Las compañías dedicadas a brindar atención privada de salud a cambio de un pago fijo mensual, y que están agrupadas en la Asociación de Entidades Prestadoras de Salud (Apeps), han presentado una demanda en la Corte Superior de Justicia de Lima para conseguir una modificación en el reglamento de la Ley de Cáncer. En síntesis, lo que pretende ese gremio es incumplir legalmente los contratos firmados entre los clientes y sus representadas para que la cobertura de los medicamentos oncológicos de última generación no sea obligatoria.
De esa forma, los pacientes que pagan carísimas pólizas privadas quedarían sin la cobertura integral que sus contratos les garantizan.
Asesoradas por los estudios de abogados donde trabajan los profesionales más mañosos de Lima, las empresas prestadoras de salud pretenden modificar un párrafo del reglamento de la Ley de Cáncer que dice: “Las instituciones administradoras de fondos de salud privadas deben asegurar la integridad de la cobertura oncológica en sus pólizas, incluyendo los tratamientos reconocidos en guías de prácticas clínicas internacionales, sin perjuicio de la condición del estudio clínico”.
Lo que busca este grupo de aseguradoras es que no se les exija cubrir todos los fármacos oncológicos. Su argumento es que solamente cubren medicinas certificadas en países con alta vigilancia sanitaria, pero no aquellas sin evidencia clínica comprobada. Además; cuestionan que sólo a ellas se les exige cubrir esas medicinas, pero no a los sistemas de aseguramiento integral, como el SIS. Increíble, pero cierto: las aseguradoras pretenden equipararse al Sistema Integral de Salud, sabiendo que el SIS apenas entrega Paracetamol y otros medicamentos genéricos en sus paupérrimas farmacias.
La mejor defensa es el ataque
Tan antiguo como el hombre, el cáncer, como sostiene el biólogo español Carlos López Otín en su libro “Egoístas, inmortales y viajeras. Las claves del cáncer y sus nuevos tratamientos”, es una enfermedad de los genes en el planeta de los genes. “Esta enfermedad causa la transformación celular en virtud de la cual una célula normal se convierte en una entidad egoísta que crece sin freno, inmortal que no escucha las señales de muerte recibidas por las células dañadas, y viajeras capaz de abandonar su tejido de origen y colonizar otros territorios para formar la metástasis”, escribe el científico ibérico con conocimiento de causa.
Como lo dice el subtítulo de nuestro artículo, en el cáncer, al igual que en casi todos los deportes conocidos, la mejor defensa es el ataque, por lo que los científicos y los médicos especialistas coinciden en buscar permanentemente nuevos medicamentos contra la enfermedad, que sean más efectivos, menos dañinos para los tejidos y los órganos sanos y cada vez más baratos que cuando ingresaron al mercado tras haber pasado todos los controles de los mecanismos de supervisión.
Esa lucha sin cuartel contra la enfermedad más antigua y más cruel, obliga a los pacientes de seguros privados y a los de la seguridad pública a mantenerse a la espera de poder recibir ese medicamento. Sin embargo, cinco de las seis prestadoras privadas de salud han acudido a juzgados civiles solicitando que estos entes obliguen a cambiar un párrafo del reglamento de la Ley del Cáncer para evitarle supuestos sobrecostos a las compañías aseguradoras, y ganándose los bonos de éxito prometidos por sus gerentes.
En «A través del espejo», de Lewis Carroll, la Reina Roja le dice a Alicia que el mundo cambia tan rápido bajo sus pies que, para quedarse en un lugar, no puede dejar de correr. Esa es nuestra situación con el cáncer o con cualquier otra enfermedad que tenga como desenlace la muerte, pues estamos obligados a seguir corriendo con el único fin de mantenernos en el mismo sitio.
Pero el cáncer sigue siendo una enfermedad mortal y para el mieloma múltiple –un tipo de cáncer de la sangre– no hay tratamiento que lo cure por sí solo y completamente: este sigue siendo una enfermedad terminal. Pero tal y como ocurre con la leucemia mielógena crónica (LMC), el juego del gato y del ratón con el cáncer ha extendido la supervivencia de los pacientes, en algunos casos de manera sorprendente. En 1971 alrededor de la mitad de los pacientes diagnosticados con mieloma múltiple morían dentro de los veinticuatro meses posteriores al diagnóstico, mientras que la otra mitad no vivía más de diez años, pero para el 2008 cerca de la mitad de todos los pacientes de mieloma tratados siguieron vivos al cabo de cinco años.
En un sentido más general, el síndrome de la Reina Roja –moverse intensamente para mantenerse en el mismo lugar– se aplica a sí mismo en todas las batallas contra el cáncer, incluidas su detección y prevención. En 1948 los epidemiólogos identificaron en Framingham, Massachusetts un grupo de unas cinco mil personas que vivían allí, para estudiar año tras año su comportamiento, sus interrelaciones y sus enfermedades. El conjunto de estos datos ha dado origen a una multitud de estudios sobre el riesgo y la enfermedad como por ejemplo el vínculo entre el colesterol y los ataques cardíacos se estableció formalmente ahí, al igual que la asociación del accidente cerebrovascular y la hipertensión. Pero también fue un estudio de una transformación conceptual del pensamiento. Habitualmente los epidemiólogos miden los factores de riesgos de las enfermedades crónicas no infecciosas estudiando el comportamiento de los individuos. Sin embargo, se hicieron una pregunta muy importante y diferente: ¿podría ser que el verdadero origen del riesgo no estuviera en las conductas de los actores individuales, sino en las interconexiones sociales?
Los elefantes y el genoma p53
Los elefantes, no solo nos sorprende porque es el único mamífero que posee cuatro rodillas, sino también porque su genoma p23 es capaz de multiplicarse 20 veces (los humanos solo contamos con una) para reparar y eliminar las células antes que se conviertan en un tumor. Y es así como se convierte en la especie con mayor resistencia a este terrible mal el hombre: un mono químico Somos simios químicos y hemos empezado a hilar un nuevo universo químico a nuestro alrededor y así sumerjamos nuestras células en sustancias benditas pues alguna de ellas seguirán siendo carcinógenas. Y aunque no podemos hacer que el mundo desaparezca, nuestra tarea es estar vigilantes para distinguir los auténticos carcinógenos de las circunstancias inocentes y útiles.
El cáncer en el fin del siglo pasado plantea dos desafíos el primero es el biológico que implica aprovechar el conocimiento científico para desterrar a esta horrible enfermedad y el segundo es desafío social que implica a obligarnos a enfrentar nuestras costumbres, rituales y comportamientos situados en la periferia de nuestra sociedad o de nosotros mismos, sino en los núcleos que los definen: lo que comemos y bebemos, lo que decidimos producir y nuestra manera de envejecer.
Aseguradoras se niegan a pagar nuevas medicinas oncológicas
Según Adolfo Dammert, presidente de la Liga Peruana de Lucha Contra el Cáncer, el requerimiento judicial de las aseguradoras para modificar el reglamento de la Ley del Cáncer busca modificar una norma que salva vidas.
A decir del mismo Dammert, hasta la fecha son más de veinte los medicamentos biológicos contra el cáncer que no están cubiertos por cinco de las seis más importantes aseguradoras. A ello, sumémosle los nuevos fármacos que esas compañías quieren retirar de sus pólizas, lo cual dejaría a miles de peruanos sin la posibilidad de luchar contra esta enfermedad. Pero, al final, la última palabra la tendrá la Primera Sala Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima.
Desde las autoridades estatales, es preciso señalar la posición de la doctora Essy Maradoegue, directora ejecutiva de la Dirección de Prevención y Control de Cáncer del Ministerio de Salud (Minsa), quien sostiene que “la norma que se encuentra publicada desde 2022, que es el reglamento de la Ley Nacional del Cáncer, es muy clara, y es la 7.2, que indica que las pólizas privadas deben asegurar la integridad de la cobertura oncológica en las pólizas de seguro de salud que incluyan los tratamientos reconocidos en guías de práctica clínica internacionales sin perjuicio de la condición del estudio clínico, es decir, estos estudios clínicos están condicionados a guías de práctica clínica que, para los entendidos en el tema de cáncer, son documentos con un sustento muy contundente que beneficie a los pacientes”.
Junto a decenas de especialistas en el tema, coincidimos en lo siguiente: “el cáncer es una enfermedad sumamente costosa y, si el Estado cede ante estas aseguradoras, de no exigirles costear los medicamentos innovadores, será prácticamente imposible vencerla, o, por lo menos, combatirla.