La enorme bastedad del presidente Castillo, puesta de manifiesto en sinfín de oportunidades discursivas -que al final sería lo de menos- y, como recientemente se ha conocido más a profundidad por un reportaje de Christopher Acosta, en el programa Punto Final, también en su desempeño gubernativo (su liderazgo en las sesiones de consejos de ministros es nulo), obliga a repensar fórmulas de gobierno alternativas.

Se necesita con carácter de urgencia un Premier que funja de jefe de gobierno. Claramente, Castillo es un hombre básico, al que si bien democráticamente corresponde darle tiempo para que ese ascenso meteórico de Tacabamba a Palacio haga posible que se genere un proceso paulatino de empoderamiento político, que le permita ejercer el cargo que ocupa con propiedad, es menester tomar acción prontamente.

Mientras ese proceso psicopolítico ocurre, el presidente Castillo necesita que su gabinete sea presidido por un gestor, con un equipo ministerial que además sea homogéneo y que funcione como un reloj a la hora de tomar decisiones de políticas públicas.

El Presidente no maneja una asamblea sindical en la que las negociaciones y concesiones pueden ser múltiples y eternas, muchas veces en búsqueda de que nada se mueva, sino que se mantenga inmóvil. Un gobierno requiere acciones rápidas y decisiones que se monitoreen para que lleguen a su término.

Lo más parecido a la impropiedad presidencial vigente que se recuerde es el gobierno de Toledo, cuyos vicios personales lo hacían contraindicado para liderar un Ejecutivo a cabalidad (al final se supo que solo fue muy diligente para hacer que prosperen las obras que le redituaron jugosas coimas) y por eso tuvo, al menos, la inteligencia de rodearse de buenos gabinetes y Presidentes del Consejo de Ministros operativos.

Mientras siga Guido Bellido en el Premierato y mientras se mantenga la variopinta composición ideológica del gabinete (cerronistas, castillistas, filosenderistas, mendocistas, aranistas, caviares e independientes de izquierda), en pugnas constantes, no hay forma de que el gobierno funcione.

La mejor habilidad de una persona con cargos ejecutivos es saberse rodear de personas capaces de suplir con creces sus deficiencias operativas. Castillo no lo ha hecho así y los resultados saltan a la vista: un gobierno inoperante, en permanente crisis, desordenado, inactivo, en piloto automático, sin rumbo cierto. Con el peor pronóstico posible.

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Christopher Acosta, Premier, Presidente Castillo

Si el viaje presidencial en curso, su contacto con otros líderes políticos y empresariales, su conocimiento de otras realidades, ir a los Estados Unidos (ojalá lo reciba Biden), codearse con el mundo capitalista, no sirve para que el Primer Mandatario reconvenga los términos fallidos, mediocres y banales con los que ha conformado hasta ahora su gobierno, nos asomamos a un horizonte sombrío para el país.

Se supone que luego de este viaje, el presidente Castillo anunciaría su alejamiento de Cerrón (vía una renuncia a Perú Libre), se desprendería del impresentable de Bellido, apartaría del gabinete a cualquier ministro vinculado a Sendero Luminoso o el Movadef (léase, Iber Maraví), renovaría algunos ministros claramente incompetentes e instruiría lo necesario para que permanezca Julio Velarde en el BCR.

A ello se sumaría un rebajamiento de la importancia estratégica de forzar una Asamblea Constituyente, dejando la suerte de la misma a lo que decida el Congreso, que, como se sabe, se opone mayoritariamente a su convocatoria.

Si este escenario, que algunos allegados a Palacio anuncian extraoficialmente, se plasma, el país daría un giro de 180 grados. Se tranquilizarían los ánimos ciudadanos, políticos y económicos. Probablemente, regresaría buena parte de los 14 mil millones de dólares que se han ido del país por el temor a un gobierno radical y posiblemente, también, se recuperen los niveles de inversión privada (que el BCR acaba de calcular en 0% de crecimiento para el 2022).

Habrá que ver si es cierto. Una dosis de optimismo no viene mal. Ojalá salgamos de esta situación maloliente de un régimen atrapado por la lógica radical anacrónica del cerronismo y del Movadef y atravesado por decisiones mediocres y absurdas, que nos llevan a paso firme hacia una situación pronta de desastre e ingobernabilidad, peor si se ve acompañada de una ausencia absoluta de liderazgo presidencial.

La definición del gobierno respecto de qué ruta tomar, será crucial para saber si viviremos cinco años infernales y perdidos para el desarrollo del país, o al menos construiremos una nación digerible por el lustro venidero. Al retorno de Castillo lo sabremos.

-La del estribo: notable el libro ilustrado, la novela gráfica En la cara no, del periodista y escritor Óscar Malca y el ilustrador y humorista gráfico Mario Molina. Una pieza de colección por la calidad narrativa y la excelencia gráfica. Un recuerdo ácido y crítico de los años terribles que pasamos hace pocas décadas en el país.

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Cerronismo, Congreso de la República, Guido bellido, Movadef

Si alguna lección debe extraerse de la nueva realidad política que en el Perú se ha erigido luego del triunfo popular de un candidato de abajo como Pedro Castillo, es que el centro y la derecha deben renovar radicalmente sus rostros visibles en el quehacer electoral.

La izquierda se prepara para que el 2026 sean Antauro Humala e Indira Huillca quienes protagonicen sus candidaturas principales (aunque la necedad de Verónika Mendoza seguramente la va a llevar a insistir en su tercera derrota). Figuras novedosas y atractivas. ¿Y en la derecha o en el centro? No se oye, padre.

Por lo pronto, candidatos como Hernando de Soto, Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, Alfredo Barnechea, Raúl Diez Canseco, Lourdes Flores, Julio Guzmán, Rafael Santos, Renzo Reggiardo, Mauricio Mulder, Jorge del Castillo, Alberto Beingolea y demás, deberían asumir que su tiempo presidencial ya pasó (pueden ser, en el mejor de los casos, figuras congresales respetables).

El centro y la derecha deben renovar cuadros. Nombres como los de Richard Acuña, Patricia Chirinos, Norma Yarrow, Carlos Añaños, Roque Benavides, Carolina Lizárrraga, Marianella Ledesma, Carla García, o jóvenes como Rosangella Barbarán, Adriana Tudela, Lucas Ghersi (aunque los últimos tres no alcancen edad para protagonizar lides presidenciales el 2026), deben prepararse para las grandes ligas.

Por lo demás, la única manera de reconquistar las zonas andinas de un país disfuncional como el nuestro -requisito fundamental para ganar y gobernar con tranquilidad en el Perú de hoy-, por parte de la derecha o el centro, pasa porque logren presentar propuestas disruptivas, contestatarias y llamativas, pero, como es obvio, que se vean representadas por rostros que expresen cabalmente esa renovación ideológica.

¿Se van a presentar las mismas caras ajadas de la derecha y el centro a las elecciones del 2026 o antes (si por alguna circunstancia dramática se recorta el mandato de Castillo)? Eso supondría encaminarse a una derrota segura y a permitir que la izquierda, a pesar del desastre al que parece se encamina el actual régimen, logre entregarle la posta a alguien de su propia orilla ideológica.

Nuevas ideas, nuevos rostros. Ojalá mayores dosis de liberalismo tanto en el centro como en la derecha, por cierto, que le haría mucho bien al país una modernización ideológica de ese calibre para augurar un mejor futuro nacional y no resignarnos a los extremos autoritarios y conservadores.

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Centro, Derecha, ideológica

Pocas veces se ha visto un gabinete ministerial tan mediocre como el que ha conformado la coalición de izquierdas que hoy nos gobierna y que no excluye a ninguno de los segmentos ideológicos de ese sector político.

Durante muchos años, la izquierda disfrutó a placer burlándose de los cuadros tecnocráticos de la derecha, cuestionando su idoneidad profesional e inclusive moral para ejercer los distintos cargos para los que eran nombrados en los últimos lustros.

Pues bien, hoy la izquierda tiene el encargo de gobernar y están todos: hay castillistas, filosenderistas, cerronistas, mendocistas, aranistas, caviares e independientes de izquierda en una amalgama indigesta, de la que se salvan apenas cuatro o cinco ministros. El resto es para llorar.

¿Tanto tiempo se pasó la izquierda preparando cuadros, gastando en ONGs que nutrieran expertos en diversas políticas públicas para que a la hora de asumir el desafío real de gobernar, produzca el resultado nefasto que hoy se aprecia?

Desde la izquierda suelden regodearse diciendo que la derecha tiene tecnócratas, pero no intelectuales. La izquierda celebra su abundancia académica, pero, en contraposición, es una lágrima a la hora de ejercer y desplegar políticas concretas desde el aparato estatal.

Desde hace poco más de 50 días tiene el poder entre manos y no hay, ni siquiera desde su propia perspectiva ideológica, nada que pueda ser al menos controversial o merecedor de discusión. Lo suyo es piloto automático con un mapa de navegación errado.

Hoy la izquierda, en todas sus variantes, se refugia en la idea de que solo con una Asamblea Constituyente podrá ejercer el tipo de poder socialista y revolucionario al que aspira. La verdad, como bien lo dijo uno de los pocos ministros que se salva, como es Pedro Francke, se pueden hacer políticas públicas disidentes del por ellos llamado modelo liberal, sin necesidad de cambiar la Carta Magna. Si no lo hacen, es por pura medianía y falta de perspectiva gubernativa.

Hizo bien, por lo que se ve, dicho sea de paso, Ollanta Humala en desprenderse rápidamente de la izquierda cuando fue gobierno. Con ella a bordo, el suyo hubiera sido un desastre de inacción y de indecisiones, o discusiones estériles. La izquierda lo acusa de traidor. El país le debería agradecer su perspicacia para darse cuenta prontamente de que la izquierda era un desastre ejecutivo.

Las pruebas están al tanto. El gobierno de Castillo, el candidato de las izquierdas, no da ni para adelante ni para atrás. Y no es solo responsabilidad de un Presidente diletante o incompetente. Es la izquierda en su conjunto, la responsable del desastre.

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Asamblea Constituyente, Izquierda, Ministros, Perú

Mientras la derecha o el centro no logren capitalizar una votación importante en las zonas andinas del país, es improbable que se alcen con el triunfo electoral en el futuro o, si lo logran, probablemente sea con un nivel de contestación en esa zona del país que prontamente generaría cuotas de ingobernabilidad.

Hoy vemos que a pesar de los groseros errores cometidos por el gobierno, la cuestionada designación de un Premier impresentable como Bellido, la rechazada presencia dominante de Vladimir Cerrón, la impugnada cercanía de elementos vinculados a Sendero Luminoso, las designaciones cuestionadas de funcionarios públicos, la profusión de ministros incompetentes y un Presidente dubitativo, indeciso e inaparente, las zonas andinas del país le siguen brindando su respaldo.

Según Ipsos, si bien en Lima desaprueba al gobierno el 62%, en el centro lo aprueba el 49% y en el sur el 57%. Según Datum, en Lima lo aprueba apenas el 29%, pero en el centro el 55% y en el sur el 58%. Datum pregunta también sobre la percepción de la capacidad de Castillo para gobernar: en Lima solo el 22% estima que está capacitado, en el centro lo cree el 45% y en el sur el 49%. Para CPI, el 62.4% de Lima desaprueba a Castillo, pero en la sierra y centro sur lo respalda la abrumadora cifra del 64.4%.

Por cierto, Castillo no es que haya hecho nada en particular para conquistar tamaños niveles de aprobación en esas regiones del país. Es la inercia del voto de la segunda vuelta (donde, inclusive, obtuvo cifras más altas de votación: el centro político de las zonas andinas parece haberse ido desprendiendo del respaldo al Presidente), pero pesan también razones identitarias que la derecha parece incapaz de responder o contestar.

Sociológicamente hablando, regiones como Puno o Junín ya dejaron de ser predominantemente agrarias para pasar a ser eminentemente comerciales. Son poblaciones comerciantes, capitalistas, negociantes, y si se pudiese establecer una correlación entre la actividad económica y la perspectiva ideológica deberían inclinarse mayoritariamente por la derecha antes que por la izquierda, como suelen hacer.

A la postre, cuando el desarrollo económico genere en las zonas andinas peruanas los mismos niveles de integración a los beneficios del mercado que se ven en el resto del país, ese fenómeno de derechización ocurrirá (véase, por ello, la votación de las zonas populares de Lima y la costa norte), pero mientras ello no ocurra, la derecha tiene allí un desafío político que afrontar. No tendrá viabilidad electoral futura si no hace suyo el mundo andino.

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andino, Pedro Castillo, sociología
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