Pedro Castillo es un gobernante chantajeado. Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre, la agrupación que llevó a Castillo al poder, le ha advertido claramente que si se desvía de la ideología radical originaria del partido, éste lo corregirá (vaya uno a saber a qué se referirá Cerrón con el término “corregir”).

Cerrón controla al menos doce congresistas de la bancada de Perú Libre. Sin ellos, el gobierno se quedaría con 38 leales (25 de Perú Libre, 5 de Juntos por el Perú, 4 de Somos Perú, 3 morados y Héctor Valer), cifra que lo deja inerme frente a cualquier arresto de vacancia que la oposición pueda tener.

En verdad, si Castillo quería librarse de Cerrón debió hacerlo antes de la conformación de alianzas en el Congreso, de modo de poder haber ampliado su coalición a los congresistas de Acción Popular, Alianza para el Progreso o Podemos, que en principio le habían expresado buena disposición.

Hoy parece encontrarse atado de manos, aunque tiene una baraja disponible: que se dedique a hacer política y, actuando sobre la realidad consagrada del Congreso, lanzar mensajes acuerdistas con las mencionadas bancadas a cambio de librarse de la influencia radical de Cerrón.

Eso se va a confirmar en el mensaje de mañana ante el Parlamento y, sobre todo, en la designación del gabinete ministerial. Si Castillo cede al chantaje de Cerrón perderá soga y cabra porque lo más probable es que ni siquiera sus aliados eventuales (Somos Perú y los morados) se sumen a respaldar a un gabinete cerronista o a un régimen empeñado en desplegar una agenda radical y refundacional de la República, como pretende el cacique de Junín.

Ojalá Castillo agudice su inteligencia política y empoderado por el cargo que ocupa, entienda que el único camino político sostenible que le queda pasa por desplegar una opción moderada de izquierda alejada del catecismo anticuado y obtuso que le exige Cerrón de mala manera (¡anoche envió a sus huestes a hostigar al mandatario nada menos que a su domicilio!).

La convivencia con Cerrón resulta insostenible. El dirigente huancaíno ha planteado el tema como un todo o nada, poniendo a Castillo entre la espada y la pared, olvidando que éste es el gobernante elegido y quien cuenta con el mandato popular legítimo para dirigir las riendas del país. La altisonancia de Cerrón no puede ser tolerada por Castillo. Si cede a ella, su gestión nacería coja de gobernabilidad.

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Congreso, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Es una superlativa noticia política que el oficialismo no haya logrado hacerse de la Mesa Directiva del Congreso y que la haya ganado María del Carmen Alva, de la lista encabezada por Acción Popular. En una circunstancia en la que los arrestos radicales de Perú Libre aún no han sido desmentidos por la conformación de un gabinete ministerial moderado o la emisión de un discurso presidencial del 28 de julio consonante, era imperativo que se consagrase de antemano un mínimo equilibrio de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo.

No obstante, es una mala noticia que la centroderecha no haya logrado conformar una lista unitaria debido a apetitos personales de los congresistas de Renovación Popular. Peor noticia es que Somos Perú y los morados se hayan unido a la lista fallida de Perú Libre, a pesar de existir absoluta discordancia ideológica entre unos y otros. Es responsabilidad de la oposición lograr esa unidad en algún momento. Hay razones más que suficientes para limar diferencias partidarias o ideológicas y lograr dicha concordancia en el futuro.

Es preciso que el Congreso opositor logre agrupar 87 votos. Ello implica la suma de todos los partidos menos Perú Libre, Juntos por el Perú y el congresista Valer, que llegan a 43 votos. ¿Por qué esa cifra? Porque con ella pende como una espada de Damocles para el Ejecutivo la eventualidad de ser vacado si se aparta de los márgenes constitucionales previstos en la Carta Magna. Dadas las circunstancias, es saludable que exista esa posibilidad.

Frente a la reiterada insistencia del presidente electo en transitar el camino del referéndum para convocar a una Asamblea Constituyente, llegará un momento en que habrá una colisión de poderes porque el texto constitucional es muy claro: “toda” reforma constitucional requiere del Congreso. Si Castillo insiste en convocar a un referéndum en base a la sola recolección de firmas -tarea en la que ingenuamente un sector de la derecha lo acompaña-, tendrá que ser el Legislativo el que le pare el macho.

Posdata: ha quedado en evidencia la clamorosa impericia del oficialismo, incapaz de organizar una lista bien constituida, motivo por el que fue retirada de la contienda, dejándole el camino servido al centro y a la derecha. Ojalá no sea un heraldo de la forma en que se van a conducir en el gobierno.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Perú Libre

Pedro Castillo tiene que elegir entre el discurso radical decimonónico de su socio Vladimir Cerrón y allegados, o el imperativo de la realidad, además de su propia vocación ideológica (el Presidente electo se ha encargado de señalar que no es comunista ni chavista como sí lo es el secretario general del partido que lo llevó al poder).

La encuesta de Ipsos publicada hoy en el diario El Comercio ratifica lo que Datum e IEP habían señalado horas previas. Preguntada la ciudadanía por las prioridades que debe tener el próximo gobierno figura en primerísimo lugar salud, con 75%, reactivar la economía 67%, educación 55%, seguridad ciudadana 46%, combatir la corrupción 42%, apoyar la agricultura 27%, programas contra la pobreza 18%, impulsar infraestructura 11% e impulsar un cambio constitucional apenas 11%.

Precisando el tema, Ipsos pregunta respecto del posible cambio de Constitución: 32% considera que debe ser reformada parcialmente; 40% a favor de una constituyente y 25% que debe mantenerse sin cambios. La mayoría del país no acompaña el afán refundacional radical de Cerrón y compañía.

Castillo debería escuchar al propio pueblo que tanto invoca. Debe darse cuenta, además, que el suyo no fue un voto ideológico sino disruptivo, antiestablishment. No ha ganado la izquierda, como cree el cerronismo, sino un país que resiente el centralismo y el clasismo que lamentablemente han signado al modelo que, por su lado, tanto éxito macroeconómico ha tenido en estas décadas.

En estas horas se define la Mesa Directiva del Congreso, el gabinete ministerial y el perfil político del nuevo gobierno a través del mensaje presidencial de Fiestas Patrias ante el Legislativo. Ojalá Castillo sepa leer la realidad y entienda que el mandato popular lo conduce a ejecutar un gobierno de izquierda moderado.

Ya algunos indicios positivos ha mostrado Castillo en el congreso partidario de ayer, en el que marcó clara distancia de los apetitos absolutos de Perú Libre y probablemente el distanciamiento sea cada vez mayor, pero eso solo lo corroborarán los hechos políticos que esta semana se definirán.

El gobierno de Castillo es débil de antemano. Si lo entiende, lo modera, busca acercarse al centro tanto social como político, y construye mayorías con una buena gestión, podrá sobrevivir. Si no lo entiende, se deja llevar de las narices por el carromato ideológico de Perú Libre y pretende refundar radicalmente el país, lo más probable es que no dure los cinco años de mandato.

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Pedro Castillo, Perú Libre, Vladimir Cerrón

El IEP es contundente en su última encuesta: 85% pide que Cerrón (es decir, el ala radical) no participe en el nuevo gobierno; 58% aprueba algunos cambios constitucionales y solo el 23% quiere una nueva Carta Magna; 61% pide mantener el modelo económico y apenas el 23% pide un cambio total.

Lo mismo sucede con la última medición de Datum. Sobre las prioridades que debe tener el gobierno de Castillo, el 44% estima que debe ser la reactivación económica, 41% mejorar el sistema de salud, 35% mejorar la calidad de la educación, 35% luchar contra la corrupción, 21% luchar contra la delincuencia, y un reducidísimo 9% convocar a una Asamblea Constituyente.

Por si fuera poco, un 72% considera que el gobierno debería seguir un modelo de libre empresa, solo 12% el plan de Francke y un misérrimo 4% el programa de Cerrón.

Asimismo, Pedro Castillo empieza su gobierno con una actitud desfavorable del 19% y muy desfavorable de 16% de la opinión pública. En general, positiva de 40% y negativa de 35%. No va a tener luna de miel por parte de la ciudadanía.

Finalmente, respecto de la conformación de la Mesa Directiva del Congreso un 52% considera que debe serlo por alguien que no pertenezca a Perú Libre y solo un 35% que la debe ocupar algún adscrito al partido de Cerrón.

A buen entendedor, pocas palabras. Parece difícil que Castillo renuncie de facto a su pretensión constituyente y todo hace suponer que aprovechará su mensaje de Fiestas Patrias para anunciarlo, pero pronto deberá recalar en que socialmente es indeseable y políticamente es inviable (ni siquiera la bancada más izquierdista del centro, como es la de Acción Popular, le ha dado apoyo en ese tema).

Los arrestos radicales deberían quedar como un saludo a la bandera, un intento que de antemano se sabe inocuo, al que Castillo quizás se sienta obligado para cumplir con una parte de sus electores, pero con la conciencia clara de que va a abortar prontamente. Claramente, el país no acompaña a Castillo en ese proyecto y felizmente el Congreso parece que tampoco lo hará en lo que claramente es un dislate político.

Castillo debe entender ello no como una traición a sus postulados sino como un necesario giro al centro que la realidad le impone. Es de buenos políticos entender que la ideología no puede estar por encima de los hechos.

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Asamblea Constituyente, Congreso, Pedro Castillo

Si la necedad de algunos líderes parlamentarios de Fuerza Popular o Renovación Popular, en el afán de presidir sí o sí la próxima Mesa Directiva del Congreso, hace que naufraguen las negociaciones con las bancadas del centro y éstas terminen acercándose a Perú Libre, la ausencia de contrapesos al Ejecutivo será directa responsabilidad de la derecha peruana.

En la práctica, luego de la deserción del congresista Héctor Valer, la izquierda tiene 43 parlamentarios, el centro 44 y la derecha 43. Las negociaciones, tal cual se han planteado hasta el momento, incluyen la pretensión de Perú Libre de presidir el Congreso y lo propio por parte de la derecha, pero ha surgido la intención de los congresistas del centro (Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos, Somos Perú y morados), de unirse y aspirar a lo propio.

Lo sensato por parte de la derecha es ceder en sus pretensiones maximalistas y entender que lo más importante en estos momentos es consolidar un grupo parlamentario de centroderecha que sume 87 votos, una cifra políticamente significativa, porque basta ese número de parlamentarios para elegir magistrados del Tribunal Constitucional, directores del BCR… y para vacar al presidente Castillo.

Ese mensaje es potente si el presidente electo se pretende zurrar en la Constitución para llevar a cabo el malhadado intento de convocar a una Asamblea Constituyente por fuera de los cánones que la propia Constitución establece. Y además sería muy importante que la mayoría del país encuentre cabal representación en la primera Mesa Directiva (todas las encuestas muestran con claridad que las tesis radicales de Perú Libre son aprobadas por una minoría).

Castillo debe entender que la moderación de sus propuestas económicas y su acotamiento de una Asamblea Constituyente son la piedra de toque básica para poder gobernar sin sobresaltos. Si el Congreso soberanamente le da el mensaje de contrapeso necesario con una Mesa Directiva no oficialista habremos empezado ese camino posible en mejor término que si la terquedad de algunos congresistas de la derecha termina entregándole el triunfo al lápiz.

Se vienen tiempos difíciles. El gobierno entrante está demasiado cargado ideológicamente y alberga un sector radical que pretende imponerse al resto. Si desde adentro Castillo no sabe cómo resolver ese problema, pues desde fuera deberá recibir un mensaje político claro y contundente que por ese sendero no se llega si no a punto muerto de gobernabilidad.

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Asamblea Constituyente, Hector Valer, Pedro Castillo

El último mensaje de Keiko Fujimori es políticamente equívoco. Si bien reconoce el triunfo de Castillo luego de la proclamación del Jurado Nacional de Elecciones, lo considera a la vez ilegítimo ya que nacería de un presunto fraude en el que la excandidata no deja de insistir con terquedad digna de mejor causa.

A nadie le quedan dudas de que si Castillo se ensoberbece y cree que haber ganado con las justas le otorga el derecho de refundar la República en base a una cuestionable Asamblea Constituyente y además desoye los mandatos de moderación económica, ameritará una dura y férrea oposición democrática desde el Congreso y desde las calles movilizadas, ya que la inmensa mayoría del pueblo peruano no está de acuerdo con la deriva chavista ni nada que se le parezca.

Pero si Castillo se modera efectivamente y además recula en el tema de la Constituyente y la acota a lo que decida el Congreso o a algunas reformas constitucionales puntuales, lo que merece es libertad política para poder trabajar y desplegar un programa económico de centroizquierda dentro de los márgenes de lo viable. Y para ello va a necesitar de cierto respaldo congresal que en principio debería incluir también a la derecha parlamentaria donde recala el keikismo.

Pero Keiko no anuncia eso. Ella anuncia guerra anticipada a un gobernante que considera espúreo. Una vez más no reconoce su derrota, creyendo quizás, equivocadamente, que con ello no va a irritar a las huestes ultras que la han acompañado, sin percatarse de que ese esfuerzo es inútil (ya de inmediato, luego de su reconocimiento bamba a Castillo, han salido voceros extremistas a considerarla una rendida y tibia).

Comete un grosero error político Keiko Fujimori prestándole oídos a la ultraderecha peruana, que por más bulliciosa que sea, es minoritaria y lo seguirá siendo. Es más, fue por haber conservadurizado en extremo al fujimorismo, luego del 2016, que Keiko casi destruyó el partido. Solo una buena campaña de marketing en primera vuelta, sumada al acierto político de reconducirse al centro, le volvieron a dar vida en esta última elección. Debería aprender de su reciente historia si quiere seguir teniendo vigencia política en el Perú.

Lo que corresponde es una oposición keikista firme y hasta recia, pero leal. Y eso pasa, en principio, por considerar su derrota legal y legítima, sin cortapisas ni argucias verbales. A diferencia de algunos politólogos, no creo que Keiko sea ya un cadáver político, pero los pasos que está dando la conducen a pie firme al cementerio.

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Asamblea Constituyente, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

Es un evidente despropósito que una fiscal denuncie por el delito de sedición a periodistas de Willax. Este canal es una fábrica de sensacionalismo, campañas insidiosas y propalación premeditada de fake news, lanzados con el solo afán de generar atención pública, pero el único juicio que se puede hacer sobre ello pasa por los televidentes y su decisión de ver o no ese medio de comunicación, no por la desprolija y apresurada iniciativa de una magistrada del Ministerio Público.

Pero más grave que este entuerto judicial en el que el canal de marras se halla incurso, es el hecho de que nada menos el presidente electo Pedro Castillo haya firmado una solicitud junto al inefable personaje de Julián Palacín, pidiéndole al Ministerio de Transportes y Comunicaciones a que tome acción contra el canal por haber, supuestamente, cometido faltas éticas.

Por supuesto, los canales de televisión, al utilizar el espectro radioeléctrico del Estado, están sujetos a ciertas normativas públicas, pero ninguna de ellas atañe a la libertad periodística del medio. Si un canal incumple las normas técnicas pues recibirá una sanción y si un periodista difama o comete perjurio están abiertos los tribunales penales para querellarlos y eventualmente sancionarlos, pudiendo ser el canal tercero civil responsable.

Pero lo que está detrás de esta iniciativa parece corresponder a la idea extendida de que los canales privados, solo por el hecho de utilizar una banda estatal, se deben comportar en base a criterios uniformes, neutrales y acomedidos respecto del poder de turno. Los canales privados no son ni deben ser el canal del Estado. Son empresas privadas dueñas de la concesión y como tales tienen absoluto derecho a utilizar su parrilla periodística como les venga en gana, solo sujetos a las regulaciones administrativas y penales ya conocidas y referidas.

En algún momento corresponderá evaluar la entrega de las concesiones televisivas a dedo que en el Perú se han hecho y volver a licitar las frecuencias, como corresponde, y hacerlo así cada cierto tiempo, no entregar las concesiones a perpetuidad, como acá sucede. Pero ese es otro tema.

Hoy corresponde estar alertas frente a la amenaza que se cierne sobre la libertad de prensa si el futuro Presidente cree que su ministro de Transportes tiene algo que decir sobre los contenidos periodísticos de los canales de televisión y las radios locales.

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Fake news, Pedro Castillo, Willax

Que voceros del gobierno entrante declaren que se van a dedicar primero a hacer una auditoría del proceso de compra de vacunas, es una pésima señal del ánimo con el que entran a Palacio y que ojalá no sea extensivo a otros predios del quehacer gubernativo.

Quizás lo que mejor ha hecho el gobierno de Sagasti haya sido el proceso de compras de vacunas y la ejecución del plan de vacunación. Y que sin siquiera esperar a que los comités de transferencia sectoriales les informen a los encargados de Perú Libre cómo se ha hecho y se ha planificado el proceso, ya salgan a declarar en plan vindicativo, es un mal augurio del tipo de gestión que se avecina.

Ha tenido tiempo el presidente electo, Pedro Castillo, mientras demoraba su proclamación por las argucias de Fuerza Popular y allegados, para zanjar varios temas. Primero, qué va a hacer con Vladimir Cerrón y el partido que lo cobijó para llegar a Palacio (y que ya se ha visto cómo espera con angurria los cargos públicos). Segundo, qué línea económica va a seguir, si la moderada que prefiguran nombres como los de Pedro Francke o Alonso Segura, o si se ceñirá al mandato original radical del ideario de Perú Libre. Tercero, qué piensa hacer con la Constitución: ¿cambiarla radicalmente con una Constituyente? Si es así, ¿bajo qué modalidad lo piensa hacer (referéndum, reforma del 206, cuestión de confianza, etc.)? Cuarto, quiénes conformarán su gabinete ministerial y el consecuente despeje de dudas de cuán amplia y plural será su convocatoria.

No deben pasar muchos días u horas para que Castillo efectúe anuncios claros respecto de los temas señalados. Arranca con el marcador en contra. Lamentablemente, se han asentado en un sector importante de la población las dudas sobre la legitimidad de su mandato, tiene una derecha en pie de guerra movilizada en su contra y no tiene mayoría congresal propicia.

Lo peor que podría pasar es que Castillo pierda valioso tiempo en supuestamente ajustar cuentas con el gobierno saliente y no dedicarse prontamente a gobernar efectivamente, con toma de decisiones rápidas, anuncios puntuales y despliegue de acciones inmediatas.

Algo extraordinario tendría que ocurrir para que un gobierno como el de Castillo sea bueno. Los astros están alineados en su contra y lo más probable es que la suya sea, en el mejor de los casos, una gestión muy mediocre. Veremos en sus primeros pasos si se cumplen nuestros pronósticos u -ojalá- nos desmiente y sorprende.

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Pedro Castillo, Perú Libre

¿Llegó para quedarse el discurso radical de derecha, ultraconservadora, clasista y racista, cuasi fascista que en algunos casos se ha disfrazado de liberal muchos años y hoy se ha sacado la careta desembozadamente (logrando criar algunos retoños contemporáneos con el mismo discurso)?

Hay quienes sostienen que estos son buenos tiempos para su desarrollo. No solo por la crisis económica -que suele ser caldo de cultivo para su desarrollo- sino también por el desorden social y la urgencia concomitante de valores (Dios, patria, familia, etc.), la oposición al comunismo (encarnado en Pedro Castillo) y el rechazo a lo extranjero (dada la migración venezolana).

Por supuesto, no hay que perderla de vista, porque su crecimiento sería una abierta amenaza a la democracia liberal y supondría un retroceso en los reales avances republicanos que hemos logrado las últimas décadas.

Pero hay que acotar mucho la amenaza de su expansión. Primero, lejos de avenir una crisis económica, si Castillo no comete exabruptos radicales -entre ellos la Asamblea Constituyente-, todo prefigura un venidero periodo de bonanza, producto en gran medida de circunstancias externas; el desorden social genera conservadurismo, pero hay que recordar que las principales víctimas de ello no son las élites de la DBA sino los sectores populares que le suman a ello otras urgencias mayores; la oposición al comunismo ha funcionado hasta ahora (hemos visto a personajes como Mario Vargas Llosa, Alfredo Barnechea, Lourdes Flores o Víctor Andrés García Belaunde, de reconocida solera democrática, coqueteando abiertamente con el golpismo), pero si, como todo lo hace indicar, Castillo se modera, este miedo se tornará cada vez más histérico, minoritario y desfasado; finalmente, difícilmente la aversión al migrante venezolano cuaje en una opción política, dado el carácter nacional de ser un país de migrantes de todas las etnias y procederes, y hay que considerar además el carácter étnico minoritario de las élites.

En el nudo de la tormenta de todas las crisis, como la que pasamos en plena primera vuelta, un grupo ultraconservador como el de López Aliaga apenas obtuvo 9.55% de los votos y la mejor manera de darse cuenta de que no era un voto ideológico de ultraderecha sino una reacción expectante a un candidato disruptivo, fue que en la segunda vuelta, casi un 20% de los votantes de López Aliaga lo hicieron por Castilllo, supuestamente ubicado en las antípodas ideológicas y políticas.

La ultraderecha es bullanguera, tiene respaldo de grupos económicos, tiene medios de comunicación alineados, pero carece de base sociológica para prosperar. Es muy difícil que la DBA, a rostro descubierto, logre dejar de ser una expresión antidemocrática minoritaria.

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DBA, Pedro Castillo
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