Resulta inverosímil que el Apra haya visto frustrada la inscripción de buena parte de sus listas congresales por un error informático o por un personero despistado. Estamos claramente ante un acto conspirativo de la gerontocracia aprista en contra de las nuevas generaciones que se habían desplegado en la plancha y listas conformadas. Han sido los cincuentones y sesentones del APRA los autores intelectuales y materiales del despropósito.

Muchos errores ha cometido el aprismo a lo largo de su historia. Para no remontarnos a los tiempos aurorales de Haya de la Torre hablemos tan solo del periodo alanista. Cuando su opción era convertir a su primer gobierno en una opción socialdemócrata sensata optó por un desquiciado populismo estatista que llevó al país a su ruina mayor. Su ignorancia económica y su soberbia megalomaníaca causaron el mayor desastre político, social y económico de nuestra historia.

Y cuando regresó por segunda vez al poder, lo que mejor hizo fue impulsar la inversión privada (récords históricos), pero ese estímulo pichicatero de los capitales no vino acompañado de ninguna reforma promercado y mucho menos de reformas institucionales. García desaprovechó los tiempos de vacas gordas (acentuadas por el boom de los minerales) y tiró por la borda la que podría haber sido la última ocasión de construir un capitalismo liberal en el país.

Pero, a despecho de los errores señalados, uno de los grandes activos que el APRA ha sabido construir en los últimos años es el de la renovación generacional. Hay un grupo de cuadros entre treinta y cuarenta años, muy bien formados, aunque quizás se les pueda acusar de ser demasiado alanistas, pero que gozan de solvencia académica, experiencia política y dotes de elocuencia. Además, habían tenido un envión anímico con el ingreso en las lides de la hija de Alan García, Carla, quien seguramente hubiera tenido un papel protagónico.

Todo ello ha sido tirado por la borda por los viejos del partido que no toleran no poder postular ellos y temen, con pavor que Nidia Vílchez, aguerrida lideresa partidaria y estos jóvenes hubiesen podido lograr una buena performance, que los cancelase políticamente. En clara vocación suicida y delirante, han preferido sacar al partido de la contienda, hacerlo perder su inscripción y dejarlo atravesar cinco años de desierto político.

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Apra

La izquierda celebra alborozada las encuestas que indicarían que la mayoría de la población está a favor de un cambio de Constitución. Así, por ejemplo, la última encuesta de Ipsos señala que el 60% de la ciudadanía considera que se debe convocar a una Asamblea Constituyente para hacer una nueva Constitución, frente a un 12% que estima que debe mantenerse la Constitución sin cambios.

Del mismo modo, en la medición del IEP, se aprecia que un 49% considera que se deben hacer algunos cambios a la Constitución mientras que un alto 48% cree que hay que cambiar a una nueva Constitución.

¿Triunfo de la postura maximalista y reiterativa de la izquierda peruana? ¿Por fin llegó el momento de tirarse abajo el modelo de libre empresa que aunque rengueante por las múltiples perforaciones mercantilistas que el Estado ha permitido a la economía de mercado, nos ha gobernado los últimos treinta años?

La respuesta no es tan simple. La izquierda no se puede atribuir ninguna victoria ideológica ni mucho menos. La gente no quiere el cambio del modelo económico. Quiere novedades, pero no esas. En la primera encuesta, la de Ipsos, cuando se entra en detalle y se le pregunta a la gente cuáles son los cambios que se le quiere hacer a la Constitución, un 65% señala “mejoras en la educación”, un 59% “mejoras en la salud”, un 57% “combatir la delincuencia con mayor efectividad” y un 53% “más eficacia para combatir la corrupción”. Recién con 46% aparece algo que se pueda vincular al modelo económico: “leyes más favorables para los trabajadores”.

En el caso de la segunda encuesta, la del IEP, los resultados indican lo mismo. Un abrumador 74% estima que se debe cambiar la Constitución para que haya “penas mayores para delincuentes y corruptos”, frente a un 36% que habla de “fortalecer la intervención del Estado en la economía” y un sorprendente 25% “fortalecer los valores tradicionales y la tradición católica”.

Mejor gestión pública y más mano dura pide la gente respecto de sus expectativas de una nueva Constitución. El cambio de modelo económico es una cansina ilusión de la izquierda, que no tiene arraigo y que explica en gran medida, su poca fortuna electoral en las últimas elecciones. No registra la real demanda ciudadana.

 

 

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Izquierda

La izquierda peruana ha agregado a su arremetida contra la minería la del sector agroindustrial, uno de los sectores más productivos y modernos del país. Insiste en un programa dadivoso en gasto social y a la vez se empeña en afectar a actividades que cómo la minería proveen la mayor cantidad de recursos tributarios.

Hay decenas de proyectos mineros enterrados bajo protestas sociales ideologizadas y ahora hay violencia destructiva detrás de la agricultura moderna, la que más formal es, mejores sueldos paga y mayor productividad laboral tiene. Injusta la exoneración tributaria de la que goza, a la que debería ponérsele término rápidamente, pero en términos laborales se ajustan plenamente a la realidad del sector en el que opera.

La izquierda parece haberse quedado fijada en la primera mitad del siglo XIX. Es premarxista, inclusive. Los cánones marxistas clásicos señalan que es preciso llegar al agotamiento de las fuerzas productivas de un sistema -en este caso el capitalismo- para recién esperar que las fuerzas sociales irrumpan contra él y provoquen el advenimiento de un nuevo orden.

Pese al pronóstico, el capitalismo ha sorprendido a propios y extraños y ha mostrado una capacidad tal de adaptación que ha superado inclusive los parámetros de la revolución industrial. Tiene vida y para rato. Pero eso no parecen entenderlo los voceros de la izquierda antediluviana peruana.

Verónika Mendoza maneja conceptos tan arcaicos de economía que francamente da terror lo que pudiera hacer si llegase al gobierno. Sería una mezcla de chavismo con el primer García.

Lo que el Perú necesita a gritos es retomar la senda del crecimiento de la inversión privada a los niveles que los dejó el segundo gobierno de García y que Humala malversó hasta niveles de mediocridad y que luego de él, alguien considerado abanderado del capitalismo moderno, como PPK, desdibujó aún más.

Hace falta una revolución capitalista, pasar del capitalismo mercantilista que hoy nos rige a uno liberal, pletórico de libre competencia, con un Indecopi con dientes que rompa los nudos de privilegios que en muchos sectores subsisten. Hace falta un gobierno con clara voluntad política para hacerlo.

La tradición republicana que hay que resguardar, que ha surgido con fuerza estas décadas y se ha expresado en las recientes protestas contra los abusos de la clase política, merece ser acompañada de una reforma pro mercado radical y profunda, que siga sacando a los peruanos de la pobreza y convirtiéndolos en ciudadanos plenos, materia prima justamente de la República que se quiere construir a partir del bicentenario.

 

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DBA, Izquierda

Muy interesante el Test de Orientaciones Políticas, Económicas y Sociales (TOPES) que acaba de publicar Ipsos. Investiga la autopercepción de la gente y distingue entre dimensión política, económica y moral/social. Y los resultados son básicamente alentadores.

En cuando al aspecto político, un 56% se considera semidemócrata y un 15% demócrata (71% en total), en comparación a un 22% semiautoritario y un 7% abiertamente autoritario. Quizás haya que entender lo de semidemócrata como al creyente en una democracia enérgica, con mano dura. En esa línea, se puede ponderar y claramente, hay un tope marcado a quienes desde la derecha y la izquierda consideran que la democracia es algo que se puede saltar a la garrocha en pro de algún bien mayor.

Respecto del tema económico, la cosa es aún más propicia. Un 47% se define como defensor del semilibremercado, y un 14% de libre mercado (61%), contra un 26% semicontrolista y un 13% abiertamente controlista. Cuando algunos analistas celebran alborozados que el país está girando a la izquierda habría que remitirlos a la data. Dos tercios del país valora el libre mercado y no una economía planificada por el Estado. La mayoría pide un mercado cautelado pero no subordinado. Casi treinta años de estabilidad macroeconómica y buenos resultados en crecimiento de la riqueza, disminución de la pobreza, el desempleo y las desigualdades en base a un relativo modelo de mercado, han rendido frutos ideológicos.

En el aspecto que, desde un punto de vista personal, aún hay esfuerzo que librar es en el moral/social. Un 28% se considera conservador y un 37% semiconservador (65%); mientras que un 30% se considera semiliberal y solo un 5% liberal. Toda la lucha por el matrimonio gay, la despenalización de las drogas, la libertad de abortar, etc., no encuentran eco mayoritario en la población. La enorme influencia de sectores religiosos ultraconservadores en sectores populares ha surtido efecto y hay mucho por hacer al respecto (la batalla no está en los sectores altos sino en el pueblo).

Las dos primeras batallas están siendo ganadas. A ponerle empeño a la vinculada a los aspectos de moral individual (en el resultado puede influir también que esa lucha sea tan pudorosa y básicamente restringida a los cenáculos de algunas ONG). Demócrata, promercado y moralmente conservador es el perfil tipo del peruano promedio.

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DBA, Izquierda

Realmente digno de un análisis sociológico de realidades políticas y percepción de la opinión pública merece la constatación del alto grado de aceptación popular del expresidente Vizcarra en contraste con los logros reales que pudo plasmar a su paso por Palacio de Gobierno.

No hay necesidad de remontarse a una reforma política mostrenca, que fue su caballito de batalla los primeros días de su gestión, veamos lo que hizo durante la pandemia. Fracasó en la estrategia de contención, no pudo conseguir provisión adecuada de pruebas moleculares, asegurar la cuota de oxígeno suficiente (cosa que era absolutamente previsible en cuanto a su necesidad), ni disponer a la velocidad debida la previsión de camas UCI, etc.

En paralelo, le metió un trancón a la economía sin ton ni son, desechando cualquier intento de colaboración del sector privado, extendiendo más de la cuenta la cuarentena por no tener la capacidad de un manejo fino de las variables productivas, etc. El resultado: una de las peores recesiones mundiales.

A ello se suma un manejo político poco fino, gratuita y premeditadamente confrontador, pensando solo en los resultados de las encuestas, que finalmente lo condujo a una vacancia que a estas alturas uno llega a pensar si no fue hasta provocada para evitar el balance crítico que le hubiera tocado afrontar.

Porque la cereza del pastel es la constatación de que en cuanto al manejo de las vacunas ha habido negligencia pura, torpeza mayúscula e indolencia burocrática que va a costar miles de vidas. Y todo ello disfrazado de mensajes engañosos señalando que ya todo estaba encaminado.

Vizcarra no merece la fortuna política que lo acompaña ni los altos niveles de aprobación que muestra. Ha sido mediocre y taimado, sin capacidad de encaramarse sobre la coyuntura y gobernar como estadista. Astuto, sin duda, pero es difícil creer que ello es una virtud política de lustre.

Acosado además por serias denuncias de corrupción, cuando se logre despejar el humo que ha vendido la prensa vizcarrista a su favor, se le deberá colocar en su justo lugar y entender que lo suyo dista mucho de albergar un futuro político y no pasa de ser un accidente malhabido y fortuito de la historia.

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Economía, Planes de Gobierno

Hizo bien el presidente Sagasti en romper su silencio dando hoy una conferencia de prensa para absolver muchas dudas de la opinión pública, en particular aquellas vinculadas al tema de las vacunas (aunque, la verdad, el mensaje pecó de difuso y ambiguo en muchos aspectos).

Lo que ha sido una excepción debiera convertirse, sin embargo, en un acto mucho más regular del mandatario. No parece dable que replique la profusión de apariciones de su antecesor Martín Vizcarra, se trata de que vaya construyendo su propio estilo, pero es imperativo que Sagasti construya una relación política con la ciudadanía.

A la fecha, las encuestas aún lo favorecen, como una suerte de resaca de su traumático ascenso al poder. Según la encuesta de IEP, tiene un 58% de respaldo, superior al 52% que tenía Vizcarra al mes de su mandato. Pero en Ipsos no le va tan bien. Apenas tiene un 44% de aprobación y ya un significativo 35% de desaprobación.

A pesar de la cortedad de su mandato, Sagasti tiene varios desafíos mayúsculos que resolver y claramente el piloto automático no lo va a ayudar en absoluto. Requiere reconectar con esa ciudadanía mayoritaria que se opuso a la vacancia de Vizcarra y que salió a las calles a impedir el despropósito restaurador de Manuel Merino y Flores Aráoz.

Sagasti, por ejemplo, tiene que reconstruir los lazos políticos que Vizcarra mantenía muy bien con gobernadores regionales y alcaldes provinciales y distritales. Debe construir su propia base de apoyo popular porque es eso lo único que lo sostendrá políticamente de acá al 28 de julio del 2021.

Si Sagasti cae significativamente en las encuestas la mafiosa coalición vacadora no va a dudar un segundo en tratar de sacarlo del poder y auparse en él para acometer todas las trapacerías que tiene en mente. Y depende del empaque político del inquilino palaciego impedir que ello ocurra.

Los protocolos palaciegos son narcotizantes y pueden hacerle daño a un personaje como Sagasti que no es precisamente un dechado de virtudes populacheras. En términos metafóricos, el primer mandatario tiene que sacarse el pañuelo y sintonizar con las expectativas ciudadanas del momento. Se necesita un Presidente que se arremangue y se ensucie los zapatos recorriendo el país. Un gobernante del país de a pie, no una suerte de coordinador del Acuerdo Nacional para dirigir la infernal maquinaria del Estado peruano.

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Francisco Sagasti, Martín Vizcarra

La estrategia de la coalición vacadora es clara: bajarse a todos los adversarios electorales posibles. Por ello, la búsqueda de inhabilitar a Martín Vizcarra por diez años, a sabiendas de que le aporta un significativo impulso a la candidatura de Daniel Salaverry. Y luego, desestabilizar al gobierno de Sagasti para afectar la postulación de Julio Guzmán.

Esta coalición, dirigida en la sombra por José Luna Gálvez y desde el Congreso por su hijo, José Luna Morales, tiene, por supuesto, peones. Y uno de ellos es el congresista Edgar Alarcón que se de el lujo de presentarse como abanderado de la anticorrupción cuando tiene serísimas denuncias corruptas en su haber.

¿Para qué quiere capturar el poder esta coalición? Para recuperar los privilegios que sus universidades truchas tenían. Allí hay mucho dinero en juego y en ese afán coinciden no solo Podemos sino también Alianza para el Progreso y Acción Popular.

Luego, tirarse abajo el proceso anticorrupción, al equipo de Lava Jato y del Club de la Construcción, para aprovechar la infiltración que tienen en el Ministerio Público y el Poder Judicial y así salir bien librados de los serios cargos que pesan contra muchos de los integrantes de esta coalición.

Vaya uno a saber cómo, pero lo cierto es que Luna Gálvez se ha logrado hacer de 30 congresistas que siempre votan al unísono cualquier iniciativa que la bancada de Podemos presente.

Y van por todo. Si pueden vacan a Sagasti (la tardanza de la llegada de las vacunas será el pretexto, aunque ello sea responsabilidad directa de la mediocre gestión de Vizcarra) y así capturar por algunos meses el poder, tiempo suficiente para perpetrar sus objetivos y fechorías. A mediano plazo, si no logran la vacancia, apuntan a llegar como sea a la Presidencia el 2021 utilizando para ello todas las malas artes posibles.

Por la salud de la democracia y de la República es necesario ponerle coto a esta ofensiva mafiosa que nos trae el recuerdo de las viejas prácticas montesinistas (infiltración de jueces y fiscales, “adquisición” de congresistas, “disposición” de medios de comunicación y periodistas). A eso nos enfrentamos.

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Congreso, Francisco Sagasti

Según la última encuesta del IEP, se empieza a polarizar ideológicamente el país. La gente que se autopercibe de izquierda crece de 20 a 30%, lo mismo sucede con la derecha, que pasa de 21 a 30%, mientras que el centro se reduce, pasando de 42 a 36%.

De hecho, es una clara muestra de que las crisis simultáneas por las que el país está pasando (sanitaria, económica, social y política) ha extremado las posturas a favor de uno u otro bando. El viejo axioma de que al poder en el Perú se sube por el centro parece estar perdiendo paulatina vigencia.

Ir por posturas centradas puede no ser tan rentable en estos momentos aunque cuando las encuestas aún favorecen a sus portavoces (Forsyth, Guzmán y Salaverry), y además el problema que tiene este sector es que va a sufrir el crecimiento del candidato de Somos Perú, quien con la inclusión de Vizcarra en sus listas al Congreso dispara sus posibilidades (un 56% de la población, según la propia IEP está de acuerdo con su postulación al Congreso y cuando se pregunta por preferencias electorales al 2021 -sin colocar nombres en la cédula-, el expresidente supera inclusive a Forsyth en intención de voto). Dicho sea de paso, me parece un caso digno de estudio el alto nivel de popularidad de Vizcarra luego de su mediocre gestión, coronada por la noticia de que respecto de la provisión de las vacunas no hizo nada consistente.

Conforme se acerque la fecha de las elecciones, la ciudadanía va a demandar posturas firmes y claras que le den el aliento de poder salir del desmadre en el que nos encontramos. La izquierda, en ese sentido le está ganándola batalla a la derecha y por eso aparece mejor colocada. Ni Cillóniz, ni López Aliaga, solo Keiko Fujimori y apenas en algunas encuestas Hernando de Soto adquiere relevancia creciente.

Ya de por sí, esta elección está plagada de candidatos que se necesitan distinguir. Va a destacar quien hable más fuerte y más claro. No va a ser una elección para aguas mansas o tibias.

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Elecciones 2021, Encuestas, IEP

La reciente trifulca surgida respecto de la vigencia de la Ley de Promoción Agraria debiera servir también, de paso, para despercudir a la derecha y que empiece a marcar su cancha ideológica sin tapujos.

Claramente, la ley de marras se trata de una norma que en su capítulo laboral ha sido enormemente positiva y así lo reconocen todos aquellos que no están influenciados por prejuicios de izquierda respecto de beneficios laborales inconducentes. Hay encuestas que además indican lo propio. La gente mayoritariamente está a favor de flexibilizar la legislación laboral si la misma va a servir para generar empleo.

Pero la derecha, salvo Fernando Cillóniz, ha guardado cautelas inconducentes sobre la materia. Se anda con remilgos, como si las mayorías pensasen lo contrario a sus puntos de vista. No hay medición de la opinión pública que no demuestre que la mayoría del país comulga con criterios de derecha. ¿Por qué entonces tanto pudor?

Una encuesta de Ipsos a propósito de orientación económica de los peruanos es muy clara. El 13% se autodefine como controlista y el 26% como semicontrolista, es decir un 39%, que no es poco, pero no es la mayoría. En sentido contrario, un 47% se define como de semilibre mercado y un 15% abiertamente de libre mercado. Es un 62% del país que claramente se inclina por un modelo más o menos liberal o afín a criterios que conlleva una economía de mercado.

La mayoría está a favor de la inversión minera, de la privatización de empresas públicas, de la libertad de fijación de precios, de la flexibilización laboral, de la inversión privada primordial, etc.

A ese sector mayoritario del país es al que se debe dirigir la derecha sin pudores tontos. La izquierda le aventaja en ello. Mendoza, Arana, Castillo o Vega dicen lo que piensan y no se andan en curatelas absurdas. Y así van creciendo poco o poco o convenciendo a los incautos.

La definición de esta elección va a ser muy apretada y no va a influir para nada el sambenito de que mientras más al centro se sitúe uno mejor le va a ir. Por el contrario, la soberana crisis múltiple y simultánea que vivimos ha sincerado los pensamientos de la gente. Es hora de que los candidatos de la derecha lo entiendan así.

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Francisco Sagasti, Ley de Promoción Agraria, Paro
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