Debe salir de Palacio lo antes posible. La oposición de derecha y de centro tienen una oportunidad dorada si logran convencer a los disidentes cerronistas de que Castillo no asegura ni siquiera la aplicación de un renglón del plan de gobierno original de Perú Libre. ¿Qué sentido político tiene que el exgobernador de Junín siga prestándole sus 16 votos al inquilino precario palaciego?
De este problema tampoco es ajeno la sociedad civil (mundo empresarial, académico, tecnocrático), que ha dejado de producir insumos técnicos e ideológicos que alimenten o exijan a los políticos a mejorar su bagaje intelectual y elevar, por ende, el nivel de la política peruana, que debe ser uno de las más pobres de la región y del planeta.
El panorama de mediano plazo en el país no se ve promisorio. Quizás la mayor fortuna a la que podamos aspirar es a que llegue al poder alguien que simplemente gobierne con corrección, respete el modelo macroeconómico y minimice los escándalos. Y punto, paremos de contar. Grandes gobiernos reformistas requieren un arsenal de ideas claras que ninguno de los que asoma en el proscenio electoral peruano parece albergar.
Como resultado de esa turbia alianza Castillo-Cerrón, según la última encuesta de Ipsos, encargada por Lampadia, el 76% considera que los ministros y funcionarios nombrados por Castillo no son personas honestas ni capacitadas; el 61% considera que el gobierno está permitiendo o incentivando los conflictos sociales mineros; el 52% cree que está permitiendo la expansión del narcotráfico; como colofón, el 79% considera que la situación económica está peor que hace un año.
La calamidad burocrática y el descalabro gubernativo son el símbolo del peor gobierno que hemos tenido en el lapso señalado. Y Cerrón tiene mucha vela en este entierro. No basta un comunicado alharaquiento para zafar de su alta responsabilidad en el desastre.
Por angas o por mangas, hay que celebrar esta bronca entre el presidente y su ex alter ego, el primariamente radical Vladimir Cerrón. Gran parte de los males del gobierno en estos once meses de gestión se deben al hecho de que el presidente se haya sometido a los dictados del cacique de Junín. Rota esa dependencia, se abre la posibilidad de que ejerza un gobierno más sensato, aun cuando las propias mediocridades del primer mandatario permitan la sospecha de que poco o nada va a cambiar en el modo de gobernar. Tampoco hay que albergar muchas esperanzas al respecto.
-En setiembre del año pasado, 18% decía que Castillo tenía capacidad para gobernar, ahora solo lo considera así el 9%. En espejo, el 2021, el 26% consideraba que Castillo no tenía ninguna capacidad de gobernar. Ahora en junio, lo cree así el 48%. La imagen de incapaz se la ha ganado a pulso, en gran medida por nombramientos absurdos en la administración pública.
-El Congreso sale peor parado que el Ejecutivo. Tiene apenas 12% de aprobación. Hace barbaridad y media (la última, la aprobación de los llamados comités de autodefensa, que creará paramilitares por todo el territorio nacional).
-Lo que más desaprueban al Congreso: 87% en Lima metropolitana, 90% en el sur, 91% en el sector alto (AB), el 88% de la gente que se define de izquierda y el 84% de los que se definen de derecha.
-La institución más corrupta, para la población, es el Congreso, con 78%, más que los municipios (74%), los gobiernos regionales (73%), el Ejecutivo (66%), las empresas privadas (61%) y, sorprendentemente, que el entorno de Castillo (59%).
–La del estribo: rompo la tradición dominical de esta posdata porque me parece de interés supremo que la gente acuda al teatro a ver Trucos para ver en la oscuridad, de Mariana de Althaus con la soberbia actuación de la que hoy debe ser la mejor actriz peruana, Alejandra Guerra. Va hasta el 17 de julio en el Centro Cultural de la PUCP. Será una experiencia que agradecerá haber vivido.
No nos queda sino confiar en que alguien surgirá, que nos dé esperanzas de que efectivamente el Perú es más grande que sus problemas y que lo que hoy estamos pasando es una pesadilla pasajera, culpa de nuestros propios errores, pero que ya habremos pagado con creces en los cinco años desgraciados que vamos a tener a cuestas.
–La del estribo: ¡qué tamaña puesta en escena la de El Cuidador, de Harold Pinter! El mejor Alberto Isola se despliega en las tablas junto a Eduardo Camino y Oscar Meza, bajo la dirección de Mikhail Page (se reivindica de Bull, dicho sea de paso). Va hasta el 24 de julio en el Británico. ¡De verdad, no se la pierdan!
Un Premier que es capaz de decir, como sucedió en el último Consejo de Ministros Descentralizado, que la minería acapara toda el agua y deja sin ella a la agricultura, o de promover una ley mordaza contra la prensa (pena privativa de la libertad para quien revele información fiscal reservada), no puede seguir en el cargo.
La falta de seriedad con la que la opinión pública percibe este gobierno, más como un sainete malhadado que como un régimen serio, es producto, entre otras razones, de los gazapos de un Premier que claramente no está a la altura de las circunstancias dramáticas por las que el país transcurre.
La tarea de Castillo es mejorar la calidad de su gabinete ministerial (ya ha hecho algunos cambios en esa perspectiva), demostrar que no es corrupto echando fuera de su entorno a todos los impresentables que rápidamente quisieron hacerse millonarios a punta de contrataciones y licitaciones irregulares, y darle prioridad a una o dos reformas (salud y educación públicas) y olvidarse de querer hacer más (su propia mediocridad le impide hacer algo superlativo adicional).
Hay responsabilidad de su entorno político ministerial, que debería hacerle entender ello e imponerse en los casos que sea necesario. Así como el ministro de Economía no está para hacer goles pero sí para impedirlos (que ya es bastante), el resto del gabinete debe fungir de contrapeso del pernicioso cerronismo que intenta volverse a apoderar de la agenda gubernativa.