Se necesita un shock capitalista, similar al emprendido por el segundo gobierno de Alan García, pero nunca más exento de las reformas urgentes que se requieren en ámbitos ciudadanos básicos como la salud y educación públicas, la acelerada construcción de infraestructura, las reformas políticas y electorales que hacen tanta falta, la conversión del fallido proceso de regionalización en uno que efectivamente destierre el nocivo centralismo, pero no lo reemplace por un corrompido sistema como el que actualmente tenemos, etc.
Se juega mucho el 2024. Lo imperativo es mantener el orden constitucional vigente desde 1993, sobre todo el capítulo económico, y sobre ese lecho rocoso transformar las políticas públicas y el Estado para convertirlo en un agente de inclusión social y no en uno de marginación de gruesos sectores de la ciudadanía.