Juan Carlos Tafur

Gabinete Torres es una vergüenza nacional

“Si mañana martes 8, el Congreso le otorga el voto de confianza al gabinete Torres, habrá sepultado para siempre su dignidad política y moral”

Si mañana martes 8, el Congreso le otorga el voto de confianza al gabinete Torres, habrá sepultado para siempre su dignidad política y moral. No solo es un gabinete desastroso el que tenemos encima, sino que carga, adicionalmente, con la inconducta del gobernante de haber elegido como sucesor del inefable Juan Silva, en Transportes y Comunicaciones, a alguien de la misma cofradía, que ve al Estado como una fuente de prebendas y favores ilícitos, antes que como una matriz de políticas públicas.

Ese es el signo del gobierno y del gabinete Torres. Ya no gobiernan -si acaso alguna vez lo hicieron- por la historia o por cambiar algunas estructuras, necesarias de cambio, del establishment socioeconómico o político del país. Simplemente lo hacen para sacarle la mayor lonja posible al erario nacional.

Según la última encuesta de Datum, un 46% del país considera que este gabinete es más de lo mismo y que no tiene personas preparadas, y un 26% estima que es peor que los anteriores. Cifras contundentes que muestran cómo la opinión pública claramente ha tomado posición ante algo que cae por el propio peso de la realidad. Es una deshonra al país que Pedro Castillo se permita ofrecer esa baraja ministerial, sin ningún empacho ni rubor.

 

A consecuencia de ello, el 49% de la opinión pública cree que el Congreso no debería darle el voto de confianza al gabinete y un 34% que sí debería otorgársela. Se espera, pues, que el Legislativo ejerza la potestad que por mandato constitucional le corresponde, le exija con actos al Ejecutivo a presentarle al país una propuesta ministerial que no sea una burla grosera, y le muestre a la sociedad que el contrapeso de poderes revela que hay una diferencia moral entre un poder del Estado y otro, y que no se les debe confundir, como hoy se hace, aupando a ambos en un rechazo masivo.

 

 

Las balas de plata, como se llama al hecho de que el Parlamento utilice una de las dos opciones que tiene de no darle el voto de confianza a un gabinete ministerial -antes de permitirle al Ejecutivo la prerrogativa de disolver el Congreso-, están para ser usadas. No son un arma disuasoria ilusoria, y, más aún, dejan de serlo efectivamente si no se emplean en el momento en el que deben emplearse.

 

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Congreso, Gobierno, Pedro Castillo

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