Dentro de pocos días, Pedro Castillo cumplirá cien días en el poder como presidente de la República. Durante todo este proceso de desarrollo de las bases de su gobierno hemos visto al político sindicalista, al profesor de las marchas y reclamos, al candidato en campaña, dispuesto a enfrentarse a todo y a todos; pero no hemos visto al político y presidente de un país.
El gobierno de Castillo nació desorganizado, sin cuadros, sin rumbo, sin metas claras sobre cómo enfrentar la realidad adversa en la que vivimos y cómo ha demostrado total incompetencia para retos gigantes como el conducir un país. Primero delegó la responsabilidad y el poder que le dimos con nuestro voto a los fanáticos del partido que lo llevó al poder. Y como esto no funcionó ni funcionará jamás, decidió traicionarlos para, en está segunda oportunidad, ceder el poder a la izquierda «posera» de este país.
Esta izquierda, con lo mejor que tiene en la caja de personajes y políticos, se ha sometido al Congreso de la República para solicitar- seamos claros en esto-, y no exigir, el voto de confianza. Es decir, presentar la política general del gobierno y lograr convencer a los congresistas de las distintas bancadas y con distintos valores políticos, que el gobierno del profesor Pedro Castillo tiene «claro el horizonte» y que la confrontación no es una opción.
La primera ministra Mirtha Vasquez lo hizo bien, con un discurso centrado en dar soluciones, propuestas realistas; y con un discurso con cero confrontación. Sin embargo, soslayamos un importante y determinante aspecto que afecta directamente la decisión del Congreso: el presidente es impertinente cuando habla, dice lo primero que tiene en la cabeza y lo dice mal. No ayuda a la ministra, no ayuda a su gobierno, no se ayuda a él mismo, y lo que hace no suma al país. Ahora entendemos el por qué en tres meses no ha dado una entrevista a profundidad sobre las políticas de su gobierno. Con el pobre nivel de argumentación que tiene, haría que una gran parte del país considere que una vacancia es una posibilidad.
El presidente Pedro Castillo no entiende que el camino para el voto de confianza no se inicia con la presentación de la ministra en el Congreso. El camino se inició desde que la ministra fue nombrada en el cargo. Cada acción, declaración, gesto o presentación influye en la decisión de las bancadas, y la política sindical no sirve para manejar un país. La confrontación innecesaria, las declaraciones populistas cargadas de ataques sólo para mantener a tu público saltando y arengando no sirven para manejar un país. ¿Podrían los asesores presidenciales decirle eso a Pedro Castillo?
En pocos días, el presidente Castillo cumplirá cien días en el poder, y hasta el momento ha permanecido escondido en palacio, sin decirle a los peruanos qué es lo que está haciendo por el país. Esa responsabilidad se la ha delegado a la izquierda «posera» con la que se ha aliado. Deje de boicotear a sus nuevos aliados, presidente. Recuerde la famosa frase de René Descartes: «pienso, luego existo». Piense antes de hablar, presidente.