Si Castillo no deslinda de Cerrón, pronto sus propias bases populares se alejarán del respaldo que hasta el momento le vienen brindando. Según la última encuesta del IEP, el 39% de los sectores DE tiene esperanza en el gobierno de Castillo y un 21% siente confianza. Por regiones, en el sur y oriente 42% siente confianza.

Respecto de la aprobación al Presidente -la medición se ha efectuado antes de que asumiera el mando- el índice global es de 52.5%, pero crece en sectores DE a 60% y en zonas rurales a 68%.

Pero en lo que casi todos coinciden es en apreciar negativamente la presencia de Vladimir Cerrón en el gobierno. Un 85% está en contra. Y en el sector DE es adverso el 81% y en los sectores rurales el 77%.

En estos días del flamante gobierno se ha visto con nitidez la sobrepresencia del cacique de Junín en la designación del gabinete y en la de mandos medios de la administración pública. Casi todos los nombrados son cerronistas. Y por si fuera poco, ha impuesto como vocero de la bancada de Perú Libre a su propio hermano, Waldemar.

De hecho, los dos finalistas de la segunda vuelta iban a tener problemas sociales de conflictividad. En el caso de Keiko Fujimori, por discordancia ideológica de los sectores populares con su defensa del modelo económico. En el caso de Castillo por la eventualidad de sobre expectativas frustradas por una mala gestión. Ambos tenían la sombra de protestas como las sucedidas en Chile o en Colombia, al menor error político.

Se está allanando el camino para que prontamente ocurra ello, acicateado por los groseros despropósitos políticos del régimen, que, al parecer, no está en afán de enmendar. De seguir así, pronto veremos a las calles movilizadas no solo por la ultraderecha, sino por sectores sociales organizados que ya empiezan a manifestar su discordancia, por un lado, y por la propia ciudadanía general, que sin duda ve traicionada su confianza en el régimen por el papel protagónico que se le está dando a un personaje indeseado, como el señalado Vladimir Cerrón.

La dupla Castillo-Cerrón está jugando con fuego y puede terminar incendiando la pradera en contra de ellos mismos. Los respaldos ciudadanos en el Perú no son incondicionales ni eternos. Haría bien el Ejecutivo en percatarse de ello antes de que sea demasiado tarde.

 

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Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

El problema político generado por el gabinete Bellido no es porque sea de izquierda, mucho menos porque sea de origen provinciano o popular (la quimera narrativa victimizatoria que quiere imponer cierta izquierda al respecto es deshonesta).

Esa composición social del gobierno de Castillo estaba descontada. Las elecciones de este año las ha ganado la izquierda y nadie debería esperar la humalización de Castillo, menos aún luego del trauma histórico que para la izquierda supuso la radical conversión del exmandatario nacionalista.

El problema político radica en la precariedad funcional de buena cantidad de ministros, y la falta de idoneidad moral del Premier, por su ambigüedad frente al terrorismo, los coletazos que alberga respecto del castrismo dictatorial, su implicancia en el caso Los Dinámicos del Centro, y su florido rosario de declaraciones homofóbicas y misóginas. Simplemente no está calificado para el cargo.

Y a ello se suma su filiación fanática a la lógica política de Vladimir Cerrón. Bellido es más leal a Cerrón que a Castillo, y ya el secretario general de Perú Libre ha anticipado que la estrategia del régimen pasa por disolver el Congreso e imponer de facto una nueva elección congresal que conduzca a una Asamblea Constituyente de naturaleza corporativista y abiertamente antidemocrática.

Por ello se han encendido las saludables alertas preventivas en la oposición. Que en ella anden agazapados golpistas de reciente data, no le resta legitimidad a una justificada preocupación por la línea radical y autoritaria por la que parece haber optado inicialmente el presidente Castillo.

Hacemos votos porque el Primer Mandatario rectifique democráticamente el grosero error cometido y que reconduzca a su gobierno por la senda de una izquierda democrática, que no avasalle los cauces constitucionales ni los poderes del Estado, tal como lo anticipó en su mensaje de Fiestas Patrias ante el Congreso.

Como está planteado, el gabinete Bellido es una clara provocación y sugiere un derrotero político que buscará disolver el Legislativo. Bajo esa perspectiva, sería muy tonta la oposición parlamentaria si se dejase conducir como rebaño a un matadero sin reaccionar utilizando los mecanismos constitucionales y democráticos a su alcance, que van desde una temprana interpelación al Premier, una negatoria de la confianza al gabinete y si, luego de ello, el Ejecutivo insiste en la colisión absurda e irracional, saber que tiene a la vacancia como recurso extremo, pero válido para detener arrestos autoritarios, radicales y antidemocráticos.

 

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Guido bellido, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

[PIE DERECHO]: Las fuerzas de contención de un proyecto que pinta como radical y autoritario van a precisar de apoyo social y no solo partidario o congresal, en un esfuerzo donde todas las voces suman y ninguna resta.

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Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

La Coordinadora Republica y allegados, o Erasmo Wong y sus mítines no pueden ser ni la única ni la principal barrera de contención contra la eventualidad de un arresto radical y autoritario del gobierno de Pedro Castillo.

Se necesita una gran movilización nacional, que incluya no solo a la derecha sino también, en principal medida, al centro político del país. Se requiere, además, de la presencia de organizaciones sociales o gremiales, sobrando decir que el trabajo político destinado a brindarle legitimidad a la causa democrática debe pasar por un trabajo intenso en todas las zonas altoandinas donde Castillo arrasó en la segunda vuelta.

Ya el partido Morado ha anunciado que no le dará la confianza al gabinete Bellido. Ya la Federación Departamental de Trabajadores de Arequipa ha dicho que se movilizará si Castillo no rectifica la designación de su Premier. Ya el poderoso Sutep ha advertido del intento oficialista de quebrar el magisterio dándole rápido reconocimiento legal al segmento radical apadrinado por un ministro de Trabajo que ha sido vinculado al Movadef.

No puede arredrar a los activistas de esta causa la votación en las regiones andinas pro Castillo. En Ayacucho, donde Castillo obtuvo más del 82% de los votos válidos en la segunda vuelta, en verdad, si se toma en cuenta los electores hábiles totales, el excandidato de Perú Libre logró convencer al 56.37% del electorado ayacuchano. En Cotabamba, el distrito del que proviene el Presidente, éste obtuvo el 95.21% de los votos válidos en segunda vuelta, pero si se considera a todos los electores hábiles, es decir a la ciudadanía plena del lugar, en verdad alcanzó a seducir al 58.72% de la población local.

Hay, pues, posibilidad y necesidad de convocar a la mayor cantidad de actores políticos y sociales, de Lima y el resto de regiones del Perú, para asentar una base de legitimidad a los pasos políticos que corresponderá dar si Castillo insiste en el despropósito de este gabinete radical.

Desde una eventual interpelación al Premier, hasta el uso extremo de la vacancia como munición defensiva si el Ejecutivo quiere disolver el Congreso e imponer de facto una Asamblea Constituyente, pasando por la negatoria de la confianza al gabinete Bellido en el Parlamento, las fuerzas de contención de un proyecto que pinta como radical y autoritario van a precisar de apoyo social y no solo partidario o congresal, en un esfuerzo donde todas las voces suman y ninguna resta.

 

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Erasmo Wong, Federación Departamental de Trabajadores de Arequipa, Partido morado

Un rol decisivo en esta crisis de régimen a la que nos ha conducido el presidente Castillo, lo tendrá que jugar el centro parlamentario. El Premier Bellido es inaceptable, debe negársele la confianza, y si el Ejecutivo lo que busca es confrontar con el Legislativo para provocar su disolución, pues a la negatoria de confianza debe sumarse ya la munición de la vacancia.

Ya la derecha se ha pronunciado en ese sentido. Los morados ya anticiparon que no le darán la confianza al gabinete nombrado. Corresponde a Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos sumarse a este frente cívico democrático e impedir los despropósitos de Castillo y de Vladimir Cerrón.

El centro no puede permitir que el monopolio de la firmeza y la energía opositora lo capitalice la derecha. Ser de centro no significa ser aguachento, indefinido o malaguoso. Es hora de zanjar con las inconductas políticas y morales de un gobernante que ha demostrado ser incapaz de encaramarse en el cargo y empoderarse, y que ha decidido pervertir su mandato subordinándolo a una agenda radical y desestabilizadora.

Es momento de que los 87 u 88 votos que estas agrupaciones suman (¿el congresista Valer seguirá en plan de albacea de Perú Libre o habrá recapacitado ante el desmadre?) se hagan sentir.

Las calles, las organizaciones sociales, las autoridades locales, los partidos políticos y la opinión pública en general se han manifestado en contra de la decisión presidencial de nombrar un gabinete de tamaña incompetencia y de un signo ideológico por el que las mayorías no votaron. El centro no puede hacerse de oídos sordos frente a ello.

Es más, ante la eventualidad de un recorte del mandato fallido de Castillo, es probable que la opinión pública esta vez recapacite, no vote por los extremos y se incline por opciones más moderadas, dado el rápido descrédito de la izquierda y el papelón que hizo la extrema derecha después de la segunda vuelta alegando un fraude inexistente. Eso no ocurrirá si el centro defecciona.

Lo peor que le podría pasar al país en estos momentos es que la angurria menuda guíe los pasos de nuestra clase política en el Parlamento y el temor a una confrontación que podría llegar a costarle su permanencia, si pierde la batalla, los inhiba de actuar con la energía y sensatez que las circunstancias críticas por las que pasa el país demandan.

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Partido morado, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Bienvenida la designación de Pedro Francke como titular de Economía y Finanzas. Le otorga una perspectiva de moderación al programa económico que, sin duda, tranquilizará a los mercados y permitirá confiar en que el gobierno transite una ruta de sensatez por lo menos en el corto plazo.

Pero lamentablemente para el gobierno, la presencia de Francke, o de Aníbal Torres, o de Juan Cadillo o de Juan Carrasco por mencionar algunos que sí pasan la valla, no es suficiente para darle la confianza a un gabinete presidido y conformado por sinfín de personajes inaceptables en el manejo de la cosa pública o -en el caso de Bellido- inadmisibles en cualquier gobierno de talante democrático.

Castillo no puede pretender que el país y el Congreso le acepten un gobierno moderado en lo económico, temporalmente, pero imbuido de una lógica política radical, preparada para el choque con el Congreso y la provocación de la disolución del Legislativo. Eso es inaceptable.

Bellido ni siquiera debiera formar parte del Congreso, mucho menos ser la segunda autoridad política del país. Ambiguo -por ser generoso con las palabras- con el terrorismo senderista, admirador del castrismo y del leninismo, involucrado en el caso Los Dinámicos del Centro, de pasado cuestionable, misógino y homofóbico (¿será por eso el respaldo del almirante Montoya?), no califica para ser Presidente del Consejo de Ministros.

El país votó por el Plan Bicentenario, no por el ideario de Perú Libre. Y si Castillo, envanecido a las pocas horas de sentir los masajes del poder, cree que puede hacer tabla rasa del orden democrático para lograr sus propósitos de una refundación constitucional, pues deberá encontrar férrea resistencia en la clase política, en el pueblo organizado (que ya se empezó a manifestar) y en el poder parlamentario.

El Congreso no le debe dar la confianza a Bellido. ¿Se gasta una bala de plata? Bueno, está para usarse, no para tenerla colgada de adorno en la pared. Que Castillo se vea obligado a recomponer su gabinete con gente calificada, que mantenga a los buenos y deseche a la sarta de impresentables que ha arrejuntado en su primer gabinete.

Y si el Congreso -ya lo hemos dicho- aprecia que todo se trata de una jugarreta política del Ejecutivo para arrinconar al Legislativo y disolverlo, pues deberá proceder defensivamente con la vacancia del señor Castillo por incapacidad política y moral. No es hora de tibiezas ni complacencias. El futuro democrático del país está en juego por culpa de la improvisación o necedad del Presidente Castillo, que no ha sabido leer el texto político que contiene el voto que le otorgó su mandato.

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Guido bellido, Pedro Castillo, Pedro Francke

El Congreso no puede darle la confianza a un gabinete presidido por un sujeto como Guido Bellido, más que por cerronista furibundo, por su ambigüedad respecto de un tema tan sensible para el grueso del país, como es el terrorismo senderista y sus vinculaciones con el caso delictivo de Los dinámicos del centro.

Todo apunta a que sea una provocación premeditada de parte de Castillo para propiciar una primera negatoria de confianza que se tumbaría a su primer gabinete, y que así solo le restaría otra para provocar la disolución del Legislativo, llamar a nuevas elecciones congresales y allí aspirar a lograr la mayoría que hoy le falta para sus propósitos constitucionales.

Quizás, es probable que haya cierta inteligencia política detrás de la inesperada designación de alguien como Guido Bellido en el inaugural Premierato del nuevo gobierno. Puede ser solo torpeza, puede ser también sujeción a Vladimir Cerrón. Y simplemente (valga el término) eso, y que no haya una estrategia política maliciosa detrás.

Pero aún así, el Congreso, mayoritariamente de centroderecha, debe estar advertido y no permitir que Castillo haga lo que le venga en gana desde el poder. Ya los morados y Somos Perú han tomado distancia del régimen por esta decisión. Con ellos, se suman 87 votos en el Parlamento, los suficientes para vacar por incapacidad a Pedro Castillo.

Si luego de la negatoria de confianza a Bellido, Castillo insiste en nombrar a alguien del mismo perfil (Nájar, por ejemplo) o hace cuestión de confianza de algún proyecto de ley o del intento de reforma constitucional, el Congreso ya estará avisado de que la intención es villana y deberá anticiparse, proceder a vacar a Castillo, de inmediato a Dina Boluarte y dar pase a que asuma temporalmente la presidenta del Congreso y convoque a nuevas elecciones generales, con Castillo inhabilitado.

Si el Presidente, en abierto desacato del mandato popular y de la realidad política, cree que puede hacer y deshacer desde su cargo, pues tendrá que recibir el golpe político que se merece. Se va a generar zozobra e incertidumbre mientras dure el proceso, pero esa situación será infinitamente mejor que la que supondría agachar la cabeza ante alguien que no demuestra en sus primeros pasos tener las credenciales políticas y morales para ejercer la primera autoridad del país.

Se vienen tiempos difíciles para la República. Castillo pudo entender que podía hacer un gobierno de izquierda, que con legítimo derecho cambiase la política económica y refundase el Estado ineficaz que hemos sufrido, pero al parecer, imbuido de una lógica radical y de confrontación, cree que puede llevar al país hacia el abismo. Eso no se le puede permitir.

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Dina Boluarte, Guido bellido, Pedro Castillo

Si tomamos como referencia los temores que un sector de la derecha tenía respecto de la inminencia de un discurso radical, estatizante, expropiador y autoritario, el mensaje presidencial suena a lecho de rosas y a moderación económica y política.

Pero si descartamos las paranoias imberbes de nuestra poco ilustrada derecha nacional, lo cierto es que, más allá de las empáticas invocaciones históricas de arranque del discurso, que resuenan positivamente o deberían hacerlo en esta fecha bicentenaria, hemos asistido a una puesta en escena que no augura buenos tiempos para el país.

En materia económica, anuncios como los de retomar la actividad empresarial absoluta de Petroperú, otorgarle al Banco de la Nación función competitiva en el sector financiero o meter al Estado como socio -inclusive mayoritario- en proyectos de inversión minera, etc., no es una buena noticia, ni siquiera desde el punto de vista de una política económica de izquierda moderna. Son antiguallas ideológicas que solo traerán ineficiencia, corrupción y resultados contraproducentes.

Lo más grave, sin embargo, es su terca insistencia en la Asamblea Constituyente, con la cual, obviamente, sí pretende transformar por completo el modelo económico y convertirlo en un esquema estatista y controlista (si no, ¿para qué lo quiere cambiar?).

Al menos reculó en la idea original de ir por el camino del referéndum directo, lo cual hubiera sido un manotazo anticonstitucional, y ha decidido ir por el Congreso, como corresponde, pero hay que estar alertas respecto de la estrategia gubernativa para lograr su cometido.

¿Se va a quedar satisfecho Castillo con presentar una propuesta de reforma constitucional del artículo 206, someterla al Congreso y aceptar democráticamente dicha decisión, así sea contraria a sus deseos? El Legislativo seguramente le dirá que no es viable y ni siquiera obtendrá los 66 votos que necesitaría para luego ir a un referéndum que consolide la reforma. ¿Allí quedará la cosa?

Si así fuera, santo y bueno. El Primer Mandatario podrá decir que lo intentó y que no pudo, y se dedicará a gobernar con medianía nuestra economía y ojalá con eficiencia los sectores Salud y Educación, que son sobre los que más expectativa ciudadana hay (esperemos que el gabinete entrante esté a la altura de ese desafío).

Pero todo este esquema saltaría por los aires si Castillo, por ejemplo, decide hacer cuestión de confianza respecto del proyecto de reforma, provocando una colisión de poderes que podría llevar a la disolución del Congreso y estrenar un periodo de absoluta incertidumbre.

Las bancadas de centroderecha democráticas deberían saber, en esa perspectiva, a qué atenerse. Lo primero, no votar la propuesta y consultar al Tribunal Constitucional si procede esa cuestión de confianza sobre una reforma de la Carta Magna. Si el TC lo permitiese, pues igual votar a conciencia y rechazar semejante empotrada política, aún a riesgo de perder la curul y propiciar una nueva elección congresal.

Y de darse el caso, en esos comicios corresponderá nuevamente dar la batalla política. Todo lo que sea necesario se deberá hacer para impedir que el actual gobierno nos lleve a la deriva estatista y autoritaria que tantos ejemplos funestos tiene en la región y cuya posibilidad pende como una espada de Damocles sobre el país mientras Castillo no renuncie a la peregrina idea de refundar constitucionalmente la República.

Hoy se conmemoran doscientos años de independencia de la corona española y el nacimiento de la República. No hay mucho motivo de celebración. El sueño republicano sigue siendo una utopía y en esa perspectiva han sido escasos los momentos positivos de nuestra historia nacional en los dos siglos acontecidos.

Mientras no logremos consolidar el capitalismo liberal y lo acompañemos de la construcción de un Estado moderno y eficiente, el republicanismo será una utopía, una impostura, una ficción precaria.

Apenas se ha rozado ese círculo virtuoso en algunas fases de nuestra historia, quizás cuando la República Aristocrática o con el fujimorismo económico y la transición democrática de los últimos 30 años. Y no son, siquiera, momentos ejemplares de construcción de un ideario liberal sino a lo sumo momentos de entronización de modelos proempresariales.

Que aún así se haya logrado cifras importantes de crecimiento económico, reducción de la pobreza y de las desigualdades solo nos debería llevar a soñar lo que podría haber ocurrido si detrás de tales proyectos hubiese existido una voluntad económica y política realmente liberal.

Por eso, el país nos acaba de dar un cachetazo antiestablishment en esta elección bicentenaria. Por eso, a pesar de que nunca antes en nuestra historia republicana las regiones del país han gozado de tantos recursos, han sido las provincias andinas las que han desplegado un voto antilimeño potente y casi absoluto.

Una economía cabal de mercado liberal competitivo, sin prebendas ni argollas clasistas, una democracia republicana igualitaria y participativa más allá de los procesos electorales, y un Estado ecualizador de las oportunidades ciudadanas a través de unas dignas salud y educación pública, y provisión decente de seguridad y justicia, son las condiciones pendientes de realizar para el tercer siglo de nuestra vida como nación independiente.

Solo la conjunción de esos tres criterios (liberalismo, democracia republicana y buen Estado) hará factible sintonizar la sociedad nacida de la proclama libertadora de San Martín, con la herencia milenaria de los pueblos originarios, que han sido, por lo general, los grandes olvidados de todo proyecto republicano (para empezar, la Independencia no fue conquistada a plenitud por quienes sufrían la mayor opresión).

Al parecer, afrontaremos el inicio del tercer siglo transitando un paréntesis en esa gran apuesta pendiente y con el riesgo de retroceder globalmente si se plasma un proyecto antiliberal, autoritario y conservador. Hacemos votos porque el gobernante en funciones adquiera lucidez y su paso por Palacio no produzca una parálisis estructural y más bien, correctamente encaminado, contribuya a expresar y darle reconocimiento al pueblo que su origen humilde representa.

En todo caso, la fuerza de los hechos hará, confiamos en ello, que más temprano que tarde el país se vuelva a encontrar frente a la posibilidad de retomar el desafío pendiente de nuestra larga historia. Ojalá estemos a la altura de las exigencias cuando ello vuelva a ocurrir.

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Bicentenario, capitalismo
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