EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.
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La mediocridad decisoria del presidente Castillo es de antología. Ni Toledo, quien también brillaba por sus indecisiones y carácter dubitativo, ha llegado a los niveles de desconcierto en los que parece atrapado el actual mandatario.
Castillo tiene que romper el nudo gordiano que lo atrapa. No puede gobernar haciendo convivir, izquierdistas moderados, como Francke o Torres, con filosenderistas, como muchos de los que él mismo ha convocado provenientes del Movadef, y radicales cerronistas que buscan petardear el orden democrático.
Ese menjunje es indigerible para la gobernabilidad del país. Con ese modus vivendi el país va al desastre asegurado. Ya las encuestas muestran un desplome en los niveles de aprobación del Presidente, del gabinete y del titular en la sombra, Vladimir Cerrón.
Y esa situación de incertidumbre política ya le está pasando factura a nivel económico, lo que a su vez retroalimenta la creciente insatisfacción ciudadana, la misma que no se va a recuperar ni a punta de bonos, ni de confrontaciones con el Congreso, medios de comunicación o grupos empresariales, como ya insinúan algunos voceros del régimen.
En la encuesta que realiza mensualmente el SAE de Apoyo, los índices de confianza para invertir, por parte de los empresarios, se han desplomado extraordinariamente, llegando solo a niveles como los que se vieron en los peores momentos de la crisis política de Vizcarra, sumados a los efectos letales de la pandemia en el tiempo prevacunas.
Y si este gobierno no recupera la confianza del sector privado, por más que esté Francke en el MEF -economista serio y responsable- o se quede Julio Velarde en el BCR -garantía de probidad-, no se reactivará el círculo virtuoso de las inversiones, que no solo generan empleo, sino que, sobre todo, por efecto cascada, disminuyen los niveles de pobreza.
La salida es clara: sacar a Bellido, recomponer el gabinete con profesionales competentes, sin cuotas partidarias o ideológicas, apartar a Cerrón del entorno palaciego y descartar la peregrina y desestabilizadora propuesta de la Asamblea Constituyente.
Mientras eso no ocurra, persistirá el desmadre en el que nos encontramos. Peor que un mal gobierno es el desgobierno, y esa es la situación por la que estamos pasando en estos momentos. Horas sombrías se avecinan para el Perú si el Presidente no toma las decisiones correctas prontamente.
SUMILLA
“Horas sombrías se avecinan para el Perú si el Presidente no toma las decisiones correctas prontamente”
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El guión es de antología. Corren rumores ayer de la renuncia de Iber Maraví al Ministerio de Trabajo. Sudaca consigue una entrevista exclusiva con el premier Bellido, quien confirma que le ha pedido la renuncia al titular del sector por consideraciones políticas. Se publica a las 6.20 pm.
A renglón seguido, el “patrón del mal”, Vladimir Cerrón, a las 7.21 pm., tuitea: “Decisión del premier Guido Bellido fortalece su liderazgo. Lo que no pudieron con la fuerza algunas bancadas, el premier lo hizo tras la confianza democráticamente delegada. Anunció además, cambios en otros ministerios cuestionados”. Da a entender, pues, que la decisión está confirmada y la respalda, así sea a regañadientes.
Allí parecía zanjado el tema, pero luego sale el Premier, a las 9.54 pm., y escribe: “Aclaro, que si bien es cierto he recomendado la renuncia del ministro de Trabajo, eso no significa que él haya renunciado”.
Poco después, Iber Maraví declara que él no ha renunciado, sino que solo ha puesto su cargo a disposición del Presidente. Lo ratifica en un tuit a las 10.17 pm: “Acabo de poner a disposición del señor Presidente Pedro Castillo, mi cargo de ministro de Trabajo y Promoción del Empleo. No permitiré que los irracionales golpes de la ultraderecha y algunos medios de comunicación desestabilicen políticamente el gobierno del pueblo”.
En medio de semejante batahola, el Presidente, hasta el momento de escribirse esta columna, guarda silencio y no anuncia una decisión final. Ya de por sí no debió esperar un segundo para hacerlo. Cuando se conocieron las primeras denuncias periodísticas que vinculaban seriamente al ministro con el terrorismo, el Primer Mandatario debió haberlo sacado del gabinete, como hizo con el excanciller Héctor Béjar, por temas mucho menos graves. Pero no, ha esperado que el tema escale en una crisis política y hoy brilla por su ausencia.
Normalmente, el poder presidencial genera un efecto revitalizador en las personas que ocupan el cargo. Sea que saque lo mejor o lo peor de sí, tiene un efecto psíquico conocido. Empodera a las personas. Con Castillo no parece estar ocurriendo eso, sino el efecto contrario: parece haberlo pasmado y bloqueado. Hoy llegamos así a una situación en la que el gobernante no parece gobernar, el Presidente no parece presidir. El gobierno es un sainete, una mala comedia, un triste drama.
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Si las marchas meritoriamente organizadas por el empresario Erasmo Wong, en contra de la amenazante deriva antidemocrática del gobierno, no amplían su convocatoria, van a terminar pareciéndose a los blanquecinos mítines del Movimiento Libertad o a los corsos miraflorinos que antaño el hombre de empresa organizaba.
Es preciso, por ejemplo, convocar a Hernando de Soto, quien luego de algunos devaneos inexplicables ha terminado por definirse de manera clara e inteligente frente al régimen dominado por Vladimir Cerrón y ha entendido que la beligerancia opositora es el mejor camino si, en el fondo, aún fuera posible reconducir a Pedro Castillo.
Debe participar él y sus congresistas en los mítines por la democracia. Y ampliar su convocatoria a los movimientos sociales con los cuales tiene relación, por ejemplo la federación nacional de ronderos y comités de autodefensa con la que se ha reunido hace pocos días en Ayacucho y cuyo presidente ha expresado claramente su rechazo al proyecto cerronista.
Tienen que estar los congresistas más representativos de la resistencia al oficialismo. Roberto Chiabra, los morados, el fujimorismo, etc. La protesta callejera -importantísima en esta coyuntura- debe involucrar a mayores protagonistas que los de la Coordinadora Republicana, la mayoría de cuyos integrantes, sea dicho, están desgastados o no tienen mayor arraigo ni capacidad de convocatoria. Se les agradece los servicios prestados, pero no es solo con ellos que se va a lograr contener las pulsiones colectivistas del régimen.
Debe teñirse, además, de choledad organizada la calle opositora. Debe estar presente el Sutep, quien ya soporta la embestida de un gobierno que quiere imponer a toda costa al profesorado filosenderista del Fenate, en desmedro del gremio histórico del magisterio nacional. Llame usted Erasmo Wong a Lucio Castro, secretario general del Sutep, quien seguramente gustoso aceptará la invitación si entiende que se trata de una convocatoria amplia y no solo de la ultraderecha.
Reconvoque a Keiko Fujimori, pero dele, pues, el papel protagónico que su participación en la segunda vuelta y su peso congresal ameritan. No pretenda usted meter una agenda encubierta de lanzar a Rafael López Aliaga como líder de la oposición en desmedro de ella, que si persiste en ese afán, va a fracasar en su loable propósito de mantener el activismo callejero al tope.
Frente a la claudicación congresal, la calle movilizada recupera su protagonismo, pero no puede derivar en una algarada sectaria, contraria a su propia convocatoria.
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A ver si el centro, que claudicó en la cuestión de confianza, extendiéndosela sin ninguna condición al peor gabinete ministerial conformado en nuestra historia republicana, escala su chato nivel de estrategia política, le hace un upgrade, y convierte una traición a sus electores en una oportunidad positiva para el país.
El presidente Castillo estuvo a punto de romper con el cerronismo. Así ocurrió en una reunión de la que Sudaca dio cuenta (http://ow.ly/4pK130rSs6M) y que luego ha sido confirmada por el titular de Justicia, presente en ella. Si no fuera por el lamentable papel de Verónika Mendoza a favor de Cerrón, probablemente hoy estaríamos frente a un gabinete recompuesto, con Castillo fuera de Perú Libre y con el camino a la moderación sin Constituyente en curso. Mendoza, por cierto, nunca más tendrá autoridad moral para arrogarse la voz y el rostro de una izquierda moderna y moderada.
El centro puede ayudar a que ese tránsito presidencial ocurra, tendiéndole un puente de plata y haciéndole ver que si rompe con Cerrón y éste lo amenaza con disponer de sus congresistas para hacerle una oposición brutal que conduzca a su vacancia, los votos del centro estarán allí para ayudarle a superar el impasse.
Pero eso pasa porque los líderes de Acción Popular, básicamente Lescano, quien controla la mayoría de su bancada, César Acuña, José Luna Gálvez y quien lleve la voz cantante de Somos Perú, se apresten a reunirse con el propio Presidente y no con el impresentable de Bellido, y le hagan saber explícitamente de ese potencial acuerdo.
La posibilidad de que Castillo entienda que el camino de la radicalización, su consecuente confrontación, el intervencionismo antiempresarial y el devastador impacto de una Asamblea Constituyente, no solo destruirían al país sino a su propio gobierno, es factible. Va a depender en gran medida de que la oposición sea capaz de tenderle una alternativa, que, de paso, corrija moralmente la claudicación de haberle brindado la confianza al gabinete Bellido sin ninguna condición política previa.
El Perú, bajo esa perspectiva, podría tomar otro rumbo, infinitamente más llevadero y tolerable que aquel que el exgobernador de Junín le ha puesto al frente al profesor chotano. Nadie tiene investidura para exigirle a Castillo que se convierta en un Humala II y haga del suyo un gobierno de derecha, pero sí corresponde anhelar que asuma que es perfectamente posible hacer un gobierno de izquierda, inclusivo y transformador del país, sin necesidad de caer en la paporreta leninista que el inflamado sentenciado por corrupción, Vladimir Cerrón, cree que está en potestad de imponerle al país y al propio Presidente.
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