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Los muertos del presidente

“Iré a buscar al presidente, porque esto es culpa de él”, dice el padre de una de las víctimas. Deudos y heridos durante las protestas que paralizaron Huancayo esperan que el presidente les dé la cara hoy, en su visita a la ciudad. Sudaca conversó con ellos y cuentan aquí sus historias. “Castillo pudo evitar esas muertes. Es su responsabilidad por no actuar antes”, reclama otra entrevistada. La cronología del paro confirma, al menos, la ineptitud del Ejecutivo.

Hoy Pedro Castillo llegó a Huancayo, la ciudad que hace unos días fue brutalmente reprimida por su gobierno. Sus ministros estuvieron ahí cuatro horas antes, como parte de un Consejo de Ministros descentralizado que busca ponerle paños fríos a una región ensangrentada. Tras entrar al Coliseo Wanka en medio de sonoras pifias, el presidente sindicalista pidió a los manifestantes protestar sin alterar el orden. A los familiares de las víctimas les extendió insuficientes disculpas. 

“Iré a buscar al presidente, porque esto es culpa de él, del gobierno, porque es por eso que nosotros salimos a protestar, porque violan nuestros derechos”, le había dicho ayer a Sudaca Cristian Salazar, un agricultor huancaíno que mantenía la esperanza de ver a Castillo a los ojos y reclamarle por tanto dolor. Su esposa fue la primera víctima mortal de las protestas. Estas son las historias de las personas que salieron a marchar, pero no volvieron a casa. 

CANDY, LA PRIMERA VÍCTIMA

“¡Por favor, Dios mío!”, fue el grito desesperado de Salazar cuando vio a su esposa inconsciente sobre la pista, luego de ser atropellada por una camioneta que quiso esquivar a los manifestantes que bloqueaban la vía. Entre el llanto y los pedidos de auxilio, el agricultor no dejaba de abrazar a Candy Hinostroza (31), una profesora de inicial que dejó a dos pequeñas de 5 y 10 años huérfanas de madre.

El lunes 28 empezó el paro de transportistas de carga en la cuna de Perú Libre. Rápidamente se extendió a otros sectores, como el agrícola, que también ha sido golpeado por el alza de precios. Ese día, Candy Hinostroza y su esposo, junto al resto de su comunidad, se organizaron para acudir a la protesta. Salieron a las seis de la mañana de casa, en la provincia de Concepción, para ir tres horas a pie hasta la Carretera Central. Una vez allí, armaron piquetes para evitar que los carros pasen.

“Nosotros hicimos nuestra protesta porque veíamos que el abono y los fertilizantes subían de precios. Además, tampoco podíamos vender los productos que cosechamos a un precio justo. También el arroz y el azúcar estaban muy caros, no nos alcanzaba el dinero. Todo eso nos hizo salir a protestar”, explica Cristian Salazar.

Estuvieron en el lugar varias horas sin ningún incidente, pero cerca de las 2 de la tarde los policías se les acercaron a pedirles que dejaran pasar un vehículo verde con lunas polarizadas. Ellos se negaron, porque la consigna era no dejar transitar a nadie. Sin embargo, según el testimonio de Salazar, en un intento por sortear el bloqueo de la vía, el conductor −identificado como Hans Roberto Jon Ore− arrancó el vehículo sin importarle nada ni nadie. La profesora Candy Hinostroza fue impactada violentamente. 

Aparte de ella, también resultaron heridos el mismo Salazar y otros compañeros que estaban a su lado. “Tengo heridas en la rodilla y en la cabeza. Un señor se lastimó el pie y otro se golpeó la cabeza producto del impacto”, dice. La conmoción e indignación fue tal, que los manifestantes le cerraron el paso a la camioneta para evitar que se diera a la fuga. Luego de que la Policía capturara al conductor, rompieron las lunas del auto y lo volcaron. 

Candy Hinostroza
Candy Hinostroza fue la primera víctima mortal del paro de transportistas. Deja en la orfandad a dos pequeñas de 5 y 10 años.

Mientras, la profesora de inicial era llevada a un hospital cercano en la tolva de un patrullero. No resistió y falleció en el camino. Fue la primera víctima fatal de las protestas en el gobierno de Pedro Castillo. En Lima, la muerte pasó desapercibida, pues el foco de los medios y los políticos estaba aún en el pedido de vacancia contra el presidente.

Aparte de lidiar con el dolor de perder a su esposa, Cristian tiene que soportar la indiferencia. No solo el culpable de la muerte de Candy fue liberado, sino que ninguna autoridad se ha comunicado con él para brindarle ayuda. “He dejado de trabajar porque tengo que llevar a mis hijas al jardín y cuidarlas. ¿Quién va a cubrir los gastos ahora? Incluso para el sepelio y entierro, yo solo cubrí los gastos. Ninguna autoridad se ha acercado. Es injusto todo esto”, reclama.

Han pasado 10 días desde que murió su esposa y Cristian Salazar no sabe absolutamente nada sobre las investigaciones. No tiene tiempo para nada más que sus hijas. Tampoco tiene dinero. Hoy, jueves, intentará reunirse con el presidente para pedirle ayuda.

 

EL HIJO QUE NO REGRESÓ

Mientras las protestas continuaban y se intensificaban, el 31 de marzo Pedro Castillo visitó Piura para entregar títulos de propiedad. Allí dio un discurso donde, olvidando su pasado sindicalista, aseguró que los dirigentes del paro eran “malintencionados y pagados”.

Esto no hizo más que encender los ánimos de los juninenses. Así, para el viernes, a las protestas se había sumado más gente indignada por las palabras de quien antes proclamaba luchar al lado del pueblo. Uno de los que decidió marchar ese día fue Bruss Pomazunco Lavado, un adolescente de apenas 13 años que cursaba el segundo de secundaria.

Cuando el presidente dijo que éramos pagados, eso fue lo que más le dolió a mi hijo. Él se preguntaba ‘¿Cómo Castillo puede decir eso si él antes decía: no más pobres en un país rico?’”, cuenta José Pomazunco, padre del menor.

De una familia de escasos recursos, otra de las razones que motivó a Bruss a salir a marchar fue el alza de precios. “Los alimentos estaban caros. Mi hijo salía a comprar y los abarrotes estaban demasiados caros. Algunas veces no nos alcanzaba el dinero. [Bruss] también vio a personas de la tercera edad llorando en el paro, reclamando al presidente que los ayude a la población, es por eso que mi hijo, siendo pequeño, decide ir a las protestas”, cuenta el padre, que se dedica a la venta de paraguas.

Lo primero que hizo Bruss fue ir a bloquear un puente de la zona junto a sus primos. Luego −narra su papá−, regresó a casa a almorzar, hizo sus tareas escolares y pidió permiso para salir nuevamente, esta vez al aeropuerto de Jauja. “Yo le dije que vaya con cuidado y él me respondió que iba a regresar temprano, que no me preocupara”, recuerda Pomazunco. 

Pero su familia no volvió a verlo con vida. Según denunció su papá, Bruss falleció luego de caer al río Yacus, cuando escapaba de los enfrentamientos con la Policía. “Un testigo me dijo que a mi hijo lo había correteado la Policía […] al día siguiente me entero que los policías son los culpables por haber lanzado bombas lacrimógenas y ahí es cuando las personas comienzan a escapar y mi hijo, al ver a los agentes, intentó escapar y se lanzó al vacío”, detalló José Pomazunco para medios locales. La Policía logró rescatar el cuerpo. 

El padre lamenta que le hayan arrebatado a su hijo, quien era “mis ojos” y “mi mano derecha”. “Bruss era mi mano derecha, se dedicaba al negocio y traía comida a la casa con nuestro triciclo. Él era mis ojos porque tengo una discapacidad en la vista. Y me ayudaba a cobrar. Ahora me lo quitaron”, se lamenta.

Dos días después del fallecimiento del menor, Alfonso Chávarry, el cuestionado ministro del Interior, negó que las muertes sean responsabilidad del gobierno porque “nada ha tenido que ver la policía aquí”. Sin embargo, la sensación en Junín es totalmente opuesta. «Castillo pudo actuar rápido y evitar esas muertes. Es su responsabilidad por no actuar antes”, sostiene Rosana Alarcón, periodista de la zona.

Bruss, cuenta su papá, estaba feliz por haber regresado al colegio con sus amigos nuevamente, tras dos años de clases virtuales. Sus compañeros no volverán a verlo en las aulas.

La tercera víctima mortal, de acuerdo a información oficial del Ministerio Público, es Jorge Maldonado Landeo (82). El hombre habría fallecido por no haber recibido a tiempo su tratamiento de hemodiálisis debido al bloqueo de carreteras. 

EL DÍA D

El sábado 2, el Ejecutivo finalmente se puso las pilas. O al menos eso parecía, pues anunciaron la tardía mesa de diálogo con los dirigentes para llegar a acuerdos y una tregua. Sin embargo, fueron llegando los ministros, pero el presidente ese día no apareció, lo que exacerbó el ánimo de los protestantes. Ellos pedían que Castillo se disculpara por tildarlos de vendidos.

La reunión con los ministros se llevó a cabo en el Coliseo Wanka. Sin embargo, cuando los manifestantes se dieron cuenta de que el presidente no llegaría, la protesta volvió a estallar. “[Estoy] totalmente indignado, el señor presidente debería estar acá, debe dar la cara acá, ¿por qué se esconde? No queremos a sus ministros, no queremos esa porquería”, dijo un manifestante a los periodistas de Canal N. Producto del conflicto, casi 30 personas resultaron heridas, algunos más graves que otros, de acuerdo a medios locales.

Kenyi Huaripata Yauri (23) es estudiante de ingeniería mecánica de la Universidad Nacional del Centro de Perú. Ese sábado tenía clases, pero cuando vio a un grupo de agricultores −la mayoría, adultos mayores− que pasaban caminando mientras reclaman sus derechos, decidió ir a marchar con ellos. “Mi familia se dedica a la agricultura en Huancavelica, sé cómo es la labor, bastante sacrificada, por eso es que tomé la decisión de acompañarlos”, sostiene.

Cuando los disturbios comenzaron, cuenta, la Policía empezó a tirar bombas lacrimógenas a los manifestantes. En ese momento, él se retiró para evitar que lo lastimen. Sin embargo, para volver a casa se vio obligado a pasar por donde estaban los agentes. “Vi que estaban usando perdigones y bombas […] también cuando me estaba retirando, vi a un compañero en medio del humo tirado en el suelo, sin poder moverse debido al efecto de los gases lacrimógenos”, recuerda Kenyi.

Kenyi Huaripata paro transportistas junin
Kenyi Huaripata salió a marchar junto con un grupo de agricultores. Lo que empezó como una protesta pacífica, terminó en casi una treintena de heridos. A Kenyi le lanzaron una bomba lacrimógena en la ingle y tuvo que ser operado de emergencia.

De acuerdo a su testimonio, al darse cuenta de que eran pocas personas, la Policía empezó a lanzar más bombas para dispersarlos. Y es ahí donde uno de estos artefactos le cayó en la ingle. “El dolor era tan intenso, que ya no pude irme a mi casa como lo tenía pensado, a pesar de estar muy muy cerca”, cuenta. 

Como pudo, se acercó a una unidad de primeros auxilios de su universidad y les pidió ayuda. Fue llevado al hospital Daniel Alcides Carrión. Luego de tenerlo dos horas haciendo papeleos, una prima llegó a ayudarlo y lo trasladó a una clínica para ser operado de emergencia. “Si mis papás no hubiesen hecho un esfuerzo para ayudarme a pagar la clínica, seguramente no me habrían operado y ahora estaría mal”, apunta el estudiante. 

Otro de los que resultó herido de gravedad fue Frayan Toribio Yaranga (27), que se encontraba como brigadista de primeros auxilios en la protesta. “Voy a apoyar el paro de los transportistas porque ya mucho se abusa del pueblo y las cosas suben: el petróleo, los víveres. Ya no nos alcanza”, le dijo a su padre Félix Toribio, según recuerda este a Sudaca.

Pero en medio de la batalla campal que se armó en las afueras del Coliseo Wanka, a Frayan le cayó un perdigón en el ojo derecho. Su familia se enteró de que estaba herido cuando vieron una foto de él en redes sociales. Cuando fueron a buscarlo, lo encontraron tirado en una camilla y sin atención médica. Tuvieron que trasladarlo de emergencia hasta el Hospital Nacional Guillermo Almenara, en Lima. Fue operado, pero perdió la visión del ojo derecho. Ahora corre el riesgo de perder el otro ojo debido a la gravedad de las heridas y a la atención tardía, según le informaron los médicos a su padre.

Frayan Toribio
A Frayan Toribio le tiraron un perdigón en el ojo derecho. Aunque lo operaron, perdió la visión en ese ojo. Ahora se encuentra en peligro su ojo izquierdo.

“Mi hijo trabaja en Arequipa, en la mina, gana su plata con el sudor de su frente. No es un delincuente. No entiendo por qué le hicieron esto. Muy mal la policía, ¿cómo va a disparar de frente a las personas como si fuesen animales? Queremos justicia, nos sentimos indignados”, reclama Toribio.

Ahora Frayan se encuentra deprimido, por lo que su familia pide que los ayuden con un psicólogo para su hijo. “Mi hijo está llorando, está desesperado. Ahora yo le pido a Castillo o a los congresistas que me ayuden con un psicólogo que le hable a mi hijo”, pide su padre.

Daniel Zacarias Tejeda (28) también resultó herido. Él fue golpeado por los efectivos policiales en varias partes del cuerpo. “Cuando ya me estaba retirando, nos empezaron a tirar bombas y luego entre varios nos golpeaban, nos maltrataban. Tuve que ir a sacarme ecografías y rayos X para descartar cualquier fractura”, recuerda. 

Daniel Zacarias
Daniel Zacarias también resultó herido en las manifestaciones: fue golpeado por los efectivos policiales en los exteriores del Coliseo Wanka.

Zacarias, quien se dedica a la construcción, tuvo que dejar de trabajar por los golpes recibidos. Cuando fue a la clínica, había 20 personas más que también estaban heridas. Ahora solo espera ver a Castillo dando la cara hoy en Huancayo. “Mi familia está muy molesta por lo que me hicieron. Y ese es el sentir general”, advierte. 

Al cierre de esta edición, el presidente de la República acababa de llegar, entre pifias, al Coliseo Wanka para clausurar el Consejo de Ministros. Cuatro horas después que sus ministros. Tarde y mal para los juninenses y sus muertos. 

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Huancayo, Junín, Pedro Castillo, protestas

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