UNO
A mí nunca me llamaron la atención los gatos. Este fue el primer gato que tuvimos. A diferencia de los perros, creía que no eran muy cariñosos (me equivoqué). A Kichy (blanco con rayas grises) mi esposa la recogió de la basura. Sí, hay inhumanos que tiran a los gatitos o perritos recién nacidos.
Cuando nos mudamos le llevé primerito en el auto, a la nueva casa. El entró y se escondió en uno de los roperos. Allí estuvo asustado, hasta que completamos la mudanza. Días después, recuperó la confianza y comenzó a hurgar en las cosas y a pasear por el patio. Luego sucedió algo insólito, al menos para mí. Arribó una vecina nueva, que tenía 2 gatas. El Kichy, feliz de la vida, se fue a ver a las gatas en cuestión. Y si bien, tratábamos que no saliera tanto, el gato aullaba para salir a ver a sus vecinitas. Estaba a full. Luego de unos días, la gata venía a buscarlo, maullaba y el salía como una bala. En una ocasión, mientras la puerta de la sala estaba abierta, el Kichy salió al dintel de la puerta y comenzó a maullar suavecito. La Chela y yo fuimos testigos mudos de la situación:
La gata apareció y nuestro micho entró al living; volteó y mirando a la gata maulló 3 veces más.
La gata respondió con otro maullido suave. Así estuvieron durante unos minutos. Mientras nosotros, cojudos y con la boca abierta, asistíamos al envite de nuestro gato a su novia. La minina accedió a pasar y fueron por la cocina, de allí subieron por las escaleras; por último, a los cuartos. Luego bajaron, y subieron nuevamente. Re felices. Así estuvieron durante una buena temporada. Sin embargo, el día menos pensado, la vecina se mudó y Kichy se quedó solo. Iba y maullaba tristemente en la casa, ahora abandonada, de su antigua novia.
También tenía un enemigo mortal, un enorme gato negro callejero. En verano, las ventanas las dejábamos abiertas para que el gato salga cuando quisiera. Nuestros cuartos estaban en el segundo piso. Una madrugada sentí ruidos en la sala y bajé. El gato negro había entrada y venía a buscarle pelea al dueño de casa. Que conchudo. Lo saque volando. Mi micifuz aprendió a mecharse y cada vez que se encontraban, había bronca. Si bien salía un poco magullado, el negro también recibía arañazos y mordidas. Cuando lo veía por la calle, al buscapleitos negruzco, lo correteaba. Tal era el encono entre ambos, que cuando mi gato lo veía se erizaba todos sus pelos y aullaba fuertemente. Tenía que pasar, largo rato, antes de que se calmase.
Cuando David demoraba, en venir de la Universidad, en las noches, mi esposa salía al portón a esperarlo y el Kichy la acompañaba. Le maullaba varias veces, como quien diciendo “¿No viene aun?”.
Al llegar mi hijo, el gato lo seguía a su cuarto y se frotaba entre sus piernas.
Otros días, al irme a laburar, el minino estaba bien echado en mi cama, con el aire acondicionado prendido, como quien diciendo: “anda nomas a laburar que yo acá descanso en el aire”, mi esposa y David se cagaban de risa.
Al tiempo, tuvimos otra mudanza, y ahí se perdió nuestro Kichy. Le buscamos, incesantemente, sin éxito.
DOS
Nina fue otra gata, atigrada. que tuvimos. MI hijo la recogió, de la calle, donde yacía desamparada. La Chela la alimento con purina y como olía mal, la bañó. Lo que nunca me había pasado con ninguna gata, me sucedió con ella. Se subía a mi regazo para que le acariciase, mientras ronroneaba. O iba al cuarto de David para su sagrada siesta. Infinitas veces, nos sorprendimos al verla dormir, en las mañanas, entre mi esposa y el que suscribe, en nuestra cama. Yo me iba a trabajar temprano y a veces los dejaba en la cama: a la Chela y a Nina. También tenía la costumbre de levantarse temprano, y le ponía la pata en la cara –incluso en los ojos – a mi esposa para que se despertase, mientras maullaba. Ella se incorporaba y le ponía su comida en su platito. Era letradita. Lamentablemente un día, salió a vagar, como siempre, y alguien la envenenó. Al poco rato, en la mañana de un sábado, falleció. Nos dolió, en el alma, porque nos habíamos encariñado.
TRES
Lolo, era el hermano de Nina, que aparecía, de cuando en cuando. Y que luego, de su muerte, apareció para quedarse. Se monta en el regazo de mi esposa para recibir cariño y ella, que extraña a horrores a Nina, la abraza y le prodiga mimos. A veces desaparece, pero siempre vuelve. Tiene un amigo, con quien discute a veces, y es mucho más joven. Se llama Morfi (Blanco con rayas negras). Juguetón y loco. Le jode a Lolo siempre que puede. A ambos les encanta la salsa (sabor carne) encima de su purina. Ahora son parte de la familia. Mientras escribo la crónica, ambos están retozando en el living, que mande retapizar, y que ahora les pertenece.
Es increíble como las mascotas llegan a ser tan importantes en nuestras vidas, la terminan enriqueciendo dándonos solaz. Dicen que nosotros representamos todo para ellas, de ahí el gran cariño que nos demuestran. Sé que también, algún día nos reencontraremos con nuestras mascotas que dejaron este mundo.
Va a ser un lindo reencuentro, ¿no lo creen?