Las perlas delusivas de Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre, constituyen ya un rosario, por su asiduidad y profusión. Claramente, no es un sujeto político que esté en sus cabales.
1.- Su primer gran error de percepción fue creer que Perú Libre había ganado las elecciones del 2021. Con él y su ideario dentro de la mochila. Cuando la verdad es que pesaron razones disruptivas provocadas por la pandemia, el voto antiestablishment, el antikeikismo y el peso identitario del candidato Castillo.
2.- Pensar que el gobierno debía ser del partido, de Perú Libre. A la vieja usanza de los partidos comunistas soviéticos o cubanos, en los que al elegirse al secretario general del partido se elegía en la práctica al jefe de gobierno. Eso no era así y no podía ser así en una realidad política como la peruana. Castillo, en su calidad de Presidente de la República, tiene absoluta potestad de armar su gobierno como buenamente quiera y Cerrón, más bien, debería haber estado agradecido de que al menos le hayan asignado una cuota (hoy mismo, tiene dos ministros cerronistas que, suponemos, renunciarán por dignidad si es que avalan el comunicado del partido; o haría bien Castillo en desprenderse de ellos: entre otros, del inefable ministro del Interior).
3.- Creer que con su flamígero comunicado pone en jaque al gobierno de Castillo, debilitándolo al extremo de colocarlo al límite de su salida del poder. Ya veremos cuántos congresistas de la bancada de Perú Libre -muchos de los cuales no fueron consultados para emitir ese comunicado- lo seguirán. Ya varios se han manifestado en contra del mismo y han señalado que votarán por la confianza al gabinete Vásquez.
4.- Suponer que culminará una racha triunfal lanzándose sin Castillo a las elecciones municipales y regionales. Perú Libre volverá a ser un partido regional (en el mejor de los casos, ganará en Junín y paremos de contar) y allí Cerrón se dará cuenta que el mundo andino no votó por él sino por Castillo.
En general, le ha hecho mucho bien al gobierno esta pataleta delusiva de Vladimir Cerrón. Libera a Castillo de una carga política pesada y le abre la cancha a una mayor fluidez no solo con los partidos de oposición en el Congreso sino también con la ciudadanía.