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Juan Carlos Tafur, autor en Sudaca - Periodismo libre y en profundidad | Página 114 de 147

Mejora en sus niveles de aprobación el presidente Castillo, según la última encuesta de CPI. Su aprobación pasa de 40% a 43.5% y su desaprobación cae de 47.7% a 43.5%. No obstante, sigue siendo una aprobación baja respecto de lo habitual en gestiones que recién se estrenan.

Donde claramente no ha mejorado el gobierno es en materia de la gestión de su gabinete ministerial. Un alicaído 15.7% dice tenerle mucha confianza al gabinete Bellido, 45.7% poca confianza y un 31.9% ninguna confianza.

Respecto de si deben cambiarse algunos ministros con nombre propio, el resultado es devastador: 53.3% cree que Bellido debe ser cambiado; 48% Iber Maraví (Trabajo); 36.9% Ciro Gálvez (Cultura); 35% Juan Carrasco (Interior); 34.6% Juan Silva (Transportes); y 36.1% Walter Ayala (Defensa).

Queda claro que el problema político mayor que el régimen exhibe pasa por la conformación de su gabinete ministerial, donde, políticamente hablando, lo que se aprecia es una batalla campal entre los ministros castillistas y los ministros cerronistas.

Castillo, como líder sindical, cree que puede mecer al país albergando posturas tan encontradas y dejando en suspenso la toma de decisiones (por ejemplo, respecto del titular de Trabajo), y en ese trance la ciudadanía ve crecer el descontento y el gobierno pierde legitimidad.

No es viable un gobierno con tres fuerzas que tiran cada uno para su lado. Entre al ala magisterial vinculada al Movadef, el radicalismo refundacional de Vladimir Cerrón, y el espíritu tecnocrático de la izquierda más moderada, se genera un zafarrancho indigerible que no permite desplegar políticas públicas eficaces e incidentes.

Castillo tiene que mirar al centro. Allí está la clave de la gobernabilidad y de salida de la crisis. Bien lo ha dicho el expresidente Francisco Sagasti en excelente entrevista efectuada hoy por Patricia del Río, en Sudaca: se requiere un coro de centro que ecualice la radicalidad del gobierno enfrentada a la radicalidad de la oposición. El Primer Mandatario haría bien en tenerlo en cuenta. De él depende dar el primer paso para construir ese espacio común.

Castillo está en capacidad de construir un gabinete de centroizquierda que genere consensos inclusive con la derecha. Sería extraordinario. Lo penoso es ver la chatura de un gobernante que no parece ser consciente del inmenso desafío político que tiene entre manos. Gobernar al Perú era ya una tarea difícil antes de la crisis pandémica, económica y política. Hoy, hacerlo requiere mucha inteligencia y coraje para tomar decisiones, virtudes que no parece tener, lamentablemente, el ocupante de Palacio.

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Patricia del R, Presidente Castillo

Queda más que claro que el shock capitalista que el Perú requería para salir de la crisis recesiva de la pandemia y que hubiera permitido remontar las adversidades en las cifras de empleo y pobreza rápidamente, solo va a ser una quimera en manos del menjunje de gobierno que tenemos.

Inclusive, los esfuerzos de responsabilidad fiscal de Pedro Francke al mando del MEF chocarán con la absoluta falta de confianza de los inversionistas empresariales de todo tamaño, quienes, mientras dure el desmadre y además penda como espada de Damocles la posibilidad de una refundacional Asamblea Constituyente, no van a meter la mano al bolsillo para arriesgar sus capitales.

El propio Francke, quien ha pedido facultades legislativas en materia tributaria, chocará con una realidad fiscal en el sector minero distinta a la que él seguramente esperaba. Si pensaba que allí estaba la vaca lechera para todos sus males, se equivocó de cabo a rabo. Ya el sector minero, según un estudio del IPE, tiene una carga tributaria del orden del 47%, muy por encima de Canadá, Australia y Chile, directos competidores en el sector, siendo solo superados por México.

Quiere decir que casi la mitad de la utilidad minera se va al Estado. Es como si el gobierno fuera accionista, sin riesgo alguno, de la mitad de las acciones de las empresas mineras. Mucho más no les puede sacar, sin correr el riesgo de espantar a los potenciales inversionistas que hoy están a la espera de empezar a operar, en proyectos valorizados en varios miles de millones de dólares.

Antes que pensar en sobrecargar el sector minero, a lo que el gobierno debiera abocarse es a destrabar los proyectos entrampados o acelerar los que ya están en fase pronta de operaciones. Con ese aumento considerable de inversiones, obtendría mucho más que con una facilista sobrecarga impositiva.

Pero esto que vemos en el sector minero lo apreciamos en todos los ámbitos del Estado. Se ha extendido un ánimo antiprivado fatal para la economía. Una empresa privada ha ofrecido hace semanas toda su plataforma logística para desplegar un proceso de vacunación masivo a través de las farmacias y, pues, el presidente de EsSalud y el titular de Salud, ni bola. Seguramente, llenos de prejuicios contra el sector privado, se conducen a la parálisis.

Serán cinco años perdidos. El gobierno de Castillo será peor que la pandemia. Ni con Francke en el MEF o Velarde en el BCR se logrará mucho si se alberga senderistas en Palacio junto a radicales cerronistas, además en guerra cruenta entre ellos, y todo ello bajo la sombra del desgobierno de un Presidente incapaz.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Pedro Francke, Perú

Se le presenta una nueva oportunidad al Congreso para recuperar legitimidad política frente a la ciudadanía: la interpelación y ojalá censura del ministro de Trabajo, Iber Maraví.

Las pruebas en su contra son contundentes. Los atestados policiales que ha publicado La República no son uno, son varios, no son en base a un testigo sino son muchos más. Maraví, según esos documentos, estuvo involucrado en la cúpula fundacional de Sendero Luminoso y participó, inclusive, en atentados terroristas.

Ya era una afrenta al país el gabinete Bellido, salvo excepciones. Lo es ahora terriblemente más honda, con la presencia de alguien como Maraví. Nunca se le debió dar la confianza a este gabinete. Al menos, se espera que en el proceso de interpelación planteado, esta vez el Congreso no decepcione ni desaire la expectativa ciudadana.

Particularmente, cabe invocar a Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos, sin cuyos votos es imposible una censura, que en esta ocasión, antepongan eventuales intereses políticos subalternos, al prestigio de la patria, que no puede verse mancillada por la presencia en el poder de alguien con semejante prontuario, vinculado a un movimiento que generó un baño de sangre en el país y enlutó a decenas de miles de familias peruanas.

Y si el Premier Bellido -a quien, dicho sea de paso, Maraví no le hace caso y se zurra en su pedido de renuncia-, hace cuestión de confianza por esa interpelación y eventual pedido de censura, pues el Legislativo tendrá que asumir los costos políticos y proceder igual a censurarlo y tumbarse el gabinete, si se diera el caso que el Premier antepusiese un capricho para hacerle frente a un clamor político popular.

La gobernabilidad del país, que es, al parecer, lo que les preocupa a algunos líderes políticos del centro (Acuña, Lescano, Luna Gálvez, etc.), no pasa por bajar la cabeza frente a los despropósitos del régimen. Por el contrario, como se está viendo, ese desvelo transita por la necesidad de controlar los desmanes políticos que el Ejecutivo está cometiendo, al amparo de un Presidente diletante y a quien el cargo le ha quedado sobradamente grande.

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Iber Maraví

Supuestamente había en el Perú una izquierda que había evolucionado a favor de la defensa de la democracia, los derechos civiles y, en alguna medida, criterios económicos responsables, disidentes del statu quo liberal, pero enmarcados en una lógica racional de mercado.

Esta izquierda sufrió un severo traspiés moral cuando miró de soslayó y rehuyó definiciones acerca de las dictaduras de Cuba y Venezuela, y no supo marcar diferencias y, por tanto, despejar dudas respecto de que si accedía al poder no hubiera desplegado esquemas de gobierno igual de autoritarios y populistas.

Costó sangre, sudor y lágrimas que paulatinamente algunos políticos o intelectuales de izquierda aceptasen que ambos regímenes eran indigeribles, democráticamente hablando, y que merecían, por tanto, severa condena.

Pero puesta sobre el test de realidad que hoy significa el gobierno de Castillo, esa izquierda ya no ha cometido un mero traspiés sino un descalabro moral. Estamos ante un gobierno inepto, imbuido de lógicas políticas dictadas por el leninismo anacrónico de Vladimir Cerrón y el filosenderismo del ala castillista. No hay forma de que una izquierda moderada se pueda tragar semejante sapo si no es previa claudicación política, moral e ideológica.

Parece que el puro afán de poder es el que mantiene a los ministros de esa izquierda en sus respectivos cargos. Un gobierno mediocre, un Presidente patológicamente dubitativo y un régimen ideológicamente esquizoide es la receta segura al fracaso más estrepitoso.

¿Quiere incinerarse la izquierda “moderna” en ese incendio seguro? La campeona del yerro, Verónika Mendoza, ya jugó sus cartas a favor de
Vladimir Cerrón. Hace pocos años rompió un proyecto político porque estaba el exgobernador de Junín presente. Hoy, se olvidó de sus aprehensiones morales y no solo lo acompaña sino que lo apuntala.

¿Pero y el resto de la izquierda? ¿Va a seguir el juego frívolo o perverso de Mendoza o va a ser capaz de denunciar las prematuras tropelías que este gobierno está perpetrando? ¿Va a tolerar el radicalismo autoritario de Cerrón? ¿Va a mirar de soslayo la presencia evidente de Sendero Luminoso en el seno de Palacio? ¿Va a pasar por agua tibia la misoginia rampante de, nada menos, el Premier?

Si la izquierda moderna y moderada -que existe en la política, en la prensa y en la academia- guarda silencio “estratégico” frente a lo que ya claramente es una tragedia política, será cómplice y corresponsable -si acaso ya no lo es- de un régimen destinado al abismo más hondo.

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Gobierno peruano, Pedro Castillo, Perú, Verónika Mendoza, Vladimir Cerrón

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Movadef, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

La decisión política que va a tener que tomar el presidente Castillo no es poca cosa. Es dramática. Se va tener que desarraigar de las dos fuentes matrices que lo llevaron al poder y reiniciar su gobierno bajo parámetros distintos. Porque el problema no es solo Vladimir Cerrón y sus pretensiones de que sea el partido Perú Libre el que gobierne -vieja reminiscencia leninista- y de que el régimen, con él como titiritero, se conduzca al proceso de refundar constitucionalmente la República a través de una Asamblea Constituyente, para lo cual ya junta firmas (esfuerzo, dicho sea de paso, inútil, ya que solo es el Congreso el único con potestad de reformar la Carta Magna, así se junten diez millones de firmas).

El otro grave problema fundacional del régimen, y que es el que está generando serísimos problemas de gobernabilidad, tantos como los ocasionados por el cerronismo, es la predominancia excesiva del ala magisterial radical vinculada al Movadef (de la cual es miembro, por ejemplo, el cuestionado ministro de Trabajo, Iber Maraví, sobre quien pesan serias acusaciones que lo vinculan a Sendero Luminoso), que también tiene entre sus propósitos el tema de la Asamblea Constituyente, pero, sobre todo, diseñar un plan de conquista sindical del magisterio, aplastando al Sutep, y luego la puesta en marcha de un plan político para construir desde el poder una patria socialista.

Si Castillo no rompe con ambos frentes, los cuales explican la ingobernabilidad que se aprecia en este primer mes y pico de gobierno, no va a poder desplegar ni siquiera una agenda de izquierda moderada. Se va a quedar atrapado en el conflicto político (porque, además, ambas alas se aborrecen y se sabotean mutuamente) y sumido en la parálisis y el desgobierno.

Entre el maoísmo del Movadef y el leninismo de Cerrón, Castillo no va a llegar a buen puerto. Y necesita actuar rápido. Ya, como se ha visto, nos han bajado la calificación crediticia y de persistir el despelote, las consecuencias económicas pronto se sentirán en los bolsillos, más allá del proceso devaluatorio e inflacionario, que en parte se explica por razones globales.

Castillo tiene que aprender a zanjar, a crear resentimientos, a postergar filiaciones, a desairar expectativas, a frustrar aspiraciones. De eso se trata, en alguna medida, gobernar, en tomar decisiones que alegran a algunos y afectan a otros. No se puede contentar a todos. Si lo que el Primer Mandatario busca es no herir susceptibilidades de nadie, vamos rumbo al despeñadero, a una situación de precariedad gubernativa de tal envergadura que amenaza la propia continuidad del régimen y conducirá, de paso (imaginamos que lo sabrá) al descrédito histórico de una opción de cambio.

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Movadef, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón
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