Un gobierno débil, torpe, ineficiente, mediocre y pertinaz en el error, como el que nos ha tocado en suerte, ha decidido, a pesar de que su tarea inmediata debiera ser resolver ese zafarrancho interno, ir a la confrontación política con el Congreso.

El premier Bellido ha anunciado que evalúan hacer cuestión de confianza por el eventual pedido de censura al ministro de Trabajo Iber Maraví. El propósito es claro: intimidar al Congreso, dado que si a pesar de la amenaza éste insiste en la censura gasta una bala de plata. Se tumba al gabinete Bellido, pero queda expuesto a que a la siguiente cuestión de confianza denegada que se dé, podrá ser disuelto.

Y si el gobierno ha decidido hacer cuestión de confianza para defender a un políticamente inefable como Maravi, pues hará lo propio cuando quiera expropiar Camisea u otros proyectos empresariales privados (que requiere ley del Congreso), cuando solicite formalmente las facultades delegadas o cuando quiera reformar el artículo 206 de la Constitución.

El régimen, por cierto, juega con fuego, porque ante el escenario factible de la disolución, lo “racional” para un congresista, será optar por la vacancia. “Si me van a disolver igual, pues prefiero irme vacando al gobierno matón”, puede ser tranquilamente la lógica que prime en parlamentarios que hasta ayer podían dudar de si llegar o no a la censura al titular de Trabajo.

Ante la matonesca advertencia de Bellido, lo digno y valiente es que el Congreso, con mayor razón, censure a Maravi y fuerce un cambio de gabinete. Y que se prepare para que el Ejecutivo trate de repetir la figura a la primera de bastos. Es el propio Ejecutivo el irresponsable que ha decidido desempolvar las armas nucleares que ambos poderes del Estado tienen en su arsenal político.

De no ser patético sería risible. O es ambas cosas a la vez. Y claramente refleja que lo que cunde en Palacio es un absoluto desgobierno, con un Presidente timorato y ausente, a quien su Premier se da el lujo de pechar públicamente. Resultado de ese caos interno es el exabrupto político que ayer ha anunciado el Premier con la aparente anuencia -ya ni eso se sabe a ciencia cierta- del holograma palaciego.

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Mañana se verá si estamos ante un Congreso con las agallas suficientes para contener los desmanes políticos que este gobierno ha perpetrado con fruición en estos sus primeros sesenta días de mandato.

Todo comenzó con la designación del gabinete Bellido, un conjunto de impresentables, ligados algunos de ellos al Movadef, radicales cerronistas, acusados de violencia de género o abiertamente incompetentes para el cargo. Salvo contadas excepciones, un desastre por donde se le mire.

Y allí, cuando ese gabinete fue a pedir la confianza del Legislativo, éste claudicó y se la otorgó. El peor gabinete ministerial de nuestra historia republicana salió triunfante gracias a la debilidad moral de los dos principales partidos de centro a la fecha: Acción Popular y Alianza para el Progreso.

Se espera que mañana, dadas las numerosas denuncias periodísticas que vinculan al ministro de Trabajo, Iber Maraví, no solo con Sendero Luminoso sino, inclusive, con atentados terroristas, el Congreso sepa proceder, luego de la interpelación, a un pedido de censura, y al cabo del plazo previsto, lograr los 66 votos que se requieren para censurarlo y sacarlo de un gabinete en el que nunca debió estar.

Si el presidente Castillo no tiene la capacidad de liderazgo suficiente para enmendar el menjunje indigesto que ha armado de gabinete (según encuesta de Ipsos de hoy, el 61% de la ciudadanía cree con razón que Castillo carece de condiciones de líder), pues que el Congreso empiece a desplegar una de sus responsabilidades, como es fiscalizar al Ejecutivo.

Grandísima responsabilidad a cuestas será la que tendrá el Congreso en los próximos meses y lo que dure este gobierno. Ya se avecina la tercera ola y pronto también los coletazos recesivos del desplome de la inversión privada, producto de la incertidumbre que el propio gobierno se encarga de sembrar. Vendrán o se acrecentarán los conflictos sociales y tendremos nuevamente una tormenta perfecta de crisis: sanitaria, política y económica.

Con un gobierno timorato y un Presidente ausente, es de temer lo que en tales circunstancias pueda pasar si el Congreso no toma las riendas del poder que le corresponden. Nuestros legisladores deben prepararse para afrontar responsabilidades políticas mayores. El pueblo no merece pagar las consecuencias de un régimen deleznable y mediocre.

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Hoy se cumplen sesenta días del gobierno de Pedro Castillo, el profesor de Chota, quien ha armado una coalición de todas las izquierdas para emprender, supuestamente, los grandes cambios estructurales que el país requería, dado el presunto agotamiento del “modelo neoliberal”.

El resultado no puede ser más desastroso. Salvo el exabrupto ideologizado del premier Bellido amenazando a Camisea, y hecho con el afán de seguirle el guión a Vladimir Cerrón, quien busca dinamitar por dentro la mencionada coalición, para entronizar a Perú Libre como gestor omnipotente del gobierno, ni siquiera puede decirse que estemos ante una gestión de izquierdas, sino simple y llanamente ante un régimen signado por la más rampante mediocridad.

Eran dos los objetivos centrales del gobierno -como los que hubiera tenido cualquier otro gobierno en las actuales circunstancias-; la reactivación de la economía y la lucha contra la pandemia.

En cuanto a lo primero, los gestos sensatos del ministro de Economía Pedro Francke chocan y se diluyen ante la arremetida recurrente del grupo cerronista para destruir la poca confianza que el titular del MEF pueda despertar en los inversionistas privados. El alza del dólar no es otra cosa que un síntoma epidérmico de un fenómeno subyacente más grave, que es la abstinencia inversora, que ya ha llevado a pronosticar para el próximo año crecimientos negativos de la inversión privada.

Respecto de la lucha contra la pandemia, el gobierno ha tenido la fortuna de que su mandato coincida con la sima de la crisis de contagios y muertes, y que, además, el gobierno anterior lo haya provisto de la suficiente cantidad de vacunas ya adquiridas. Habrá que ver, en medio de la pronta tercera ola, si el régimen dispuso lo necesario para contar con camas UCI, oxígeno y atención primaria. Si la gestión de Cevallos repite la misma línea de mediocridad del gobierno, estamos fritos.

El desconcierto campea en un gobierno que adolece del más grave de los defectos: el de falta de liderazgo presidencial. Castillo es un hombre básico y no conoce un ápice del quehacer gubernativo. Eso se entiende y puede generar algún grado de tolerancia que paulatinamente se empodere del cargo. Pero lo que no es admisible es que zafe el cuerpo a la toma de decisiones y permita que su gobierno sea un zafarrancho de combate entre todas las facciones convocadas.

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El controvertido tuit del premier Guido Bellido amenazando con expropiar Camisea confirma, obviamente, un perfil ideológico sobre el manejo de la economía que Perú Libre ya había esbozado en su plan de gobierno. En ese sentido, Bellido no ha dicho nada nuevo.

Lo llamativo, políticamente hablando, es que ocurre en medio de una circunstancia en la que el titular del MEF, Pedro Francke, había señalado explícitamente que no se iba a expropiar Camisea y el presidente Castillo, reunido con inversionistas extranjeros en su reciente periplo norteamericano, había asegurado que la economía se iba a manejar con sensatez y respetando el Estado de Derecho (como, luego del arrebato de Bellido, ha reiterado).

Ha sido una pataleta política de Vladimir Cerrón en la búsqueda de alcanzar un mayor protagonismo al interior del gabinete. La verdad es que solo tiene tres ministros: Bellido, el de Ambiente, Rubén Ramírez, y Dina Boluarte, pero quien viene mostrando crecientemente rasgos de independencia que la apartan del sector de origen cerronista. Vladimir Cerrón solo tiene, pues, dos alfiles entre los ministros y, claramente, quiere más, y quiere incordiar a los que más incómodos le resultan. Eso explica el exabrupto de Bellido sobre Camisea.

Y en ese sentido destacan los ataques a los titulares de Justicia y el MEF, Aníbal Torres y Pedro Francke, contra quienes cargan las tintas todos los periódicos truchos inventados con dineros oscuros para apoyar al régimen y en particular a Cerrón.

No es casual que en la última encuesta de IEP, aparezca Bellido con un nivel de desaprobación de 58% y de aprobación de apenas 33%, mientras que los ministros no cerronistas lo superan: el aranista Hernando Cevallos, de Salud, es aprobado por el 67%; el mendocista Pedro Francke, de Economía, por el 54% y el castillista Aníbal Torres, de Justicia, por el 49%.

Finalmente, caben algunas precisiones económicas. Camisea ya paga casi el 65% en impuestos. No es verdad que se lleve todo el inversionista privado. El Estado recibe ingentes recursos gracias al proyecto. Expropiarlo, dicho sea de paso, costaría alrededor de 30 mil millones de dólares que el Estado peruano, por exigencia constitucional, debería pagar antes de expropiar (un despropósito por donde se le mire) y, además, el “modelo” ecuatoriano o boliviano, en el que parece inspirarse Cerrón, ha sido un fracaso absoluto (Bolivia, por ejemplo, tenía, antes de la nacionalización de Evo Morales, 24 trillones de pies cúbicos de reservas de gas, el 2018 se habían desplomado a 10 trillones).

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EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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