La última encuesta de Datum -efectuada antes de los debates- es simulación (con cédula y urna) y en esa medida no es metodológicamente comparable al ciento por ciento con su propia encuesta anterior. Sin embargo, hay datos relevantes que cabe comentar en la comparativa.

Lescano (12.1%, -1.9): Ya se estaciona. La encuesta es predebate y a pesar de que no le fue mal (me parece que ganó anoche), la agresividad de Rafael Santos no le permitió lucirse. Es difícil que Mendoza, quien sigue complicada con el crecimiento de Pedro Castillo, lo llegue a alcanzar. Tendría que ocurrir un terremoto para que no pase a la jornada definitoria.

Fujimori (7.9%, -0.1): en lo suyo. Tranquila, sin perder la compostura. Ha internalizado a la perfección que no puede salirse un milímetro del guión. Muchos en la derecha, especialmente los lopezaliaguistas, ya empiezan a pensar que es mejor asegurarse que Keiko pase a la segunda vuelta y evitar así el temido escenario de una final Lescano-Mendoza.

Forsyth (7.4%, -0.6): también estacionado. Sorprende que no haya caído más, como se preveía. Es un mal candidato. Es probable que se mantenga allí, salvo que la teoría del voto perdido termine por afectarlo en el tramo final. No le fue bien en el debate. Entre Mendoza y Fujimori lo apabullaron.

López Aliaga (7.2%, -1.8): ya no solo se ha detenido sino que ha empezado a caer. Es producto de sus propios errores y necedades. Muchos de sus votantes ya empiezan a migrar a Fujimori o a De Soto. Su rol en el debate de anoche fue un papelón, sin atenuantes.

De Soto (6.5%, +1.5): sigue subiendo. En una de esas, dependiendo de la migración lopezaliaguista, termina alcanzando a Keiko Fujimori y pasa a la segunda vuelta. Pero le fue mal en el debate. Necesita a gritos media training intensivo y comités de asesoría permanente. Lo suyo es una cadena de errores, que hasta el momento, suertudo él, parecen no afectarlo.

Mendoza (5.7%, -0.3): estuvo solvente en el debate. Tiene varios topes: uno, el sector caviar que podría apoyarla está de capa caída y el poco que hay anida con Julio Guzmán, a pesar de su desgracia. Dos, el crecimiento de Castillo, que le arrancha votos de varias regiones claves y a quien tampoco le fue mal en el debate.

 

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Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur, Keiko Fujimori

Algunos comentarios a mi columna de ayer, en la que pedía un shock capitalista para salir de la recesión pandémica y para reencaminar al país por la senda del crecimiento, señalaban que estaba proponiendo más de lo mismo que nos ha gobernado los últimos veinte años.

La verdad es que no hay manera de asociar los regímenes de la transición a un programa de construcción de un capitalismo competitivo o liberal. Ni siquiera el gobierno de Fujimori a plenitud. Se hicieron reformas liberales los primeros años de los 90, pero luego el régimen se volvió populista y corrupto, trancó las privatizaciones (vean Sedapal o Petroperú), y, sobre todo, la reforma del Estado por un mero afán de Fujimori de reelegirse  fraudulentamente el 2000. ¿Alguien puede sostener que Fujimori de su segundo mandato era liberal cuando tuvo a Víctor Joy Way de ministro de Economía?

Lo que vino después, fue la continuidad del modelo económico construido en los 90, pero poco o nada se hizo para ahondar las reformas liberales o siquiera emprender reformas institucionales. Toledo desbarató la 20530, inició los tratados de libre comercio y desplegó la descentralización. De reformas, nada más que eso. García fue un gobernante proinversión -eso hay que reconocerle (las cifras de crecimiento de la inversión privada durante su gestión fueron superlativas)-, pero no promercado. No hizo mayores reformas desperdiciando la bonanza. A lo sumo, hizo algunos pininos en materia magisterial.

Ollanta Humala trancó todo. No fue un buen gobierno. Que nos alegremos de que no haya sido el cuco chavista que algunos temían, no lo convierte en un gobernante que pase la valla. La inversión privada empezó a caer con él y fuera de la reforma magisterial, no hizo ninguna otra. Menos, alguna procapitalista. Y nos deja como legado el desastre financiero de la modernización de la refinería de Talara.

Y el periodo Kuczynski, sobre el que había enormes expectativas en los mercados, más aún bajo la suposición de que haría un gran pacto derechista con el fujimorismo congresal, fue una gran decepción. No pasó de dictar algunas medidas mercantilistas. Y, por supuesto, lo de Vizcarra -su sucesor-estuvo muy lejos de ser un gobierno reformista en lo económico.

La apuesta procapitalista de mercado es una agenda pendiente, que ojalá el gobierno entrante despliegue. Acompañada de reformas institucionales de primer orden (salud, educación, seguridad, justicia y electoral), puede ayudar a cambiar el rostro apesadumbrado del país en estos tiempos oscuros.

Un punto importante a la hora de decidir nuestro voto debe ser atender cuál de los candidatos promete desplegar un shock capitalista que no solo nos permita salir rápidamente de la recesión producida por las cuarentenas y la pandemia, sino que lleve al país a reconectarse con una espiral de crecimiento interrumpida por la medianía centroizquierdista de Ollanta Humala y luego paralizada por la crisis política desplegada por la mediocridad de Kuczynski y la beligerancia del fujimorismo.

Necesitamos a gritos un shock de inversiones. Y es un tema que está entre las prioridades. Es una lástima que muchos de los que lo proponen, como López Aliaga, arrastre consigo una mochila de ultraconservadurismo y autoritarismo que lo hace indigerible, pero hay más opciones. Está Hernando de Soto y está la propia Keiko Fujimori (desprendida ya de los halcones), además de Alberto Beingolea, que debería haber merecido mejor suerte en esta campaña.

Eventualmente, esa derecha, gane o no las elecciones, deberá unirse con ese objetivo común, de desplegar el capitalismo competitivo con toda su potencia energética y capacidad de cambiar el país para bien, disminuyendo la pobreza y reduciendo la desigualdad. Si con esquemas mercantilistas hemos visto inmensos resultados macroeconómicos, imaginémonos lo que sería construir de verdad una agenda liberal competitiva.

Y si sale derrotada, le corresponderá ponerle freno desde el Congreso a los despropósitos macroeconómicos que proponen candidatos como Yonhy Lescano y Verónika Mendoza. Y desde el Parlamento se puede hacer mucho para construir esa agenda.

Hay mucho por hacer: destrabar proyectos mineros, alentar megaproyectos de inversión privada, privatizar Petroperú y Sedapal, flexibilizar el mercado laboral, construir organismos reguladores eficaces y potentes, reformar el Estado, etc.

La transición post Fujimori optó por una medianía macroeconómica llevada a su extremo durante el humalismo. Las tres grandes tareas de fortalecer la democracia, reformar el Estado (salud y educación) y profundizar la economía de mercado, fueron dejadas de lado. Y hoy sufrimos las consecuencias de esa indolencia política, de ese centrismo mediocre que hoy la población castiga electoralmente (véase los resultados del símbolo de ese centrismo, Julio Guzmán).

Hay que romper paradigmas y transformar el país. La agenda del cambio radical también debe estar en la derecha.

El Partido Morado obtuvo el 7.4% en las elecciones congresales extraordinarias del 2020. Y en las elecciones del 2016, antes de que el JNE lo retire injustamente de la contienda Guzmán llegó a bordear el 20% y asomarse como casi seguro partícipe en la segunda vuelta electoral.

¿Qué puede explicar el desastre? Como siempre, hay varios factores. Creo que el más incidente ha sido el escándalo del incendio, que fue una prueba de carácter para el candidato y allí claramente demostró que salió huyendo para evitar la vergüenza conyugal y pública sin quedarse a asumir las consecuencias de sus actos. Por culpa de ese incidente, previo a la votación congresal última, apenas colocó nueve parlamentarios.

Pero no basta ello para explicar el castigo popular a alguien que mal que bien es uno de los más articulados y que, además, ha tenido buenos congresistas vigentes y ha logrado armar una lista potable para esta elección.

Creo que Guzmán está concentrando en sí, el hartazgo de un sector mayoritario de la población con un segmento ideológico que si bien no ha ganado nunca una elección presidencial (salvo en el caso municipal de la Villarán) se ha encargado de infiltrarse en varios gobiernos. Este centroizquierdismo progresista, también llamado “caviar”, tuvo alta participación con Toledo, con Humala, con la Villarán, y también con PPK, Vizcarra y Sagasti, regímenes que precisamente no gozan del aprecio popular estos momentos. Se han ganando la antipatía ciudadana.

De otro lado, no parece tan sólida la tesis de que la gobernanza de Sagasti lo afecte. Al contrario, lo debería haber ayudado si el propio Guzmán, tontamente, no se hubiera encargado de tratar de marcar distancia. Sagasti, a pesar de todo, tiene 24% de aprobación, según Ipsos. Que un tercio de ese sector poblacional se endosase a Guzmán, habría bastado para colocarlo en el pelotón que hoy se disputa el pase a la segunda vuelta.

Encima Guzmán, no ha hecho una campaña prodigando su plancha presidencial o a su lista congresal, que claramente tiene mayor aceptación que él mismo. Su narcicismo le ha jugado una mala pasada y hoy sufre las consecuencias de malas decisiones, sumadas a las razones mencionadas.

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Francisco Sagasti, Julio Guzmán, Partido morado

La última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (telefónica, no simulacro), muestra que los populismos -de izquierda y de derecha- caen o se estancan (Lescano y López Aliaga), y los programas más clásicos suben (De Soto y Mendoza). La segunda vuelta está para cualquiera de los seis primeros. Van a ser dos semanas tremendas.

Lescano (11.4%, -2.5): Caída importante. No le fue bien el debate. Tendrá que resarcirse en el de esta semana. Parece un candidato solo, sin equipo. El problema es que si lo muestra puede perder más votos. La cercanía con Acción Popular no lo ayuda.

López Aliaga (9.7%, +0.2): Estancado. Llegó a su techo. La virulencia del candidato y sus ayayeros congresales le ha pasado factura. Se ve difícil que pueda recuperar impulso. En la derecha, a su ladito, vienen creciendo De Soto y Fujimori, con mejores perspectivas.

Mendoza (9.6%, +2.6): trepa fuerte. Fue la ganadora del debate. Eso debe haber influido. Y lo otro es el estancamiento de Lescano, que le permite crecer. Su problema es que Castillo sigue trepando y de hecho, eso le quita viada.

De Soto (8.5%, +2.8): la sorpresa de la encuesta. A pesar de errores cometidos, el hecho de haberse decidido a hacer campaña (en visitas a regiones y en medios de comunicación) lo ha beneficiado más que al resto. Tiene programa y equipo y eso lo ayuda respecto de sus contendores en la semifinal de la derecha.

Forsyth (8.2%, +1.4): crece, pero difícilmente le va a alcanzar para pasar a la segunda vuelta si no permite que sus cuadros aparezcan (y tiene varios, incluida su plancha). Sigue representando el voto antipolítico. No le fue bien en el debate, pero eso no parece hacerle mella en su público objetivo.

Fujimori (7.9%, +0.7): sigue creciendo, pero a una velocidad que ya empieza a complicarla. El problema es que está atada de manos. No le puede hacer caso a sus halcones, que le aconsejan beligerancia y agresividad, porque eso haría recordar al fujimorismo de los últimos cinco años y allí sí Keiko va perdida. Como va todavía tiene posibilidades. Le fue bien en el debate. Si repite la performance puede seguir creciendo.

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Congreso, Elecciones 2021, Encuesta

Subleva el reciente informe publicado en el diario Gestión, elaborado por la organización Más Igualdad, que muestra cómo buena parte del talento académico, profesional, científico y artístico del país ha debido migrar y labrar su futuro en el extranjero por ser parte de la comunidad LGTBQ y ser rechazado o discriminado en el Perú.

La lucha por la tolerancia a la diversa variedad de géneros es una batalla liberal por excelencia. El erotismo humano -felizmente liberado de las ataduras biológicas del instinto animal- permite una explosión de variantes sexuales, perfectamente normales y, por ende, merecedoras de un trato constitucional igualitario.

Es en las sociedades capitalistas liberales, modernas e inclusivas, que existe mayor tolerancia. Sucede como con el arte contemporáneo o el feminismo, que florecen en sociedades de ese tipo (por más que paradójicamente haya artistas o feministas que crean que su lucha pasa por ser anticapitalista). La tolerancia a la múltiple orientación sexual que alberga el ser humano es, por ello, una batalla que debe ir a la par de la conquista de las libertades políticas y económicas.

Evitar la discriminación pasa, entre otros factores, por insistir en que se disponga de estrategias educativas de género no solo en las escuelas, también en las universidades, institutos tecnológicos, escuelas de formación policial y cuarteles, ambientes laborales, academia de la magistratura, escuela diplomática, etc.

Preocupa por ello que en la elección política que estamos a punto de tener haya candidatos que abiertamente señalen que se van a tumbar lo poco que se ha avanzado en materia de políticas de género. Entre ellos, el oscurantista López Aliaga, faltaba más. O que el puntero de las encuestas, Yonhy Lescano, manifieste también posiciones conservadoras. O que Keiko Fujimori (en esto no parece acordarse de lo que fue el fujimorismo de los 90), mire de costado cuando se trata de hablar de derechos sexuales y reproductivos. Y ni qué decir de agrupaciones como el Frepap, abiertamente antimodernas y antiliberales, y que amenaza con colocar una bancada congresal numerosa.

Una de las luchas liberales más importantes a librar en el futuro es ésta. No sólo afianzar la democracia, extender y profundizar la economía de mercado, o establecer un shock de inversiones privadas. También, asentar las libertades civiles y la tolerancia -amparada legalmente- a todo tipo de identidad de género.

 

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Elecciones 2021, Liberalismo, Rafael Lopez Aliaga

Luego del debate de América Televisión, que vio más de un millón de personas, los puestos en las preferencias electorales se han movido. ¡Más de una sorpresa!

Lescano (11%, -1.2): llega a su techo y empieza a descender. El fenómeno Castillo no solo parece quitarle votos a Mendoza sino también al candidato de Acción Popular. No le fue bien, además, en el debate.

Forsyth (8.1%, +0.1): Congelado. El voto Esto es guerra se mantiene, pero ya empiezan a aparecer denuncias en su contra y a recibir ataques de sus adversarios. Eso siempre hace daño. En algún momento, su orfandad ideológica le va a pasar factura.

Fujimori (7.1%, +0.6): sigue creciendo. Lenta, pero sostenidamente. No se sale de su libreto aunque arrecie la tormenta. Su estrategia es clara: el suyo no es el aborrecible fujimorismo de los últimos cinco años sino el de los 90. Debe esperar a que algunos le crean.

Mendoza (5.4%, -0.5): la benefició el debate, pero Castillo parece haberle quitado más votos de los que pudo haber ganado al domingo pasado. Salvo que ocurra una catástrofe con Lescano, se ve muy difícil que la candidata de Juntos por el Perú pase a la segunda vuelta y gane la semifinal de la izquierda.

López Aliaga (5.2%, -2): se desploma. Baja al quinto lugar. Era previsible. Tanta altisonancia y agresividad le iban a costar en las preferencias electorales. Se ha convertido en el candidato de la amargura. Su walk over en el debate influye. La avalancha de denuncias en su contra también le han hecho mella. Erasmo Wong no fue suficiente.

De Soto (4.5%, =): ni crece ni cae. Esta encuesta no mide el incidente de la vacunación en Miami, pero el autor de El misterio del capital va a necesitar algún impulso extraordinario para trepar y meterse en la pelea. Demasiados errores cometidos en los últimos días.

Castillo (4.3%, +1.8): sigue siendo la sorpresa. Lescano y Mendoza son sus víctimas. A ambos les arrancha votos. Y lo más probable es que siga creciendo (hay segmentos en los que tiene 0% y allí aún no se ha aparecido de visita).

Acuña (4%, =): estancado. Ha hecho una buena campaña, pero por alguna razón indescifrable no ha pegado. Su narrativa era la correcta, la del emprendedor surgido de la pobreza, pero esta vez -a diferencia del 2016-, no ha hecho click.

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Candidatos, Elecciones 2021, Encuesta

La sucesión de dislates cometidos por Hernando de Soto, candidato de Avanza País, ya se acercan al autosabotaje. Dice que no aceptaría vacunarse en el extranjero porque sería un privilegio inaceptable y a renglón seguido lo hace, reconociéndolo solo luego de ser pescado por la prensa. Por cierto, no tiene nada de malo que lo haga, pero lo que subleva es la impostura.

Dice haber publicado su plan de gobierno en The Economist y en The Wall Street Journal, y a los pocos minutos es desmentido tajantemente. A lo sumo, no pasaba de haber publicado algunos artículos, por lo demás bastante alejados de lo que podría ser una propuesta gubernativa cabal.

Sus voceros lo felicitan con algarabía por haber sido mediador exitoso entre el gobierno y los transportistas de carga que habían paralizado sus labores y bloqueado carreteras. Al final, uno se entera que De Soto solo se había reunido con taxistas informales y que no tuvo ni la más mínima injerencia en la solución del problema. Uno de sus aúlicos más entusiastas llegó a decir que De Soto no había esperado al 28 de julio para empezar a gobernar.

En días anteriores habíamos especulado sobre un eventual ascenso en las encuestas de De Soto, porque había salido del pasmo en el que se encontraba y había empezado una maratón de visitas regionales y apariciones mediáticas muy propicias. Y si a ello se le sumaba el estancamiento de la candidatura de López Aliaga, había margen para pensar que el autor de El misterio del capital podía terciar en la pelea de la derecha por pasar a la segunda vuelta.

Todavía es posible que suceda y que el pueblo le perdone o pase por alto sus gazapos, pero si no ocurre y hay un castigo cívico, será única y exclusivamente responsabilidad suya y de su entorno dócil de consejeros, que parecen no ser capaces de empinarse sobre el desbordado narcisismo del candidato.

Estamos todavía en los primeros 30 minutos del primer tiempo del partido por la primera vuelta y en la semifinal de la derecha se mantiene un empate técnico, pero De Soto se ha hecho merecedor de varias tarjetas amarillas que en pocos días sabremos si lo han afectado y beneficiado a sus adversarios.

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Candidatos, Elecciones 2021, Hernando De Soto

Las últimas encuestas revelan con claridad que la ola celeste de Rafael López Aliaga se convirtió en un tumbito. Ya dejó de crecer al ritmo que lo venía haciendo y lo más probable -dada la cantidad enorme de desaciertos que viene cometiendo- es que empiece paulatinamente a bajar en su intención de voto.

El voto ultraconservador tiene un nicho en el Perú, pero tiene un límite que es incapaz de franquear, salvo que quien lo represente sea un candidato convocante, plural, sensato, todo lo contrario a lo que el líder de Renovación Popular viene mostrando ser.

Rehúye debates (no fue al de América Televisión y canceló a última hora el de San Marcos), se muestra cada vez más soez con el gobierno y sus adversarios y ha enfilado sus baterías contra la prensa que legítimamente lo cuestiona o lo investiga. Se permite inclusive retuitear los peores agravios que en las redes sociales se lanzan contra periodistas que lo ponen en aprietos en entrevistas (y, qué curioso, la mayoría son contra periodistas mujeres).

Tiene, además, compitiendo a su alrededor a candidatos del mismo o parecido perfil derechista que están recomponiendo adecuadamente sus estrategias. George Forsyth ha detenido su caída, Keiko Fujimori sigue creciendo lenta pero sostenidamente y Hernando de Soto despertó de su modorra y ha emprendido una maratón de visitas a regiones del país y se prodiga con habilidad en entrevistas en medios de comunicación. La semifinal de la derecha no la tiene ganada López Aliaga y todo apunta a que la va a perder sin atenuantes, producto de sus propios errores.

Sería una gran noticia para la democracia, para la economía de mercado y para las libertades civiles (que tanto ha costado y cuesta instaurar en el Perú), que un candidato como López Aliaga no pase de ser una efímera y lamentable anécdota en el firmamento político peruano.

La ultraderecha no merece tener protagonismo. La construcción de una república moderna y liberal marcha en sentido contrario de proyectos cavernarios que harían retroceder décadas al país.

Solo ha sido la simultaneidad de crisis -sanitaria,, económica, social y política- lo que le ha permitido a López Aliaga cosechar de ello y sorprender a una parte del electorado, pero felizmente todo parece indicar que haber aparecido tan precozmente le va a pasar factura. Este tiempo ha servido para revelar el verdadero rostro tenebroso de un personaje lamentable y peligroso.

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