El Jurado Nacional de Elecciones no puede cometer las torpezas que ha cometido ayer, al  dar pie, primero, a una ampliación del plazo para presentar impugnaciones, y luego retroceder en dicho propósito, al entender que ello vulneraba la legislación vigente.

Genera una impresión de parcialidad o de impericia que preocupa, ad portas del proceso de revisión de las actas observadas por la ONPE y las impugnadas tanto por Fuerza Popular como por Perú Libre.

Es más, ni siquiera hay ciencia cierta respecto de cuántas actas estamos hablando. Se menciona en las redacciones periodísticas que solo ingresaron 160 (si fuera así, el triunfo de Castillo sería irreversible), otros mencionan que entraron al final las más de 800. En fin, ello, quien debería precisarlo con celeridad y claridad es el propio JNE y no dejar que crezcan las voces que hablan de un fraude a la vista.

En una elección no sólo reñida sino polarizada ideológicamente, con gente movilizada en las calles de ambas partes, es imperativo que el JNE se conduzca con extraordinaria transparencia. Debería seguir, en ese sentido, el ejemplo dado por la ONPE que dispuso un equipo de respuesta inmediata en las redes sociales a la infinidad de fake news que circularon y aún circulan por doquier.

Sea cual sea la decisión final del JNE, habrá controversia y eventual tumulto. Pero si esa decisión sucede en medio de cuestionamientos a la probidad moral y profesional de los miembros de la autoridad electoral, el riesgo de una escalada del conflicto crece.

Las elecciones del bicentenario colocaron al frente a dos personajes discutidos hasta por sus propios votantes. Se habló por ello de votos vigilantes y críticos en ambos casos. Sabíamos, pues, que se venían y vienen tiempos complicados política y socialmente hablando. En ambos escenarios.

Lo peor que le podría pasar a un proceso social que de por sí ya va a ser azaroso y lleno de zozobra, es que el JNE no le brinde legitimidad a su fallo final respecto del portavoz final del mandato popular.

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Elecciones 2021, JNE, ONPE

El Ministerio Público debería proceder, si cabe la figura legal, a denunciar penalmente a aquellos que, sediciosamente, andan promoviendo públicamente la participación de las fuerzas armadas para que “impongan el orden” e interrumpan el proceso electoral que hasta el momento le viene dando el triunfo a una opción de izquierda, como la de Pedro Castillo.

El respeto a la voluntad popular es una causa que excede los términos de izquierda y de derecha. Todos los que, inclusive, votamos críticamente por Keiko Fujimori, estamos obligados moral y políticamente a defender la democracia, aún si ésta arroja resultados diferentes a los que nuestra voluntad particular expresó en las urnas.

Es hora nuevamente de que la derecha separe la paja del trigo dentro de sus propias huestes. No es admisible dentro de los predios de la derecha liberal que se admita criterios tales como que es preferible un golpe antes que un  gobierno de izquierda.

Sigo creyendo firmemente que un gobierno de derecha liberal es lo que el Perú necesita para salir de la crisis institucional, política y económica por la que atraviesa el país. Un gobierno que despliegue un shock de inversiones capitalistas y le sume la reconstrucción de un Estado excluyente y deficiente como el que tenemos.

En esa medida, si se confirman los resultados del conteo rápido y de la ONPE, creo que el país ha perdido una oportunidad de lograr ese salto de calidad y que la izquierda encarnada en Pedro Castillo, aún si opta por un camino moderado, hará una gestión mediocre y generadora de más problemas que beneficios al país.

Pero ello no es argumento para sostener la insensatez delictiva de que la democracia peruana no debe tolerar que ese escenario se ejecute. Si la mayoría optó por un gobierno de izquierda, pues que se lleve a cabo. Habrá que estar vigilantes de que respete la democracia que lo ungió y no petardee las instituciones ni el Estado de Derecho, pero si se comporta dentro de los márgenes de la ley, habrá que respetar su gestión, no sabotearla, y esperar paciente y democráticamente a que en la próxima elección el país opte por una mejor alternativa. Eso es lo que corresponde.

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Elecciones 2021, Golpismo, Izquierda Radical

Como si no fuera suficiente con el nivel de incertidumbre política generada por la no conclusión del proceso electoral, que permita ya dar un ganador de la justa electoral y tirar para adelante, en la mejor o peor de las circunstancias, en medio de tambores de guerra golpistas de parte de algunos sectores afiebrados de la derecha peruana, que no es capaz de digerir un eventual triunfo de una izquierda popular, no podía faltar el inefable Congreso de la República para agregar su cuota de insensatez.

Pretende, con la convocatoria a cuatro legislaturas sucesivas, modificar una infinidad de artículos de la Constitución, que en el fondo lo único que buscan es asegurar la bicameralidad que les permita a ellos volver a postular al Senado el próximo año. En el proceso, sin embargo, se están levantando en peso el equilibrio de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo y en algunos casos, están pretendiendo otorgarle al Presidente poderes omnímodos para convocar de facto y a título personal a una Asamblea Constituyente (el sueño dorado de Pedro Castillo para no tener que pasar por el Congreso, como la Constitución vigente ordena).

Bien ha hecho el propio presidente Sagasti en advertir el despropósito, más aún si el mismo se ampara en la oscuridad para perpetrar sus fechorías, considerado que la inmensa mayoría de la ciudadanía está desvelada por el tema electoral y le presta poca atención a lo que se pueda hacer en los pasillos del Legislativo.

Como colofón de la barbarie quieren elegir expresamente al menos a tres magistrados del Tribunal Constitucional, sin respetar los plazos prudenciales, simplemente para blindar la eventualidad de que el ente máximo de interpretación de la Constitución, termine por declarar inconstitucionales las reformas que se están haciendo (por lo pronto, el texto de la Carta Magna exige 87 votos en dos legislaturas ordinarias y las que se han convocado son extraordinarias, es decir que no calificarían para el propósito reformista).

Ha sido una constante en el periodo republicano democrático más prolongado de nuestra historia, el deterioro paulatino del poder Legislativo, pero difícilmente alguien podía imaginar los niveles de descrédito a los que se podría llegar. La movilización social, mediática y de la sociedad civil activa debe impedir tamaños despropósitos.

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Bicameralidad, Elecciones 2021, Pedro Castillo

Hace bien el presidente del Jurado Nacional de Elecciones, JNE, en anunciar que serán televisadas las sesiones en las cuales se discutirá las impugnaciones y observaciones a las actas de la segunda vuelta electoral.

Es perfectamente legítimo que Keiko Fujimori dispute las actas impugnadas. Pueden cambiar el rumbo de la elección (grosso modo hablamos de 140 mil electores) y claramente, en algunos casos, parecen obedecer a una estrategia de Perú Libre por dilatar el proceso o por sacar esas actas del conteo rápido que iba a efectuar Ipsos el domingo.

La voluntad popular manda y no se puede violentar por detalles absurdos, como muchos de los que se han conocido en las últimas horas. Y así sea por un voto de diferencia, quien gane en el conteo será el próximo Presidente de la República.

De hecho, a Keiko Fujimori no le han bastado los votos del exterior para alcanzar a Castillo. La única manera de lograr el triunfo es que las actas impugnadas sean en su mayoría a favor de ella y que las mismas sean validadas por nuestras autoridades electorales. De eso se trata, de hacer respetar la voluntad de las mayorías por encima de triquiñuelas de personeros adiestrados.

Cualquiera de los dos candidatos necesita la mayor legitimidad posible para emprender un mandato que nace polarizado y con crisis de representatividad (la mitad del país ha votado en contra del elegido, sea quien lo sea finalmente). No puede haber el menor atisbo de duda respecto de la legalidad del proceso y allí jugará un papel muy importante el JNE.

Gritar fraude de antemano es irresponsable. Keiko se cuidó de no hacerlo imputándoselo a las autoridades electorales, pero ha tensado el ambiente innecesariamente, aunque se entiende la necesidad de movilizar políticamente a sus huestes y así presionar a las autoridades a que fallen en conciencia y no por intereses políticos subalternos. Pero se espera que si gana Castillo, Keiko no solo lo reconozca de inmediato sino que lo salude democráticamente.

Si el país vota por un candidato de izquierda hay que aceptarlo y permitirle que ejecute un gobierno de esas características. Mientras no violente el Estado de Derecho ni la Constitución, tendría el legítimo derecho político de gobernar desde la izquierda y la derecha debe aceptarlo sin menoscabar su legitimidad y, por supuesto, mucho menos aún, invocar el fantasma de la interrupción militar del proceso, como algunos descabellados termocéfalos ya están haciendo.

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Elecciones 2021, Pedro Castillo

Aparentemente, Castillo, si nos atenemos al pronunciamiento que ayer se ha encargado de circular el economista Pedro Francke, empieza a moderar su propuesta económica.

Si gana la elección sería una buena noticia para el país que abandone el escenario radical cerronista y eventualmente le agregaría valor que entienda que puede hacer un gobierno de izquierda sin necesidad de violentar la Constitución ni generando escenarios de confrontación con un Congreso adverso, lo que podría llevar a la reedición de indeseados escenarios donde la opción vacancia-disolución vuelva a estar sobre el tapete.

Por cierto, Castillo, si gana, tiene el legítimo derecho de desplegar un programa de gobierno de izquierda. Desde mi entender, eso será negativo para el país, en menor medida si se modera, en mayor si se radicaliza, pero nadie le podría negar ese derecho si lo gana en las urnas.

Lo que, sin embargo, es importante advertir desde ya es sobre la conducta política que desarrollará la oposición a Castillo en el Congreso. Si Castillo se modera, lo más probable es que pierda los 22 congresistas cerronistas, quienes seguramente serán los primeros en tratar de promover su vacancia. Castillo solo se quedaría con 15 congresistas propios más los 5 de Juntos por el Perú, apenas 20.

Allí va a ser crucial que la derecha congresal entienda que el peor error que podría cometer es arrinconar a Castillo, emprendiendo un plan de sabotaje equivalente al que el keikismo desplegó contra Kuczynski. Eso, lejos de ayudar a su moderación contribuiría a su radicalización y, sobre todo, al empleo de la calle como medio de presión para enfrentarse a un Congreso saboteador.

De darse el caso, lo inteligente es que la derecha le tienda un puente de plata a la eventual moderación de Castillo, marcando claramente su oposición al plan izquierdista que igual desarrollaría, pero no llevando esa distancia a niveles de obstrucción tales que le impidan gobernar a Castillo y lo coloquen más bien en manos del chantaje cerronista.

La polarización actual del país nubla la posibilidad de razonar con prudencia y en esa medida habrá que esperar a que se defina, primero, el resultado, y luego que se definan los planes de gobierno, pero desde ya es importante anticipar escenarios de diálogo y relativa conciliación, frente a la reiterada división del país en dos partes que no hallan puntos de encuentro. La clase política está llamada a fungir de facilitador de esos acercamientos.

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Elecciones 2021, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Aún nada está dicho. Al momento de escribir esta columna, la ONPE llevaba contabilizado el 94% de las actas (97% del Perú) y asomaba Castillo como ajustado ganador. Falta aún contabilizar las actas más alejadas de provincias, que deben favorecer a Castillo, y el 78% de las actas del extranjero, que deben favorecer a Keiko.

Habrá que esperar al 100%. El 2016, el conteo rápido de Ipsos le otorgó a Kuczynski una ventaja respecto de Keiko de 1% (50.5 versus 49.5%) y el resultado final de la ONPE terminó siendo 50.12% a favor de PPK y 49.88% para Keiko, una diferencia de apenas 0.24%. Anoche el conteo rápido ha dado una ventaja de 0.4% a favor de Castillo (50.2% Castillo, 49.8% Keiko). Matemática e históricamente se puede revertir.

En cualquier caso, lo relevante en estos momentos de zozobra y tensión por la incertidumbre del resultado, es justamente necesario hacer hincapié en el imperativo ciudadano de respetar los resultados sean cuales sean los mismos.

Personalmente, como consta a mis lectores, he considerado y considero que un eventual triunfo de Castillo, aún en su escenario moderado causaría enorme perjuicio al país, económica y políticamente. Y si opta por el camino radical, la catástrofe sería inminente.

Pero no obstante ello, si termina ganando la elección, pues habrá que dar la batalla para que se respete el resultado y los sectores termocéfalos de la derecha (civiles y militares), no crean que la Constitución se puede pisotear si no sale elegido el candidato de sus preferencias.

Solo cabría un “golpe restaurador” si Castillo se aparta de la Constitución, aplasta las instituciones democráticas y nos pretende llevar a la deriva venezolana. Mientras eso no ocurra, los cuarteles deben guardar cívico silencio verbal y práctico respecto de la voluntad popular expresada ayer en la segunda vuelta electoral.

Las responsabilidades de lo sucedido anoche, con la altísima votación de un candidato radical, improvisado y mediocre, son de muchos, pero entre otros, en gran medida, de la conducta secular de quienes ahora gritan histéricos y tocan descaradamente las puertas de los cuarteles.

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Elecciones 2021, IPSOS

Es curiosa la manera tan distinta que tiene cierto sector de la izquierda para juzgarse a sí misma y para hacerlo con los de la otra orilla. Ella sí es capaz de tragarse los sapos de votar por un candidato que difiere radicalmente de sus propuestas más moderadas, soslayar las barbaridades conservadores que ese candidato ha esbozado en materia de políticas de género, pasarse por alto la pavorosa improvisación demostrada en la campaña y que no augura un buen gobierno, y llama a su voto por él voto vigilante y crítico. Un voto límpido y digno.

Pero cuando desde la derecha, los sectores más liberales y progresistas, no fujimoristas, expresan igualmente un sentido crítico y vigilante respecto de su voto por Keiko Fujimori, a sabiendas de sus pasivos históricos (de los 90 y de los últimos cinco años), pero evalúan que dadas las circunstancias es imposible que se reedite un escenario autoritario, allí los militantes de la izquierda solo ven cinismo y complicidad.

Por supuesto, importa poco la intolerancia de un sector que se ha desnudado en su verdadera opción apoyando sin cautelas reales a un candidato como Castillo, pero es importante anotarlo y subrayarlo, para dejar expresa constancia de las inconsecuencias y acomodos intelectuales que han debido hacer para justificar su voto.

Es mucho menos grande el abismo moral e intelectual que un derechista liberal debe saltar para expresar su voto por una candidata que propone la manutención del modelo económico que tanto éxito ha tenido en el Perú, que el que trasponen los izquierdistas dizque moderados para inclinarse por un candidato que promete llevarnos a la deriva socialista autoritaria (que al final no vaya a poder hacerlo es otro cantar) y que no ha dado muestra de enmienda alguna durante la campaña.

La única manera de construir un país desarrollado pasa por seguir la senda del capitalismo competitivo y por la construcción de un Estado eficaz e inclusivo en cuatro materias básicas: salud, educación, seguridad y justicia. A la vez, el camino de la estatización de la economía, la sobrerregulación de los mercados, la reversión del libre comercio y la erección de un Estado empresario, no solo será un fracaso económico que llevará a millones de peruanos a la pobreza, sino que, consustancialmente, necesitará de la disposición creciente de un Estado políticamente autoritario para poder perpetrar sus propósitos.

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6 de junio, Elecciones 2021

Debería quedar claro, a partir de esta elección, que los sectores populares necesitan algo más que solo ingresos económicos. Si solo fuera ello, bastaría la disminución de la pobreza monetaria de 58.7% a 20.2% de la población entre el 2004 y el 2019, o de la extrema pobreza, en el mismo lapso, de 16.4 a 2.9%, para suponer que habría pleno consenso respecto del establishment.

Es verdad que en el último año, producto de la pandemia, la pobreza general ha crecido a 30.3% y la extrema a 6.3%, un retroceso de casi diez años, pero no basta ello como factor explicativo del descontento ciudadano que ha impregnado esta elección y que explica en gran medida el voto duro detrás de Pedro Castillo.

Hay un reclamo por ciudadanía. Y ello pasa por sentirse incluido en la sociedad formal, por sentirse parte del colectivo. Y no hay manera de que eso ocurra mientras subsistan las groseras desigualdades que hay en materia de salud, educación, seguridad y justicia. En términos económicos, en las últimas décadas se ha reducido la desigualdad económica, pero la desigualdad institucional que se menciona en los cuatro criterios señalados, debe haber aumentado de manera considerable.

Es tarea del próximo gobierno reducir esa brecha lacerante de ciudadanía. No podemos llamarnos república en formación si no atendemos, con carácter de prioridad, esos elementos básicos de la vida social. Jamás seremos país desarrollado mientras un pobre no reciba atención médica de primer orden, educación competitiva, mínima seguridad vital y acceso a un sistema judicial que no lo discrimine por no tener recursos económicos.

Todo ello no pasa por destruir el mercado, sino por apoyarse en él para construir un Estado mínimamente eficaz y transparente. En los últimos 20 años, la recaudación fiscal ha crecido cuatro veces y la burocracia lo ha hecho 10 veces -señala un informe de Lampadia-, y no se considera en ese aumento de personal un solo profesor, médico, enfermera, policía o militar. Son burócratas de escritorio que han engrosado las filas del aparato estatal seguramente en base al clientelaje político de los distintos últimos gobiernos. No ha crecido el Estado sino que ha engordado, siendo incapaz de brindar servicios ciudadanos de calidad. Ese Estado debe ser disuelto y construir uno moderno e inclusivo, cabalmente democrático.

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Desigualdad, Elecciones 2021, Pobreza

Es altamente peligrosa la estrategia común que vienen desplegando los sectores ultras de la derecha y de la izquierda, denunciando una presunta voluntad de fraude por parte de los organismos electorales a favor de uno u otra de las candidaturas.

Es absolutamente imposible que el sistema produzca un fraude. El Jurado Nacional de Elecciones no tiene vela en el entierro (salvo para revisar eventualmente actas impugnadas), y la ONPE ha dado hasta el momento pruebas fehacientes de seriedad técnica y solvencia profesional.

Es clara la estrategia subalterna. De la derecha, que si gana Castillo haya pretextos argumentativos para que algún entorchado militar decida tomar cartas en el asunto y dar un golpe de Estado. A eso conduce tanta alharaca. Y del lado de los castillistas a justificar la turbamulta callejera que pueda desatar si los resultados le son adversos.

Ambos deben ser denunciados por irresponsables, más aún en una elección que será tan ajustada que probablemente no bastará ni el resultado a “boca de urna” ni el de “conteo rápido” dominicales para asegurar el triunfo de ninguno de los dos candidatos y habrá que esperar al conteo oficial de la ONPE que podría demorar dos o tres días.

No hay que hacer eco de las voluntades antidemocráticas de los termocéfalos de ambos sectores. Gane quien gane las elecciones, el resultado debe ser respetado y apuntar a que se produzca la quinta sucesión electoral consecutiva en el país, algo inédito en nuestra historia republicana (lo más cercano a esa circunstancia fue en el llamada República Aristocrática, de finales del siglo XIX e inicios del XX).

La democracia peruana, a pesar de su precariedad, ha sido puesta a prueba en el último lustro, y a pesar de los contratiempos, ha logrado salir airosa, como lo pudo hacer también en los tiempos turbulentos del régimen de transición de Valentín Paniagua. Confiemos en la resistencia institucional de la democracia para hacerle frente a los golpistas de ambos bandos, a quienes solo parece preocuparles su interés político menudo por encima del valor supremo del sistema democrático.

Las elecciones del bicentenario recibirán el mejor homenaje republicano si son aceptadas consensualmente por ambas partes, como corresponde. Esperemos, por ello, que al final predomine la sensatez y la racionalidad.

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Democracia, Elecciones 2021, ONPE
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