Juan Carlos Tafur

El Congreso es cómplice de la crisis

“No puede presidir el Parlamento un representante de la peor bancada de todas las existentes: la de Acción Popular. Tiene que presidir el Congreso un líder opositor con agenda política clara y convocante”

El Congreso debería ser el gran ecualizador de la crisis política generada por un presidente inepto y probadamente incapaz de gobernar. No puede limitarse a fiscalizar. Debe tomar cartas en asuntos gubernativos, mal que le pese.

 

 

 

No hace nada de ello y actúa con pavorosa improvisación. Anteayer, durante la visita del presidente Castillo, ni siquiera tenía una agenda prevista, ni coordinaciones previas, todo era improvisación y pérdida de tiempo.

Las bancadas del centro y la derecha, ya que no tienen espíritu para vacar a Castillo o adelantar elecciones generales, al menos deberían, entonces, abocarse a diseñar reformas legislativas en aspectos cruciales del quehacer estatal, hoy abandonados a la angurria de poder del cerronismo instalado en la esfera de influencia del presidente.

Por lo pronto, debería ajustar con mayor empeño a los ministros incompetentes o a aquellos que designan funcionarios no idóneos, cualquiera de los dos escenarios es intolerable. Pero eso no basta. Hay tareas urgentes que emprender en el país y ya está probado que el Ejecutivo no lo va a hacer.

 

Es primordial, por ejemplo, que el Congreso no sea cómplice de la destrucción de las reformas universitaria y del transporte, tarea en la que cuenta con la “solidaridad” ideológica de Palacio.

Debe, además, tomar una o dos reformas cruciales y formar comisiones ad hoc que las vean y luego plantear un paquete de normas que las plasmen. Hay dos que claman al cielo por ser atendidas: la reforma del proceso de descentralización y la inconclusa reforma política. Que se formen dos comisiones parlamentarias dedicadas exclusivamente a convocar expertos y armar una propuesta legislativa completa y orgánica sobre ambos temas y que luego el Pleno ratifique.

Nada de ello, sin embargo, está haciendo el Congreso. Pierde su tiempo en futilidades o en iniciativas tontas. Por ello, su enorme desprestigio, lo que acarrea el agravamiento de la crisis política del país, ya que no se aprecia recambio a la mediocridad palaciega. La ciudadanía no tiene dónde voltear la mirada para encontrar alguna esperanza de mejoría o de salida del embrollo.

No basta, queda claro, con que el Parlamento sea reactivo al desmadre palaciego. Tiene que tener iniciativa propia. Y, en esa medida, haría bien en repensar con cuidado a quién se le entrega la presidencia del Legislativo el período venidero. No puede presidir el Parlamento un representante de la peor bancada de todas las existentes: la de Acción Popular. Tiene que presidir el Congreso un líder opositor con agenda política clara y convocante.

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Congreso del Perú, Pedro Castillo, protestas

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