberanía reside en el pueblo y defendían una democracia con sufragio universal, la obediencia a la Constitución y a las leyes, el libre comercio —lo que ahora llamamos economía libre de mercado—, el Estado como garante del bien común, las libertades civiles, la libertad de prensa, la libertad de conciencia, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la abolición de la esclavitud y la educación gratuita obligatoria —por lo menos a nivel de enseñanza primaria—. Es decir, el liberalismo —basado en la doctrina de Jean Jacques Rousseau— comenzó prácticamente su carrera política como ideología de izquierda.

 

A lo largo de la historia posterior se ha ido aplicando las categorías de “derecha” e “izquierda” a las más variadas ideologías, siendo la única constante que en la derecha se situaban los que defendían el status quo imperante, mientras que en la izquierda estaban todas aquellas posiciones que implicaban un cambio sustancial —y hasta revolucionario— del orden vigente.

 

Tratar de definir lo que es derecha o izquierda según otros criterios resulta complicado. Pues posiciones democráticas tanto como dictaduras las hay y las ha habido a ambos lados del espectro. El intervencionismo del Estado se da tanto en lo que se llama posiciones de extrema derecha cercanas al fascismo como en los regímenes socialistas. Y cuando uno habla de países europeos con sistemas socialdemócratas (como Alemania, Dinamarca y los países nórdicos), se considerarán como de derecha o de izquierda según el cristal con se que los mire. De hecho, no encajan dentro de las definiciones rígidas y prefabricadas de ambos conceptos, dándose en ellos una mezcla de intervencionismo estatal con economía de mercado sujeta a restricciones en aras de un sistema social que beneficie a todos sin excepción.

 

A fin de cuentas, los términos de “derecha” e “izquierda” han terminado convirtiéndose en la práctica en etiquetas vacías que expresan un juicio de valor. O un prejuicio. Pues cada uno de ellos suele despertar sentimientos encontrados y obnubilar la razón cuando se trata de analizar propuestas concretas.

 

Lo mejor que podemos hacer ante estas elecciones presidenciales y congresales, si queremos emitir un voto razonado, es aparcar en el desván del entendimiento ambas categorías y, prescindiendo de ellas, revisar las intenciones y los planes de gobierno de cada candidato. Y las capacidades y competencias personales que han mostrado en campaña.

 

Ni la izquierda ni la derecha son buenas ni malas, al contrario de lo que planteaba el libro que se me recomendó en el Sodalicio, o como pretenden hacernos creer ciertos discursos que alimentan el odio y el miedo en estas épocas aciagas. Lo único que debería hacernos temer son aquellas candidaturas que buscan defender privilegios injustificados, obviar los derechos humanos, imponer gobiernos dictatoriales de “mano dura” y posponer las reformas necesarias en educación, salud, política y economía.

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Derecha, Elecciones 2021, Izquierda, Martin Scheuch

El candidato de Perú Libre resume lo peor de la política peruana. Autoritario, conservador y antimercado. La suma de todos los males en la perspectiva de un Perú bicentenario.

Sorprende leer en las redes sociales a muchos votantes de Verónika Mendoza cambiar su voto a favor de Castillo por considerar que el de Juntos por el Perú es un voto perdido. Es verdad que en la práctica lo es, Mendoza tiene remotas posibilidades de pasar a la segunda vuelta, pero debería ser irreconciliable para quien hace unas horas votaba por ella trasladarle su voto a alguien que va en contra de todas las libertades civiles (matrimonio gay, aborto libre, equidad de género, etc.), que Mendoza propugnaba.

En la derecha sí cabe el voto perdido. López Aliaga no llegará a la segunda vuelta y sus electores no deberían tener reparo en votar por Keiko Fujimori o Hernando de Soto. Es más, propiamente hablando estarían haciendo un upgrade notable. Pero eso no equivale a la migración que algunos proponen en la izquierda.

Castillo es alguien funcional a los intereses de facciones subversivas. No solo por sus cercanías claras con el Movadef sino por la presencia en sus listas parlamentarias de gente que abiertamente dice adscribir la ideología senderista. No es terruqueo, es simplemente verdad.

Castillo no es demócrata. Solo utiliza los mecanismos electorales para alcanzar el poder y una vez allí disolver el Congreso y convocar a una Asamblea Constituyente, que entre otras perlas incluirá, sin duda, la posibilidad de la reelección (con medidas populacheras seguramente tendría alta aprobación).

Para remate, el candidato de Perú Libre -al menos hay que agradecerle su honestidad- se quiere tirar abajo el modelo económico que, ya hemos dicho, con remiendos mercantilistas y enorme corrupción, ha sido capaz, a pesar de ello, de generar prosperidad en los últimos veinte años, reducir la pobreza y acotar las desigualdades (la gran falencia fue descuidar la salud, educación, seguridad y justicia, reformas institucionales de segunda generación que ningún gobernante de la transición tuvo el empaque de emprender).

No hay voto estratégico en la izquierda. Los votantes de Verónika Mendoza, si son consecuentes, deben morir en su ley. Votar por Castillo sería una traición a sus principios.

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Elecciones 2021, Terrorismo

Usted es el voto perdido de la derecha. No tiene posibilidad de pasar a la segunda vuelta y aún si ocurriera el improbable caso de que el milagro se produjese, usted no le ganaría a nadie, ni a Pedro Castillo.

Es imperativo, en salvaguarda del modelo económico que usted dice defender, que renuncie a su candidatura y permita que sus votantes se vayan donde Keiko Fujimori o Hernando de Soto, y de ese modo evitar la catástrofe que sería una segunda vuelta entre Yonhy Lescano y el ultraradical Pedro Castillo.

El país se juega mucho en esta elección. Con mediocridades mercantilistas que siempre hemos denunciado, y con tremenda corrupción de por medio, a pesar de ello, la estabilidad macroeconómica y las reformas incompletas que se hicieron básicamente en los 90, han permitido que en las últimas dos décadas el Perú crezca, se reduzca la pobreza y disminuyan las desigualdades.

Lo que cabe es cortar de un solo tajo los nudos de privilegios mercantilistas que inundan nuestra legislación, transitar del Estado proempresa al Estado promercado, reformar el Estado y lograr tener una salud, educación, seguridad y justicia mínimamente decentes. Eso solo se logra profundizando el modelo, no destruyéndolo o cambiándolo por populismos o estatismos reaccionarios.

Usted, López Aliaga, perdió la ocasión por su virulencia, intolerancia y ánimo autoritario. Creció en las encuestas por disruptivo, pero su personalidad lo traicionó y desengañó al electorado que le quitó la confianza y así frenó su ascenso. Se convirtió en el líder de la derecha bruta y achorada al pretender convertir al Estado peruano en una filial política del conservadurismo religioso. Felizmente fracasó en su intento, pero ahora tiene la oportunidad de reivindicarse.

Tiene que haber por lo menos un candidato de derecha en la segunda vuelta, que genere alguna expectativa razonable. Idealmente, podrían ser dos. Pero no está usted invitado a esa fiesta. Más bien, puede depender de su generoso gesto de renuncia que ello se logre. Sus votantes y el país se lo agradecerán.

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Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur, Rafael Lopez Aliaga
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