Muchos años se habló de que el Perú corría riesgo de ser un Estado fallido, entendiendo Estado como nación, por culpa de la demagogia económica populista de los 80 y la violencia terrorista. Gracias a la apertura económica, a la sensatez fiscal y monetaria, y luego a la recuperación de la democracia, el país gozó de décadas de crecimiento y de mejoría del Estado. Se fueron creando paulatinamente islas de excelencia ejemplares.

Una tragedia impensada, como la pandemia, nos condujo a una elección de los resabios de dos grandes males de la sociedad política peruana: el neosenderismo y el fujimorismo en su versión mercantilista. Y al final ganó la peor de las dos opciones, y por esa razón nos asomamos al riesgo de parálisis del Estado como entidad, en su calidad de agente facilitador del mercado y de la sociedad peruana. Una desgracia por donde se le mire.

 

 

 

El país ha perdido una gran oportunidad de enderezar el rumbo de destrucción del Estado que esta gestión está llevando a cabo, con absoluta impunidad y sin que la oposición sea capaz de hacerle frente (habrá que ver si acaso es capaz de censurar ahora ministro por ministro, de la manga de impresentables de la baraja ministerial). No es, reiteramos, un triunfo del gobierno el que hemos visto esta madrugada, sino una clamorosa derrota de la oposición, lo que abre un panorama sombrío para la república.

 

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anibal torres, Gobierno, voto de confianza

A esa derecha, la calle jamás la va a acompañar. No hay activismo posible allí. Tiene que despertarse, por ello, una movilización liberal -pensamiento que ya cala hondo en la tecnocracia, en la opinión mediática, en colectivos universitarios-, para que recién madure una resistencia popular a la pavorosa mediocridad e inmoralidad implícitas en el gobierno actual, y que bien merece ya un rotundo rechazo ciudadano en avenidas y plazas. Solo una causa liberal puede activar esa movilización, no las rancias pancartas del conservadurismo.

 

 

 

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Congreso, Gobierno, Pedro Castillo

 

 

Las balas de plata, como se llama al hecho de que el Parlamento utilice una de las dos opciones que tiene de no darle el voto de confianza a un gabinete ministerial -antes de permitirle al Ejecutivo la prerrogativa de disolver el Congreso-, están para ser usadas. No son un arma disuasoria ilusoria, y, más aún, dejan de serlo efectivamente si no se emplean en el momento en el que deben emplearse.

 

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Congreso, Gobierno, Pedro Castillo

Si queremos que el Perú deje de ser una sociedad tan conservadora en temas como el respeto a los derechos sexuales y reproductivos (aborto, por ejemplo), despenalización de las drogas, matrimonio gay, equidad de género, debemos construir una sociedad capitalista liberal, el mejor poder disolvente del statu quo mercantilista, autoritario y conservador que nos rige.

Capitalismo es libertad y contestación. Está en su código genético revolucionarse desde dentro, si los Estados no lo coactan y le permiten explosionar sin ataduras, como no sean -las únicas aceptables- las que precisamente eviten que se distorsione su espíritu competitivo e igualitario de origen.

La del estribo: vale la pena visitar la experiencia “Beyond Van Gogh, The Inmersive Experience”, que se exhibe en la Videna. Ilustrativa, llamativa, propiciadora de interés por el genial artista, siempre es bienvenida cualquier brizna de globalización cultural en una ciudad al respecto tan provinciana como Lima. Entradas en Teleticket.

 

 

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capitalismo, Liberalismo, sociedad


La apuesta por un proyecto liberal, que consolide la democracia y construya un capitalismo competitivo, choca, más que con intereses ideológicos adversos (
que, de hecho, existen), con la gangrena incontenible de la corrupción, que golpea en la línea de flotación a cualquier proyecto político que quiera hacer del Perú un país instalado en la modernidad.

 

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corrupción, Gobierno

Es altísima la desaprobación del Congreso de la República. Castillo tiene 25% de aprobación, según la última encuesta de Ipsos. Maricarmen Alva tiene apenas 21%. En parte se debe, obviamente, al natural descrédito que en el Perú y en el mundo sufren los Parlamentos, pero en el caso peruano, incide, sin duda, la parsimonia escandalosa que ha mostrado para actuar como contrapeso de un poder Ejecutivo, que ha hecho barbaridad y media sin que el Legislativo le ponga coto. Es hora de corregir esa pasividad.

 

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Gobierno, Pedro Castillo, Vacancia

Le haría mucho bien al Perú que sobrevenga un periodo largo de gobiernos de centroderecha o derecha, inclusive conservadora (porque ésta, al abonar en favor de las libertades económicas, a la postre genera las condiciones sociales para que, por la propia emulsión ciudadana, crezcan las demandas por las libertades civiles y los derechos democráticos).

Corresponde el turno a una derecha que rompa con el statu quo vigente desde los 90 en adelante. Que a la par de emprender la segunda ola de reformas económicas, le eche el guante a las reformas institucionales urgentes que el país requiere (salud y educación públicas, descentralización, seguridad interna, etc.).

Ojalá la tragicomedia que estamos apreciando con el gobierno de Castillo, sirva al menos, de despertador para la conciencia cívica adormilada y la centroderecha o la derecha monda y lironda, estrenen un activismo potente que desemboque en un protagonismo central en los siguientes procesos electorales.

 

 

 

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Derecha, Gobierno, Izquierda

Hoy, esa heredad se ha ido al tacho, por culpa de algunos advenedizos que han capturado el partido, convirtiéndolo a una organización presta al enjuague y la componenda interesada. Las pesquisas fiscales, que ya empezaron a rodar y no se detendrán, pronto nos harán saber el grado de responsabilidad delictiva que pueda alcanzarle al partido de la lampa y a sus principales dirigentes.

Es una desgracia que el centro político peruano se haya degradado políticamente al extremo mostrado por Acción Popular. Alianza para el Progreso, el otro partido de centro, ha salvado al honor al pronunciarse claramente a favor de la censura de Silva, de no darle la confianza al gabinete y eventualmente de discutir la posibilidad de la vacancia. No es el caso de Acción Popular, cuya labor en el Congreso es moral y políticamente deleznable.

 

 

 

 

Solo queda hacer votos para que el pueblo tome consciencia de ello y nunca más se deje sorprender por nostalgias o logos atractivos y lo piense tres veces antes de volver a darle un endose electoral a algún candidato de Acción Popular, partido que había logrado reverdecer, pero que rápidamente ha demostrado grados de putrefacción que deberían hacerlo merecedor de una nueva etapa de ostracismo.

 

 

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Acción Popular, Karelim López
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